LA GOTA INFINITA DEL DESEO, Roger Swanzy

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ROGER SWANZY, La gota infinita del deseo, Amargord, Madrid, 2018.

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Amor a primera vista: hay miradas que son el presentimiento de toda una vida.
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Quiero besarte como una abeja descubriendo la dulzura de una vida entera en una sola flor.
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Excitación: ¿Quién no ha sentido alguna vez las ganas de iluminar la mismísima luz?
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La seducción es el arte de construir momentos bellos e irrepetibles.
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La música queda en el aire. Y el amor se nos escapa de las manos.
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Tu piel es mi única noche, la sombra que busco.
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El deseo es la sed antigua del alma.
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Hay mujeres que merecen el viaje a Ítaca.
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Una sonrisa inesperada puede disolver la incertidumbre de la noche.
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El beso es una gota de cariño que dice: Todo está en ti.

LOS MINÚSCULOS LATIDOS, Ricardo Lezón Fernández-Hontoria

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RICARDO LEZÓN FERNÁNDEZ-HONTORIA, Los minúsculos latidos, Bandaàparte, Córdoba, 2017, 64 páginas. 

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Cantante, letrista y compositor de McEnroe, Ricardo Lezón reúne en este libro un conjunto de poemas y microrrelatos.

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EL METRO

   Me gusta ver nuestro reflejo en los cristales de las puertas del vagón del metro. Cogidos de una mano y con las otras metidas en los bolsillos de nuestras chamarras, lo miramos a la vez y él nos devuelve nuestras miradas. Mirándonos. Me gusta pensar que cuando nos bajamos esa imagen se queda allí, dando vueltas por los túneles oscuros, y que cuando, al cabo de dos, seis o mil novecientos días, nos volvamos a subir seguirá allí, intacta, nítida y gigante. 
   Una tarde de verano incendiada, tú y yo abrazados en la pequeña cama de un viejo hostal de Madrid. La ventana abierta, un minúsculo ventilador moviéndose a la velocidad de la tierra. No hay ruidos en la calle. Duermes. Sudo. Te agarro la mano, como si un volcán nos fuese a tragar. 
   Las olas caen como edificios demolidos, tú las esperas con los pies en el agua y los brazos en cruz. Te miro desde la toalla. Un halcón vuela dentro de mi cabeza y se lanza a por cualquier pensamiento negro. Se lo lleva entre sus garras. Barcos en llamas cruzan el horizonte. Puedo saborear la sal de tus labios mientras te veo nadar. Te quiero. 

INTRÉPIDAS, Cristina Pujol Buhigas

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CRISTINA PUJOL BUHIGAS, Intrépidas, Pastel de luna, Galapagar, 2018, 60 páginas.

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Rena Ortega ilustra Los excepcionales viajes de 25 exploradoras: desde Egeria [siglo IV] hasta Lynne Cox [1957], pasasndo por Marianne North, Isabella Bird, Kay Cottee o Junko Tabei. 
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ALEXANDRA DAVID NEEL: LA SEMBRADORA DE ESTRELLAS


   No quedaba nada que comer y el frío era insoportable. Sentían que Lhasa estaba ya cerca. Yongden hizo una sopa usando el cuero de sus botas. Era 25 de diciembre de 1923, y esa fue su única comida de Navidad. Un viaje que iba a durar tres meses les había llevado tres años.
   A principios de 1924 vieron los tejados dorados del Potala entre las montañas. Habían burlado a las autoridades inglesas y chinas que bloqueaban el paso a los extranjeros. Alexandra, con cincuenta y cinco años, había cumplido su destino. Fueron los días más felices de su vida.
   «La sembradora de estrellas» o «lámpara de sabiduría», como fue rebautizada por los monjes budistas, nació en París en 1868. Una mujer que fue criada entre lazos y encajes, presentada en sociedad ante los reyes de Bélgica, consiguió conocer al dalái lama, ser íntima amiga del maharajá de Sikkim, entrar en Nepal en una caravana de elefantes y sobrevivir a temperaturas bajo cero gracias a la fuerza de su mente.
   Para Alexandra la mayor aventura era vivir, y rompió con todo para conseguirlo. Siempre había sentido la necesidad de escapar y buscar respuestas. En una visita al Museo Guimet en París vio una estatua de Buda y entendió cuál era su camino.
   Alexandra ya había intentado entrar en el Tíbet en 1916, pero fue detenida. Ahora se lo pondría más difícil a las autoridades. Era 1920 y estaba en Kumbum, Mongolia. Desde su ventana veía las caravanas partir hacía Lhasa. «¡Síguelos, es tu destino!», le gritaba su corazón. Partió en secreto, viajando por caminos remotos, evitando poblaciones y simulando ser tibetana.
   Yongden, su compañero espiritual, su hijo adoptivo, caminaba junto a ella. Cuando se encontraron, él tenía catorce y ella cuarenta y tres años, pero sus almas se reconocieron y nunca más se separaron. El viaje no habría tenido éxito sin él, entraron en Lhasa de la mano.
   Alexandra murió en 1989 con ciento un años. «Lámpara de sabiduría» se apagó de pronto, días antes había renovado su pasaporte y pedido prestados decenas de libros en la biblioteca. Yongden, fallecido años antes, la acompañó también en su última aventura: las cenizas de ambos fueron entregadas a las aguas del Ganges.




MANIOBRAS DE DISTRACCIÓN, Jaime Fernández

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JAIME FERNÁNDEZ, Maniobras de distracción, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2018, 112 páginas.

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Con este volumen Jaime Fernández resultó vencedor del I Premio de Aforismos La Isla de Siltolá.
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El pesimista es espectador. El optimista, espectáculo.
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Si un hombre solo no es un hombre, ¿qué es entonces? Kafka respondió : un animal único en su especie y sin posibilidad de descendencia.
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Seremos felices en la medida en que fijemos unos límites a nuestras a nuestros deseos y expectativas. Felicidad es limitación.
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Las pequeñas ilusiones nos protegen de las grandes.
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El hombre, por el mero hecho de querer ser más que hombre, pierde humanidad.
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El Romanticismo sacó al Yo del patio de butacas para subirlo al escenario. Desde entonces no ha habido forma de hacerlo bajar.
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Conducimos el automóvil de la Razón sin pensar que el camión de lo Absurdo pueda estrellarse contra nosotros.
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No son de fiar los sentimientos que encuentran pronto las palabras.

LONDRES, Julio Camba

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JULIO CAMBA, Playas, ciudades y montañas, Reino de Cordelia, Madrid, 2012, 344 páginas.

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Francisco Fuster García en La ciudad de la niebla (pp. 13-18) destaca: «Más que un asunto de modales o una diferencia de formas, lo que este cronista percibe es una incompatibilidad de fondo entre su españolismo y el carácter inglés, entre su espíritu aristocratizante y el pragmatismo acérrimo de un pueblo que trata de absorberlo, de asimilarlo».
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LA MORAL

   Un gentleman es un hombre bien vestido y que no tiene deudas. En cuanto un inglés deja de pagar la casa, ya no es un gentleman. Si un día se presenta con el traje estropeado, tampoco. ¡Qué diferencia tan grande entre el gentleman inglés y el caballero español! Porque el dinero no es condición indispensable de la caballerosidad española, y si lo fuera, España no hubiera pasado nunca por un pueblo caballeresco. El caballero español es caballero siempre, aunque no tenga dos reales. ¿Por qué? Por el alma, por el gesto. Un caballero español puede hacer todas las cosas que hace un pícaro español, sin llegar jamás a confundirse con él, y es que el caballero las hará de un modo caballeresco. No creo que en ningún otro país que España haya una manera caballeresca, de pedirle dos duros a un amigo o de marcharse de la fonda sin liquidar la cuenta. No. No la hay. Esa manera es la misma con que aquellos hidalgos de Toledo, de Burgos, de Ávila, caían desfallecidos sobre los mendrugos que el criado había pedido a las almas caritativas y se los comían todos con una admirable indignación. 
   —No me gusta que implores limosna, Juan, porque alguien podrá creer que la imploras para tu amo....
   Esta caballerosidad no será jamás comprendida de los ingleses, a quienes yo felicito por su incomprensión. «La moral —decía Taine—, buena o mala, es una moneda que todo el mundo debe poseer en Inglaterra». No. La moneda, mala o buena, es una moral que en Inglaterra debe poseer todo el mundo.
   Yo conozco aquí a una pareja de estudiantes rusos que el otro día se vieron obligados a hacer lo que en Pans se llama un déménagement à la cloche de bois — una mudanza a la campana de madera—, es decir, una mudanza silenciosa, a la chita callando. Estas mudanzas son pintorescas en todas partes, menos aquí. Aquí el quedarse sin casa es una cosa muy desagradable. Los rusos pasaron las de Caín. 
   —En medio de todo —decía él— esto no deja de ser divertido.
  —No se lo cuente usted a ningún inglés —le contesté yo—. En el Barrio Latino, sus aventuras harían mucha gracia; pero no aquí. Aquí, al oírle a usted, todo el mundo se pondría muy serio y muy triste. Decirles a los ingleses: «No he pagado la casa. He tenido que mudarme por e1 aire» y contarles todos los episodios subsiguientes; es hacerles pasar mal rato. Para un inglés, lo más gracioso es que le digan: «Ayer ha vencido mi alquiler, y yo lo pagué en el acto».
   Es admirable, no cabe duda, esta moral inglesa. Es lógica, es práctica. Cuando yo tengo dinero la comprendo perfectamente. Entonces pienso que toda nuestra hidalguía es ridícula e inmoral, y probablemente en estos contados momentos es cuando tengo razón.

EL GRAN LIBRO DE LOS CUENTOS ILUSTRADOS, Carine Picaud & Olivier Piffault

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CARINE PICAUD & OLIVIER PIFFAUT, El gran libro de los cuentos ilustrados, Lunwerg, Madrid, 2012, 226 páginas.
 
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La bella durmiente, Caperucita roja, El gato con botas, Cenicienta, Pulgarcito, La Bella y la Bestia, Juan y las habichuelas mágicas, Blancanieves, La sirenita y La Baba Yaga. «Los ilustradores son los nuevos cuentistas, que recrean variantes a través del sentido que otorgan al relato común», leemos en la introducción a este paseo por la evolución de la ilustración de estos ocho cuentos populares.
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CUENTO DE LA ABUELA
[VERSIÓN DE LA REGIÓN NIVERNESA ATRIBUIDA A LUIS Y FRANÇOIS BRIFFAULT]


   Érase una vez una mujer que había hecho pan.
   —Levarás una hogaza caliente y una botella de leche a tu abuela -dijo a su hija.
   La niña se fue. Al llegar al cruce de dos caminos, encontró al lobo que le dijo:
   —¿Adónde vas?
   —Llevo una hogaza caliente y una botella de leche a mi abuela.
   —¿Por qué camino vas a ir? —preguntó el lobo—. ¿El de las Agujas o el de los Alfileres?
   —Por el de las Agujas —respondió la niña.
   —Pues yo iré por el de los Alfileres.
   La niña se entretuvo recogiendo agujas; y el lobo llegó a casa de la abuela, la mató y puso su carne en la artesa y una botella de sangre en la pila. La niña llegó y llamó a la puerta.
   —Empuja la puerta —dijo el lobo—. Está atrancada con una paja mojada.
   —Buenos días, abuela, os traigo una hogaza caliente y una botella de leche.
   —Ponías en la artesa, hija mía. Coge la carne que hay adentro y una botella de vino que hay en la pila.
   Mientras comía, había una gatita que decía:
   —¡Aggh!... ¡Vil es quien come la carne y bebe la sangre de su abuela!
   —Desvístete, hija mía, y ven a acostarte conmigo —dijo el lobo.
   —¿Dónde tengo que poner el delantal?
   —Tíralo al fuego, hija, que ya no lo vas a necesitar más.
   Y para todas las prendas, el corpiño, el vestido, el refajo y las calzas, le preguntaba dónde las debía poner. Y el lobo respondía:
   —Tíralas al fuego, hija, que ya no lo vas a necesitar.
   Una vez acostada, la niña dijo:
   —¡Abuelita, qué peluda eres!
   —¡Es para calentarme mejor, hija mía!
   —¡Abuelita, qué uñas más grandes tienes!
   —¡Son para rascarme mejor, hija mía!
   —¡Abuelita, qué hombros más grandes tienes!
   —¡Son para cargar mejor los haces de leña, hija mía!
   —¡Abuelita, qué orejas más grandes tienes!
   —¡Son para oírte mejor, hija mía!
   —¡Abuelita, qué agujeros más grandes que tienes en la nariz!
   —¡Son para aspirar mejor el tabaco, hija mía!
   —¡Abuelita, qué boca más grande tienes!
   —¡Es para comerte mejor, hija mía!
   —¡Ay, abuelita! ¡Qué ganas tengo de ir afuera!
   —¡Hazte aquí en la cama, hija!
   —¡Oh, no, abuela! Quiero ir afuera.
   —Bueno, pero no tardes.
   El lobo le ató un hilo de lana al pie y la dejó salir.
   Una vez afuera, la niña ató el extremo del hilo a un ciruelo que había en el patio.
   —¿Estás haciendo aguas mayores? ¿Estás haciendo aguas mayores? —preguntaba, impaciente, el lobo.
   Cuando se dio cuenta de que nadie le respondía, saltó de la cama y vio que la niña se había escapado. Corrió tras ella, pero llegó a su casa justo en el momento en que ella entraba. 
Kiki Smith
Julia Causson

EL MARAVILLOSO MUNDO DE LA ÓPERA, Ana Alcolea

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ANA ALCOLEA, El maravilloso mundo de la ópera, Anaya, Madrid, 2018, 88 páginas.

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Óscar T. Pérez ilustra treinta reseñas sobre títulos conocidos como Orfeo o Dido y Eneas, El elixir de amor o La flauta mágica y otros que merecen mayor atención como Otra vuelta de tuerca o María Moliner.
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MARÍA MOLINER
[Antoni Parera Fons, siglo XXI, España, 20l6]

   ¿Quién fue María Moliner? ¿Una heroína medieval? ¿Un personaje mitológico? ¿Una enamorada de don Juan Tenorio, de Tristán o de un trovador antipático? Pues no. María Moliner vivió durante el siglo XX y era una filóloga. ¿Que qué es eso? Enseguida te lo cuento.
   La ópera del compositor mallorquín Parera Fons recoge varias escenas de la vida y de los sueños de esta mujer extraordinaria que hizo, ella solita, en su casa y con dos niños jugando a su alrededor, un Diccionario de Uso de la Lengua Española. Una obra impresionante que hoy en día se sigue utilizando como uno de los diccionarios de mayor prestigio de nuestra lengua. En la ópera se relatan momentos duros de la vida de María Moliner (mezzosoprano): cuando terminó la guerra civil española en 1939, ella y su marido fueron represaliados. Eso quiere decir que a él no le permitieron seguir siendo profesor durante un tiempo, y que a ella le bajaron su categoría laboral un montón de puestos. Además, en aquellos años era difícil ser mujer si no se quería ser un florero decorativo. Si se pretendía trabajar en asuntos que se consideraban «de hombres», una mujer lo tenía muy difícil. María Moliner intentó ingresar en la Academia de la Lengua, pero entonces no había mujeres, y su candidatura fue desestimada: el sillón B mayúscula fue concedido a un hombre.
   Porque esta ópera sobre todo trata de eso: del amor a las palabras, de la pasión por la lengua, que es aquello que nos hace libres. Son las palabras las que crean en nosotros la posibilidad de pensar, de reflexionar, de ser críticos. Por tanto, de ser libres. A ella la fascinan las palabras y todo lo que hay detrás de ellas. Lo que cada uno de nosotros miramos y creamos a través de cada palabra. En la ópera hay una palabra que sobresale: «exilio». Porque María Moliner no se exilió al final de la guerra, siguió viviendo en el país, sin las libertades que habría deseado; vivió lo que se llamó el «exilio interior». Eran las palabras las que le permitían ser libre en su deseo de llevar la libertad a los demás. Y su manera de hacerlo fue creando ese diccionario, para todos, en su casa.
   Al final de su vida, y de la ópera, María pierde la memoria: las palabras son sustituidas por los silencios. En la música los silencios son tan importantes como las notas. Sin ellos, la música no existiría. Esta maravillosa ópera es muy diferente a la mayoría: no hay arias a la manera de Verdi o de Puccini. Es más bien como un drama musical. más en la línea de las obras de Wagner. Mezcla el mundo real con el de los sueños. Y en medio. siempre, la palabra. Las palabras como única razón de ser de la vida y de la libertad. No lo olvides.

MINIFICCIONES, Agustín Monsreal

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AGUSTÍN MONSREAL, Minificciones. Antología personalFicticia, Ciudad de México, 2018, 128 páginas.
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ÁNGEL DE LUZ

   “Mamá está en mi cuarto”, le dije a mi hermana. “Dice que quiere hablar contigo, que vayas.”
   Mi hermana me miró con lástima, aunque también con reproche.
   “No puede ser”, me contestó. “Mamá está muerta.”
   “Ya lo sé, pero ahí está. Ven a ver.”
   “Bueno, está bien. Vamos.”
   Y atravesamos la pared cogidos de la mano.

CASI BESTIA, CASI HUMANO, Javier Zúñiga

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JAVIER ZÚÑIGA, Casi bestia, casi humano, BUAP, Puebla, 2016, 62 páginas.

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VERDUGO

   Admito que la guillotina no estaba entre mis objetos imaginados. Ni el potro, ni la rueda de picos. Yo nunca propuse los azotes, ni el empalamiento o el péndulo. Ni siquiera sugerí los hierros ardientes en los ojos.
   Afortunadamente los hombres, a tu imagen y semejanza Padre, tienen un ingenio mucho más infernal.

EL PLACER ABATIDO, Erick Nolazco

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ERICK NOLAZCO, El placer abatido, Ediciones El Viaje, Ciudad de México, 2014, 60 páginas.

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Prometer placer angustia. No prometerlo aburre.
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Perdonar es un signo de envejecimiento.
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Sólo perdonamos para compensar la infamia, no para exacerbarla.
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Hay personas que se conocen para ser amigos. Otras para dejar de serlo.
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Inútil es el rencor en la pobreza.
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La generosidad no puede mantenerse con el mísero placer de dar. Se agota sin el mínimo de correspondencia.
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La amistad nada tiene que ver con la verdad, sólo le atañe el mérito.
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Amar a medias es envenenar a medias.

NARCISO, EL MASOQUISTA, Armando Alanís

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ARMANDO ALANÍS, Narciso, el masoquista, Cuadrivio, Ciudad de México, 2015.

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EN EL CEMENTERIO

   Paseaban por el cementerio del pueblo.
   —Qué solos se quedan los muertos —dijo él.
   —Qué solos se quedan los vivos —dijo ella, y desapareció.

CALDO DE OSO, Víctor Bahena

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VÍCTOR BAHENA, Caldo de oso, Sikore Ediciones, Ciudad de México, 2017.
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Quien domestica una pasión se lanza al eterno monólogo cotidiano.
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Toda frase de adiós es lapidaria.
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Cuando se trata de amor nada es suficiente.
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La memoria es tenaz cuando se trata de olvidar las lecciones.
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No hay orgía más repugnante que a la que no invitan.
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La vida es una laguna mental.
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La insensatez premia sus propias reglas.
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Lo bueno de la vejez es que se detiene en algún punto.
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La longevidad es un compromiso con la miseria.
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El horror cabe en el ojo de una aguja.

MINIFICCIONES, Raúl Brasca

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RAÚL BRASCA, Minificciones. Antología personal, Ficticia, Ciudad de México, 2017, 128 páginas.
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Tal como destaca Francisca Noguerol en el prólogo, Brasca "domina las brevedades como pocos, demostrando que el conocimiento de la tradición [...] ayuda a pergeñar cada uno de sus textos.»
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PERPLEJIDAD 
a Guillermo Martínez 

   La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la cierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al león tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora. De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza, ¿volverá y se comerá a mis hijos? Precisamente el león está pensando: ¿para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías? Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por una coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas como colgadas del cielo, todo ser animado que habita sobre la Tierra duda sin atinar a hacer un movimiento. Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida.

LUZ DE TORMENTA, Ángel Zapata

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ÁNGEL ZAPATA, Luz de tormenta, Páginas de Espuma, Madrid, 2018, páginas.

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LA SAVIA OCULTA

   En el amigo hay un silencio de agua, en su corazón hay un muro cubierto de limo, junto al río inapelable descansan los tesoros de la infancia, si un día el amigo no estuviera, la llamarada unánime de los mirlos seguiría ardiendo en la oscuridad. El río es ciego, la noche es ciega, yo mismo no consigo ver si no es a través de las lágrimas. El amigo sostiene que en la nervadura de cada hoja hay una luz que se ha calcificado. Yo creo más bien que la hoja misma es una formación calcárea, y que la luz tangible en ella es una refracción o un debilitamiento de algo que calificaría de más puro, pero que me resisto a calificar así. Yo no creo que haya luz. Ninguna luz. Sí creo, en cambio, que hay un sótano en donde ahora mismo está creciendo un árbol que sangra.

DIBUJOS A LÁPIZ, Agustín Cadena

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AGUSTÍN CADENA, Dibujos a lápizFOECAH, Pachuca de Soto, 2015, 90 páginas.

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PLAYA COLORADA

   Aunque desde temprano había habido señales de lluvia, Ocampo quiso ir a la playa a mirar el atardecer. Pero llegó demasiado temprano y el sol estaba alto todavía. Y con todo y que la mayoría de los turistas ya se había retirado, quedaban algunos niños, una pareja que se mecía entre las olas, una anciana de piel enrojecida. Ocampo sintió que no soportaba la arena caliente en los pies descalzos y bajó a la orilla de la playa, a la franja de humedad que el oleaje había sembrado de sargazos. Echó a andar sobre esa línea, siguiendo la suave curva de la bahía. Las olas llegaban a refrescarle los pies; de vez en cuando, alguna se le trepaba hasta los tobillos. Atrás de él se oían risas y gritos; adelante, a lo lejos, se veía un contorno de palmeras, hoteles modestos y sencillas casas de verano, algunas convertidas en bares.
   En algún momento, sintió una presencia cerca de él, caminando a su lado: unos pies descalzos que levantaban sin ninguún sufrimiento la arena caliente. Se volvió. Era una niña como de diez años, nativa. Sí, no podía ser más que nativa a juzgar por el tono de chocolate de su piel, y porque no parecía interesada en el mar ni andaba en traje de baño sino que llevaba un vestido largo de mezclilla. El sol, que ahora sí comenzaba a bajar, hizo brillar un instante su pelo negro y luego desapareció tras unas nubes grises.
   Ocampo no miró más a la niña. Se sintió incómodo con esa compañía no solicitada. Siguió caminando, un poco más rápido. Se preguntó si le daría tiempo de llegar hasta el final de la playa antes de que empezara a llover.
   La niña emparejó su paso con el suyo. Marchaba sin despegar la vista de él. ¿Qué quería? ¿Iba a pedirle dinero? ¿Trataba de venderle algo? Ocampo pensó que si la ignoraba completamente, desistiría y lo dejaría en paz. Sin embargo, no fue así.
   Cuando se cansó de esperar alguna amabilidad de su parte, la niña tomó la iniciativa:
   —Hola —le dijo.
   Ocampo se sintió forzado a responderle, pero también aliviado: por fin le diría ella lo que tenía que decirle, le pediría lo que tenía que pedirle y lo dejaría en paz.
   —Hola.
   La niña le sonrió de tal modo que Ocampo se relajó y ya no tuvo tanta urgencia porque se fuera.
   —¿Cómo te llamas? —le preguntó ella, con un fuerte acento local que a él le pareció gracioso. Era muy bonita: tenía unos ojos grandes, oscurísimos, y una mirada llena de inocencia.
   —Roberto Ocampo, ¿y tú? —Esmeralda.
   —Ah —dijo él, nada más.
   Siempre le había costado trabajo empezar una conversación con una mujer, no importaba de qué edad fuera.
   —¿Hasta dónde vas? —le ayudó la niña.
   —No sé. A ver si llego al final de la playa. ¿Y tú?
   —Yo voy hasta donde llegue ese señor.
   —¿Cuál?
   —Aquel que va allá adelante. ¿No alcanzas a verlo? El que lleva una hielera roja.
   Ocampo distinguió una silueta a doscientos metros o más, delante de ellos. Era un hombre delgado con una gorra de beisbol.
   —Es mi papá —le explicó la niña—. Vende helados.
   —Ah —Ocampo se alejó de ella. Le dio desconfianza que el padre fuera a verlo cerca de su hija y pensara que era un pervertido o un robaniños y luego hiciera un escándalo o le echara a la policía. Pero el hombre se volvió en algún momento, tal vez buscando a la niña, y los vio juntos y no dijo nada. Ocampo volvió a relajarse.
   —Pero ya no hay mucha gente en la playa y además va a llover.
   —No.
   —¿No qué?
   —No va a llover, Roberto —parecía totalmente convencida—. Mi mamá le pidió a Dios que no lloviera hasta que mi papá terminara de vender todos los helados.
   —Ah, ¿y estás segura de que Dios escucha a tu madre? —en cuanto dijo esto se arrepintió: le pareció abusivo ponerse cínico con una niña. Pero a ella no le afectó.
   —Sí. Siempre la escucha. Va a mandar la lluvia a las montañas para que mi papá termine de vender los helados.
   Ocampo prefirió hablar de otra cosa: no quería poner su amargura en evidencia. Le preguntó a Esmeralda por la escuela: iba en segundo año. Le preguntó quién hacía los helados que vendía su padre: la niña le dijo que toda la familia.
   —¿Y cuántos son?
   —Somos nosotros tres: mi mamá, mi papá y yo.
   Finalmente, Esmeralda se aburrió de esa conversación. Fue al grano:
   —Si no me das todo el dinero que traes en tu cartera, voy a gritar que me estabas diciendo cochinadas.
   Ocampo la miró incapaz de comprender. Como que su mente negaba lo que Esmeralda le estaba diciendo. Es que de repente era otra. Sus ojos eran otros: ya no era una niña.
   —La gente vendría a defenderme —insistió—. Mi papá se encargaría de armar el alboroto y te llevarían a la cárcel.
   El hombre reaccionó por fin. Sacó su cartera y le dio todo lo que llevaba, sin decir nada. Ella le arrebató los billetes y echó a correr en dirección a su padre, quien a pesar de ir cargando la hielera andaba rápido.
   Ocampo se volvió hacia el mar. Del sol no quedaba más que una delgada uña anaranjada. Pero toda el agua se hallaba incendiada por ella. No había nubes: se habían amontonado a lo lejos, sobre las montañas.
   Ocampo sonrió.

LA MEDIDA DEL UNIVERSO, Teixeira de Pascoaes

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TEIXEIRA DE PASCOAES, La medida del universo, Renacimiento, Sevilla, 2018, 76 páginas.

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Traducidos por Antonio Sáez Delgado, estos aforismos fueron previamente seleccionados y ordenados por el poeta surrealista Mário Cesariny.

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¿Cómo puede un animal que fuma creer en la inmortalidad?
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El amor es hambre de otra vida, deseo de tránsito. Cuando dos amantes se abrazan y se besan, se devoran, mueren de algún modo el uno en el otro y se convierten en un nuevo ser. La vida no puede quedarse en nosotros, repitiéndose, porque repetir es estar parado, es ocupar el mismo lugar.
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Vivimos como en un estado de transmigración hacia nuestra fotografía.
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Odiando, nos mostramos a la luz del sol; amando, nos escondemos en el interior de una transfiguración esplendorosa.
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¡Qué drama el de la digestión! Sobre todo la de la última cena.

MATAR AL NEGRO, Mario Guevara Paredes

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MARIO GUEVARA PAREDES, Matar al negro. 33 cuentos breves, Sieteculebras, Cuzco, 2017, 110 páginas.
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SUDACA

   A pesar de todo, te dirán extranjero; algunos, trotamundos; otros, emigrante. Y para la despistada mayoría, siempre serás un indeseable sudaca. Pero tú, trabajador responsable, que laboras como un indocumentado, sin horario ni paga justa, que duermes mal y comes peor, eres, para colmo, un latinoamericano, es decir, una insoportable mierda. Aún así, en tus intermitentes sueños cargados de nostalgia, buscas con insistencia a la madre patria. Pero, lamentablemente, encontraste a la puta madre.

LAPSO, Eduardo Martos

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EDUARDO MARTOS, Lapso, CreateSpace, 2016, 150 páginas.

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AQUELLO QUE...

   Ayer se descubrió preguntándole a su hijo: «A veces olvido cosas, ¿verdad?» Así es desde que mamá se fue. Uno a uno, les ha escrito una carta para dar una fiesta. Hijos, nietos, amigos, pasan el día con él viendo álbumes de fotos, riendo anécdotas felices. Es una despedida tácita: quizá mañana los mire sin volver a verlos.

HAIKUS DE PAIZÁS, Francisco Puy

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FRANCISCO PUY, Haikus de Paizás, Hércules de Ediciones, A Coruña, 2018, 160 páginas.

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La ilustraciones de Sara Prieto Puy acompañan a unos haikus que se presentan también traducidos al gallego, y que suponen la continuación de Haikus de Guillamonde (2015).

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Está mi perro
lamiéndome la mano
y amanece.

Está o meu can lambeteándome a man e amence

COLECCIÓN PRIVADA, Diego M. Eguiguren

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DIEGO M. EGUIGUREN, Colección privada, Micrópolis, Lima, 2012, 88 páginas.

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TRUCULENCIAS DE LA VIDA

   Iba camino al supermercado, debía comprar cerveza para una inmediata reunión de camaradería. Ya en las inmediaciones, y avanzando a paso veloz, observé que un vehículo rojo frenaba extemporáneamente a varios metros de mí. Les cuento, por un momento me sentí como en una novela de Raymond Chandler. Descendieron dos mujeres: una de alrededor de 50 años; la otra, una joven que, por su ubicación y por obra de mi pésima vista, sólo alcancé a divisar de perfil y con premura. Imaginé, de forma obvia y poco trascendente, que eran madre e hija. No era momento, pues, para ser Philip Marlowe.
   Continué mi camino como lo haría cualquier transeúnte a quien no le ocurre nada extraordinario. Ingresé al lugar, encontré los elementos, me harté de impulsar el cochecito y me dispuse a pagar. No tardé más de lo previsto, la puntualidad seguiría siendo una de mis mayores virtudes. Mientras el caballero de la caja me auxiliaba con las bolsas advertí, a pocos pasos, a la señora del auto rojo separando algunos billetes y retornándome la mirada con gesto cordial.
   Nada de esto era fuera de lo común, nada hasta que noté la figura de quien era su acompañante. Quedé perplejo: era mi exnovia. Apareció de la nada, distraída, sin mirarme; sonriente, como si la tarde tuviera sentido, como si su ser fuera todo lo contrario a lo que soy yo, como si dentro de la bolsa que llevaba en la mano contuviera toda una historia feliz. La vi, después de tiempo, sin que ella notara mi presencia (al menos eso parecía). La vi, y cualquiera diría que no había cambiado, sin embargo, y por truculencias de la vida, yo tenía la misma seguridad de siempre: ella ya no era ella.
   Me marché…

EL SEÑOR MOZART Y UN TREN DE BREVEDADES, Marco Antonio Campos

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MARCO ANTONIO CAMPOS, El señor Mozart y un tren de brevedades, Ciudad de México, Ficticia, 2018, 264 páginas.
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LA CIUDAD DE LA POESÍA
a Raúl Renán

   ¿Por qué no construir una ciudad donde plazas y calles, jardines y edificios públicos, dejen de tener nombres de próceres sospechosos de heroísmo o de políticos con las manos llenas de sangre? Que los nombres de comercios y almacenes y cines y teatros y clubes se correspondan estéticamente con el edificio, para que quienes caminen no se defiendan en su interior ante lo desagradable o lo feo. Que aquellos que no respeten el llamado a la belleza sean expulsados a otra ciudad, lejos de la sabiduría del ciprés y de las informaciones de viaje que redactan los pájaros. Como en Florencia resuenan en muros versos de Dante, en Verona de Shakespeare y en Salzburgo de Trakl, que los muros de la ciudad sean páginas donde, perfectamente repartidos los versos, se lea una antología del tiempo.

GRACIAS, DISTANCIA, Antonio Cabrera

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ANTONIO CABRERA, Gracias, distancia, Cuadernos del Vigía, Granada, 2018, 100 páginas.
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Lo importante no es lo que podría hacer, sino lo que quiero hacer. Libre es apenas nada, voluntario es mucho más.
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El tedio es una duna.
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A través del carácter crecemos y nos consumimos.
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Quien se prepara café presiente certidumbres.
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Los árboles en invierno, deshojados, son los únicos seres vivos que aumentan su ser estando en esqueleto.
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Me aburre la fantasía.
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La filosofía vendría a ser como un yo-yo. Produce una espiral reflexiva hacia dentro al pensarse a sí misma y otra hacia fuera al pensar el mundo. Los problemas filosóficos son irresolubles porque recorren ambas espirales sucesivamente y de continuo.
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Reflexiona quien va haciendo nudos en el cordel del lenguaje. Comprende quien desenreda a veces, o quien abandona tranquilamente, a veces, alguno de esos nudos.
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La conciencia del paisaje incluye multitud de cosas que no están en el paisaje.

POESÍA ¿ERES TÚ?, Fermín Herrero & Jesús Munárriz

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FERMÍN HERRERO & JESÚS MUNÁRRIZ (ed.), Poesía ¿eres tú? Aproximaciones a la poesía, el poema y el poeta, Hiperión, Madrid, 2018, 352 páginas.

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El dilatado y minucioso trabajo recopilatorio de Fermín Herrero y Jesús Munárriz ha fructificado en más de trescientas páginas nutridas con numerosas definiciones y reflexiones acerca de la poesía, el poema y el poeta, firmadas por autores de todas las épocas. A esta heterogeneidad apunta Munárriz al término del prólogo: "Como en cualquier bazar, en este gran batiburrillo poético y metapoético puede encontrarse de todo, desde joyas y genialidades hasta algunas perogrulladas y boberías, pero de todas es responsable la misteriosa poesía, que las ha motivado e inspirado y que, tras miles de años de existencia, [...] sigue viva en quienes la escriben, la escuchan o la leen."

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La poesía es el injerto de un nombre en otro tomado de un campo diferente, ambos se encienden al descubrirse brutalmente casados.
Christian Bobin
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Si la poesía no existiese / los seres humanos no serían humanos.
Jorge Riechmann
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Poesía es como hundir una aguja en el corazón.
Marina Tsvietáieva
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Un poema es algo sucio, maldito, ardiente, que tiene que agarrarse primero con las manos desnudas.
Leonard Cohen
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No hay poema sin ventana.
Jordi Doce
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Los verdaderos poemas son incendios.
Vicente Huidobro
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¿En qué lugar ocurre el poema? En el margen, en el error, en la tachadura.
Ada Salas
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Poeta: traductor del silencio.
Elías Moro
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Históricamente, sólo la poesía es capaz de hacer audible la soledad humana. A este respecto, todos los poetas que ha habido en el mundo son mis contemporáneos.
Charles Simic
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Prefiero lo ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos.
Wisława Szymborska

QUE POR LA ROSA ROJA CORRIÓ MI SANGRE, Rodolfo Gil Grimau & Mohammed Ibn Azzuz

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RODOLFO GIL GRIMAU & MOHAMMED IBN AZZUZ, Que por la rosa roja corrió mi sangre, Ediciones de la Torre, Madrid, 1988, 232 páginas.

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Este libro recoge ciento cuarenta y tres relatos de la tradición oral marroquí. Antecede a la antología un completo Estudio introductorio (pp. 11-61) en el que los editores analizan la tipología de los personajes y los «Ritos de entrada y salida».
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EL HIJO DEL MÉDICO


Hubo una vez un médico que había adquirido su ciencia a base de una práctica de veinte años ejerciendo la medicina. Cuando ya veía acercarse el fin de su vida, por su avanzada edad, decidió que su hijo fuera secundándole en sus visitas a los enfermos. Y el hijo, que tenía algunos conocimientos de la medicina, obedeció las ordenes de su padre.

Así que un día, al recibir el padre aviso de que uno de sus clien­tes se hallaba enfermo, mandó a su hijo. Éste fue a la casa del enfermo, y, siguiendo las indicaciones de su padre, al entrar en la casa observó que detrás de la puerta de la misma había una albarda. Y al ver al enfermo le dijo:

—Me parece que has comido carne de burro.

Los padres del enfermo quedaron extrañados; pero suponiendo loco al hijo de su médico, no le hicieron caso, limitándose a que­jarse al padre.

Cuando éste se enteró de lo que había pasado, preguntó a su hijo:

—¿Qué te indujo a creer que el enfermo había comido carne de burro?

—Padre —le respondió—, como tú me dijiste que debía fijarme en lo que siempre suele haber detrás de las puertas de los enfermos) para dar el verdadero diagnóstico de la enfermedad, yo me limité a hacerlo así. Y como detrás de la puerta de aquel hombre había una albarda, y ésta no la lleva encima más que el burro, supuse que habían sacrificado al animal y comido su carne.



CHAUEN (Gomára)

ISLA DECEPCIÓN, Rafael Fombellida

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RAFAEL FOMBELLIDA, Isla Decepción, Pre-Textos, Valencia, 2010, 176 páginas.

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Las ocasiones perdidas. Como espectros aparecidos en la tenebrosidad de nuestro lecho de muerte. Como fantasmas goyescos girando alrededor, acercando sus belfos, el hedor de su aliento, sus narices deformes. Mofándose de nosotros, bu­fándonos, abucheándonos. 
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Lluvia de sol y ráfagas de polen chocando contra el ros­tro. Lluvia de sol en la camisa abierta, y catarata de polen ven­teado, danzando en los ramajes, posándose sobre carrocerías de automóvil, en guijos de la senda, en la cabellera de mujeres rubias. Polen bailándose al desgaire, yendo y viniendo; polen recreándose en su propio bienestar, en su mecerse sobre el suelo. Los dones se regalan así, desprendidos con suavidad, sin pre­tender pesar sobre las cosas. Lluvia de sol y de partículas fecundas,  baño de polen y alegría. 
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La letra cursiva avanza con mayor decisión hacia el sentido.
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   Discuto mentalmente con Thoreau. “Un libro habría de ser una veta de oro, igual que la frase es un diamante en­contrado en la arena o una perla sacada del mar». 
  Su idealismo, en ocasiones ingenuo, le hace desvariar; su exa­geración no nos convence. No le exijamos tanto al libro. De igual modo que esa rica veta de mineral no se sostendría en el aire sin un soporte terreno, el libro necesita esas gangas, esas arcillas, tierras y musgos que sostienen y equilibran el filón de cada frase, en cada página. El peso de su brillantez. El libro es ese monte que contiene las vetas en su seno, una distinta para cada lector que sepa hallarla. Y después, si lo desea ese lector, puede lavar la mena y desprenderla de impurezas. Así lucirá más ese metal, aunque tal vez el libro ya no sea tan humano. Pero denme ese monte con sus senderos, su fango, sus arterias de agua subte­rránea, su eucaliptal, sus bardales, sus rastros perdidos. Denme ese monte entero. Y no le exijamos tanto al libro. Ningún dios lo escribió.

CUENTOS Y LEYENDAS DE LAS ISLAS FEROE, Venceslaus Ulricus Hammershaimb

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VENCESLAUS ULRICUS HAMMERSHAIMB, Cuentos y leyendas de las islas Feroe, Miraguano, Madrid, 2018, 168 páginas.

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 Mariano González Campo señala que este libro del pastor luterano e insigne folklorista «ofrece una deliciosa selección de relatos polulars de una de las culturas europeas más desconocidas hasta la fecha».
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LA MUJER FOCA

   Las focas descendían antaño de la gente que se suicidaba arrojándose al mar. Una vez al año, y en la decimotercera noche, se desprenden de su piel y entonces se asemejan a otras personas. Les divierte bailar y jugar como los humanos en las rocas que hay en las playas y en el interior de sus guaridas.
   Cuenta la historia que un muchacho de una granja al sur de Mikladalur había oído que las focas se reunían en la decimotercera noche en una guarida cerca del poblado. Se dirigió allí una tarde para comprobar si era cierto o no lo que se contaba al respecto. Se escondió bajo una piedra que había delante de la guarida. Tras la puesta de sol vio que un montón de focas venían hacia allí nadando. Cuando hubieron llegado a la costa, se quitaron la piel y las colocaron en la roca que había en la playa. Se parecían en verdad al resto de la gente. El muchacho de Mikladalur se divertía observando aquello desde debajo de la piedra donde estaba escondido.
   Entonces vio que una muchacha hermosísima se quitaba la piel de foca y enseguida se enamoró de ella. Se percató de que ella había colocado su piel cerca de él. El muchacho se dirigió entonces furtivamente hacia allí, cogió la piel y volvió a esconderse bajo la piedra. Las focas bailaron y se divirtieron durante toda la noche, pero cuando comenzó a amanecer volvieron a ponerse las pieles. Sin embargo, la muchacha foca que ya hemos mencionado no encontró su piel y se puso a buscarla disgustada y lamentándose penosamente porque ya había transcurrido la noche y estaba a punto de amanecer. Pero antes de que saliera el sol, olió la piel que había junto al muchacho de Mikladalur y así pudo ir hacia donde él estaba a buscarla. Le rogó humildemente y con palabras amables que le devolviera la piel, pero él no quiso escucharla y subió por el camino en dirección a su casa. Ella tuvo que seguirle tras la piel que él llevaba consigo. Él la acogió en su casa y vivieron juntos como cualquier matrimonio, pero él siempre tenía que llevar cuidado para que ella no tuviera acceso a la piel. La escondió en un arcón que cerró bien y cuya llave siempre llevaba encima.
   Un día salió a pescar, y cuando se encontraba en el mar tirando de un pez que había picado, rozó con la mano el cinturón del que solía colgar la llave. Entonces se sobresaltó porque enseguida se percató de que se habla olvidado la llave en casa. Comenzó a gritar con pena y amargura: “¡Hoy me quedaré sin mujer!” Todos se pusieron a remar de regreso lo más rápidamente que pudieron. Cuando el de Mikladalur entró en su casa, vio que la mujer había desaparecido, pero los niños que ambos tenían estaban allí tranquilamente. A fin de que nada les causara daño mientras permanecían solos, la mujer había encendido el fuego del hogar y había guardado bajo llave los cuchillos y todo lo que estuviera afilado. Cuando hubo hecho eso, bajó corriendo a la playa, se puso la piel y se arrojó al mar.
   Encontró la llave cuando el hombre se había ido a pescar, abrió el arcón, vio que allí estaba la piel y no pudo controlarse más. De ahí viene la expresión “perder el control como la foca que ve su piel”. Justo en el momento en que se adentró corriendo en el mar, emergió a su lado una foca macho que anteriormente había depositado su amor en ella y ambos se alejaron nadando de allí.
   Durante todos aquellos años él había permanecido allí esperando a su foca. Cuando los niños que tuvo con él de Mikladalur bajaban a la playa, veían una foca que permanecía frente a la costa contemplándolos y todos pensaban que se trataba de su madre. Así transcurrieron muchos años sin nada que contar sobre el campesino de la granja situada al sur, ni de los niños que tuvo con la foca. Sin embargo, una vez que los de Mikladalur tenían intención de ir a una guarida para matar focas, la noche anterior se le apareció en sueños al campesino la mujer foca, quien le dijo que si iba a la guarida con los demás tenía que saber que no debían matar a la foca macho que se hallara delante de la guarida puesto que se trataría de su esposo, y que debían perdonarle la vida a dos crías de foca que se encontraran en el interior de la guarida puesto que se trataría de sus hijos. También le dijo de qué color eran. Pero el campesino no prestó atención al sueño, se dirigió a la guarida con los demás hombres de Mikladalur y mataron a todas las focas que había dentro.
   En el reparto, el campesino obtuvo la foca macho entera y las extremidades delanteras y traseras de las crías. Para la cena cocinaron la cabeza y las extremidades, y cuando se hubieron servido la comida, se oyó un estruendo y mucho estrépito y entonces entró en la cocina la mujer foca en forma de repugnante trol, olfateó la cesta y gritó con mal humor: “Aquí está mi marido con la nariz hacia arriba, la mano de Hárekur y el pie de Frídrikur. Ha habido y tendrá que haber venganza contra los de Mikladalur. Algunos perecerán en el mar y otros caerán por acantilados y oscuras pendientes, y así será! hasta que hayan muerto tantos que podrían agarrarse de las manos y abarcar toda la isla de Kalsoy”. Cuando hubo dicho esto, se volvió a marchar con mucho alboroto y estruendo y no se la vio más. Por desgracia, no ha sido infrecuente tener noticias de infortunios en Mikladalur: hombres que caen por acantilados cuando han ido allí a cazar aves o a capturarlas con red, o cuando han ido a la montaña a recoger las ovejas. Aún no se ha completado el número de muertos que podrían abarcar la isla de Kalsoy.
   Cerca de Skálavík, en la isla de Sandoy, hay una guarida que se llama Bláfellskúti y sobre ella existe la misma historia que ya hemos narrado aquí. Tróndur y Niklas —padre e hijo— fueron los primeros que establecieron su vivienda en la aldea de Hamar. Demmus (o Nikodemus), hijo de Niklas, se dirigió en la decimotercera noche a la guarida, cogió la piel de la que una hermosa foca se había desprendido furtivamente, regresó a casa con la piel de la foca y ésta le persiguió (otros dicen que el padre de Demmus se llevó a la mujer foca a su casa). Guardó la piel en un arcón bajo llave y portaba la llave en la pretina del pantalón. Un día estaba pescando y, dado que se había puesto otros pantalones, no se acordó de colgar la llave en ellos, de modo que se quedó sin mujer. Cuando regresó a casa, la mujer se hallaba con forma de foca junto a un escollo que había a las afueras del poblado. En Skálavík hay gente que se considera descendiente de la mujer foca.

TODOS PARECÍAN SOÑAR, Ángel Bonomini

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ÁNGEL BONOMINI, Todos parecían soñar, Pre-Textos, Valencia,  2017, 694 páginas.

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En el Prólogo (pp. 15-26) a estos Cuentos completos, (Los novicios de Lerna, Libro de los casos, Los lentos elefantes de Milán, Cuentos de amor, Historias secretas, y Más allá del puente),  Eduardo Berti afirma: «El libro de los casos maravilla por sus  matices y diversidad de estrategias».
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LOS REGRESOS DE LEPARC

   La primera vez que nació Gastón Leparc describió con su vida una suave parábola de coherencia. No fue caritativo ni egoísta. No amó la verdad ni la mentira. No fue traidor, pero no amó la lealtad. Ni valiente ni cobarde, esquivó los peligros. Así en todo, mostró un equilibrado desinterés por los extremos del ánimo.
   La segunda vez que nació se le impuso el nombre de Gastón Parcel y repitió su estilo.
   Volvió a nacer bajo el nombre de Gastón Precal. Obstinado en su conducta cultivó ese equilibrio aparencial que le valió otro nacimiento, esta vez con el nombre de Gastón Capler. Y reiteró su comportamiento.
   Sigue en el mundo, naufragado en las aguas de la vida, pero flota como asido al timón de un barco hundido, un timón inútil, inútil como no sea para volver a salvarlo.

HAIKUS SIN NOMBRE, Juan Antonio González Fuentes

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JUAN ANTONIO GONZÁLEZ FUENTES, Haikus sin nombre, Carena, Barcelona, 2011, 90 páginas.

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Pasa la infancia
enredada en cenizas.
Triste juguete.

ZIBALDONE DE PENSAMIENTOS, Giacomo Leopardi

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GIACOMO LEOPARDI, Zibaldone de pensamientos, Tusquets, Barcleona, 1990, 312 páginas.

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En Una lectura del Zibaldone (pp. 9-32) Rafael Argullol destaca el afán de Leopardi de evitar elementos autobiográficos: «La intimidad debe permanecer, en cierta manera, camuflada, enquistada en el organismo conceptual que quiere penetrar en el cuerpo universal de la existencia».
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Vida tranquila de los animales en los bosques, países desiertos y desconocidos, etc., donde no deja de cumplirse enteramente el curso de su vida, con sus vicisitudes, actos, muerte, sucesión de las generaciones, etc., porque ningún hombre lo contempla o lo perturba ni ellos se enteran de lo que sucede en el mundo, porque lo que creemos que existe en el mundo pertenece sólo a los hombres.
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   La naturaleza prohíbe el suicidio. ¿Qué naturaleza? ¿La que tenemos ahora? Nuestra naturaleza actual es totalmente distinta de la que teníamos. Comparémonos con las naciones naturales y veamos si puede considerar-se que esos hombres pertenecen a la misma raza que nosotros. Comparémonos con nosotros mismos cuando éramos niños y obtendremos el mismo resultado. El hábito es una segunda naturaleza, sobre todo un hábito tan arraigado, tan prolongado, e iniciado a tan tierna edad, como es el hábito (compuesto de otros infinitos, y muy variados, hábitos) que nos hace ser tan distintos de los hombres naturales, o conformes a la primitiva naturaleza del hombre, y a la naturaleza general de los seres terrestres. Baste con decir que por más esfuerzos que hiciéramos para volver al estado natural no lo lograríamos, ni en lo físico, que no lo toleraría en modo alguno, ni, suponiendo que en lo físico y externamente fuese posible, tampoco en lo moral e internamente; lo que equivale a lo mismo, puesto que ya no podemos participar de la felicidad reservada naturalmente al hombre porque nuestro interior, que es nuestra parte principal, no puede volver a ser como era, por ningún medio o arte. ¿Qué pinta, pues, en este asunto del suicidio, y en cualquier otra cosa relacionada con nosotros, la ley o la inclinación de una naturaleza que no sólo no es nuestra, sino que, aun cuando lo deseáramos y procurásemos por todos los medios, no podría serlo nunca? Lo importante, pues, es averiguar cuál es la inclinación y el deseo de esa segunda naturaleza, que es realmente nuestra y actual. Y ésta, en lugar de oponerse al suicidio, no puede dejar de aconsejarlo, y anhelarlo intensamente: porque también ella odia sobre todo la infelicidad, y siente que sólo puede huir de ella a través de la muerte, y no soporta que la demora de ésta prolongue sus sufrimientos. Por tanto, nuestra verdadera naturaleza, que difiere en todo de la de los hombres de la época de Adán, permite, e incluso exige, el suicidio. Si nuestra naturaleza fuese la primitiva naturaleza humana, no seríamos infelices, y eso en forma inevitable, irremediable; y en lugar de desear la muerte la aborreceríamos. 
(29 de abril de 1822)
   Nuestra naturaleza actual es prácticamente la razón. Que también detesta la infelicidad. Y no hay razonamiento humano capaz de disuadir del suicidio, es decir, de la idea de que más vale no ser que ser infeliz. Y en todo lo demás nos atenemos a la razón, y pensamos que si obrásemos de otra manera estaríamos faltando a nuestro deber de hombres.

50 DISCURSOS QUE CAMBIARON EL MUNDO

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ANDREW BURNETT, 50 discursos que cambiaron el mundo, Turner, Madrid, 2017, 252 páginas.

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Entre estos 50 discursos hallará el lector a Lenin, Gandhi, Mussolini, de Gaulle, Einstein, Bhutto, Steve Jobes u Obama: palabras para entender el siglo XX y el comienzo del siglo XXI. 
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MALALA YOUSAFZAI [Activista política]

   Malala Yousafzai (1997) nació en el valle de Swat, en Jaiber Pajtunjuá, provincia del norte de Pakistán. Sus padres, musulmanes suníes de etnia pastún, dirigían varios colegios en la región. Malala se convirtió a una edad muy temprana en activista en pro de los derechos humanos, preocupada sobre todo por la situación de las mujeres y la educación. A los once años empezó a escribir para la BBC un blog sobre la vida en una región controlada por los talibanes, facción político-militar suní que utiliza la violencia para imponer una interpretación extremista de la ley islámica (sharía) que niega el derecho a la educación de las niñas. En 2010, Malala tuvo un papel protagonista en Clase Dismissed, documental realizado por The New York Times, y pronto se hizo famosa, concediendo entrevistas a medios de comunicación de todo el mundo. En octubre de 2012, un pistolero talibán se subió al autobús escolar en el que viajaba y la disparó en la cabeza. La joven activista resultó gravemente herida, pero se acabó recuperando en un hospital de Birmingham (Inglaterra), ciudad a la que volvería más tarde para proseguir sus estudios. El 12 de julio de 2013, día de su decimosexto cumpleaños, pronunció el discurso inaugural de la Youth Takeover (Jornada de la Juventud), celebrada en la sede de la ONU, en Nueva York. En 2014 recibió (con Kailash Satyarthi) el premio Nobel de la Paz, siendo a persona más joven en obtener el galardón.



   En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso. Honorable Secretario General, Sr. Ban Ki-moon; respetado presidente de la Asamblea General, Vuk Jeremic; Sr. Gordon Brown, honorable enviado de la ONU para la Educación Global, respetados ancianos, queridos hermanos y hermanas: As-salamu alaykum. Es un honor para mí volver a hablar en público después de mucho tiempo. Estar aquí con personas tan distinguidas es un gran momento en mi vida; y es un honor para mí que hoy lleve puesto este chal que perteneciera a la difunta Benazir Bhutto. No sé por dónde empezar mi discurso. No sé lo que la gente se esperaba que dijera, pero en primer lugar le agradezco a Dios, para quien todos somos iguales, y a cada persona que ha orado por mi rápida recuperación y una nueva vida. No puedo creer el mucho amor que la gente me ha demostrado. He recibido miles de tarjetas de buenos deseos y regalos de todo el mundo. ¡Gracias a todos ellos! Gracias a los niños cuyas palabras inocentes me han animado. Gracias a los ancianos cuyas oraciones me fortalecieron. Me gustaría dar las gracias a las enfermeras, médicos y al personal de los hospitales de Pakistán y el Reino Unido y al Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, porque me han ayudado a mejorar y recuperar mi fuerza. Apoyo plenamente al Secretario General de la ONU, Sr. Ban Ki-moon, en su Primera Iniciativa de Educación Global y el trabajo del enviado especial de la ONU para la Educación Global, Gordon Brown y al Honorable Presidente de la Asamblea General de la ONU, Vuk Jeremic. Les doy las gracias por el liderazgo que siguen mostrando. Inspiran a todos a la acción. Queridos hermanos y hermanas, recuerden una cosa: el Día de Malala no es mi día. Hoy es el día de cada mujer, cada niño y cada niña que ha levantado la voz por sus derechos. 
   Hay cientos de activistas de derechos humanos y de trabajadores sociales, que no sólo están hablando de sus derechos, sino que están luchando para lograr el objetivo de la paz, la educación y la igualdad. Miles de personas han sido asesinadas por los terroristas y millones han resultado heridas. Yo sólo soy una de ellas: así que aquí estoy. Aquí estoy, una niña, entre muchas otras. No hablo por mí, sino por aquellos que no tienen voz se puedan hacer oír: aquellos que han luchado por sus derechos. Su derecho a vivir en paz. Su derecho a ser tratados con dignidad. Su derecho a la igualdad de oportunidades. Su derecho a la educación.
   Queridos amigos, el 9 de octubre de 2012, un talibán me disparó en el lado izquierdo de la cabeza; dispararon a mis amigos, también. Pensaban que las balas nos iban a callar, pero fracasaron. Y de ese silencio surgieron miles de voces. Los terroristas pensaban que iban a cambiar mis objetivos y hacerme dejar mis ambiciones. Pero nada ha cambiado en mi vida, excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza murieron. Nació la Fuerza, el poder, el coraje. Yo soy la misma Malala: Mis ambiciones son las mismas, mis esperanzas son las mismas. Y mis sueños son los mismos.
   Queridos hermanos y hermanas: no estoy en contra de nadie. Tampoco estoy aquí para hablar en términos de venganza personal contra los talibán o cualquier otro grupo terrorista. Estoy aquí para hablar en nombre del derecho a la educación de todos los niños. Quiero educación para los hijos e hijas de los talibán y los terroristas y extremistas. Ni siquiera odio al talibán que me disparó. Incluso si tuviera un arma en la mano y él estuviera de pie frente a mí, no le dispararía. Esta es la compasión que he aprendido de Mahoma, el profeta de la misericordia, Jesucristo y Buda. Este es el legado de los cambios que he heredado de Martin Luther King, Nelson Mandela y Mohammed Ali Jinnah. Esta es la filosofía de la no violencia que he aprendido de Gandhi, Bacha Khan y la Madre Teresa. Y este es el perdón que he aprendido de mi padre y de mi madre. Esto es lo que mi alma me dice: estar en paz y amor con todos. Queridos hermanos y hermanas, nos damos cuenta de la importancia de la luz cuando vemos oscuridad. Nos damos cuenta de la importancia de nuestra voz cuando somos silenciados. De la misma manera, cuando estábamos en Swat, al norte de Pakistán, nos dimos cuenta de la importancia de los lápices y libros cuando vimos las armas. El sabio dijo: “La pluma es más poderosa que la espada.” Es cierto. Los extremistas tienen miedo a los libros y bolígrafos. El poder de la educación les da miedo. Tienen miedo de las mujeres. El poder de la voz de las mujeres les da miedo. Esto es por qué mataron a 14 estudiantes inocentes en el reciente ataque en Quetta. Y es por eso que matan a las maestras. Es por eso que están destruyendo escuelas todos los días: porque tienen miedo al cambio y a la igualdad que llevaremos a nuestra sociedad. Recuerdo que un chico en la escuela, al que un periodista preguntó por qué los talibán estaban en contra de la educación, respondió muy simplemente apuntando hacia un libro: “un talibán no sabe lo que está escrito en el interior de este libro.”
   Ellos piensan que Dios es un ser minúsculo y conservador que apuntaría un arma a la cabeza de la gente sólo porque van a la escuela. Estos terroristas están haciendo mal uso del nombre del Islam para su propio beneficio personal. Pakistán es un país amante de la paz y democracia. Los Pastunes quieren educación para sus hijas e hijos. El Islam es una religión de paz, humanidad y fraternidad. Es deber y responsabilidad de cada uno el conseguir educación para todos los niños, eso es lo que dice. 
   La paz es una necesidad para la educación. En muchas partes del mundo, especialmente en Pakistán y Afganistán, el terrorismo, la guerra y los conflictos impiden que los niños asistan a la escuela. Estamos muy cansados de estas guerras. Las mujeres y los niños sufren de muchas maneras en demasiadas partes del mundo. En India, niños inocentes y pobres son víctimas del trabajo infantil. Muchas escuelas han sido destruidas en Nigeria. La gente en Afganistán se ha visto afectada por el extremismo. Las niñas tienen que hacer el trabajo infantil doméstico y se ven obligadas a casarse a una edad temprana. La pobreza, la ignorancia, la injusticia, el racismo y la privación de sus derechos básicos son los principales problemas que enfrentan mujeres y hombres. Hoy me estoy centrando en los derechos de la mujer y la educación de las niñas, ya que ellas son las más afectadas. Hubo un tiempo en que las activistas pidieron a los hombres que lucharan por ellas. Pero esta vez vamos a hacerlo por nosotras mismas. No estoy diciendo que los hombres se aparten de hablar sobre los derechos de la mujer; me estoy enfocando en que las mujeres sean independientes y luchen por sí mismas. Así que, queridos hermanos y hermanas, ahora es el momento de hablar. Hoy hacemos un llamado a los líderes mundiales para que cambien sus políticas estratégicas en favor de la paz y la prosperidad. Hacemos un llamado a los líderes mundiales para que todos estos acuerdos deban proteger a las mujeres y los derechos de los niños. Un acuerdo que va en contra de los derechos de las mujeres es inaceptable. Hacemos un llamamiento a todos los gobiernos a garantizar la educación gratuita y obligatoria en todo el mundo, para todos los niños. Instamos a todos los gobiernos para luchar contra el terrorismo y la violencia, a proteger a los niños de la brutalidad y el daño. Hacemos un llamado a los países desarrollados para que apoyen la expansión de las oportunidades de educación para las niñas en el mundo en desarrollo. Hacemos un llamado a todas las comunidades a ser tolerantes, a rechazar los prejuicios por motivos de casta, credo, secta, color o religión asegurando la libertad y la igualdad para las mujeres, para que puedan prosperar. No todos podremos tener éxito si la mitad de nosotros somos refrenados. Hacemos un llamado a nuestros hermanas de todo el mundo para ser valientes, para asumir la fuerza dentro de sí mismas y desarrollar todo su potencial.
   Queridos hermanos y hermanas, queremos escuelas y educación para un futuro brillante de todos los niños. Continuaremos el camino a nuestro destino de paz y educación. Nadie nos puede parar. Hablaremos a favor de nuestros derechos y vamos a traer el cambio con nuestra voz. Creemos en el poder y la fuerza de nuestras palabras. Nuestras palabras pueden cambiar el mundo entero porque lo haremos todos juntos, unidos por la causa de la educación. Y si queremos lograr nuestro objetivo, entonces tenemos que empoderarnos a nosotros mismos con el arma del conocimiento y nos protegeremos con unidad y fraternidad. Queridos hermanos y hermanas: no debemos olvidar que millones de personas sufren de pobreza, injusticia e ignorancia. No hay que olvidar que millones de niños están fuera de sus escuelas. No debemos olvidar que nuestros hermanos y hermanas están esperando por un futuro pacífico y luminoso. Libraremos una lucha gloriosa contra el analfabetismo, la pobreza y el terrorismo; tomaremos nuestros libros y lápices porque son armas más poderosas.
   Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución. Educación primero. 
   Gracias.