DICHOS DE LUDER, Julio Ramón Ribeyro
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JULIO RAMÓN RIBEYRO, Dichos de Luder, Jaime Campodónico Editor, Lima, 1992.
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En la presentación a los escritos de este su alter ego o apócrifo (pp. 5-7) Ribeyro confiera: «Este pequeño libro es una recopilación de algunos de sus dichos que anoté cuando conversamos en París o durante sus esporádicas visitas al Perú.»
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Envidian a Luder porque una o dos veces al mes se amanece conversando con un amigo muy inteligente.
—¡Debe ser una conversación apasionante!
—Ni crean. Como ignoramos más de lo que sabemos, lo único que hacemos es canjear fragmentos de nuestra propia tiniebla interior.”
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—Se sueña sólo en primera persona y en presente del indicativo —dice Luder—. A pesar de ello el soñador rara vez se ve en sus sueños. Es que no se puede ser mirada y al mismo tiempo objeto de mirada.
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Le preguntan a Luder por qué no escribe novelas.
—Porque soy un corredor de distancias cortas. Si corro maratón me expongo a llegar al estadio cuando el público se haya ido.
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—Soy como un jugador de tercera división —se queja Luder—. Mis mejores goles los metí en una cancha polvorienta de los suburbios, ante cuatro hinchas borrachos que no se acuerdan de nada.
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—¡Cómo me hubiera gustado conocer a Goethe, a Stendhal, a Hugo, a Joyce! —exclama un amigo entusiasta.
—¡Ah, no! —protesta Luder—. No los hubieras aguantado más de cinco minutos. Casi todos los grandes escritores son unos pesados. Sólo la muerte los vuelve frecuentables.
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Le preguntan a Luder por qué rompió con una amiga a la que adoraba.
—Porque no tenía ningún contacto con su pasado. Vivía constantemente proyectada en el tiempo por venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar.
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—Lo que diferencia a los escritores franceses de los norteamericanos —dice Luder— es que los primeros se limitan a cultivar un jardín, mientras los segundos se lanzan a roturar un bosque.
—¿Y tú?
—Ah, yo sólo riego una maceta.
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