EL PEZ VOLADOR, Hipólito G. Navarro

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HIPÓLITO G. NAVARRO, El pez volador, Páginas de Espuma, Madrid, 2016 (2008), 184 páginas.

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Javier Sáez de Ibarra cumple lo prometido en El vuelo del pez. Una introducción a los cuentos de Hipólito G. Navarro (pp. 9-24). El lector obtiene una idea cabal de la singularidad narrativa del siempre lúdico y profundo narrador onubense. Sus narraciones —dice Ibarra— se sostienen «en una tensión que exige al lector una atención máxima, ya que un nombre, un adjetivo, la construcción de una frase o una referencia dicha como de pasada pueden resultar decisivos. Su prosa rigurosa ha de leerse con el mismo rigor con que se escribió».
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PENÚLTIMO APRENDIZAJE

   Sergio es el primero que lo sabe: quienes flotan en las piscinas como los gatos de escayola hacen siempre un buen papelón en el chalé de los amigos. Por si fuera poca certeza, sabe además que todo el brillo de su charla de sobremesa termina por apagarse apenas se quita la ropa, cuando aparece fantasmal una figura no clasificada aún en las categorías más comunes o estandarizadas. Ni atlético ni pícnico, ni asténico siquiera, del conjunto de músculos y huesos de Sergio podría decirse acaso que posee una belleza cubista, para emplear ese socorrido adjetivo que aplicado a la anatomía de un individuo la sitúa siempre más o menos por los alrededores de Avignon.
   Soporta Sergio las risitas como puede, acostumbrado a ellas desde niño, sabiendo que lo peor está todavía por llegar.
   -¿No te bañas? -preguntan a coro los amigos.
   -Sí, un poco más tarde; es que estoy aún en digestión -argumenta Sergio, dándole nerviosas vueltas a la perolilla imaginaria de un reloj digital water resistant.
   -¡En digestión!... Hemos comido todos a la vez, y luego no has parado de hablar en las tres últimas horas, por si no lo sabes.
   Admira Sergio la manera de establecer contacto con lo húmedo que tienen los amigos, saltando al centro de la piscina sin pensarlo, como cuchillos que se hundieran en un flan. Mientras, él va entrando poco a poco, peldaño a peldaño, por una escalerilla de tubos que resbalan peligrosamente, y se detiene cuando el agua llega a la altura de sus partes contratantes, peleadas desde siempre con toda clase de frialdad. Así, desde ese nivel, puede comprobar cómo algunos cubren quince envidiables largos sin respirar apenas.
   -Venga, hombre, que está buenísima.
   Al final no tiene más remedio que penetrar. Una penetración entre comillas, obviamente. El primer baño de Sergio se reduce a darle una ridícula vuelta a la piscina, bien agarrado al borde, mientras sus amigos ríen y lo martirizan con la broma sempiterna de todos los veranos:
   -Lo ibas a tener muy crudo tú, de cartero en Venecia.
   Esa mofa repetida desencadena no obstante, de manera inevitable, muchos y muy variados comentarios viajeros, peregrinos, que desvían la atención de los amigos. Su torpeza, le parece a Sergio, pasa entonces más inadvertida.
   Se va soltando poco a poco, con la misma lentitud con que el agua parece adquirir la consistencia de un caldo.
   Ellos salen sin apenas una arruga, y Sergio acepta como cada verano el reto de quedarse solo para practicar un poco más donde no cubre.
   Cafés. Infusiones.
   Cuando llega el fin de la tarde, con los whiskies y el colofón de la puesta de sol sobre los árboles frutales, todavía una bonita e intensa ensoñación los embarga a todos. En ella intervienen canales, palacios y góndolas en diferentes proporciones.
   Sergio flota ahora mansamente y en silencio sobre el agua, desaparecido por completo el exceso de prudencia que agarrotó a sus músculos durante las primeras horas. Un pájaro negro y enorme, planeando con las alas extendidas, cruza muy despacio por el cielo. Durante una fracción de segundo, Sergio en la piscina ha sido su exacto reflejo sobre el agua.

CLUB COLUMBIA, Daniel Higiénico

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DANIEL HIGIÉNICO, Club Columbia. 50 microthrillers, 2015, 108 páginas.

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DOS CUERPOS DESNUDOS

   Lo perseguí cuatro manzanas antes de que se encontrara con ella. Me acerqué todo lo posible sin que me viera y observé su traje nuevo, ese traje nuevo que se compró para lucirlo con Mary, mi mujer.
   Estaba decidido. Aquella sería la noche.
   Los encontré follando en la habitación de un motel.
   Se asustaron mucho cuando abrí la puerta de una patada. Estaba excitado. Pero antes de disparar, miré el escenario. Dos cuerpos desnudos sobre una cama cutre. Ella, a cuatropatas. Él, a punto de penetrarla.
   Mary gritó que me calmara, que no cometiera una locura. Y en ese momento me di cuenta de que aquella infidelidad me daba igual, que en realidad no soportaba a mi esposa.
Eché la foto... y me fui a casa.

DIARIO DE VIDA DE UN FUNCIONARIO PÚBLICO A HONORARIOS, Pedro Guillermo Jara

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PEDRO GUILLERMO JARA, Diario de vida de un funcionario público a honorarios, Serifa Ediciones, Valdivia, 2016.

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EL ESPACIO SAGRADO

   Con mi colega compartimos un rectángulo de 7 metros cuadrados. Nuestros escritorios y cuerpos se rozan institucionalmente. Mientras escribo escucho cómo fluye dulcemente la menstruación de mi colega. Ella seguramente escucha cómo se reproducen mis espermas con su sonido de tuercas. En algunas oportunidades nuestros cuerpos se encuentran en el roce: rozo sus senos, erectos, firmes, enhiestos; rozo sus nalgas redondas, adivino el color de su calzón. Me excito institucionalmente. Y ella roza mis muslos, mi pene y se excita institucionalmente. Nuestros labios flotan como mariposas en esta danza. Pero no decimos nada, apenas “disculpa” y nuestros viajes se entrecruzan dentro de este rectángulo de 7 metros cuadrados, con papeles y timbres en nuestras manos.

100 COSAS QUE TIENES QUE SABER DE LA ÓPERA, David Puertas Esteve & Jaume Radrigales Babí

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DAVID PUERTAS ESTEVE & JAUME RADRIGALES BABÍ, 100 cosas que tienes que saber de la ópera, Lectio Ediciones, Barcelona, 2016, 232 páginas.

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En la Obertura (pp. 11-12) a este libro subtitulado Mitos y leyendas del espectáculo más grande de todos los tiempos, Puertas y Radrigales advierten: esta lectura no puede distraer de «lo que realmente importa: ¡ir a la ópera!» 
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Y LA ZARZUELA... ¿QUE?


   A parte de cuatro títulos mal contados, la ópera española no ha triunfado. Sí que lo han hecho, en cambio, óperas sobre temas españoles o ambientadas en España, como algunas de las más conocidas de la historia: Carmen de Bizet, El barbero de Sevilla de Rossini, Fidelio de Beethoven o Don Giovani de Mozart. Pero los compositores españoles se han dedicado a un género lírico más popular, la opereta autóctona, denominada zarzuela. Y no es que en España no guste la ópera: de hecho, siempre ha gustado... ¡y mucho! Primero nos gustó la ópera italiana y nuestros reyes y nobles importaban artistas de aquellas tierras, incluidos los compositores. Los Borbones llegaron a fichar a Farinelli, il castrato más famoso de todos los tiempos, y lo tuvieron viviendo en Madrid más de veinte años. Ya a finales del siglo XIX nos cogió por el wagnerismo y no había nada mejor que una buena dosis de ópera de Wagner para pasar la tarde. Pero de las óperas escritas por los compositores locales... nada de nada. Es sintomático que La vida breve (1913), una ópera escrita por Manuel de Falla, el compositor español más reconocido a nivel internacional. se tuviera que estrenar en París traducida al francés, a pesar de haber sido galardonada con el primer premio del concurso de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid.
   Dicen que el nombre del Palacio de la Zarzuela de Madrid viene dado por la cantidad de “zarzas” que había en aquel paraje. Y también dicen que, como a los reyes que lo ocupaban en el siglo XVII les gustaba mucho distraerse con obras de teatro musical, las compañías iban al palacio a representarlas para ellos y su corte. Por eso aquellas obras de teatro musical, medio cantadas y medio habladas, empezaron a ser denominadas zarzuelas.
   Uno de los primeros autores dramáticos que puso su talento al servicio de la zarzuela fue Pedro Calderón de la Barca, que, en la segunda mitad del siglo XVII, ya había escrito una buena colección. Los aristócratas preferían las zarzuelas de temática mitológica o legendaria, pero este género había nacido para estar al servicio del pueblo y las zarzuelas de tema popular pronto fueron las de más éxito. Entre los años 1670 y 1700, la zarzuela disfrutó de un período de esplendor que hizo que las representaciones de zarzuelas se exportaran fuera de Madrid y se hicieran representaciones en Valencia, Zaragoza o Barcelona. La llegada de Felipe V, sin embargo, hizo entrar en crisis la zarzuela. El rey llegaba con una cultura muy italianizada —con Farinelli como estrella invitada— y para la zarzuela fue un golpe terrible.
   Después de este período de crisis en el que la zarzuela luchó en desigual batalla con la ópera italiana, el castizo género madrileño renació a mediados del siglo XIX y su brillo se extendió hasta muy entrado el siglo XX. Autores como Asenjo Barbieri, Pablo Sorozábal, Federico Chueca, Tomás Bretón, Jacinto Guerrero, Ruperto Chapí y tantos otros hicieron de este género el espectáculo musical con más seguidores de todo el país. Hombres y mujeres de todas las edades y condiciones corrían a presenciar los estrenos para disfrutar de las melodías pegadizas, las historias próximas y las dosis de buen humor que desprendían estas obras.
   A partir del último cuarto del siglo XIX apareció una nueva “modalidad” de zarzuela caracterizada por su brevedad. Debido al elevado precio que había que pagar para poder entrar en el Teatro de la Zarzuela otro escenario madrileño (el Teatro de Variedades) ideó el llamado teatro por horas: cada tarde se ofrecían consecutivamente cuatro obras de una duración aproximada de una hora cada una. Así, el público podía escoger entre presenciar una sola zarzuela (y pagar una entrada muy asequible), o pagar un poco más y ver dos, tres o las cuatro. Así nació lo que se denominó género chico, nombre que a menudo se ha asociado a las zarzuelas en general, aunque inicialmente sólo hacía referencia a las zarzuelas de corta duración, en contraposición al nombre zarzuela grande. A partir de 1910 renació otra vez “la grande”, pero la popularidad de la zarzuela como género se fue apagando poco a poco hasta mediados del siglo XX.

LA BOCA DE LA TIERRA, Manuel Rivas

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MANUEL RIVAS, La boca de la tierra, Visor, Madrid, 2015, 180 páginas.

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Rivas se encarga de la traducción de su poemario en el que deleita al lector con una colección de poemas breves, haikus libres.
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La primera telaraña
Caza la gota
Donde tiembla el alba.

DIARIOS 1999-2003, Iñaki Uriarte

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IÑAKI URIARTE, Diarios 1999-2003, Pepitas de Calabaza, Logroño, 2010, 192 páginas.

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Huyo de desarrollar las ideas. Como si tuviera miedo, impaciencia, pereza, incapacidad para la lentitud. Sólo es falta de talento. No sé quién ha dicho que escribir es hablar sin ser interrumpido. Pero yo me interrumpo de continuo a mí mismo. Tampoco soy lo suficientemente charlatán, ni me gusta mucho escucharme. Hablo a trompicones. Escribo de la misma manera. Y como dijo Machado: «Nunca estoy más cerca de pensar una cosa que cuando he escrito lo contrario.»
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Hay gente que lleva sus rencores, envidias y resentimientos a flor de piel. Hay otros que los esconden y se esfuerzan por parecer que no los tienen, y de pronto les traicionan y surgen como serpientes o conejos entre la hierba.
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Los hombres creyeron primero en Dios, luego dejaron de hacerlo y comenzaron a creer en cosas como la Razón, la Historia, el Progreso. Ahora empiezan a no creer ni en ellas. Algo me suena mal en este resumen. Es un poco raro que la historia de siglos de la Humanidad coincida con mi historia personal.
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Que la literatura es un arte en decadencia lo demuestra el significado habitual al que ha llegado el término «literario». Hace tiempo que «poético» quiere decir cursi, y «teatral» equivale a «afectado», pero ahora empieza a estar claro que el epíteto «literario» significa estrictamente «pelmazo».
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No sólo tiene los pies en la tierra, sino todo el cuerpo, como las serpientes.
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Uno de los secretos del placer estético que produce la naturaleza es que no hay gente.
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Con qué poco reconocimiento me conformo. Eso es un suerte inmensa. Sin embargo, qué mal soporto las críticas. Por eso, no la búsqueda de alabanzas, sino la huida de las censuras, ha sido uno de los impulsos básicos de mi vida.

LOS DÍAS HÁBILES, Pedro Herrero

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PEDRO HERRERO, Los días hábiles, Serial, Barcelona, 2016, 193 páginas.

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LAS OLAS

   Aquella tarde, al volver del mercado con la cesta de la compra, la vecina del entresuelo halló en su buzón la disculpa de un antiguo pretendiente por no haber acudido a la cita que habían acordado mucho tiempo atrás, escrita a mano en una nota que acabó finalmente en el cubo de la basura, desmenuzada junto a varias facturas domésticas y folletos de publicidad, tras pasar unos días en la repisa del recibidor, donde la anciana señora la leyó al fin sin enterarse de nada por culpa de las cataratas, y por lo tanto sin experimentar emoción alguna después de tantos años en los que, de vez en cuando, se acordaba de aquel novio que la dejó plantada una vez, y reía y lloraba con cierta frecuencia sin saber exactamente por qué, o alternaba largos períodos de indiferencia o resignación ante los avatares que (pensaba ella) acudían prestos sin que nadie los llamara, como las olas en la playa, a la que bajaba a menudo a consolarse para intentar olvidar la tremenda decepción que la quemaba por dentro, y casi la volvía loca, cuando se convenció de que nunca volvería a verlo y no se lo podía creer, mientras esperaba como una tonta, de pie en la parada del autobús, con su ropa en una pequeña maleta y su corazón desbocado, aquella tarde en la que habían quedado los dos en irse a vivir muy lejos.

DONDE LE DIJE ADIÓS, Kalton Harold Bruhl

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KALTON HAROLD BRUHL, Donde le dije adiós, Perseo, Tegucigalpa, 2014, 78 páginas.

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TAROT

   Cuando una mano descarnada se posó sobre su hombro, la vieja adivina supo que ya no era necesario voltear la última carta. 

TUBERÍAS, Etgar Keret

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ETGAR KERET, Tuberías, Siruela, Madrid, 2016, 220 páginas.

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FELIZ CUMPLEAÑOS

   El autobús se para, el conductor te sonríe, los cristales de las ventanillas brillan y el dinero es calderilla.
   El único asiento individual libre del lado izquierdo es el último, como si te lo hubieran reservado, el que tú prefieres, con el cristal detrás. El autobús circula, los semáforos se ponen en verde y el chico que come pipas guarda las cáscaras en una bolsita.
   Hoy, el viejo revisor no quiere el billete; solo se toca el borde de la gorra y amablemente te desea un buen día.
   Y lo será. Porque es tu cumpleaños. Eres inteligente, guapa y tienes toda la vida por delante. Faltan cuatro paradas. Tocarás la campanilla y el conductor parará especialmente para ti.

   Bajarás del autobús, nadie te apremiará y la puerta no se cerrará hasta que estés lejos. El autobús arrancará, la gente se alegrará por ti y el chico de las pipas te saludará con la mano hasta que el bus desaparezca, sin pretexto ni motivo.
   No hace falta ningún motivo: es tu cumpleaños, un día en el que pasan cosas agradables. El cachorro que corre hacia ti moverá la cola cuando lo acaricies, incluso los perros saben distinguir los días de fiesta.

   En vuestra casa la gente esperará a oscuras detrás de los preciosos muebles que tú misma elegiste. Cuando abras la puerta, darán un salto de sorpresa. Exactamente como debe ser en las fiestas sorpresa.
   Estarán todos, los que has amado, los más queridos, los más importantes. Te traerán regalos que han comprado o inventado. Regalos imaginativos y también objetos prácticos.
   Los graciosos entretendrán, los inteligentes ilustrarán, hasta los melancólicos sonreirán de verdad. La comida será fantástica; después servirán fresas y, por último, un batido de vainilla de la mejor heladería de la ciudad.
   Pondrán un disco de Keith Jarrett, y todos lo escucharán; luego otro de Satie, y nadie se sentirá triste. Esta tarde, los que están solos se sentirán acompañados, y nadie preguntará «¿Cuánto azúcar?», porque todos se conocerán.
   Al final se marcharán. Los que quieras te besarán, y los que no... te estrecharán la mano. Solo quedará él, el hombre con el que vives, más apuesto y comprensivo que nunca.
   Si lo deseas, haréis el amor, o te masajeará el cuerpo con un aceite preparado según una fórmula especial. Si se lo pides, atenuará la luz de la lámpara, y os quedaréis sentados y abrazados en silencio, esperando el amanecer.
   Esta tarde mágica, yo también estaré allí, tomaré un batido de vainilla, sonreiré de verdad, probaré la fantástica comida. Y antes de irme, si quieres, te besaré, o tal vez simplemente te estreche la mano.

ÚLTIMOS TESTIGOS, Svetlana Alexiévich

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SVETLANA ALEXIÉVICH, Últimos testigos, Debate, Barcelona, 2016, 334 páginas.

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Alexiévich recoge en este libro publicado hace treinta años los testimonios de los niños huérfanos de la Segunda Guerra Mundial que traducen al español Zahara García González y Yulia Dobrovolskaya. 
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Y SE PONÍA A LLORAR PORQUE ÉL, NO ESTABA CUANDO VIVÍA PAPÁ…

Larisa Lisóvskaia, seis años  [Actualmente es bibliotecaria]

   Tengo a mi padre en la memoria… Y a mi hermanito…
   Mi padre estaba en la guerrilla. Los nazis lo apresaron y lo fusilaron. Unas mujeres le dijeron a mi madre dónde los habían ejecutado, a mi padre y a los demás hombres. Mi madre fue corriendo hasta donde estaban los cuerpos… Durante toda la vida, mi madre siguió recordando el frío que hacía, decía que en los charcos había una costra de hielo. Ellos solo llevaban puestos los calcetines…
   Mamá estaba embarazada. Llevaba dentro a nuestro hermanito.
   Teníamos que escondernos. Los alemanes arrestaban a los familiares de los partisanos. Detenían a familias enteras, a los niños también. Se llevaban a la gente en camiones con cubierta de lona…
   Estuvimos mucho tiempo escondidas en el sótano de los vecinos. Empezaba la primavera… Nos tumbábamos encima de las patatas, los tubérculos brotaban… Te quedabas dormida, por la noche salía un brote y te hacía cosquillas en la nariz. Como si fuera un bichito. Los bichos vivían en mis bolsillos. En mis calcetines. No me daban miedo, ni de día ni de noche.
   Un día salimos del sótano y mamá dio a luz al hermanito. Creció, empezó a hablar. Nosotras recordábamos a papá:
   —Papá era alto…
   —Era fuerte… ¡Cómo me lanzaba al aire!
   Eso decíamos mi hermana y yo, y un día nuestro hermanito preguntó:
   —Y yo, ¿dónde estaba?
   —Tú aún no estabas…
   Y se ponía a llorar porque él no estaba cuando vivía papá…

CUENTOS DIFRENTES PARA NIÑOS DIFERENTES, María Bautista & Raquel Blázquez

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MARÍA BAUTISTA & RAQUEL BLÁZQUEZ, Cuentos diferentes para niños diferentes, Cuento a la vista, Madrid, 2013, 104 páginas.

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 María Bautista escribe y Raquel Blázquez  ilustra estos cuentos para aquelllos niños diferentes «que son únicos».
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 LA FAROLA DORMILONA
   Las farolas, como buenas farolas, trabajaban por la noche y dormían por el día. Por eso, cuando llegaba el sol, cerraban sus ojos y no volvían a abrirlos hasta que oscurecía. Entonces sus ojos, llenos de luz, se encendían para iluminar las calles.
   Así era su vida y siempre había sido así: a las farolas les gustaba la noche, las calles vacías, la ciudad durmiendo y la luna en lo más alto presidiendo el cielo. Y así había sido siempre hasta que llegó al parque de la ciudad una farola nueva. No era como las demás: tenía curiosidad y quería descubrir qué pasaba en la ciudad durante el día.
   —¿Nunca os habéis quedado despiertas hasta el mediodía? —preguntaba sorprendida la nueva farola.
   — ¿Para qué? Nuestra función es iluminar la noche.
   — Claro, si nos encendiéramos de día, la gente pensaría que estamos estropeadas.
   —Y acabarían por dejarnos sin trabajo, ya que no seríamos para ellos más que un gasto de electricidad innecesario.
   Pero aquellos argumentos no convencieron a la nueva farola, que un amanecer, en vez de apagarse como el resto, decidió seguir encendida. Lo que vio la dejó maravillada. Durante el día, las vacías calles se llenaban de gente y de actividad. Los pájaros cantaban alegres, los niños correteaban por el parque. ¡Todo era mucho más entretenido que durante la noche! La farola lo tuvo claro: nunca más trabajaría de noche, ¡vaya aburrimiento!
   Así que sus compañeras del parque comenzaron a llamarla la farola dormilona porque se pasaba la noche durmiendo y por el día, cuando nadie necesitaba de su luz, se mantenía encendida y brillante. Y cada vez que una de sus compañeras trataba de convencerla para que volviera a trabajar de noche, la farola dormilona contestaba lo mismo:
   — Pero es que la noche es tan aburrida. ¡Nunca pasa nada!
   Hasta que un día llegó al parque un viejo búho. Se había escapado del bosque porque sus ojos cansados ya no podían ver en la oscuridad como antes.
   — Vete a la ciudad —le habían dicho sus amigos—. Allí siempre hay luz, incluso de noche.
   Así que el viejo búho había cogido todas sus pertenencias, pocas, la verdad, pues no era animal de acumular cosas, y había llegado hasta el parque donde vivía la farola dormilona. Tal y como era su costumbre, durmió todo el día y por la noche, al abrir los ojos, se encontró con aquella cálida luz de las farolas. Tan feliz estaba con aquel resplandor que permitía ver a sus ojos gastados que se puso a ulular.
   Cuando comenzó a amanecer y la farola dormilona se despertó, se sorprendió mucho al ver al resto de farolas tan excitadas. No paraban de hablar acerca de la belleza y singularidad de aquel canto del búho, tan diferente a lo que habían escuchado hasta entonces. La farola dormilona, siempre tan curiosa, no pudo evitar interesarse por aquello:
   — ¿De verdad es tan extraño ese canto?
   — Es increíble, estoy deseando que llegue la noche solo para oírlo.
   — Pero ¿ese tal búho no puede cantar por las mañanas?
   — No, si quieres escucharlo tendrás que quedarte despierta por la noche como todas las demás.
  Tanto le picó la curiosidad a la farola dormilona que la siguiente noche, en contra de su costumbre, permaneció con sus dos ojos luminosos abiertos. Hacía tanto que no trabajaba de noche que casi había olvidado la belleza de la luna y el sonido de los grillos entre los arbustos. Pero lo que más le sorprendió fue aquel canto profundo del viejo búho. ¡Era precioso!
   A la mañana siguiente estaba tan cansada, después de haberse mantenido despierta tantas horas, que no le quedó más remedio que dormir y dormir. Hasta que llegó la oscuridad y sus ojos se abrieron para iluminar la noche y escuchar el sonido del búho. Poco a poco la farola fue acostumbrándose a vivir así, disfrutando de los pequeños detalles, aprendiendo a observar las estrellas en el cielo, a diferenciar los sonidos misteriosos de la noche o a cantar con el búho. Con el tiempo abandonó para siempre el día y nunca más fue una farola dormilona.
   Sin embargo, es posible que algún día, si sois observadores, descubráis una farola iluminada durante el día. Si es así, no penséis que es una farola defectuosa, ¡qué va! Se trata de la farola dormilona que siente nostalgia del día y de vez en cuando abre los ojos para volver a disfrutar del ruido de la ciudad y de los niños en el parque.






ULTRAMAR, Rubén Santiago

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RUBÉN SANTIAGO, Ultramar: Historias del mar en forma de microrrelatos, Malbec, Cartagena, 2016, 150 páginas.

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AÑO 4000 ANTES DE CRISTO

   En Mesopotamia inventaron la vela para los barcos. Los persas surcaron entonces las aguas del Tigris y el Éufrates. La humanidad avanzaba. En la actualidad, con esas mismas telas, las mujeres se cubren por completo, y el viento, en vez de soplar en ellas, balancea los cuerpos de hombres enamorados que cuelgan de las grúas. Se reportan serias sospechas de caminos errados en las relaciones humanas. 

ILUSTRES DESCONOCIDOS, Paloma Díaz-Mas

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PALOMA DÍAZ-MAS, Ilustres desconocidos, Agilice Digital, Valladolid, 2014.

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EL ANACORETA DEL CEMENTERIO DE AUTOMÓVILES 

   El viejo anacoreta vive en el rincón más oculto del triste cementerio de automóviles. Está medio desnudo. 
   —Ya he renunciado a todos los bienes: a la casa, a la familia, a la sociedad y la compañía de los hombres, a las riquezas y al dinero. Para no tener ni siquiera el placer de vivir en un lugar fijo, en mi lugar, cada noche duermo bajo un coche distinto. Ya nada me pertenece, y por eso he alcanzado la máxima perfección. 
   —Tienes todavía tu cuerpo: tus ojos para ver, tus manos para tocar, tus oídos para oír. 
   —Pero solo los tengo prestados. He vendido mi cadáver a la Facultad de Medicina, para que los alumnos practiquen con él cuando yo muera. Mi cuerpo les pertenece. 

RELATOS Y POEMAS BREVES PARA GENTE SIN TIEMPO, Rafael García Crisóstomo

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RAFAEL GARCÍA CRISÓSTOMORelatos y poemas breves para gente sin tiempo, Bubok, 2016, 86 páginas.

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YO LO PODÍA VER...

   El tren pasaba una y otra vez. Yo lo podía ver desde mi terraza. Cuando recibía visitas, y hablo sobre todo de los cumpleaños de la infancia, ver pasar el tren desde la terraza era la principal atracción. Ni tartas ni piñatas, el tren. Cuando dormía, me despertaba con ese sonido tan característico, que a veces se mezclaba con el sonido armónico de la corneta, ya fuese diana o bandera, sonido también cercano aunque del lado opuesto, sonido que también murió con los años, murió de viejo. Y el tren seguía pasando. Una y otra vez. Yo lo podía ver desde mi terraza, desde mis ventanas. Pero a no sé muy bien quién le molestaba. Sería el ruido, lo primero que pensé. Pero toda mi vida había estudiado y preparado exámenes bajo ese «ruido» y yo nunca me había quejado, más bien lo contrario. Para mí formaba parte de mi existencia. Luego empecé a oír que las vías al aire libre dejaban incomunicadas dos partes del barrio, una a cada lado, que provocaban una «brecha». Pero para mí nunca había sido un problema, pues el camino se hacía igualmente aunque se tardase un poquito más, no había prisa. Yo no entendía nada. Un día desperté con toda la zona acordonada. Era el fin. Días después, enormes planchas de hormigón empezaron a taparlo todo, muy poco a poco. Yo mientras podía seguía disfrutando de mis privilegiadas vistas, aun sabiendo que sus minutos estaban contados. Hoy, allí, hay una especie de parque. Pero ya nada es igual. «Es el progreso», dicen los que entienden. Yo siempre recuerdo el tren pasando una y otra vez. Yo lo podía ver desde mi terraza. 

100 JOYAS DE LA LITERATURA INFANTIL ILUSTRADA, Martin Salisbury

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MARTIN SALISBURY, 100 joyas de la literatura infantil ilustrada, Blume, Barcelona, 2015, 216 páginas.

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En la Introducción (p. 9) Salisbury aclara que en los 100 álbumes elegidos pesa más que la parte literaria «la calidad del dibujo y el diseño». Un gozo para la vista también de los adultos.
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  TED HUGHES, Under the North Star, Faber & Faber, Londres/Boston, 1981.
Ejemplar: 1ª edición. 285 / 200 mm. Ilustrado por Léonard Baskin.

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   En una conversación entre Ted Hughes y Léonard Baskin que grabó el fotógrafo y amigo común Noel Chanan en 1983, la cual sirve de base para el documental que rodó este último en 2009 acerca de la pareja, Baskin describe su dilatada relación laboral como una «afinidad»: una «relación de presencia» más que una «relación de influencia». Baskin desdeñaba la idea de la «ilustración» en el contexto de una poesía como la de Hughes, con el que entabló una relación casi simbiótica que les llevó a ambos a la creación de mundos paralelos de poesía verbal y visual en libros tales como Crow (Cuervo: de la vida y las canciones del Cuervo; 1970) y Cave BirdsAves de cueva»; 1978), ambos editados por Faber & Faber.
   Baskin nació en Nuevo Brunswick, Nueva Jersey, y pasó la mayor parte de su vida en Estados Unidos, si bien durante algunos años residió y trabajó en Reino Unido, cerca de la casa de Hughes, en Devon. Dio clases de grabado y escultura en el Smith College en Northampton, Massachusetts, de 1953 a 1974 (año en el que se marchó a Inglaterra). El libro que publicó en 1973 con el título de Hosie's AlphabetEl alfabeto de Hosie») obtuvo el Caldecott Honor Book de aquel año.
   En 1979, Hughes y Baskin emprendieron un viaje conjunto a lo que este último se refirió como la «auténtica tierra salvaje» del Baxter State Parke de Maine. Fue este viaje el que inspiró la creación de Under the North Star. En el, el poeta y el dibujante crearon letanías para las distintas especies animales que pueblan las tierras salvajes de Maine.

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THE GRIZZLY BEAR

I see a bear
Growing out of a bulb in wet soil licks its bLack tip
With a pink longue its little eyes
Open and see a present an enormous buiging mystery package
Over which it walks sniffing at seams
Digging at the wrapping overjoyed holding the joy off sniffing and scratching
Teasing itself with scrapings and lickings and the thought of it
And little sips of the ecstasy of it

O bear do not open your package
Sit on your backside and sunburn your belly
It is all there it has actually arrived
No matter how long you dawdle it cannot get away
Shamble about lazily laze there in the admiration of it
With all the insects it's attracted ail going crazy
And those others the squirrel with its pop-eyed amazement
The deer with its pop-eyed incredulity
The weasel pop-eyed with envy and trickery
All going mad for a share wave them off laze
Yawn and grin let your heart thump happily
Warm your shining cheek fur in the morning sun

You have got it everything for nothing

EL DECAMERÓN NEGRO, Leo Frobenius

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LEO FROBENIUS, El Decamerón negro, Ediciones del Viento, A Coruña, 2012, 392 páginas.

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En El otro Decamerón (pp. 9-11) Luis Alberto de Cuenca agradece al editor Eduardo Riestra la edición íntegra de esta colección de relatos recogidos de labios de los bardos de los pueblos del Sahel.
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EL HIJO MIMADO
Muntshi



Un hombre se casó. La mujer quedó embarazada. La mujer dio a luz a una criatura: era varón. La mujer se llevó el niño a la granja. El niño creció en la granja. Trabajaba siempre con la madre. El niño se convirtió en un joven fuerte. La madre le hacía siempre la comida y el joven trabajaba siempre en la granja. El joven se convirtió en un hombre grande y fuerte y la madre le daba siempre la comida y él trabajaba siempre en la granja de la madre.
Llegó gente a la granja. La gente vio al joven. La gente dijo: «¡Qué joven más grande y vigoroso!» La gente le preguntó al joven: «¿No quieres casarte?» El joven dijo: «No, sólo quiero tener comida y con mi madre tengo comida buena y suficiente.»
Un día el padre fue a la granja en donde el joven vivía con su madre. El padre le dijo al joven: «¿No quieres casarte para que puedas engendrar un hijo? ¡Ven, iremos juntos al pueblo!» El padre llevó al joven a su pueblo. El padre le cortó el cabello al hijo. Después que terminó de hacer esto, le dio hermosas perlas. Le colgó collares de perlas al cuello. Le colgó pulseras de perlas alrededor de los dedos de los pies y de los tobillos. Le puso hermosas pulseras en los brazos. Le untó el cuerpo con cintura roja. Le regaló un taparrabo nuevo. Después, el padre le dijo:«Ahora ve y elígete una mujer con la que puedas engendrar un hijo.»
El joven fue. Anduvo por aquí y por allá y miró a las muchachas. Encontró una que le gustó. La llevó a la casa de su padre. Le dijo a su padre: «¡Quiero casarme con esta muchacha!» El padre dijo: «Está bien.» El padre llevó al joven a una choza con la muchacha. El padre dijo: «Esta es tu casa. Entra con la muchacha y duerme con ella para que quede embarazada.» El joven entró con la muchacha. Pero cuando hubo acostado a la muchacha en la cama, salió y corrió a la granja de su madre. Le dijo a su madre: «Madre mía, tengo hambre, hazme una buena comida.» La madre le preparó comida al hijo. Entonces, él se quedó con ella.
La muchacha casada salió de su choza. La muchacha corrió adonde estaba el padre del joven y le dijo: «Tu hijo no ha dormido conmigo. Me llevó a la choza y después se escapó!» El padre se puso en camino. Fue a la granja de su mujer. Le preguntó a su mujer: «¿Está aquí mi hijo?» La madre dijo: «Sí, tu hijo está aquí. Vino anoche y dijo:“¡Madre mía! ¡Tengo hambre! ¡Hazme una buena comida!” Entonces. yo le preparé una buena comida. La comió y se quedó aquí.»
El padre dijo: «Mi hijo se casó ayer. Pero anoche no durmió con su mujer. Corrió junto a ti y te pidió comida. Eso es algo que hay que cambiar. Opino que, si vuelve por comida, le des sólo comida mala o no le des nada. Entonces, regresará con su mujer.» La madre dijo: «Así lo haré.» El padre se fue a la ciudad.
Al cabo de un tiempo, el joven fue adonde estaba su madre y le dijo:«¡Madre mía! ¡Tengo hambre! ¡Hazme una buena comida!» La madre dijo: «¿No te has casado ayer con una mujer?» El joven dijo: «Sí, ayer me casé con una mujer.» La madre dijo: «Si te has casado, entonces ve con tu mujer y haz que ella te prepare comida.» El joven fue. El joven fue adonde estaba su padre y le dijo: «¡Mi madre no me quiere dar más comida!» El padre dijo: «¿No te has casado ayer? ¿Dormiste ayer con tu mujer?» El joven dijo: «No, no dormí con mi mujer.» El padre dijo: «Entonces ve con tu mujer y duerme con ella. Después, dile que te prepare una buena comida. Entonces tu mujer también re dejará satisfecho.»
El joven se fue a su casa. Durmió con su mujer. Después la mujer se lavó y preparó una buena comida. El joven la contemplaba. La joven mujer le llevó la comida. El joven la comió. Cuando terminó de comer,le dijo a su mujer: «¡Entra en la casa! Quiero dormir de nuevo contigo.» Al poco tiempo la mujer estaba embarazada. Dio a luz a un niño. El padre debe educar a su hijo para que sea hombre y marido: pues con la madre sólo aprende a comer.

SUEÑOS DE UN ÍNDIGO, Jomar Cristóbal

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JOMAR CRISTÓBAL, Sueños de un índigo, Micrópolis, Lima, 2016.

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LA HORMIGA

   Hubo una hormiga que conoció la escritura, pero su colonia la rechazó por no ser una trabajadora como las demás. Ella empezó a escribir epopeyas, novelas y teatros hasta que un día renovó su escritura haciéndola tan diminuta como su tamaño, creando así un nuevo estilo. En su nostalgia antes de morir pensó que era la única diferente, no obstante al día siguiente de su deceso, aunque le hubiese gustado saberlo, la colonia decreta dos horas diarias para leer y escribir. La hormiga cansada de todo tocó el acordeón y expiró.

IMÁGENES EN FUGA DE ESPLENDOR Y TRISTEZA, Luis Antonio de Villena

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LUIS ANTONIO DE VILLENA, Imágenes en fuga de esplendor y tristeza, Visor, Madrid, 242 páginas.
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Los ciento dieciocho poemas que componen este libro constituyen un álbum de retratos, por eso no extraña que Túa Blesa lo considere «una autobiografía fragmentaria en poemas».
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SELFIE


¿Caerás, también tú, en la vacuidad de la autofoto? ¿Imaginas, sabes,
cuántos y cuántos autorretratos similares nada valen, inane chatarra de
papel? Y tú, que dices abominar de la basura contemporánea ¿caes
asimismo en esa sórdida adulación? No, soy muy mal fotógrafo, me
conoces, y la vanidad (sobre todo física) se la dejo a los demás, a los
que importan. Tú conoces que no estoy en tal. Como todo joven creí,
algún tiempo ido, que los viejos eran los otros. El joven no envejece
jamás, verdad y mentira imperial. Hasta que Pablo cae aterrado...
Intento hacerme una foto, para habituarme o declarar mi vergüenza.
Sí, este soy yo. Así de estropiciado y de triste y de solo. Ningún encanto.
Haber estado mucho tiempo con jóvenes, a menudo deslumbradores,
me pudo llevar a creerme uno de ellos, uno más, aunque de los menos
interesantes. Mas también es mentira, y total. En mí no hay ni rastros
de real juventud, y hasta la añoranza naufraga en lo vivo. Esta autofoto,
razonablemente mala (o sea, buena) me dirá que ya pertenezco a la vejez
y que tengo sus estigmas, sus manchas y sobre todo su tristeza total.
Esta foto es mi purgatorio. ¿Qué esperas tú, me dice, con tus ojos
cansados? ¿Transformar la realidad en algo menos real? ¿Qué alguno
de esos pajes o farautes transitorios tenga un rato compasión de vos?
¿Te falló el monedero? Mi penoso amigo, burla, búrlate bien, que
lo merezco. La Juventud sigue siendo estremecedora. Lo demás es
lo que sobra de la vida. Buen título a un vulgar autorretrato tosco.
No es bueno buscar en las minas de la ocasión perdida, y ellos
—ahora o antes— están fulgentes en otros retratos maravillosos...
Esta vulgaridad de la que tantos abusan (malos tiempos)
en mi sólo afirma la calamidad del momento, y trata de decir
—a quien corresponda— fácil no es, pero estoy casi dispuesto
a partir. Estoy en el andén final, lo sé, tarde lo que tarde el
tren. Miro los vencejos, la lluvia, a los chicos que huyen de casa
y me digo (les digo): Tened compasión de mi. Nada os turbe, seguid.
Vosotros todos sois la sola luz del mundo. Caediza, sí.
Pero ellos no lo saben y la ignorancia obsequia inmortalidad.
(Vacía autofoto necia. Sueña la vida. No queda más de más.)

ATLAS DE LAS CIUDADES PERDIDAS, Aude de Tocqueville

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AUDE DE TOCQUEVILLE, Atlas de las ciudades perdidas, GeoPlaneta, Barcelona, 2015, 146 páginas.
 
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En la introducción a este ameno libro ilustrado por Karin Doering-Froger, escribe De Tocqueville: «La ciudad perdida es poesía, sueño, decorado de nuestras pasiones y andanzas, y una metáfora de nuestras vidas.»
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TAIWÁN • 25º 14' N • 121° 31' E

SANZHI
«No future»

   Si algún día desembarcaron aliens en nuestro planeta, probablemente lo hicieron en la punta norte de Taiwan. Incluso habrían dejado a orillas del Pacífico dos bases para guardar sus platillos volantes. En realidad, los dos pueblos, aparecidos en 1978 y separados por unos 40 kilómetros, deben su existencia a unos promotores fanáticos del diseño futurista de la década de 1979, la de las sillas tulipa y los vestidos de Courrèges. Las dos nuevas poblaciones estaban concebidas como pueblos de vacaciones de lujo destinados a la burguesía taiwanesa y a las tropas americanas estacionadas en la isla. A 15 kilómetros de Taipei, al oeste, la localidad de Sanzhi se componía a ras de playa de unos quince racimos de seis ovnis de colores acidulados, amarillo, verde, azul, rosa, naranja, gigantescos Smarties reunidos y apilados alrededor de una escalera común. Abrían al mar sus amplios ventanales y rodeaban un frondoso jardín en el que unas piscinas equipadas con juegos y toboganes hubieran debido resonar con los gritos de los niños. Comenzado en 1978, el proyecto fue interrumpido dos años más tarde, incluso antes de acabar las obras. Las principales causas fueron la retirada de los marines en 1979 y la quiebra del constructor, un industrial del plástico, después de la crisis del petróleo. Tal vez hubo otra: los materiales utilizados, una piel moldeada de poliéster y de fibra de vidrio sobre una estructura de cemento armado, tan poco adaptados a los tórridos veranos como a los fríos inviernos y a la inestabilidad sísmica, no contribuyeron a la perennidad de la nueva ciudad. Confundidos por aquella arquitectura de libro de cómics que se deterioraba a toda velocidad, los taiwaneses destilaron sobre el abandono de las obras mil fascinantes leyendas: una serie de muertos o, mejor, de homicidios inexplicados entre los obreros, la presencia en el subsuelo de veinte mil cadáveres holandeses muertos en el siglo XVII, durante la primera colonización de la isla...
Hubo unanimidad en que el lugar estaba embrujado: la presencia de espíritus impedía cualquier intervención mientras que el lugar se transformaba en un triste campo de escombros. Ignorando el escándalo, las excavadoras arrasaron finalmente Sanzhi en el 2010... Queda el segundo pueblo, en Wanli, en la costa este. Olvidado al pie de grandes hoteles a la americana, reúne un centenar de las famosas finlandés Matti Suuronen, en los que se había inspirado Sanzhi. En 1968, el diseñador había creado dos modelos: la Futuro, circular, rodeada de ojos de buey, sostenida por cuatro pies y abierta mediante una trampilla como los aviones, y la Venturo, un cubo aplanado acristalado por los cuatro costados. Casas del futuro, equipadas y todo terreno, desmontables y transportables en helicóptero. Pero el parque de Wanli no tuvo más éxito que Sanzhi. Sólo el visitante pasea entre aquellos bungalós kitsch y deteriorados, rodeados de frondosa vegetación.


YO TAMBIÉN ME ACUERDO, Margo Glantz

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MARGO GLANTZ, Yo también me acuerdo, Sexto Piso, México, 2014, 384 páginas.

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Me acuerdo que sólo tuve una muñeca en mi infancia, a lo mejor es un recuerdo falso.
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Me acuerdo que en el círculo de amigos de Joseph Conrad se decía que su mujer Jessie era gorda, mecanógrafa y cocinera. Sus memorias demuestran que era algo más.
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Me acuerdo que me gusta recibir elogios.
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Me acuerdo que me cuesta trabajo gozar plenamente de mis experiencias.
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Me acuerdo que mis padres me registraron diez años después de que nací, ejemplo de procrastinación postnatal que me ha causado muchos problemas legales.
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Me acuerdo que esas telenovelas son conocidas como soap operas porque las patrocinaba la Palmolive Oil Company.
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Me acuerdo de uno de mis más grandes defectos, exagerar mis grandes defectos.
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Me acuerdo que por ser una niña judía nunca me trajeron regalos de Reyes.
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Me acuerdo que Georges Perec hacía crónicas de lo infraordinario.

365 TUITS DE SABIDURÍA, Alejandro Jodorowsky

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ALEJANDRO JODOROWSKY, 365 tiuts de sabiduría, Siruela, Madrid, 2014, 120 páginas.

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 En la Introducción  Jodorowsky subraya las singularidades que aportan las nuevas tecnologías: «Ahora la literatura, especialmente la poesía, surge de una colaboración estrecha entre el escritor y sus lectores: juntos, crean la obra. Se conectan contigo, te siguen, te responden, pero si lo que dices no es lo que ellos desean oír, te cortan la lengua con un unfollow, te abandonan. Te los tienes que ganar cada día, sorprenderlos, convencerlos, remecerlos, acariciarlos». He aquí una docena de sus «metaforismos.»
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Todo lo que hacemos, incluso morir, es un comienzo. 
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Llegas a la madurez humana cuando aprendes a aceptar y a exaltar los valores del otro.  
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Lo que no te gusta en mí, mejóralo en ti. 
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Esa carga que llevas encima es todo lo que no quisiste dar. 
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Serás fuerte si entre los débiles no olvidas tu debilidad. 
***Cuando dudes entre «hacer» y «no hacer», escoge hacer. Si te equivocas, tendrás al menos la experiencia. 
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No te pido, te entrego. Decir «te entrego» es decir «me entrego». 
***La espada del sabio no corta ni atraviesa, refleja la luz. 
***Es imposible conocer la totalidad de lo que acontece. Pensar es al mismo tiempo excluir. 
***Si odias los muros, aprende a construir puertas. 
***No sé lo que seré, pero sé que lo seré. 
***La felicidad no depende de tener o no tener. Si en un cáliz de oro pones una rata, el cáliz sigue siendo de oro.         


PEQUEÑO PLANETA, Antonio Mingote

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ANTONIO MINGOTE, Pequeño planeta, Pepitas de calabaza, Logroño, 2013, 128 páginas.

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Traza Antonio Astorga en Los cafés no se pagan, nene (pp. 5-16) una semblanza de la importante figura de Antonio Mingote. En el Prólogo (pp. 17-18), Rafael Azcona dice de estos dibujos que tal vez «sean nada más y nada menos que espejos, divertidos espejos capaces de asomarnos a nuestros defectos, de descubrirnos nuestra propia trampa, de revelarnos en su más descuidada intimidad la verdad de nosotros lo hombre.»
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SALMONETES ROJOS, Marta López Cuartero & Jordi Rosés Marinel·lo

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MARTA LÓPEZ CUARTERO & JORDI ROSÉS MARINEL·LO, Salmonetes rojos, Ediciones Invisibles, Barcelona, 2016, 144 páginas.

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Núria Casat describe, en su prólogo, la peculiar pero efectiva estructura de este libro: "La historia tiene tres voces en cada capítulo: el haiku ofrece una imagen del momento […]; la prosa en tercera persona nos habla del Mediterráneo, de Cadaqués, de Salvador […]; y en los poemas oímos a Salvador, su propia voz que nos habla […]." También advierte de algo de lo que el propio lector podrá percatarse apenas unos párrafos después: "es un libro para detenerse, para fijarse, para disfrutar". Salmones rojos toma como punto de partida una propuesta no demasiado frecuente, la escritura a cuatro manos, para alcanzar, cuando menos, dos logrados efectos. La autoría de haikus y prosa corresponde a Marta López; los poemas, ilustraciones y esculturas, a Jordi Rosés: por una parte, la combinación de disciplinas y géneros literarios permite diversas lecturas, desde la lineal-argumental —protagonizada por Salvador, pescador de Cadaqués— hasta una transversal que detiene su mirada en el instante y en el hallazgo de la forma. Por otra parte —y esto es, sin duda, lo más destacable—, de este modo se aprovecha la potencialidad de cada modo de expresión: la narración omnisciente, en la prosa; la introspección en primera persona, en los poemas; la pausa, la palabra breve sin tiempo, en los cuidados haikus que abren cada capítulo. Se cierra el libro con la receta de “arroz rossejat de salmones rojos”. Sin embargo, no es siquiera preciso hacerse con los ingredientes o seguir sus pasos para disfrutar de la buena mesa: el manjar ya se encuentra servido en estas páginas.

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Canto de trinos. 
Cortejo de los pájaros 
a la madrugada. 

   Su amor por Tamar era tan fuerte como los nudos que amarran los aparejos, imperturbable a las inclemencias del dios Neptuno. 
   Carboncillo y papel remaban juntos al mismo son, armonizados con los impulsos que daban fuerza a las noches de amor también con el sufrimiento de la espera en las largas jornadas de pesca. Tamar sabía amainar la dureza que el mar tatuaba en la piel de Salvador, bajo el peso de los días de faena.
   Rezaba a Sant Baldiri para que los bancos de peces cruzasen en su periplo viajero las aguas de la línea costera de Cadaqués. Pero también por concebir una criatura. Y soñaba con las carcajadas de la inocencia libre. Pero la voluntad divina no tuvo a bien concederle todas sus peticiones. Salvador siempre fue considerado un pescador afortunado: la suerte le llenaba las nasas de pescado incluso en los meses de invierno; sin embargo no tuvieron descendencia, y ese vacío Tamar lo llenó con su amor hacia Salvador, en todos los momentos que compartieron tierra adentro. 
   Paseos tranquilos por la ribera las tardes calurosas de domingo, comidas alrededor de una buena mesa, o el anudado de tacto preciso de las crucetas de las redes o las nasas entramadas con ramas nacidas al pie de los olivos.

[Marta López Cuartero]
***

JUNTOS

Remar acompasados
en este mismo mar,
con idéntica cadencia,
a un solo latido,
para semejante rumbo,
hacia el infinito,
sobre la misma estela,
la misma,
en la que nuestras naves van,
tan juntas, tanto.

[Jordi Rosés Marinel·lo]

ABECEDARIO MIRÓ, Mar Morón & Gemma París

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MAR MORÓN & GEMMA PARÍS, Abecedario Miró, Gustavo Gili, Barcelona, 2014, 64 páginas.

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En Lunas y personajes... Morón y París confiesan que «Este Abecedario Miró nace con la idea de acercar las obras de arte a manos curiosas por tocarlo todo, por descubrir el mundo, por poner nombre a las cosas y dibujarlas.» Un compendio que satisfará también a los que querrían volver a tener la mirada ingenua de los niños. 
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X
TEXTO
texto 


L'eté  (El verano), 1937
Dibujo-poema. Tinta china sobre cartulina
39,1 x 31,6 cm
Fundació Joan Miró, Barcelona

BIRLIBIRLOQUE, Carmen Leñero

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CARMEN LEÑERO, Birlibirloque, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1987, 128 páginas.

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   La empatía entre los cuerpos lleva a una inercia de la imitación: cuando salíamos apresurados del hotel, a media tarde, traías uno de mis aretes puesto.

PRODUCTO INTERIOR MUY BRUTO, David Vivancos Allepuz

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DAVID VIVANCOS ALLEPUZ, Producto interior muy bruto, Enkuadres, Valencia, 2016, 146 páginas.

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PAPANOELES SONRIENTES

   Decidir, la semana después del funeral, no postergarlo más e ir una mañana a vaciar el piso de mamá. Encontrarlo todo tal cual estaba la víspera de Reyes. Registrar (qué verbo tan impersonal, pero no hay otro mejor) los cajones del despachito. Encontrar los papeles del banco y guardarlos en carpetas verdes. Revisar el dormitorio. Buscar entre sus cosas. Recuperar el joyero del tocador. Descubrir los álbumes de fotos. Y los demás recuerdos. Abrir el armario, apilar la ropa sobre la cama. Clasificarla para la beneficencia. Hallar, ocultos bajo un juego de sábanas con olor a alcanfor, los paquetes. Sentir entonces un escalofrío. Romper con los dedos vacilantes el que lleva una tarjetita con tu propio nombre, rasgar los papanoeles sonrientes y los abetos adornados del papel de regalo y no poder disimular una mueca de contrariedad al descubrir, en su interior, los mismos calcetines negros de siempre.

LLUVIA DE ARAÑAS, Nanim Rekacz

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NANIM REKACZ, Lluvia de arañas, Macedonia, Morón, 2016, 108 páginas.

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FISGONES

   Durante varios meses la pareja de investigadores persiguió a la tortuga y al tortugo gigantes por la isla, con sus filmadoras, grabadoras y cámaras fotográficas, registrando sus escenas de apareamiento.
   Esa tarde, atraída por los extraños ruidos y gritos, la enorme tortuga asomó su cabezota por la abertura de la carpa de los científicos. Supuso que estaban copulando y sentía curiosidad por presenciar el acto sexual, sobre todo porque, según indicaban los rumores, los humanos se quitaban sus caparazones para hacerlo.
   Así era, y le pareció en extremo repugnante.
   No entendió por qué la mujer se alteró tanto al verla, ni la razón por la cual el hombre la atacó a golpes.

LAS (¡VERDADERAS!) HISTORIAS DEL ARTE, Sylvain Coissard & Alexis Lemoine

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SYLVAIN COISSARD & ALEXIS LEMOINE, Las (¡verdaderas!) historias del arte, Océano, México, 2013, 46 páginas.

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Sylvain Coissard & Alexis Lemoine demuestran un notable atrevimiento al desenmascarar las situaciones reales en las que admirados artistas, como Da Vinci, Goya, Munch o Van Goth, realizaron ciertas obras de arte que han sido, tal vez, injustamente sacralizadas.
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Domenico Ghirlandaio, Viejo con su nieto

MINIFICCIONES. ANTOLOGÍA PERSONAL, Ana María Shua

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ANA MARÍA SHUA, Minificciones. Antología personal, Ficticia, México D.F., 2016, 128 páginas.

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Esta antología, que se compone de textos escogidos por la propia autora de sus cinco libros de microficción publicados hasta el momento, fue reconocida con el primer Premio Iberoamericano de Minificción "Juan José Arreola".
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   Mi  papá  no  está  contento  conmigo.  Me  mira  más  triste  que  enojado  porque  sabe  que  le  oculto  un  secreto.  Estás  muerto, quisiera decirle. Pero tengo miedo de que no venga más. 

¡MALDITA HUMANIDAD!, Fabiola Soria

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FABIOLA SORIA, ¡Maldita humanidad!, Macedonia, Morón, 2016, 136 páginas.
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REVOLUCIÓN DOMÉSTICA

   Quiso levantarse de la cama, pero su pie derecho no quiso moverse.  Le insistió, pero el pie le contestó que no tenía ganas.  Entonces le preguntó los motivos y el pie dijo que había discutido con el otro pie y que se había declarado en huelga.  Entonces trató de razonar con el otro pie, que por favor, necesitaba urgente que ellos arreglaran sus desavenencias, porque tenía que ir al trabajo.  Pero el otro pie era sordo o se hizo el sordo y no contestó.  Entonces, ya perdiendo la paciencia, los obligó a moverse igual, pero los pies actuaron descoordinados y lo tiraron al piso, donde sus manos y brazos, siguiendo la moda que imponían sus primos del sur, tampoco lo ayudaron a levantarse.

UN REFLEJO EN LA PENUMBRA, Fernando Sánchez Clelo

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FERNANDO SÁNCHEZ CLELO, Un reflejo en la penumbra, Ficticia, México D.F., 2016, 88 páginas.

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AUGURIO

   El Adivino Merkel agitó la cucharilla en la taza de café caliente y el vapor adquirió la forma difusa de un revólver. La lectura del porvenir en las espirales etéreas los había mantenido vivos, a él y a su esposa, hasta de la persecución de la mafia. Esta vez percibió que el detective Buck andaba cerca y que quería hacerle pagar por la muerte de la niña Adriane. Desistió del asalto a la gasolinera que para esa noche había planeado, a pesar del enojo de su mujer. ‘Sólo en ese sótano viejo estaremos a salvo’, pensó al salir del café de chinos. Nunca se enteró de la nueva espiral en forma de un cuchillo empuñado por la esposa.