BECQUERIANAS, José Ángel Cilleruelo

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JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO, Becqueriana, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015, 118 páginas.

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A partir de la evocación contenida —y encontrada— en una vieja edición de las Rimas de Bécquer, José Ángel Cilleruelo crea este conjunto de prosas breves: cien anotaciones poéticas en las que se va tejiendo una epifanía del detalle, de todo aquello que se ignora incluso antes de perderse.

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   Una mariposa aparece en el poema. Su vuelo se rige por el tiempo de otro siglo. También su geometría, que desconoce la línea recta. Asciende y luego baja para acercarse a un verso. Da vueltas en el aire, va a la estrofa del costado. No se traslada, disfruta. Uno comprende muy pronto que una civilización de mariposas jamás hubiera inventado el avión. Ni siquiera el tren. Pero sí la poesía. Y el arte. Y la filosofía. Agita los colores de sus alas consciente de la combinación cromática que provoca. Bebe de las palabras más bellas su hermosura. La leemos, leyéndonos.

NEGATIVOS, Lorena Escudero

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LORENA ESCUDERO, Negativos, Torremozas, Madrid, 2015, 118 páginas.

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SÍNDROME DE ESTOCOLMO I

   Tras horas de intenso maquillaje, la princesa estaba lista para esperar en la ventana de la torre más alta del castillo. Solo habían pasado algunos minutos cuando apareció a caballo el primer príncipe que acudía en su rescate aquel día. Presurosa, se dispuso a afilar los cuchillos. Hoy el dragón había salido.

PREGUNTARIO, Jairo Aníbal Niño

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 JAIRO ANÍBAL NIÑO, Preguntario, Panamericana, Bogotá, 1998, 188 páginas.

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Al lado de las ilustraciones de Henry González, estos breves textos animan a que la mirada del lector, joven o ya no tanto, siga cargada de entusiasmo siempre, y no deje de extrañarse y preguntar nunca.

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¿CÓMO SE PASA AL OTRO LADO DEL ESPEJO?

   Para pasar al otro lado del espejo, se necesita del valor temerario de un niño de siete años, de su facultad para convertir el azul en quetzal y la nube en garza. El sabe que tiene que ascender por la vertiente más peligrosa del espejo, trepar cuidadosamente para no tropezar con el brillo, afianzar con firmeza el pie para evitar hundirse en la garganta de los reflejos, y eludir el encuentro cegador con los ojos de su doble. Entonces llegará a la cúspide y pasará al resplandor del otro lado, descendiendo
por la parte oscura de la luna.

ÉRASE UNA VEZ UNA MUJER QUE QUERÍA MATAR AL BEBÉ DE SU VECINA, Liudmila Petrushévskaia

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LIUDMILA PETRUSHÉVSKAIA, Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina,
Atalanta, Vilaür, 2011, 256 páginas.

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UN SUCESO EN SOKÓLNIKI

   Una mujer vivía en Moscú al empezar la guerra. Su marido era aviador y, aunque ella no le querría demasiado, vivían bien. Cuando estalló la guerra, le destinaron a un aeródromo próximo a la capital,  y la mujer, Lida, solía ir a visitarle. En cierta ocasión se presentó en la base y le dijeron que la víspera había sido derribado el avión de su marido por allí cerca y que el funeral se celebraría el día siguiente.
   Lida asistió al funeral, en el que vio tres ataúdes cerrados, y después regresó a su residencia en Moscú, donde le esperaba una orden para incorporarse a una brigada encargada de cavar zanjas antitanques. No volvió hasta el otoño, y entonces se dio cuenta de que a veces la seguía un joven de apariencia extraña: flaco, pálido, demacrado. Se lo encontraba por la calle, en la tienda donde se abastecía de patatas, de camino a su puesto de trabajo. Una tarde sonó el timbre de su apartamento y Lida fue a abrir. Allí estaba aquel individuo. Dijo:
   —Lida, ¿cómo es posible que no me reconozcas? Soy yo, tu marido.
   Resultó que no le habían enterrado; habían dado sepultura en su lugar a un puñado de tierra. Una ráfaga de viento le había arrojado contra unos árboles, y él había decidido no reincorporarse al frente. Lida no quiso preguntarle cómo había vivido durante esos dos meses largos. Él le contó que había dejado todas sus cosas en el bosque y que había conseguido ropas de civil en una casa abandonada.
   Y así reanudaron su vida. A Lida le preocupaba mucho que los vecinos llegaran a enterarse, pero todo fue bien: casi todos habían sido evacuados de Moscú en aquellos meses. Un día, el marido le dijo a Lida que se acercaba el invierno y que deberían ir a enterrar el uniforme que había dejado abandonado entre unos matorrales, antes de que alguien lo encontrara.
   Lida le cogió una pala a la portera y se encaminaron hacia allí. Había que viajar en tranvía hasta el barrio de Sokólniki y después adentrarse en el bosque, siguiendo el curso de un arroyo. Nadie los detuvo, y al atardecer llegaron a un extenso claro, en uno de cuyos extremos había un gran cráter de un proyectil. Ya había oscurecido. El marido le dijo que estaba agotado, pero que era preciso tapar aquel cráter, porque recordaba haber arrojado allí su uniforme. Lida echó un vistazo y, efectivamente, vio en el fondo algo que podía ser el mono de un aviador. Empezó a cubrirlo de tierra y el marido no cesaba de apremiarla, porque ya había caído la noche. Estuvo tres horas echando tierra, hasta que se dio cuenta de que su marido había desaparecido. Lida se asustó, se puso a buscarlo, echó a correr y estuvo a punto de caerse al cráter. En ese instante vio que el mono se estaba removiendo en el fondo. Lida salió corriendo. El bosque ya estaba completamente a oscuras, pero Lida consiguió salir de allí al rayar el alba y se dirigió al tranvía. Al llegar a casa se acostó.
   En sueños se le apareció su marido y le dijo:
   —Gracias por haberme enterrado.

LEER PARA CONTARLO, José Luis Melero

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JOSÉ LUIS MELERO, Leer para contarlo, Xordica, Zaragoza, 2015, 272 páginas.

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En el Prólogo a esta edición (pp. 13-15) señala certeramente el autor que "hubo un tiempo en el que la cultura se adquiría leyendo libros, revistas y periódicos y no consultando Facebook ni páginas en internet". Esta reivindicación de las librerías de viejo como santuarios de la cultura ya había sido editada en el 2003.
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DE CÓMO COMPRAR Y VENDER UNA PRIMERA EDICIÓN DE ALEJANDRO SAWA

   A Madrid suelo acudir también a visitar las dos Ferias del Libro Viejo que se celebran en primavera y otoño. He estado en otras ferias (Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Pamplona, Logroño, Málaga, Granada, Santillana), pero ninguna de ellas es comparable a las de Madrid, especialmente a la de otoño, en la que participan muchos de los más importantes libreros españoles, pues además de los madrileños acuden sus colegas catalanes, valencianos, vascos, andaluces...
   Normalmente lo he hecho acompañado de Vicente Martínez Tejero y Ángel Artal, aunque nada más llegar al paseo de Recoletos nos separamos —para evitar competir entre nosotros— y solo nos vemos ya a la hora de comer y a media tarde para coger el tren de regreso a Zaragoza. En las casetas no es infrecuente coincidir con otros zaragozanos (de nacimiento o de adopción) que también tratan de encontrar algunos buenos libros: Rafael Conte, Félix Romeo (que siempre se ha pasado por la Feria el día anterior y para cuando nosotros llegamos ya ha comprado todos los libros interesantes), Javier Barreiro, Antonio Fernandez Molina, Miguel Pardeza, José María Mur (actual presidente de las Cortes de Aragón, a quien vi comprar una vieja primera edición de Ricardo del Arco sobre el monasterio de San Juan de la Peña), Ernesto Tolosa...
   De vez en cuando aparecen excelentes libros a precios razonables pero difícilmente gangas, pues lo primero que hacen los libreros es ver qué ha traído la competencia y comprarse rápidamente los unos a los otros aquellos libros que consideran que están a buen precio y que todavía dan de sí para ser de nuevo remarcados.
   Con todo, yo compré hace unos años en la caseta de un librero madrileño de los menos espabilados, entre una serie de libros apilados en el suelo, una primera edición de La mujer de todo el mundo (1885) de Alejandro Sawa por poco más de lo que costaba entonces una cerveza. Yo ya tenía aquella novela —la había leído justo después de Criadero de curas, que fue el primer libro que conocí del sevillano en una edición de la Biblioteca Anticlerical de las Ediciones Universo de Toulouse—  pero la compré para regalársela a un amigo zaragozano a quien también le gustan los libros raros pero que nunca se desplazaba a Madrid a buscarlos.
   La caseta siguiente a aquella en la que acababa de adquirir el libro de Sawa pertenecía a otro librero de Madrid, al que llamaremos X, enemistado con el anterior y con el que yo mantengo desde hace años una relación cordial. Al preguntarme este, como solemos hacer todos casi rutinariamente, qué había encontrado interesante en la Feria, le enseñé el libro de Sawa que acababa de comprar en la caseta de al lado, explicándole que en realidad no era para mí sino para regalarlo y le confesé, para hacerlo feliz pues sabía que le divertiría la inepcia de su vecino, lo que había pagado por él. X se rió todo lo que quiso de su colega y con tono altivo y postinero, aunque simpático, me dejó bien claro que yo había podido comprar aquel libro gracias a que él no se hablaba con ese librero y no podía visitar su caseta, pues de no mediar esa enemistad habría encontrado y comprado el libro antes que yo dado que hubiera dispuesto del tiempo suficiente para ello pues la Feria había comenzado el día anterior (no sé por qué pero no contemplaba la posibilidad de que hubiera sido un tercero quien lo descubriera). Entonces me hizo por él una oferta excepcional. «Sé qué cliente quiere este libro —me dijo- y cuánto está dispuesto a pagar por él. Yo te lo compro a ti por... y el resto es mi beneficio». La oferta era atractiva y tentadora y sobre todo significaba para mí algo completamente nuevo y desconocido hasta entonces: la posibilidad de ganar un dinero importante sin ningún esfuerzo: comprar en una caseta y vender en la siguiente. Especulación pura y dura. Yo no había vendido jamas un libro en mi vida y al principio me negué. «Lo he comprado para un amigo», le decía yo. Y X me contestaba: «Pero él no sabe nada, hombre. Cómprale otro y en paz. Y gánate un dinero considerable y házmelo ganar a mí». A los cinco minutos me había convencido. Me pudo la codicia. Le vendí, pues, el libro y con el dinero obtenido me pagué el viaje a Madrid, la comida y algunos de los libros que había comprado aquel día. Cuando llegué a Zaragoza le conté la anécdota al amigo para quien estaba destinado el libro de no haberse cruzado X por el medio, se rió y me dijo que había hecho bien, que él habría actuado del mismo modo. Pero yo sé que aquello no fue elegante, no tuvo finura y que nunca debí haber cedido a la grosera seducción del dinero.

CARENCIAS, Esteban Martínez Serra

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ESTEBAN MARTÍNEZ SERRA, Carencias, Bartleby, Madrid, 2015, 142 páginas.

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Abre este volumen Voz de Dios, Voz de hombre, Voz de las abejas, Escenario y Espectador: Carencias (pp.9-15) el prólogo en el que la poeta Valerie Mejer ofrece ciertas claves para acceder a este magnífico poemario que, además de una sección que contiene dieciocho aforismos, regala al lector "mínimas historias que trepan por los costados de los actos narrativos y ascienden por la corteza que cubre los caminos".
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Desde lo que fue el Palacio de Justicia el francotirador ríe como un pájaro de selva. Su risa es contagiosa. Incluso la mujer del otro lado, a la que tiene en el punto de mira, rememora un chiste familiar. Con la mirilla telescópica puede ver que tiene un diente de oro. Vuelve al escote, origen del comentario jocoso. El crucifijo se pierde entre dos pechos rebosantes, blancos como el pan consagrado [o las palomas que representan al Espíritu Santo en las láminas religiosas] El francotirador habla de Jesús y del maná; de que la fe mueve montañas y de San Bernardo fulminado por el chorro de leche de la Virgen. Ella no sabe de dónde vienen las risas, pero en medio de una guerra la carcajada es un armisticio. La mujer se saca un pecho y acerca el fardo con el bebé cuando la bala viene rauda a amamantarse.

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En lo pequeño la grandeza es humilde. Lo grande y ostentoso a todos empequeñece.

CUENTOS DE AMOR RASGADOS, Marina Colasanti

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MARINA COLASANTI, Cuentos de amor rasgados, Diego Pun Ediciones, Tenerife, 2013, 216 páginas.

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En La esencia de la sorpresa (pp. 11-13) Benigno León Felipe señala que "la ironía y el humor, cuando no el sarcasmo, son los ingredientes que sazonan estas historias. La edición brasileña apareció en 1986.
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DE AGUA NO TAN DULCE

   Criaba una sirena en la bañera. Trabajo, no daba ninguno, sólo la adquisición de peces con los que ali­mentarla. Mansa desde pequeña, cuando fue atrapada en una red de gambas, ya estaba entrenada para la vida cotidiana entre azulejos.
   Cantaba. Melopeas, al principio, que al poco tiempo, por influencia de la radio que oía en la sala, fue cam­biando por las canciones de Roberto Carlos. Bajito, eso sí, para no molestar a los vecinos.
   Así se entretenía. Trenzaba y destrenzaba sin fin sus cabellos, ahora de oro pálido. “Siempre creí que las si­renas eran rubias”, dijo él un día trayendo tinte y agua oxigenada. Y ella, sin siquiera despedirse de los negros mechones en el reflejo del agua de la bañera, comenzó sumisa a pasarse el pincel.
   Sólo una vez, en todos los años que vivieron juntos, él la llevó hasta la playa. En coche, las escamas de la cola escondidas debajo de una manta, al cuello la correa que había comprado para prevenir un despertar del instinto. Bajó un poco el cristal, para que entrase el aire marino. Pero no intentó huir. Encendió la radio y se quedó mi­rando las olas, mientras copos de espuma caían de sus ojos.

POLÍTICA DE HECHOS CONSUMADOS, Nacho Vegas

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NACHO VEGAS, Política de hechos consumados, Palmart, Valencia, 2004, 76 páginas.

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Contiene como anuncia el subtítulo Relatos, monólogos y poemas.
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CUIDADO CON LOS ALEMANES

   Cuando Tina llegó al hospital, el nivel de azúcar de la sangre le había bajado muchísimo, casi podía decirse que era normal. Así que lo primero que pensó fue que no sería aquella la última vez que ingresaran a Ricardo. Cada vez que se lo encontraba en casa inconsciente por un coma diabético, Tina se llevaba unos sustos de muer­te. Casi se había acostumbrado a sus continuas idas y venidas al hospital, pasando las noches en sillas incómo­das en habitaciones muy poco acogedoras.
   Desde que a Ricardo le amputaran una pierna años atrás, Tina y él dormían separados. Ella le había habilita­do una cama en el sofá de la salita, y atendía con pacien­cia todas sus necesidades. Al principio, él salía una vez a la semana al bar de enfrente a tomar un vino. Luego dejó de hacerlo y sólo se movía para ir al baño. Después, Tina le puso una palangana al pie de la cama para que orina­ra, pero al final “lo hacía todo en la salita”, como ella misma le comentó a su hermana en una ocasión.
   En el hospital, su aspecto no era realmente muy bueno. Estaba semiconsciente, y el primer día hablaba entre gimoteos. Los siguientes días ya sólo deliraba. Hubo un momento en el que se incorporó un poco y dijo con ojos asustados:
   — Esta casa está muy rara. Hay alemanes por todas partes.
   Pero aquel día le aseguraron a Tina que la recupera­ción de Ricardo había sido sorprendente y que podría volver a casa en menos de una semana. Sin embargo, en apenas unas horas su situación volvió a ser grave, y empeoraba por momentos. A primera hora de la mañana de su cuarto día en el sanatorio, Ricardo murió.

ABECEDARIO DEL CUERPO IMAGINADO, Mar Benegas

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MAR BENEGAS, Abecedario del cuerpo imaginado, A Buen Paso, Barcelona, 2013, 38 páginas.

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Son varios los motivos por los cuales cabe decir que A buen Paso edita de nuevo una joya: Mar Benegas escribe un haiku para cada una de las letras del abecedario. Guridi compone, en acertadas palabras de la autora, "unos haigas de una gran fuerza expresiva, que ofrecen una forma de lectura, visual, de los haikus". Como colofón del libro, una invitación a la escritura en Escribir haikus (magnífico microensayo divulgativo sobre el género, apto también para lectores jóvenes) y una Breve antología de haikus escritos por menores de once años. Los editores optan, coherentemente, por una bella encuadernación japonesa.
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O

Solo dos ojos
y cabe todo el cielo.
¿Cómo es posible?


LOS AEROLITOS, Carlos Edmundo de Ory

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CARLOS EDMUNDO DE ORY, Los aerolitos, Calambur, Madrid, 2011(2005), 104 páginas.

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Aerolitos delfines (9-12) es la frase que eligió Félix Grande para titular la semblanza con la que rememora la figura de su amigo Carlos Edmundo de Ory en esta edición para la colección Calambur 20 años.
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¿De qué color es el silecio?
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Ciegos son aquellos que no ven lo invisible.
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Nunca cambia de sitio el infinito.
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Hay pájaros que son joyas volando.
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Los diez ojos de las manos del ciego.
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Agujerear el vacío.
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Una estatua rota es una extatua.
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A mí me gustan los que titubean, no aquellos que hablan con desparpajo.

UNA HISTORIA DE ESPAÑA A TRAVÉS DE LOS PÉREZ, Antonio Mingote

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ANTONIO MINGOTE, Una historia de España a través de los Pérez, Crítica, Barcelona, 2014, 138 páginas.

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CANUTO PÉREZ DURANTEZ (1870-1925)

   El Principio del siglo XX fue amenizado, entre otras cosas, por el desarrollo, el esplendor y la prosperidad de la generación del 98.
   El año 1898 fue un año decisivo en la historia de España. Nos quedamos sin colonias, perdimos América (no del todo, pues se independizaron hablando en español).
   Canuto era hijo de Senén y una secretaria de Monturiol (Montserrat Durantez), que se aburrían haciendo carpetas según el invento del inventor del submarino, tarea que, por muy apasionante que pueda parecer, llegó a hacerse aburrida, por lo que la pareja tuvo cuatro hijos. Canuto fije el tercero.
   Canuto fue un intelectual muy interesado en la vida literaria y científica de España y si no inventó la generación del 98 fue, al menos, su mayor seguidor (uno de los muchos españoles fascinados por la generación de lumbreras literarios) y visitó todas las tardes las peñas en cafés de Madrid, donde las lumbreras del 98 mantenían sus famosas tertulias.
   —Hace tiempo que no sabemos nada de Aviraneta —decía Canuto, irrumpiendo en el café donde don Pío tenía su tertulia.
   —Sigue haciendo de las suyas en la corte de la pretendiente —decía don Pío, por salir del paso y mantener el interés de su interlocutor, pues ya había agotado a Aviraneta sus aspiraciones y en aquellos días su interés se concentraba en el sufragio universal que Sagasta estaba empeñado en implantar en España lo cual a don Pío le hacía mucha ilusión.
   Entraba Poco después Canuto en la peña de don Juan Ramón Jiménez cuyos contertulios se interesaban por si la inteligencia acabaría al fin revelando al poeta el nombre exacto de las cosas como se solicitaba.
   —El nombre exacto de las cosas está al caer —aseguraba Canuto ocupando su sitio en la tertulia de don Antonio Machado.
   —La esencia de Castilla no está en el nombre sino en el paisaje —le aseguraba don Antonio—. El nombre de las cosas creadas por el alma de Juan Ramón acabará sorprendiendo como la nueva hoja que brota en el tronco del viejo olmo muerto.
   Con todo esto Canuto se unía a la muchedumbre de tomadores de café que rodeaban a don Jacinto Benavente en su tertulia.
   —¿Está mordaz hoy el maestro? —preguntaba al contertulio de al lado.
   —Está en el zaherimiento irónico.
   —Muy distinto sería España si se atendiera a la constante lección de crítica constructiva de don Jacinto.
   —Y tanto...
   Aunque la tertulia favorita de Cosme es la de don Ramón María del Valle Inclán.
   —Entre sus obras, don Ramón, mis preferidas son las sonatas —decía uno de los miembros de la inmensa expedición de turistas peruanos que habían llegado aquella tarde para contemplar al escritor en su salsa.
   —¿Y cuál es su preferida? —preguntaba don Ramón, simulando interesarse en la cuestión.
   —La de otoño. La sonata de otoño es tan...
   —Estoy de acuerdo con usted —le interrumpía el escritor para evitar que el admirador le soltara la sarta de elogios de los que don Ramón estaba al cabo de la calle, y lo que al mismo tiempo provocaba un súbito rubor en la tez del peruano, conmovido ante su afinidad con el maestro.
   Las tertulias del 98 en Madrid eran la fuente de información de los amantes de la literatura, tema de conversación entre las tertulias de provincias, que era donde se leían los libros, porque a los aficionados de Madrid les bastaba lo que se decía en las tertulias, pues les parecía mucho más divertido que lo que se podía leer en los libros. Dichos tertulianos estaban distraídos y muy ocupados en averiguar si España tenía o no tenía pulso, tema del artículo de Silvela de años atrás que preocupaba a la afición en aquellos momentos.
   Aunque a la mayoría de los madrileños, menos dados a la sutileza que el político de la daga florentina, les preocupaba y estaban más interesados e intrigados haciendo cábalas sobre el proyecto de don Arturo Soria, que pretendía rodear Madrid de un cinturón de edificios que conformarían la Ciudad Lineal ciñendo la cintura de la capital.
   Y es que verdaderamente la idea era de las que hacen discurrir al personal.
   Canuto, tras casarse, tuvo dos gemelos llamados Teodoro y Gumersindo, pero a los que llamaremos Teo y Gumer por ahora y porque así era como ellos se hacían llamar.


101 HAIKUS, Antonio Rodríguez Hernández

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ANTONIO RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, 101 haikus, CreateSpace, 2014, 34 páginas.

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Cae el invierno...
y rompe en mil pedazos
la mañana sin nombre.

EL BARRIO, Gonçalo M. Tavares

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GONÇALO M. TAVARES, El barrio, Seix Barral, Barcelona, 2015, 552 páginas.

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En La ciudad de las letras (pp. 11-14) Alberto Manguel cartografía la titánica tarea de Tavares: otorgar a los escritores "una casa propia". "El barrio de Tavares —señala Manguel— es multicultural, multilingüístico, y lo habitan escritores de todas las épocas y nacionalidades". Seix Barral edita en este tomo las diez entregas publicadas por Tavares hasta la fecha, en traducción de Florencia Garramuño: El señor Valéry y la lógica, El señor Henri y la enciclopedia, El señor Brecht y el éxito, El señor Juarroz y el pensamiento, El señor Walser y el bosque, El señor Calvino y el paseo, El señor Breton y la entrevista, El señor Kraus y la política, El señor Swedenborg y las investigaciones geométricas y El señor Eliot y las conferencias. Mondadori había publicado entre 2006 y 2008 El señor ValéryEl señor Henri y El señor Brecht.

 
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LA OSCURIDAD

   —¡Luz! ¡Luz!
   Si existiera una electricidad para hacer aparecer la oscuridad como existe una electricidad para hacer aparecer la luz, el número de posibilidades se duplicaría, pero también se duplicaría la factura del mes.
   —Sin embargo, me parece desagradable —pensaba el señor Juarroz— que baste quitar la luz para que aparezca la oscuridad.
   Para que le demos la debida importancia a la oscuridad —tanta, por lo menos, como damos a la claridad—debería ser necesario el acto de encender la oscuridad.
   Así, cuando se apagara la luz, no surgiría enseguida la oscuridad, sino algún estado intermedio.
   —Sólo se da importancia a lo que tiene un coste: encender la oscuridad y pagar por ella me parece urgente —pensaba el señor Juarroz, un segundo antes de golpearse la rodilla contra una mesa.
   ¡¿Quién ha apagado esa porquería de luz?!—gritó, irritado, el señor Juarroz.

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DICCIONARIO AL DESNUDO, NO ILUSTRADO, Agustín Monsreal

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AGUSTÍN MONSREAL,  Diccionario al desnudo, no ilustrado, Laberinto Ediciones, México D.F., 2009, 308 páginas.

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Arcoíris. Cinta que el cielo se pone en la cabeza los días que le toca lavarse el pelo. 
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Ayer. Medida de tiempo que se alarga con los años, a diferencia del mañana, que es cada día más corto. En la memoria, todo lo bueno de la vida se queda en el ayer; en la imaginación, todo lo mejor de la eternidad nos espera en el mañana. El presente, por su parte, es el puente entre el pasado y el porvenir, la siempre edad de la añoranza.
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Desengaño (AMOROSO). Puñetazo en un ojo del corazón. 
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Harem. Error multiplicado a lo bestia. 
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Internet. Método de entretenimiento que nos permite navegar en el Vacío para ir al encuentro de la Nada.
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Olvido. Lo que ocurre con algo o alguien que ya no está en ningún lado. Dios, por ejemplo.
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Reloj. Calabozo en el que encerramos al tiempo para quitarle de la cabeza esa su locura de eternidad.

PELÍCULA DE HORROR, Marco Alberca Ruiz

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MARCO ALBERCA RUIZ, Película de horror, Micrópolis, Lima, 2012, 46 páginas.

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Una novela compuesta por treinta breves capítulos, o un conjunto de microrrelatos que comparten, además de temática, personajes: esta propuesta admite ambas lecturas.

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VISITAS

   A los seis meses del accidente, llegaron de pronto personas desconocidas al apartamento y lo invadieron todo. Ernesto, enojado, dio un grito. Entonces uno de ellos, con el rostro extrañado, tomó un sahumerio y todo se puso negro.

MICROMUNDI, Francisco Javier Guerrero Cano

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FRANCISCO JAVIER GUERRERO CANO, Micromundi, Ediciones Cardeñoso, Vigo, 2012, 76 páginas.

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LA HUELLA

   Despertó en la orilla, con el sol ya en todo lo alto. A su alrededor sólo el mar, el cielo y la arena; y a su lado una huella. Una sola huella de una mano, la izquierda precisamente, la misma que a él le faltaba desde hacía años. La miró confuso y luego observó su mano, la derecha, que clavó en la arena junto a la huella. Las impresiones parecían iguales, pero sólo conocía el origen de una. ¿Cómo llegó la otra hasta allí fuese o no la de su mano amputada? ¿Quién podría haber dejado únicamente esa marca sin dejar ningún otro rastro? La marea empezó a subir, y una ola a punto estuvo de alcanzar las huellas. Para evitarlo, construyó como pudo una muralla de arena frente al mar, detrás de las huellas, y como el agua iba mermando su resistencia, cavó también un foso justo delante. Sin embargo, el mar inundaba continuamente el foso y derribaba poco a poco la muralla con sus embestidas, que sin ser demasiado fuertes, le obligaban a reconstruir sin cesar ambos baluartes. Así estuvo luchando contra el mar hasta que se hizo de noche. Entonces sus músculos dejaron de responderle y desfalleció. El foso se cubrió pronto de arena mojada y la muralla quedó rasa al nivel de la orilla. Una ola suave rozó primero las huellas, luego otra inexplicablemente fiera las cubrió por completo. Pero sólo una desapareció. Cuando despertó, el sol estaba ya en todo lo alto. A su alrededor, el mar, el cielo, la arena y la huella indeleble de su mano izquierda.

APROVECHANDO EL FERIADO, Daniel Soria

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DANIEL SORIA, Aprovechando el feriado, Nova, Buenos Aires, 2013, 64 páginas.

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 Te escribo esta carta y disculpame que la lea antes que vos.
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 … y la lluvia caía, caía, caía y se levantaba.
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 La abuela se siente cómoda en su piel holgada.
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Como tenían una sola dentadura se la iban pasando para reírse.
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El día se nos apagó y tardamos toda la noche para volver a encenderlo.
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Se sospecha que las sirenas que escuchó Odiseo eran de ambulancias. 
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 Dios está en todos lados, me dijo el cura. Y me quedé quieto como dos horas por temor a pisarlo.
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Años dedicándose a pintar paisajes y nadie le compraba un cuadro. Hasta que se dedicó a pintar caballos. Fue entonces que se hizo millonario vendiendo cebras falsificadas. 
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Yo sé leer entre líneas, pero si hay una no sé, dijo mirando el horizonte. 
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La luna se enredó en un árbol y no la podíamos bajar. 

YA ERA AHORA, Felipe Bollaín

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FELIPE BOLLAÍN, Ya era ahora, Arma Poética, Sevilla, 2015, 50 páginas.
 
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Una llave sujeta por un lazo azul permite franquear la puerta de este bello libro subtitulado Aforismos de andar por cuásar. Dentro esperan cuarenta piezas breves en las que Bollaín exhibe un rumbo poético que explica la deriva hacia la greguería o a los juegos verbales sustentados en rupturas de frases hechas. 
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Estar de pie es la única manera de sentarse
y hacer que las palabras caminen.
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Todos los caminos llevan aroma.
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Vamos a ir al amor: vamos-amor-ir.
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Vivir es una responsabilidad infantil;
simular que se vive, una especialicación adulta.
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Un bolsillo es una cueva donde guardo las ganas de tocarte.
***
El arroz es la solidificación de las nubes.

MANUAL PARA SOÑAR, Cristina Núñez Pereira & Rafael R. Valcárcel

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CRISTINA NÚÑEZ PEREIRA & RAFAEL R. VALCÁRCEL, Manual para soñar. Entrénate a soñar, Palabras Aladas, Madrid, 2014, 78 páginas.

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Cristina Núñez y Rafael R. Valcárcel recogen 28 pequeñas biografías reales que pueden resultar un estímulo para jóvenes lectores. Ilustran el tomo quince artistas entre los que se encuentra Gabriela Thiery.
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LA IMAGINACIÓN Y LA REALIDAD

Ser realista no es dejar de lado la imaginación. Es más, esta es indispensable para que lo que uno desea se haga realidad. La imaginación nos hace ver todas las posibilidades para conseguir lo que buscamos.

Mary

A los once años de edad, Mary visitó una cueva que tenía imágenes en las paredes, pintadas por personas que habían vivido allí miles de años antes. Parecía algo irreal, fantástico. Desde ese momento, deseó ser antropóloga para conocer el origen del ser humano.


Mary Douglas Leakey participó en varias expediciones en África e hizo importantísimos descubrimientos, como las huellas fosilizadas de un homínido bípedo de más de tres millones y medio de años de antigüedad.


¿El plan que tienes para alcanzar tu sueños es realista? Ponte una misión en casa. Por ejemplo, ir de una habitación a otra sin que nadie te descubra. Después, elabora varios planes para conseguirlo. Antes de ponerlos en práctica, pregúntate si son realistas o no. ¿Podrías ir hasta la otra habitación siendo invisible? ¿Podrías ir de puntillas para que no te oigan? ¿Podrías...?


JAIKULATORIAS, Raúl Vacas

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RAÚL VACASJaikulatorias. 33 haikusEdiciones De Vacas y Castaño, Salamanca, 2008, 44 páginas.

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La particular comicidad de estas páginas, implícita desde el mismo título, también es puesta en relieve por Isabel Castaño en su "Pórtico": «Este libro contiene en su interior una película de Súper 8 que el autor proyecta sobre el muro de la iglesia, tras acomodarnos al aire libre en la plaza del pueblo. No hay palomitas, pero es posible que caiga un chupito de los frailes.»

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puesta de sol
la sotana del cura
se ve a lo lejos

LEVITACIONES, Edwin Fi

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EDWIN FI, Levitaciones, Verde Blanco Ediciones, Puerto Rico, 2014, 122 páginas.

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En El poeta y el universo en pocos versos, Lynette Mabel Pérez desvela las estrategias con las que Edwin Fi compone estos Delirios del ánino. Los poemas, ya sean senryūs o haikus de corte experimental, versos aforísticos o epigramáticos, revelan dos habilidades de sus habilidades: brevedad y argucia.
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COPYRIGHT ™

A fin de cuentas,
inconscientemente,
nos convertimos
en marcas registradas.

DEMASIADA ROCA SOLITARIA, Alberto García Salido

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ALBERTO GARCÍA SALIDO, Demasiada roca solitaria, Adeshoras, Madrid, 2015, 96 páginas.

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VISIBLE

   El hombre invisible apaga el despertador unos segundos antes de que este suene. Se desliza bajo las sábanas y abandona el calor a préstamo de su mujer. No hace ruido. El hombre invisible se ducha. Las gotas de agua y la espuma trazan la silueta de su cuerpo. Se ve cartografiado, tan limpio y tan sucio. La toalla es el abrazo de siempre antes del desayuno. Doscientos cincuenta mililitros de café caliente, cien mililitros de leche entera, sin azúcar. Rellena el termo después de un trago. Se viste con su mejor ropa invisible. Jersey, pantalón de pana y calcetines. Antes de salir se busca en el espejo del baño. Todavía juega con el peine como si hubiera algo que peinar entre la invisibilidad. El peine flota de regreso hasta la repisa como una pluma que cae con cuidado. Camina hasta la puerta y busca en el vacía bolsillos las llaves de casa, la cartera y los papeles. Quita el cerrojo y siente el frío metálico de un par de monedas en el bolsillo. El ejemplo de lo que será la mañana en la cola. El portal a oscuras entre las puertas cerradas. Su mano en el pomo y un tirón suave para no molestar a los que todavía duermen. En la rendija ante sus ojos distingue, al final del pasillo, una sombra en pijama que bosteza un «adiós papá» muy pequeño. Al entrar en el ascensor, planta baja, se consuela pensando que ella, todavía, le puede ver.

MUJERES, Eduardo Galeano

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EDUARDO GALEANO, Mujeres, Siglo XXI, Madrid, 2015, 240 páginas.

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Esta antología temática de Siglo XXI recoge textos ya publicados en Vagabundo y otros relatos (1973), Memoria del fuego (1982), El libro de los abrazos (1989), Las palabras andantes (1993), Patas arriba. La escuela del mundo al revés (1998), Espejos. Una historia casi universal (2008) y Los hijos de los días (2012).
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LA NIETA

   Soledad, la nieta de Rafael Barrett, solía recordar una frase del abuelo:
   —Si el Bien no existe, hay que inventarlo.
   Rafael, paraguayo por elección, revolucionario de vocación, pasó más tiempo en la cárcel que en la casa, y murió en el exilio.
   La nieta fue acribillada a balazos en Brasil, en el día de hoy, 7 de enero, de 1973.
   El cabo Anselmo, marinero insurgente, jefe revolucionario, fue quien la entregó.
   Harto de ser un perdedor, arrepentido de todo lo que creía y quería, él delató, uno por uno, a sus compañeros de lucha contra la dictadura militar brasileña, y los envió al suplicio o al matadero.
   A Soledad, que era su mujer, la dejó para el final.
   El cabo Anselmo señaló el lugar donde ella se escondía, y se alejó.
   Ya estaba en el aeropuerto cuando sonaron los primeros tiros.

CRÍMENES EJEMPLARES, Max Aub & Liniers

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MAX AUB, Crímenes ejemplares, Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2015, 96 páginas.

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Ricardo Liniers Siri ilustra esta edición que recoge textos que habían sido suprimidos en la de 1968.
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Era la séptima vez que me mandaba copiar aquella carta. Yo tengo mi diploma, soy una mecanógrafa de primera. Y una vez por un punto y seguido, que él dijo que era aparte, otra vez porque cambió un «quizás» por un «tal vez», otra porque se fue un v por una b, otra porque se le ocurrió añadir un párrafo, otras no sé por qué, la cosa es que la tuve que escribir siete veces. Y cuando se la llevé, me miró con esos ojos hipócritas de jefe de administración y empezó, otra vez: «Mire usted, señorita…». No lo dejé acabar. Hay que tener más respeto con los trabajadores. 


MANUAL PARA PADRES QUISQUILLOSOS, Ken Jennings

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KEN JENNINGS, Manual para padres quisquillosos, Ariel, Barcelona, 2013, 272 páginas.


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En el Prefacio (pp. 13-18) el autor desvela sus intenciones: "recopilar un centenar de enojosas perlas de sabiduría paterna" y "rastrear sus bases científicas".
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NO LEAS AQUÍ; ESTÁ MUY OSCURO Y TE DAÑARÁS LOS OJOS

   Es del dominio público que el joven Abraham Lincoln leía hasta tarde por las noches a la luz de una vela, pero los niños de hoy no cuentan con los mismos privilegios presidenciales. A las madres y los padres les encanta ir por ahí encendiendo luces cuando los niños leen o ven la tele. Y, por si fuera poco, después se quejan de que las luces estén encendidas todo el rato. «¿Qué os creéis, niños? ¿Que la luz es gratis?»
   Esta creencia atemporal de los padres trasciende fronteras, es internacional. Un estudio llevado a cabo en 2006 en Pakistán reveló que el 56 por ciento de los maestros de escuela regañaban a los niños por leer con poca luz, mientras que sólo el nueve por ciento de éstos consideraba que hacerlo era malo para la vista. En este caso, los que tienen razón son los niños: no existen pruebas que relacionen el hecho de leer con poca luz y padecer problemas oculares. «Usar los ojos en penumbra no los daña —se dice desde la Academia Americana de Oftalmología—. Sin embargo, una buena iluminación sí hace que leer sea más fácil y previene la fatiga ocular. »
   El ojo humano evolucionó durante nuestro periodo de cazadores-recolectores para hacer bien muchas cosas, pero entre ellas no se encontraba la de moverlo de izquierda a derecha sobre objetos muy cercanos a mucha velocidad y durante horas. Leer demasiado fatiga la vista, por más luz que haya. Cuando ésta es tenue, es cierto que al ojo le cuesta más enfocar la página, y que el ojo puede secarse antes, o tardar menos en doler o en presentar visión borrosa. Pero tras unos minutos de descanso, la visión vuelve a ser clara.
   Algunos investigadores se han preguntado si los rigores del siglo XXI a los que sometemos a nuestros ojos (horas de lectura, pantallas de ordenador, etcétera) podrían tener efectos a largo plazo todavía no lo bastante estudiados. Un estudio citado a menudo es el que se publicó en 1969 y que prestaba atención a los ojos de 1.200 inuits de Barrow, Alaska, la ciudad más septentrional de Estados Unidos. Allí la miopía era desconocida hasta que se introdujo la cultura moderna, durante la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1960, la generación de edad más avanzada seguía teniendo una incidencia de miopía del cero por ciento, pero un asombroso 88 por ciento de las personas menores de veinte años eran cortas de vista.
   Sigue sin existir consenso científico sobre la relación entre leer o ver la tele y la miopía. Pero incluso si la vida moderna que llevamos cansa la vista y hace que nuestros hijos sean más propensos a padecer problemas de visión —y recalco que la mayoría de médicos siguen creyendo que eso no es cierto—, ello no implica que leer con poca luz sea uno de esos factores. Como señala la Academia Americana de Oftalmología: «Durante siglos, la lectura y la costura se realizaban a la luz de velas o con lámparas de gas o queroseno». Dicho de otro modo: vivimos en una edad de oro sin precedentes por lo que se refiere a la correcta iluminación para leer, por lo que si los casos de miopía aumentan, tal vez la causa no sea nuestra distancia con respecto a la lámpara del salón. Después de todo, Abraham Lincoln no necesitó lentes para leer hasta que cumplió los cincuenta.

FALSO

LA GRATITUD, Fermín Herrero

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FERMÍN HERRERO, La gratitud, Visor, Madrid, 2014, 96 páginas.

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No te he querido nunca como debiera, te acompaño
en la alegría y te deseo mucho y a veces
te acaricio, es verdad, con ternura, e incluso
te echo en falta a menudo, en cuanto estas
lejos o no te veo y necesito reunir a tu lado
mi silencio, que es nuestro silencio. Me encuentro
a gusto entre tus brazos, tus manías, tal
y como van las cosas. También estás en mí secreta
y aun así sé que no te he querido como tendría
que quererte, que no seré capaz de hacerlo.

MICROMEMORIA, Miguel Mena

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MIGUEL MENA, Micromemoria, Olifante, Zaragoza, 2013, 176 páginas.


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Recuerdo que Rafael Azcona es el único entrevistado a quien he pedido que se hiciera una foto conmigo. Recuerdo el final de El verdugo, cuando abandonan Mallorca en barco después de la ejecución:
—Nino Manfredi: «Nunca más. ¿Me oye? Nunca más».
—Pepe Isbert: «Eso dije yo la primera vez».
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Recuerdo una entrevista con Manuel Fraga. Antes, para calentar motores, le hablé de mis estancias en Perbes, su lugar de descanso. Le comenté cual era la casa donde me alojaba allí, propiedad de unos familiares y a poca distancia de su chalet. Dijo: «Ah, sí, esa tan rara».
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Recuerdo que David Marqueta colecciona los nombres de invitados cuyos apellidos están relacionados con su ocupación. El profesor Alberto Sabio, el cocinero Miguel Ángel Revuelto, un concejal de Vialidad y Aguas apellidado Laguna, y el más espectacular, aquel jefe de prensa del organismo aeronáutico AENA llamado Emilio Torrejón Barajas. Pisón y yo rastreamos nombres curiosos en las esquelas del Heraldo de Aragón. Mis favoritos de los últimos años son Rosa Mercado Caro, Arturo Contamina Lafuente y Ascensión Moncayo. Que en paz descansen.
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Recuerdo que Mauricio Aznar descansa en el cementerio alemán, un rincón con acceso propio, vallado y por lo general cerrado, dentro del cementerio de Torrero. Recuerdo que entrevisté a Sergio del Molino cuando presentó Soldados en el jardín de la paz, que es la historia de ese cementerio y de quienes dieron origen a él, los alemanes llegados a Zaragoza desde Camerún durante la Primera Guerra Mundial.

HIMNOS CRAQUELADOS, Jorge Riechmann

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JORGE RIECHMANN, Himnos craquelados, Calambur, Madrid, 2015, 210 páginas.

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El autor toma como referencia la métrica y, sobre todo, la intencionalidad del haiku para dar forma a algunos de los poemas más breves de este libro.

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Vaso vacío
en espejo vacío.
Todo florece

SABER DE GRILLOS, Vicente Gallego

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VICENTE GALLEGO, Saber de grillos, Visor, Madrid, 2015, 92 páginas.


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TEMBLANDO
 A Vicente Valero
Así tiembla el lucero, se estremece
en la altura, en lo oscuro,
como todo lo vivo en su secreto.

COSAS QUE HE ROTO, Samir Abu-Tahoun Recio

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SAMIR ABU-TAHOUN RECIO, Cosas que he roto, Frida Ediciones, Madrid, 2014, 160 páginas.

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CEREZAS

   Se muestra coqueta la luna durante su cuarto creciente en este verano que no llega. ¿Tendrá sueño? Los días son eternos, rige el Sol. El cielo se retuerce en atardeceres imposibles, dionisíacos. Es medianoche y todavía vemos las trazas de luz que quedan detrás del día. Casi huelen. El calor se acurruca todavía en los brazos de la primavera ahíta. Se asoma, se duerme, descansa en la noche. Será San luan y eI fuego llamará a su hijo que, inclemente, mareará el trimestre dejando sólo la verdad desnuda a la vista. Esa verdad son los cuerpos que deseamos, el torso de un joven, unos pechos de mujer. La verdad es la piel que resbala, que se pega y huele a vivo, que se dora orgullosa. Eso es un ser humano y a veces otro igual lo reclama a su lado para compartir sus verdades propias en un lenguaje común, crudo y misterioso. Lo especial de este tiempo no es más que el sabor que queda en la boca tras comerse esa cereza.

PUERTO LIBERTAD, Rosario Raro

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ROSARIO RARO, Puerto Libertad, Unaria, Castellón, 2014, 272 páginas.

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En el Prólogo (pp. 5-11) Juan Luis Bedins señala que Rosario Raro reinventa el haiku dotándolo de una "impactante libertad". Javier Porcar Rebollo traduce los haikus al japonés.
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Mi memoria es
un ánfora mineral
muy cuarteada.


君の記憶はとてもずたずたに切った鉱物質のつぼです。