CERDITO DE PORCELANA Y OTROS MICRORRELATOS, Raúl Garcés

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RAÚL GARCÉS, Cerdito de porcelana y otros microrrelatos, La Fragua de Metáforas, Córdoba, 2011, 16 páginas.

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Cada microrrelato de esta breve colección se presenta acompañado por una ilustración de Manuel Jurado Garrido.

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CERDITO DE PORCELANA

   Con voraz apetito, observaba la sucursal bancaria.

MICROPOEMAS 2, Ajo

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AJO, Micropoemas 2, Arrebato, Madrid, 2013 (2007), 104 páginas.

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Te hiciste feliz de repente
como si no tuvieras otra cosa
que hacer en la vida.

LA CENTRAL TÉRMICA, Antonio Agudelo

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ANTONIO AGUDELO, La central térmica. Haikus, Depapel, Córdoba, 2012, 80 páginas.

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Verónica Aranda destaca, al final de su prólogo, que Agudelo es un autor "capaz de percibir en cada «temblor de flores» la sacralidad del mundo y plasmarlo en diecisiete sílabas".

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Cables de acero.
Amanecer y polvo,
Entre dos puertas.

HAIKUS DE LA CASA, Emilio Pedro Gómez

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EMILIO PEDRO GÓMEZ, Haikus de la casa, Eclipsados, Zaragoza, 2010, 40 páginas.

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Vienen a verme
las gafas que olvidaste.
Ya no estoy solo.

GARCÍA, Pablo García Casado

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PABLO GARCÍA CASADO, García, Visor, Madrid, 2015, 54 páginas.

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Este conjunto de poemas en prosa, que con una despojada lucidez reflexionan sobre el legado y la responsabilidad ante la vida tanto a un nivel personal como social, admite también una lectura en clave narrativa.

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AMOR

   En qué sueñan ahora mientras duermen. Adónde van sus temores si no conocen el óxido. Qué piensan cuando nos miran desde los pies de la cama, corno un espectro, esperando el abrazo en el frío de la noche. Qué esperan de nosotros.
   Yo intento ser un padre ecuánime, un padre modestamente comprensivo. Pero más de una vez soy un Yahvé que cruza la línea de lo justo. Que se comporta con reacciones desproporcionadas. Que deja salir a la bestia. Soy también ese mundo que espera al otro lado. Alguien que daría la vida por ellos. Pero otro.
   Cómo explicar todo esto.

FÁBULAS-O-HECES, César Abraham Navarrete

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EL VIEJO JUEGO RENOVADO DEL GATO Y EL RATÓN [Fábula tecnológica]

   Cuando el minimo anciano escuchó que había un nuevo roedor, su curiosidad se excitó. Se trasladó a la habitación contigua subrepticiamente, y se abalanzó sobre el mamífero, sólo para constatar que el ratón dejó de ser un animal para devenir en un objeto.

GOZA LA GULA, Dina Grijalva

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DINA GRIJALVA, Goza la gula, Andraval, Culiacán, 2012, 110 páginas.

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FESTÍN DE FANTASMAS

   El fantasma feliz fabula fantasioso una fantástica fiesta fastuosa. Fascinado forja el festejo. Con frenesí frívolo facilita el florecimiento del flamboyán. Fuentes y faroles fulgentes favorecen la fiesta. Famosos fantasmas con frac, firuletes y fistol fluyen. Fabada, faisán, filete. Frutas: fresas frescas y frambuesas. Flan. Feroces, fornican y fosforecen. El fantasma Fernando fuma y el fuego con fulgor los fulmina.

MANSA CHATARRA, Francisco Ferrer Lerín

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FRANCISCO FERRER LERÍN, Mansa chatarra, Jekyll and Jill, Zaragoza, 2014, 152 páginas.

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El mundo onírico de Ferrer Lerín se muestra ampliamente reflejado en esta antología de prosas breves escritas entre 1964 y 2013. La selección de estos textos, algunos de ellos inéditos, corresponde al trabajo de José Luis Falcó.

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GRENIER (JUAN)

   Lobo brujo que floreció por el año 1600. A los 14 años ya había devorado ciento siete niños: acusado por Juana Garibal, Grenier se defendió diciendo que ella vomitaba alfileres retorcidos y que acudía a las reuniones de los sábados, en las que bailaba desnuda o en camisa con un enorme gato pegado de cara al trasero. Juan Grenier podía hablar con las aves en varios idiomas y escribió un tratado sobre el tocamiento. Ignórase lo que se hizo de este interesante joven.

MOTIVOS PERSONALES, José Luis Morante

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JOSÉ LUIS MORANTE, Motivos personales, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015, 108 páginas.

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Perseverar apostado frente a la fijeza del paisaje, con la tenacidad zancuda de las grúas.
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Que el desconcierto no sea obstáculo interpuesto; camina junto a él.
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La escritura y yo, restaurante discreto en el que solo hay sitio para dos comensales.
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Alguien escribe. Soy parte de la trama. Un personaje episódico.
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Cada náufrago reclama para sí la madera raída.
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Ante las rocas los argumentos piden cara o cruz: escalar o pasar de largo.
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Luz dormida en la mansedumbre del estanque y los ojos infantiles que  nada saben de la refracción.

LA MÚSICA DE LAS SIRENAS, Javier Perucho

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JAVIER PERUCHO, La música de las sirenas, Toluca, Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, 2013, 152 páginas.

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Javier Perucho concilia de nuevo dos de sus pasiones: nanoliteratura y sirenología. Abre este volumen anfibio (en memoria de David Lagmanovich) una narración de Rubén Darío: lo cierra un colofón de Ana Clavel. En medio, textos de Gabriel García Márquez a Nana Rodríguez pasando por Susana Camps Penarbau o Patricia Esteban Erlés.  
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OTRA SIRENA

   Los hombres que miraban por las ventanas del café quedaron atónitos.
   Mujeres hermosas pasaban a cada instante —era esa hora del día— pero aquella joven quitaba el habla. Esbelta, elástica, no mostraba nada y sugería todo. Se había detenido al otro lado de la calle, justo frente al café, como esperando a alguien. Un coro de silbidos admirativos surgió del edificio de Correos, cuyos empleados se interesaban más en los sucesos de la calle que en su trabajo. Hasta que alguien notó que no se alcanzaban a divisar sus pies. De las rodillas para abajo, las piernas estaban envueltas en una especie de túnica. Sin embargo, nada desmerecía la belleza sobrenatural del rostro ni los contornos del cuerpo, adivinado a través de las vestiduras.
   Una fuerte ráfaga de viento interrumpió el hechizo. Al apartar la tela, surgió en lugar de las piernas la cola escamosa. Entonces se desató con fuerza la lluvia y en ella se disolvió la imagen de la sirena, restituida a su elemento, feliz en el agua que se batía sobre la ciudad.

David Lagmanovich

LAS MUJERES QUE ESCRIBEN TAMBIÉN SON PELIGROSAS, Stefan Bollmann

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STEFAN BOLLMANN, Las mujeres que escriben también son peligrosas, Maeva, Madrid, 2007, 152 páginas.

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En Las mujeres, la literatura y la peligrosidad (pp. 8-15), Esther Tusquets dice que "si una alemana o una americana decide hoy ser escritora independiente, vive peligrosamente, pero esta peligrosidad consiste en un problema de subsistencia y de una experiencia que podríamos llamar el abismo existencial de la escritura, mientras que, por el contrario, cuando una iraní o una paquistaní decide escribir, pone en peligro su cuerpo, su alma y su vida".
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INGEBORG BACHMANN [1926-1973]

   Con la distancia que permite el paso del tiempo, uno tien­de a establecer aproximaciones entre autores cuyas afini­dades no fueron bien percibidas por sus contemporáneos. Para Ingeborg Bachmann, Sylvia Plath figuraba entre las escritoras «que estaban en el infierno» y que estarían entre las primeras porque estaban entre las últimas. Esto es también una autodes­cripción. Muchas cosas separan sin duda a Ingeborg Bachmann y Sylvia Plath —la lengua materna, el país—, pero las une lo esencial, particularmente su autoconciencia como escritoras.
   Si quisiéramos describirlo, es difícil evitar el término «már­tir». Su religión era el arte, y su búsqueda de lo absoluto les im­ponía una ley que se llamaba sufrimiento. Ni la alegría ni el pla­cer, ni la tristeza ni la confianza, sólo el miedo, el sufrimiento y el dolor que hacen de nosotros los elegidos, a poco que reivindi­quemos ser poetas.
   Escribir es «un acto religioso» y «la más pesada responsabili­dad del mundo», anotó Sylvia Plath en sus diarios. Se podría igualmente decir que significa llevar la cruz, emblema del ser sufriente, en pos de la posible resurrección en la poesía. Cuando Sylvia Plath dice en una poesía que morir es «un arte», como todo, y que ella lo hace «excepcionalmente bien», no anticipa so­lamente su suicidio, que se produjo el año siguiente: está tam­bién haciendo una declaración sobre la escritura, acto de auto­destrucción que sólo puede ser vivido en el camino de la alteridad.
   «Pero yo yazgo sola/en la barrera de hielo, llena de heridas», escribió Ingeborg Bachmann en sus Lieder auf der Flucht (Canciones en fuga) y expresó el ansia de redención del yo su­friente, que no quiere estar más condenada por el mundo a mo­rir de frío: «¡Libérame! No puedo seguir muriendo.» En su poe­ma Exilio, ella había ya descrito al poeta como un muerto que no puede vivir más entre los humanos. Es el mismo pensa­miento que se encuentra en Sylvia Plath: hacer poesía es la «forma de morir» más exquisita, porque la poesía es un fuego que no sólo nos consume sino que nos pone también en presen­cia de lo sagrado.


¿SON DE ALGUNA UTILIDAD LOS CUÑADOS?, Rafael Azcona

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RAFAEL AZCONA, ¿Son de alguna utilidad los cuñados, Pepitas de calabaza & Fulgencio Pimentel, Logroño, 2014, 508 páginas.

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Bernardo Sánchez Salas anota en el prólogo de este libro subtitulado Todo Rafael Azcona en "La Codorniz": "En el compendio de este volumen 1956-1958 se agudiza más, si cabe, el esperpento, que es un método de dolor distanciado, de deshumanización terapéutica". 
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EL DESPERTADOR  (CUENTO NO APTO PARA DILIGENTES)

   Mi anciana tía me ha regalado un despertador. Es un aparato precioso, con sus agujas fosforescentes, sus manivelas doradas su campanilla tronitonante.
   Yo tenía ganas de tener un despertador; no hay nada como un despertador para despertarse a la hora que es debido. Estoy muy contento y ya llevo varios días —varias noches, mejor dicho— haciendo pruebas con el aparato, Porque sucede que el despertador además de servir para despertarse sirve también para no dormirse: su tictac obsesionante le mantiene a uno en vela de manera encantadora. Naturalmente yo he tratado de acostumbrarme al tictac ese. He probado a obturarme los oídos con algodón hidrófilo, pero me ha servido de nada: la vibración del pequeño reloj sacude la mesa de noche, los tableros de la cama e incluso mi osamenta. Parece mentira, pero es así. Y yo no puedo dormir si mi osamenta hace tictac.
   Posteriormente he envuelto el despertador en una manta que he quitado de mi cama. Creí haber acertado, pues al principio el silencio me ha hecho concebir muchas esperanzas de conciliar el reparador sueño; lo malo ha sido cuando también la manta ha empezado a vibrar. Es curioso que una manta vibre, pero la manta vibra y transmite las vibraciones a todos los muebles que me rodean.
   Después de la manta he probado otro remedio: he colocado despertador en la cocina. Y, cosa curiosa, el tictac, recorriendo el pasillo, atravesando puertas y salvando obstáculos de toda índole, me ha llegado ahora con resonancias extrañas; me ha costado horrores descubrir que vibraba también la chapa de la cocina.
   Lo último que he hecho ha sido introducir el despertador en un cubo de agua, depositando este en un balcón: a mis oídos ha llegado el tictac del agua, de los cristales de las contraventanas y aún de los hierros del balcón.
   Ahora voy a probar a no darle cuerda al eficaz aparato. Espero que así podré dormir. Lo malo va a ser por la mañana, cuando no toque la alegre campanilla: estoy seguro de que mi anciana tía se va a disgustar bastante cuando lo sepa.

PALABRAS DE DOBLE FILO, Álex Grijelmo

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ÁLEX GRIJELMO, Palabras de doble filo, Espasa, Barcelona, 2015, 280 páginas.

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Subtitulado Avisos y antídotos contra engaños y calamidades, recoge artículos publicados en el diario El País en los últimos años.
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PALABRAS EN BUSCA DE DICCIONARIO

   Miles de palabras seguirán existiendo aunque no figuren en el nuevo Diccionario. Pero casi todos hemos caído alguna vez en la calamidad de decir «esa palabra no existe», cuando el mero hecho de haberla oído certifica lo contrario.
   El lexicón académico ha dejado friera muchos términos cuyo uso, sin embargo, no suena extraño. Si alguien dice «esto es cabreante» no se nos ocurrirá corregirle: «Cabreante no está en el Diccionario»; aunque no esté (que no está). Se trata de una creación legítima, igual que «ilusionante» o «escuchante» (ambas han entrado) o «murmurante» (que sigue fuera); formas todas ellas derivadas de «cabrear», «ilusionar», «escuchar» y «murmurar» (y que se han llamado «participios presentes», «participios activos» o «adjetivos verbales»). No estarán algunas en el Diccionario, pero sí en la gramática. Porque la lengua tiene recursos creativos. Si de «anónimo» deriva «anonimato», ¿cómo no dar validez a «seudonimato» a partir de «seudónimo»?
   El idioma nos sirve para comunicarnos, y todas sus herra­mientas son buenas o malas en función de los interlocutores. Muchos vocablos expresan lo que tanto el emisor como el receptor entienden; y su ausencia del Diccionario no les resta eficacia.
   El director del diario As, Alfredo Relaño, se refería en su periódico el 24 dDiccionarioe agosto de 2013 al «estaribel» montado en el estadio Bernabéu (y luego desmontado) para la presentación del galés Gareth Bale. Muchos lectores se estarán extrañando ahora al saber por estas líneas que la voz «estaribel» no ha sido bendecida por la Academia como instalación provisional que se destina a un fin perecedero: por ejemplo, los tenderetes de feria, el escenario del grupo verbenero o el tingladillo que se monta en el estadio madridista en días de fichaje. Sin embar­go, otros no la habrán oído nunca, porque no ha logrado un uso muy amplio.
   Han escrito «estaribel» autores como Pérez Galdós, Valle-Inclán, Luis Mateo Díez o Juan Madrid, pero ni siquiera los significados que le otorgan todos ellos parecen coincidentes, pues el vocablo puede interpretarse en unos casos como refe­rencia a una instalación provisional y en otros como un lío o un embrollo. El sentido que le dio Relaño quizás sea el más extendido, y no resultaría mala alternativa esa palabra ante el anglicismo stand que se va colando en las distintas ferias comerciales.
   «Pifostio» tampoco ha entrado en el nuevo Diccionario, y sin embargo miles de lectores entenderán la oración «se mon­tó un pifostio». Y no figuran igualmente «trantrán» («ese camarero trabaja al trantrán», es decir, sin correr demasiado, dejándose llevar) o «bocachancla», expresión inventada para definir a la persona charlatana, indiscreta, cuya boca se abre y se cierra como la chancla en su chasquido contra el pie.
   Otras palabras que siguen en su busca de diccionario pue­den sorprendernos también desde sus rinconcillos: «rompesuelas» (amante del senderismo), «vallenato» (género musical colombiano) «cotolengo» (asilo), «ojiplático» (sorprendido), «escaldasono» (calientacamas, palabra ésta que tampoco ha sido recogida), «analema» (fotos hechas desde un mismo pun­to para reflejar el movimiento del Sol), «viejuno»...
   García Márquez lamentaba en 1997 que la voz «condoliente» (el que sufre junto a otro) aún no se hubiera inventado. Y tenía razón. No estaba documentada entonces, según se verifica en los bancos de datos académicos; pero era una palabra posible. De hecho, el corpus del siglo XXI ya registra cinco usos literarios (en autores de España, Ecuador, México, Guinea y Colombia).
   El Diccionario, pues, no debe ser la única referencia para criticar el empleo concreto de una palabra. También se ha de analizar si las personas a quienes nos dirigimos la entenderán o no. Y eso resulta más fácil cuando el neologismo lo forman
cromosomas reconocibles. Por ejemplo, en esta expresión oída a un adolescente: «Jo, tengo la pantalla de la tableta muy dedoseada».
   Tal sentido de «tableta» ya ha sido consagrado por la Academia. El verbo «dedosear» quizás deba acreditar todavía un mayor uso. Pero se entiende de maravilla.

CUANTO CUENTO. RELATOS CORTOS, Santiago Díaz-Pache Montenegro

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SANTIAGO DÍAZ-PACHE MONTENEGRO, Cuanto cuento. Relatos cortos, Arenas, La Coruña, 2004, 264 páginas.

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EL AMOR, ESA INCÓGNITA

   Cuando se casaron, Rafa y Elena, eran ya lo que podía­mos denominar unos jovencitos maduros. No sé si por esto o por la educación un tanto monjil de ella, el caso es que la cama los separó desde el primer momento, no se entendían en algo tan básico como es el amor. Sexualmente hablando, su luna de miel en Cuba fue un fracaso estrepitoso, y Rafa pensó que el acoplamiento sería cuestión de tiempo. Así que se dedicó a tomar el sol a tomar copas y a tomar por... y a tomar el fresco por las noches.
   Él era un hombre temperamental, ardiente, y gracias a su experiencia manejó la situación con ilusión, luego con paciencia, luego con ternura, luego con imaginación, y luego con Teresa, la peluquera, también conocida como Tessy, ase­sora de imagen.
   Pasaron tres años y la situación se estabilizó, Elena no pedía nada pues nada quería y Rafa se consolaba con la buena, buenísima de Tessy. Él fue prosperando en su traba­jo y gracias a ello pudieron cambiarse del pequeño piso alquilado en el extrarradio a otro mayor y en propiedad. Eso hizo que la pareja empezase una etapa de ilusión común que les traería grandes cambios en su relación personal.
   El nuevo piso estaba situado en una calle no muy ancha, pero limpia y soleada, otro edificio enfrente, árboles en las aceras, muchas tiendas en las calles adyacentes y algún que otro bar y cafetería para los aperitivos de los sábados. Barrio nuevo y en expansión. El único problema serio era el aparcamiento, menester en el que Rafa se ocupaba casi a hora diaria.
   Fue allí, en esa casa nueva cuando él la vio hacer por primera vez el striptease. Cuando él llegó al dormitorio ella no se había quitado ni el abrigo. Y allí, en el medio del cuarto empezó a contonearse y a bailar de forma lasciva mientras se iba quitando prendas de ropa. Él no daba crédito a lo que estaba viendo y su pulso se disparaba. Ella continuaba su actuación delante del espejo y ahora solo llevaba encina unas minúsculas braguitas, medias negras y un escaso sujetador, y de los cuales, poco a poco y entre baile y baile tam­bién se despojó, quedándose ella como una Venus y él como un búfalo en celo.
   Aquella noche hicieron el amor como nunca. Él acosó a Elena con pasión y hasta con fiereza. Ella se defendió al prin­cipio, pasiva después, y activa como una pantera al final. En esa noche demencial ella descubrió por primera vez el sexo y el amor, y casi se volvió loca. De hecho, a partir de esa noche algunas veces bizquea un poco, consecuencia del esfuerzo para no perder detalle. Qué noche, madre, qué noche.
   Y así, día tras día, pasaron seis apasionados años: strip­tease va, noche loca viene.
   Profesionalmente él seguía mejorando su posición, lo que les hizo plantearse un nuevo cambio de residencia, a lo que él era bastante reacio. Al final se decidieron por un cha­let adosado a las afueras.
   Su vida dio otro cambio fundamental: la casa era mucho más espaciosa, tenían un pequeño jardín, jugaban al tenis, se bañaban en la piscina, conocieron a mucha gente, pero... pero de nuevo la cama volvió a separarles.
   Elena no entendía nada y esperaba.
   Rafa lo entendía todo pero callaba. Callaba y echaba de menos a aquella vecina rubia escultural que todos los días durante los últimos seis años había hecho un excitante strip­tase en el piso de enfrente con la luz encendida y la ventana abierta.


LA VIDA ES CORTA Y LUEGO TE MUERES, Enric Pardo & Lyona

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ENRIC PARDO, La vida es corta y luego te mueres, Reservoir Brooks, Barcelona, 2015, 128 páginas.

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Enric Pardo escribe estos 120 microcuentos sobre el amor, el sexo, la muerte y Regreso al futuro que ilustra Lyona.
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LIBROS PELIGROSOS, Juan Tallón

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JUAN TALLÓN, Libros peligrosos, Larousse, Barcelona, 2015, 288 páginas.

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Juan Tallón trenza con habilidad este conjunto de microensayos amenísimo en el que disecciona con sutileza más de 90 obras de narrativa, ensayo y otros géneros: de Bandoleros de João Gilberto Noll a Velocidad de los jardines de Eloy Tizón pasando por A esmorga de Eduardo Blanco Amor. 
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Crímenes ejemplares, Max Aub (1903-1972)
1ª edición: Impresora Juan Pablos, 1957
Género: cuentos y relatos

   A veces el crimen solo parece una linda página, que lo vuelve un bello acontecimiento, al estilo del día de tu comunión. No pasa solo en Borges. Pocos libros me han hecho tan feliz y divertida la muerte como Crímenes ejemplares, de Max Aub. Aub, dicho de paso, no soportaba Ficciones de ninguna de las maneras. En la entrada del 15 de junio de 1945 de sus diarios escribe: «A los tres cuartos de hora de la toma me duele el estómago, todo él. Sensación de hambre, evidentemente falsa. Ficciones, de Jorge Luis Borges, o de cómo la erudición —verdadera o falsa— mata la poesía. Y esa presunción... Pobre, pobrecito Borges, humanista policíaco y consultor de enciclopedias (y si no, peor). Estómago igual: cuarenta y cinco minutos y dolor».
   Pero hablemos del asesinato y la felicidad y la belleza, como si fuesen lo mismo. Ignacio Soldevila, un estudioso del humor en Aub, sostiene que Crímenes ejemplares es un anecdotario en torno al tema del homicidio sin premeditación y, en general, con alevosía por parte de la víctima. Cada crimen parece estar bien cometido. Hay algo de necesario en él. Pongo un ejemplo tierno: «Era la séptima vez que me mandaba copiar aquella carta. Yo tengo mi diploma, soy una mecanógrafa de primera. Y una vez por un punto y seguido, que él dijo que era aparte, otra vez porque cambió un “quizá” por un tal vez”, otra porque se fue una v por una b, otra porque se le ocurrió añadir un párrafo, otras no sé por qué, la cosa es que la tuve que escribir siete veces. Y cuando se la llevé, me miró con esos ojos hipócritas de jefe de administración y empezó, otra vez: “Mire usted, señorita...”. No le dejé acabar. Hay que tener más respeto con los trabajadores». Cada crimen es un alegato contra la mala educación y la incompetencia. Los asesinatos de Max Aub quieren ser un servicio público, un buen ejemplo. No hay nada reprochable en la acción de los ejecutantes, sino en la actitud de las víctimas, que en el fondo reciben su merecido, por molestar. Parece un disparate, y quizá lo sea, pero yo estoy dispuesto a defender que la literatura es un terreno idóneo para hacer disparates. Son necesarios.
   Hay en cada crimen una pirueta cínica que vuelve del revés todo lo que el homicidio posee de reprobable. De pronto, el lector se siente más próximo al verdugo y aplaude la espontaneidad con la que se ha dejado llevar. La desproporción causa-efecto que hay en cada crimen es la base de la comicidad, que gracias al humor y la ironía corrosiva quita hierro a las consecuencias. Ninguna muerte es grave gracias al tono del discurso. En cierto sentido, la retórica puede ser una herramienta para justificar cualquier cosa, en especial si es injustificable. En Aub la muerte es un final siempre vagamente merecido. Y eso sí: limpio. Cada crimen resulta, en cierto sentido, correcto, exquisito, para que cunda el ejemplo. No hay derramamientos de sangre apenas. El asesino es siempre un tipo limpio, hacendoso, que respeta al lector. Salvo en aquellos casos en que se emplea la fórmula «Lo maté...» —«Lo maté porque, en vez de comer, rumiaba», «Lo maté porque era de Vinaroz», «Lo maté porque bebí lo justo para hacerlo», «Lo maté porque no pensaba como yo», entre otros—, los textos casi nunca afirman la muerte de nadie. No es difícil suponerlas, pero, en todo caso, eso es trabajo del lector. A la luz del título del libro, solo puedes esperar un caudal de homicidios y más homicidios. Solo homicidios.
   A veces el crimen solo parece una linda página, que lo vuelve un bello acontecimiento, al estilo del día de tu comunión. No pasa solo en Borges. Pocos libros me han hecho tan feliz y divertida la muerte como Crímenes ejemplares, de Max Aub. Aub, dicho de paso, no soportaba Ficciones de ninguna de las maneras. En la entrada del 15 de junio de 1945 de sus diarios escribe: «A los tres cuartos de hora de la toma me duele el estómago, todo él. Sensación de hambre, evidentemente falsa. Ficciones, de Jorge Luis Borges, o de cómo la erudición —verdadera o falsa— mata la poesia. Y esa presunción... Pobre, pobrecito Borges, humanista policíaco y consultor de enciclopedias (y si no, peor). Estómago igual: cuarenta y cinco minutos y dolor».
    Hay crímenes especialmente exquisitos solo por la técnica narrativa. «¿Por qué había de emperrarse así en negar la evidencia?» o «¡Que se declare en huelga ahora!» son una muestra de que difícilmente se puede decir más con tan poco, es decir, apenas con una pregunta y una exclamación. En cierto modo, se cumple uno de los preceptos del cuento moderno, según el cual se muestra una parte insignificante y se oculta el resto, que cada uno debe reconstruir. Aub negaba mayor preocupación por el estilo. «Escribo como me sale, a la buena de Dios, procurando que suene lo mejor posible diciendo las cosas con las menos palabras», señalaba en una entrevista en 1962, pero Crímenes ejemplares, a poca atención que prestes, está plagada de dobles sentidos, paradojas, juegos de palabras, analogías, aliteraciones y un largo etcétera, En un artificio propio del lenguaje periodístico, hay un crimen cuyo texto enunciativo y brevísimo funciona como una larga novela: «Mató a su hermanita la noche de Reyes para que todos los juguetes fueran para ella».
    Entre la brevedad general, destaca un texto de dos páginas, el más largo del libro. No en vano, por el tema elegido, este merece una dedicación especial. Hablamos, al fin y al cabo, de las visitas inesperadas. Todo el mundo experimenta, en algún momento, la exasperación ante las visitas que no acaban de irse de tu casa. Sobra literatura al respecto. En La Codorniz era un clásico recurrente. Recuerdo que Rafael Alberti, amigo de organizar fiestas en casa, hacía uso de una frase desprovista de grosería, pero que mostraba a los invitados la puerta, sin grandes equívocos: «Es hora de Ibsen», decía Alberti a última hora. «Si no duermo ocho horas, soy hombre perdido; y me tenía que levantar a las siete... Eran las dos y no se marchaban: repantigados en los sillones, tan contentos. Y sabe Dios que no había tenido más remedio que invitarlos a cenar, Y hablaban por los codos, por las coyunturas, a chorros, lanzándose el uno al otro la hebra, enredándola a borbotones, despotricando de cosas insustanciales, y venga tomar copas de coñac y otra taza de café..,». La desesperación del verdugo está perfilada. Ahora bien, sus modales se encuentran fuera de toda duda: «Claro está que podía haber procedido como un grosero y haberles dicho de una manera o de otra que se fueran, Pero eso no reza conmigo. Mi mamá, que se quedó viuda joven, me ha inculcado los mejores principios». Así pues, el narrador, antes de ser grosero, prefiere liquidar a los invitados. Ese coraje es el que nos ha faltado a tantos en muchos momentos de nuestra vida.

ABECEDARIO, Czeslaw Milosz

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CZESLAW MISLOSZ, Abecedario, Turner, Madrid, 2003, 352 páginas.

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RIMBAUD, Jean Arthur (1854-1891).

    Fue la eterna preocupación de su madre y de toda su familia. Huía de casa, vagabundeaba, bebía, golfeaba, casi se moría de hambre, escribía poemas-mani­fiesto contra la sociedad, la religión, la moral y la literatura. A la edad de 19 años decidió terminar con todo. A partir de ese momento los literatos parisinos, que querían encontrarlo para prestarle ayuda, le perdieron la pista. Después de recorrer Euro­pa, donde probó todo tipo de empresas, se fue a África. Se dedi­có al comercio de armas, de oro y de marfil en Abisinia, condujo caravanas por los rincones más inexpugnables del Continente Negro. Se hizo rico y se construyó un palacio en Harare, también participó en las intrigas políticas locales. Por lo tanto llevaba la vida de uno de esos aventureros blancos en África que Joseph Conrad describió en El corazón de las tinieblas, una existencia como la de Kurtz, el agente de una empresa comercial belga.
   Murió a los treinta y tantos años de edad (debido a una pier­na gangrenada), ignorante de que, gracias a la publicación de Una temporada en el infierno y de otros manuscritos que había dejado en casa, su fama estaba creciendo en París. Al final se recono­ció su genio y se convirtió en el principal mito literario del siglo XX.
   En las primeras décadas del siglo XX había tres personajes que rivalizaban entre sí por las atenciones especiales de los círculos artísticos y literarios de Europa. Se trataba de Walt Whitman, “el viejo gigante”, poco conocido aún pero accesible ya a través de algunas traducciones; Oscar Wilde, “Antinoo tocado con una boina de terciopelo”, el modelo de esteta y homosexual; y, final­mente, Arthur Rimbaud, el personaje que simbolizaba todo lo salvaje, desmelenado, rebelde y, por lo visto también, lo ani­mal. Rimbaud era ya un viejo conocido del grupo Polonia Joven; de hecho, Miriam-Przesmycki había publicado en su revista Chi­mera una traducción de su poema “El barco ebrio”. La buena sociedad contaba chismes en los cafés sobre las excentricidades del poeta francés que, al parecer, descubrió que cada vocal tie­ne su propio color. El refinado Józef Weyssenhoff (el autor de Pod­fihipskz) se burlaba de lo moderne en un poema que debe de ser del año 1911, y en el que hablaba de una isla donde un gorila se enteraba de que se podía percibir “el color en el sonido y el olor en la palabra”; cito de memoria las exclamaciones del simio:

Al escuchar las palabras de Rimbaud
siento escalofríos en mis patas traseras.
  
    Pero el interés por la poesía de Rimbaud se agotó con la gene­ración de los poetas de Skamander. En el año l916 Jaroslaw Iwas­zkiewicz y Mieczyslaw Rytard tradujeron en Kiev sus Iluminaciones. Iwaszkiewicz adoptó la nueva forma del poema en prosa en su Kassidas. Su “Oración a Arthur Rimbaud” supone casi una sesión espiritista, una invocación a su espíritu. Pronto se unen a la nómi­na de traductores de Rimbaud Julian Tuwim y Antoni Sionims­ki. Se podría decir que el joven Tuwim pasó del influjo de Whitman al de Rimbaud.
   La energía de la palabra, la sensualidad del idioma y la exu­berancia del color son los signos del cambio que se produce en la lengua polaca después de la impotencia lingüística de lo moder­no. La poesía polaca, y también la poesía en otras lenguas, le debe mucho a Rimbaud. En este aspecto su influencia ha sido más dura­dera que la de Whitman o, sin duda, que la de Wilde.
   No obstante, no es su contribución a la innovación artística lo que alimenta la leyenda de Rimbaud sino, sobre todo, su rebe­lión contra las formas establecidas de conducta, contra su pro­pia familia burguesa y no sólo contra ella, sino también contra la sociedad en general. Vivió como un pionero que formó un modelo que se repetiría durante décadas después de su muerte. ¿Acaso la rebelión de la juventud estadounidense en los años sesenta no es como una multiplicación de rebeliones individua­les similares a las de Baudelaire y Rimbaud? Y similares son tam­bién las aventuras posteriores de esta generación. El mismo Rimbaud consideró sus inquietudes juveniles y sus desespera­ciones como propias de un adolescente y se inclinó después por cosas serias, es decir, por el dinero y la política. La elección que hizo la generación de los yuppies fue similar.
   A Rimbaud lo elogiaron primero unos cuantos literatos fran­ceses que empezaron a hablar y a escribir sobre su persona, has­ta que la fama de su apellido llegó a las bohemias artísticas de otros países y más tarde a un público más amplio. Más o menos lo que les ocurrió a sus coetáneos, Cézanne y Van Gogh, que en la pintura significan lo mismo que Rimbaud en la poesía. No obstante, estos últimos son mundialmente conocidos, ya que sus pinturas se venden por millones de dólares en el mercado inter­nacional.
   Para que alrededor de un nombre se forje una leyenda hace fal­ta que su cumplan varias condiciones. Cualquier cosa que ocu­rría en Francia atraía la atención del mundo entero, y en toda Europa se solían leer revistas y libros franceses. Tras el declinar del latín, el francés se convirtió en el idioma que era necesario conocer. Con toda seguridad, en muchos otros países aparecían poetas desmelenados y rebeldes que, sin embargo, consiguie­ron una fama local. También había que esperar a que llegase el momento adecuado, que en este caso fue la época en la que aumentaron las desgracias del capitalismo y se propagaron los sueños revolucionarios. No se sabe si Rimbaud luchó en las barri­cadas de la Comuna de París, pero el hecho de que se comente que fue así resulta significativo.
   Quizá las sociedades humanas necesiten nombres-abreviatu­ra, nombres-época. En Polonia fueron los poetas románticos los que suministraron este tipo de nombres; así, por ejemplo, Mic­kiewícz, el juicio de los Filómatas, la vigilia de los antepasados crecieron en una unidad mítica. Es imposible evitar la pregunta sobre qué va a suceder con los nombres-abreviatura en la cultu­ra de las imágenes en movimiento, que se aprovecha como un parásito de todos los logros humanos (el arte pop, el posmoder­nismo). Es probable que crezca su utilidad como signos, mien­tras que se van a quedar vacíos de contenido. La biografía de Rimbaud, un poeta que quería alcanzar lo inexpresable, aun­que fuera mediante “un relajamiento de todos los sentidos”, que enmudeció y se hizo un comerciante aventurero, será el tema favorito de futuros guiones de televisión.

ABECEDARIO DEL AGUA, Eduardo Chirinos

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EDUARDO CHIRINOS, Abecedario del agua, Pre-Textos, Valencia, 60 páginas.

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Además del Abecedario del agua componen el libro diversos poemas en prosa de corte narrativo.
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J de jauja jarabe jamelgo jubón. Jamás juré jugar con Jorge. Jota jaspe Japón.

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GOOD-BYE YELLOW BRICK ROAD

Para Jennífer French

Cierro los ojos y escucho los vientos azules de Kansas, la bulliciosa matinée de los domingos en un cine de barrio. Judy Garland canta disimulando los pechos, las obscenas caricias del hombre de paja. Recuerdo un corredor oscuro, los pasos apretados, el miedo creciendo conforme me acer­caba a la puerta. La casa en vilo permanece en la memoria, muebles y objetos danzando a través de la ventana. No pu­de dormir aquella noche. La herrumbre de la cama, la tos asmática y ronca de mi hermano, los aullidos lastimeros del perrito Toto. Los grabados del libro cobraban vida en mis sueños. Todavía escucho el llanto de Dorothy, la carcajada de la bruja, el rugido del león que no asusta a los ratones. ¿Cómo creer que al final todo era un sueño? El mago no era ningún mago, el camino no conducía a ninguna parte. Na­da se puede contra el desengaño. Todavía los temo. La bru­ja del Oeste, los monos voladores, los enanos.

REFLEXIONES DEL SEÑOR Z

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H. M. ENZENSBERGER, Reflexiones del señor Z, Anagrama, Barcelona, 2015,152 páginas.

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Estas 259 Reflexiones del señor Z o migajas que dejaba caer, recogidas por sus oyentes oscilan entre la breve narración o ejemplo, el microensayo y el tono aforístico.

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Z. calificaba la invención de la máquina de afeitar de auténtica bendición. Según él, evitaba a los hastiados de retocarse la barba día tras día el impulso de poner fin a la rutina matutina haciendo uso de la tentadora navaja. A propósito de ello, le venía a la cabeza Adalbert Stifter, quien un buen día se cortó la garganta porque estaba hasta la coronilla de los idilios campestres que había compuesto.
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Sobre la educaci6n, Z. se expresaba con desprecio. Como legítima defensa contra los niños podía tener su justificación, pero su inconveniente era que los adultos se creían más listos que sus hijos. Eso constituía un grave error, en el que sin embargo caían casi todos los padres y profesores de escuela y universidad. A este respecto, se consolaba con una frase del historiador de la ciencia Otto Neugebauer, que al parecer afirmó que no existe ningún sistema pedagógico conocido por la humanidad capaz de malograr el entusiasmo de todos los niños.
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«¿A qué se debe que la estupidez sea invencible?», se preguntó Z. «Su génesis es un enigma para la biolo­gía evolutiva. Sus efectos devastadores saltan a la vista, pero ¿por qué la selección natural no ha hecho que se extinga, si tantos males provoca? La única explicación es que también conlleva ventajas para la supervivencia. Hay innumerables situaciones en las que la capacidad de hacerse el tonto resulta de lo más útil. Un ejemplo clásico nos lo ofrece Las aventuras del buen soldado Svejk, la genial novela de Jaroslav Hasek, que demues­tra que el límite entre la auténtica estupidez del tonto de remate, de baba o del bote, y una astucia bien disimulada es mis difícil de trazar de lo que presuponen los sabelotodos.»

COCINA INDIE, Mario Suárez & Ricardo Cavolo

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MARIO SUÁREZ & RICARDO CAVOLO, Cocina indie, Lunwerg, Barcelona, 2012, 210 páginas.

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Considerado Mejor Libro de Cocina Ilustrado en el 2012, se subtitula Recetas, dibujos y discos para gente diferente. Contiene 90 recetas vinculadas a otras tantas canciones. Las ilustraciones son de Ricardo Cavolo y los textos hipopcalóricos de Mario Suárez.
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TARTAR COHEN DE VIEIRAS CON TOMATE  [Rufus Wainwright. “House of Rufus”]


INGREDIENTES

4 vieras           virutas de jamón ibérico        aceite de oliva
2 alcachofas    brotes de cebolla                   lecitina de soja
2 tomates        1 lima                                     agua
1 cebolllino     salsa perrins                           sal

DALE AL PLAY

   Lo dice el disco recopilatorio: estamos en casa de Rufus. Allí, además, hay más invitados. Por supuesto su novio, Jörn Weisbrodt, un par de amigas con aspecto de haber sido modelo de pasarela en los noventa, y Lorca Cohen, la madre de su hija. Un tartar, sano y digestivo, servirá para amenizar la velada, en que Wainwright ha querido homenajear al gran Leonard Cohen, por aquello que dicen que es el único que podría sustituirle —y, además, es familia—.
   Preparas primero las alcachofas. Las pones a cocer en agua hirviendo durante alrededor de 1 hora, dentro de una bolsa de plástico de cocción cerrada. Las dejas. Tu objetivo ahora es pelar y quitar las semillas de los tomates, para comenzar a hacer el tartar. Con la carne hacemos unos dados. El cebollino lo picas bien fino y lo mezclas con el tomate, la sal, el aceite de oliva, un poco de ralladura de lima y cinco gotas de salsa perrins (es muy fuerte de sabor, no te pases). Mezclas este aliño mientras oyes las carcajadas de las dos rubias que hay en el salón y Jörn, que se ha puesto a imitar a Rufus cuando se despierta por la mañana. No queremos saber más intimidades... Nuestro tartar de tomate, mientras, se está escurriendo para sacar toda el agua y obtener un aliño uniforme.
   Mientras, pones en una taza aceite de oliva y agua a partes iguales, un poco de sal y una pizca de lecitina de soja. Pasas la mezcla por la batidora, hasta que obtengas espuma. Las alcachofas creo que ya están cocidas. Las sacas, las dejas enfriar y, a continuación, abres la bolsa de cocción. Menos mal que ha venido Lorca a ayudarnos en la cocina, parece la única sensata del quinteto. Se ofrece a pelar las alcachofas, también las corta en cuatro trozos y, con un poco de aceite y una pizca de sal, las marcará en una sartén. Han puesto música en el salón: suena April Fools.
   Haces la misma operación con las vieiras enteras. Poco tiempo, unos minutos, hasta que se doren sobre una sartén bien caliente con un poco de aceite de oliva. Marcar, vuelta y vuelta. Lorca y yo nos ponemos a emplatar. Primero el tartar, escurrido, después las alcachofas, la vieira, un poco de sal, las virutas de jamón ibérico, los brotes de cebolla y la espuma de la mezcla del aceite, el agua y la lecitina de soja —se llama aire de aceite de oliva—, que coronará el plato. ¡Listo!
   «¡Chicos! Ya está la comida preparada!», gritamos, mientras se oyen de nuevo carcajadas. Llegamos al salón y Rufus, irónico, empieza a cantar Hallellujah de Cohen. Estará de broma, espero!


CARA B
  
   Un plato laborioso, pero sano. Perfecto para una cena de cuatro o cinco personas. Vino blanco para maridar, incluso champán y risas relajadas de sonido de fondo. Si invitas a Rufus y Lorca, intenta que no vengan acompañados: cuando llegamos al salón, las dos rubias ya se habían bebido más de una botella de espumoso.


GOTAS SOBRE EL POLVO, Alberto Pérez Ruiz

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ALBERTO PÉREZ RUIZ, Gotas sobre el polvo, Dossoles, Burgos, 2013, 72 páginas.

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Amarse es una tregua de no amarse.
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En realidad, la vida sólo nos enseña a morir.
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El amor no se elige: se disfruta y se padece.
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Los de letras salvamos el mundo, y luego los de ciencias explicáis cómo.
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Para hacer del mundo un lugar justo debería importarnos el daño que hacemos, por lo menos, tanto como el daño que nos hacen.
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Un rayo te mata en tu máximo esplendor.

MICROPOEMAS, Ajo

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AJO (MARÍA JOSÉ MARTÍN DE LA HOZ), Micropoemas, La Luz Roja, Madrid, 2012, 40 páginas.

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Vuelve la luna a estar
llena esta noche
¿Pero de qué?

MONTEDIDIO, Erri de Luca

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ERRI DE LUCA, Montedidio, Akal, Madrid, 2001, 144 páginas.


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Erri de Luca dispone esta deliciosa novela de aprendizaje mediante una estructura de secuencias yuxtapuestas. Este fragmentarismo consciente permite la lectura de algunas de ellas como microrrelatos.
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A don Liborio lo asustan hasta los buenos deseos. La tercera semana de agosto cierra la tipografía y se va a respirar aire puro al Matese. Justo cuando está metiendo la maleta en el taxi para ir a coger el autobús, aparece don Ferdinando, el de las pompas fúnebres, que le manda los avisos de luto y es además buen amigo suyo. Don Ferdinando ve la maleta y le dice: «Que tenga buen viaje, don Liborio», y don Liborio responde: «Gracias, pero no me voy, acabo de llegar», y baja la maleta del taxi y entra en su casa. Se marchó al día siguiente. Él mismo se lo contó al maestro Errico, que por la noche vio la tipografía abierta y le preguntó qué hacía aún en la ciudad. «¿Y cómo me iba a ir con los buenos deseos del sepulturero?» Y el maestro Errico, olvidándose del periódico y de comentar las noticias, soltó entonces un conjuro de carpintero: «San Giusè, passace ‘a chianozza», o sea: pásales el cepillo a estas palabras.

ESPERANZAS, Daniela & Olivier Föllmi

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DANIELA & OLIVIER FÖLLMI, Sabidurías. 365 claves del pensamiento occidental, Lunwerg, Barcelona, 2004, 644 páginas.
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Estas 365 claves del pensamiento occidental son ilustradas por las sugerentes fotografías de Olivier Föllmi. En el Prólogo de Enzo Bianchi señala: "El peregrino, el nómada y el extranjero son especialmente expertos en practicar la esperanza, ya que quien está en camino y en proceso de búsqueda siente en sí mismo la llamada hacia una profunda interioridad."
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El lirismo es una embriaguez y el hombre se embriaga para confundirse más fácilmente con el mundo.
 Milan Kundera



99 MORERÍAS, Elías Moro

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ELÍAS MORO, 99 morerías, Ed. de Salvador Gómez, 2011, 26 páginas.


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Elías Moro Cuéllar regala al lector estas felices y deslumbrantes piruetas verbales que podrían denominarse renarderías o ramonerías, pero que encuentran su mejor y personal etiqueta en el apellido de su autor: morerías.
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El bostezo es el discurso, desganado y torpe, de la pereza.
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A la lavadora le gusta comerse un calcetín de vez en cuando.
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Mazmorra: cárcel de amor.
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El sollozo es el llanto de los orgullosos.
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El acordeón es el mapa de carreteras de la música.
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El ojo de la cerradura multiplica la belleza de lo prohibido.


DE RASTROS Y ENCANTES, José Carlos Cataño

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JOSÉ CARLOS CATAÑO, De rastros y encantes, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2011, 216 páginas.

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En el Prólogo (pp. 7-14), el autor apunta: "Probablemente debería haber subtitulado De rastros y encantes como "diario de libros". Completa este segundo libro diarístico del autor canario un apéndice de fotografías (pp. I-XXXII).
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DÍA INVERNAL DE UN AÑO QUE NO RECUERDO

   Un día de invierno de un año que no recuerdo, encontré por los suelos La Biblia en España, en la traducción de Manuel Azaña para la colección Granada del editor Jiménez Fraud.
   Lo que sí recuerdo es que el vendedor, volviendo la cara con desdén, me pidió por los tomos de don Tomás Borrow cincuenta euros. De la consternación no se me ocurrió regatearle. Sin saber, por entonces, que regatearle al Manolo significa que suba el precio.
   Hoy el Manolo no estaba en los Encantes; me lo tropecé, a la vuelta, en el portal de su tienda, abierta en Consejo de Ciento, sin su consabida gorra de visera. Pero a la espalda llevaba yo La Biblia en España a euro el tomo.
   Y pudo salirme gratis, porque los traperos estaban asentando una de esas jaimas de paños levantados que proliferan en el zoco estos días de verano. Andaban con su tarea y yo iba acumulando libros viejos y antiguos, dudando a duras penas si dejarme vencer por la cleptomanía o la honradez. Cuando salí del sitio habiendo pagado una ridiculez por el Borrow y otros títulos me sentí deshonestamente honrado.
   A todo eso, iba a los Encantes con la sola misión de remitirme las librerías de nogal de media pared que ayer le había apalabrado a Hadj.
   Pero uno mira a su alrededor, quiero decir, al suelo.
   Estaba cuando llegué, de lo temprano que era, todo medio embalado. Ese es un momento único, cuando de las momias y los bultos bajo las lonas comienzan a surgir las porcelanas, los libros, las carroñas. La pieza irrepetible, la pieza que se irá devaluando, lo redundante, la minucia, la birria.
   Esa pobre cabeza de ciervo, por ejemplo, me la he ido encontrado el miércoles, el viernes y hoy sábado en distintas esquinas y diversas posturas. También la acuarela que me enamoró esta misma semana y por la que me pedían ciento cincuenta y ayer veinticinco y que desapareció y ha vuelto a aparecer esta mañana, solo que apenas ya llevaba dinero.
   Y luego dicen que el miércoles es el mejor día en los Encantes. Como dicen, unos, que la primera es la hora buena, y otros, que la última.
   Vuelve siempre lo que aparece.

AFORISMOS, Oscar Wilde

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OSCAR WILDE, Aforismos, Renacimiento, Sevilla, 2014, 124 páginas. Edición de Gabril Insausti.

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Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.
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Los bien criados contradicen a otras personas. Los sabios se contradicen a sí mismos.
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En cuanto las personas alcanzan la edad en que deberían saber cosas de la vida, empiezan a no saber nada.
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El propósito del arte es revelar el arte y ocultar al artista.
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El arte es un velo, no un espejo. 
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La ambición es el último refugio del fracaso.
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Los que ven diferencia entre cuerpo y alma no tienen ninguna de las dos cosas.
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La timidez puede ser una forma de vanidad.
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La opinión pública existe sólo allí donde no hay ideas.
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Nada envejece como la felicidad. 

EL MUNDO COMO SUPERMERCADO, Michel Houellebecq

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MICHEL HOUELLEBECQ, El mundo como supermercado, Anagrama, Barcelona, 2005, 144 páginas.
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Libro de carácter misceláneo que recoge textos de distinta forma y origen, pero que comparten un lúcido análisis de la sociedad actual.

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LA REDUCCIÓN DE LA EDAD DE JUBILACIÓN

   Hace tiempo, éramos animadores de los lugares de vacaciones; nos pagaban para entretener a la gente, para intentar entretener a la gente. Después, ya casados (o más a menudo divorciados), volvemos a esos lugares de vacaciones, esta vez como clientes. Los jóvenes, otros jóvenes, intentan divertirnos. Por nuestra parte, intentamos tener relaciones sexuales con algunos miembros del lugar de vacaciones (a veces ex animadores y a veces no). A veces lo conseguimos; la mayoría de las veces fracasamos. No nos divertimos mucho. Nuestra vida ya no tiene sentido, concluyó el ex animador de lugar de vacaciones.
   Construido en 1885, el Holiday Inn Resort de Safaga, en la costa del Mar Rojo, tiene 327 habitaciones y seis suites espaciosas y agradables. Entre los servicios podemos citar el vestíbulo de entrada, el coffee-shop, el restaurante, el restaurante de la playa, la discoteca y la terraza de espectáculos. En la galería comercial hay tiendas diversas, un banco, una peluquería. La diversión está asegurada gracias a un simpático grupo franco-italiano (bailes, juegos). En resumen, para utilizar la expresión de la agencia de viajes, «un paquete estupendo».
   La reducción de la edad de jubilación a cincuenta y cinco anos, continuó el ex animador de lugares de vacaciones, sería una medida acogida favorablemente por los profesionales del turismo. Es difícil rentabilizar una estructura de tal envergadura sobre la base de una temporada corta y discontinua, esencialmente limitada al período estival, v en menor medida a las vacaciones de invierno. Es evidente que la solución pasa por establecer vuelos chárter para jubilados jóvenes, con tarifas preferentes, que permitirían armonizar los flujos. Tras la desaparición del cónyuge, el jubilado se encuentra en una situación parecida a la del niño: viaja en grupo, tiene que hacer amigos. Pero mientras que los niños juegan con los niños y las niñas charlan con las niñas, los jubilados no atienden a distinciones de sexo. De hecho, se ha comprobado que multiplican las alusiones y sobreentendidos de carácter sexual; tienen una lubricidad verbal sencillamente abrumadora. Por penosa que pueda ser mientras dura, hay que reconocer que la sexualidad parece ser algo que uno echa de menos más tarde, un tema que a la gente le gusta adornar con variaciones nostálgicas. Y así se hacen amistades, de dos en dos o de tres en tres. Juntos descubren el valor de cambio de la divisa, programan una excursión en un todo terreno. Un poco encogidos, con el pelo corto, los jubilados parecen gnomos, gruñones o amables según su personalidad. A menudo sorprende lo robustos que son, concluyó el ex animador.
   «Yo digo que allá cada cual con su religión, y que todas las religiones son respetables», intervino sin venir a cuento el responsable del despertar muscular. Ofendido por la interrupción, el ex animador se refugió en un triste silencio. Con cincuenta y dos años, este fin de enero era uno de los clientes más jóvenes. Además ni siquiera estaba jubilado, sino prejubilado, o en un convenio de reconversión, o algo así. Valiéndose con todo el mundo de su calidad de ex procesional del turismo, había sabido ganarse cierto prestigio con el grupo de animación. «Inauguré el primer Club Mediterráneo en Senegal», solía decir. Luego canturreaba, esbozado un paso de baile: «Me voy a alucinar a Seee-ne-gal / con una copilooo-to sin igual.» En fin, que era un tipo estupendo. Pero yo no me sorprendí cuando encontraron su cadáver a la mañana siguiente, flotando entre dos aguas en la piscina que miraba al mar. 

ALGO SE NOS HA ESCAPADO, Katya Adaui

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KATYA ADAUI SICHERI, Algo se nos ha escapado, Borrador, Lima, 2011, 164 páginas.

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LA CALLE ES AHORA MÁS CORTA 

   Había que sacar a los chicos. Los cuentos se agotan, las historias se repiten. Son como los perros los niños, ¿sabe? Cánsalos de día, dormirán de corrido toda la noche.
   Mariana de ratona, Gabo de elefante. Los disfraces de las actuaciones del colegio, maleables por el uso, durarían años. ¿A quién no emocionan los niños imitando? Es tan difícil perder a la madre. Esto del Halloween lo hacían con Ana. Yo no sirvo para andar por ahí jodiendo con el timbre, molestando ancianos, vecinos en bata. Soy también un vecino en bata, un anciano. Me sentía el chofer, entrenado para llevarlos de ida y vuelta, solo ida, solo vuelta, al silencio. Yo tampoco hablaba evitando mentir: “Algún día comprenderán todo”.
   Mis hijos perdían amigos (a su edad todavía es fácil hacerlos), regresaban con moretones, les enseñé a defenderse: “Si te empujan, tú empujas”. Los familiares de sus compañeros me ofrecen ayuda en caso necesite cualquier cosa. Nunca tengo claro a qué se refieren. Mariana y Gabo dejaron de ser “la mayor” y “el menor”. ¿Con quién podría llamarlos así? Ana me dejó solo tratando de hacer cualquier cosa lo mejor posible. Con lo del seguro fue previsora, mucho más que yo. Tengo el dinero de un par de años. Mi prioridad, Mariana y Gabo. Complacer. Distraer. Llevo la cuenta, un mes sin “¿qué hacemos para que vuelva mamá?”.
   Ana no resucitará, aprendí. Maldito Halloween. Por estas fechas aumentan los secuestros de niños, dicen. Te volteas y ya no están. Te volteas y tienen otra familia. Uno se refugia en la enorme habitación vacía sosteniendo una foto, un recuerdo sin testigos: “Este era...”. ¿Cómo privarme de ver a mis hijos transformados en seres sin preguntas? Nos queda el presente.
   Mariana muestra un trozo de queso en la mano orgullosa. Gabo hunde un dedo en la hinchada barriga de espuma, el ruido gris de una burbuja reventando (este recuerdo: los elefantes huérfanos sobreviven si se les amarra una colcha alrededor del lomo, es el ondulante peso de la trompa materna amparando... la misma colcha elegida una y otra vez). ¿Debo pintarme bigotes, rugir alto? Mudar la bata por camisa y pantalón. Verme azorado, respetable, dudoso. Un padre. Que los vecinos admitan: conseguirán mirar lo que está vivo. Ana lo hacía tan bien. Antes de salir advierto: “Solo tocaremos los timbres de las casas, olvídense de los edificios”.
   –¿Por qué, papá?
   –Si se perdieran por los pasillos, ¿qué sería de ustedes sin mí? Lo que callo: ¿Qué sería de mí sin ellos?
   Despliegan las bolsas. Delante de las puertas ensayan ejercicios de paciencia enumerando sin equivocarse: Escucho algo, dice Mariana. ¡Ya vienen!, dice Gabo. Ojos febriles. Animales enjaulados creyendo que todo es comestible. Todo alimenta.
   Siento un pavor hondo: ¿y qué puedo hacer? Soy alguien que espera. Un amado muere, uno llora la propia muerte. Observo agazapado. A las puertas, a los niños.
   Mis hijos ríen y la noche, ríen y la vida.
   Su alegría es una opción. Tocamos todos los timbres. Despertamos resistencias, nuestras bolsas insisten: “seremos escuchados”. Con agilidad de tortuga recojo del suelo caramelos esquivantes, uno por uno caen granizando, me digo: la tranquilidad, autorizándome un tiempo de piñatas, las manos infinitas abarcando todo. Debajo de las ventanas gritamos a la sombra de luces brillantes adivinando miradas altísimas, canciones escapándose de un circo. Irresistibles, deseantes. Son mis hijos.
   Después sabrán que soy, por ahora, uno de ellos.

GOTAS NEGRAS, Andrés Neuman

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ANDRÉS NEUMAN, Gotas negras, Plurabelle, Córdoba, 2003, 64 páginas.

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Ciudad nevada.
Toca el piano la luz
nota por nota.