LA MEMORIA DE LA ESPECIE, Manuel Moyano

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MANUEL MOYANO, La memoria de la especie, Xordica, Zaragoza, 2005, 136 páginas.

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En Coda (pp. 129-130) el autor explica la naturaleza de los textos: componen Plaudite, amici relatos articulados alrededor de las últimas palabras de hombres célebres. En Interludio onírico transforma en literatura sus sueños. Equipaje de sombras alberga la escritura aforística. El libro contiene una sección, Archivo de atrocidades, donde traslada al poema sucesos truculentos.

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17 DE DICIEMBRE DE 1830          [de Plaudite, amici]

   En el verano romano de 1805, subió a la colina del Monte Sacro en compañía de un amigo y juró ante él que liberaría America del yugo español. La promesa era mayúscula —un simple desvarío de juventud, pensó su acompañante—, pero el muchacho lograría llevarla a cabo. El padre infinito de la patria, el conocido por las generaciones futuras como Libertador, batalló contra las tropas realistas a lo largo de toda la América del Sur y consiguió la independencia de los territorios que hoy se conocen  como  Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia. Pese a ser militar, fue también un convencido humanista. Amigo de Humboldt en su juventud, condecorado con el Medallón del presidente George Washington, defendía la soberanía popular, la libertad civil y la abolición de la esclavitud. Había soñado con una gran Unión Sudamericana, pero tan pronto como creyó haberla concluido, su colosal obra empezó a desmoronarse. En Bogotá sufrió un atentado y fue calumniado por sus opositores. Desengañado, arruinado y enfermo de tuberculosis, Simón Bolívar y Palacios resolvió viajar a Europa para restablecer su salud. La muerte lo sorprendió de camino, en la quinta San Pedro andrino, el 17 de diciembre de 1830. Echado en una hamaca, Bolívar miró hacia atrás y entendió al fin la vanidad de su empeño, tal  vez de toda obra humana. “He arado en el mar”, murmuró antes de exhalar su último suspiro. Como sus ropas estaban hechas harapos, hubo que amortajarlo con la camisa de un testigo.

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1 DE MAYO DE 1987          [De Interludio onírico]
        
   Marchamos de noche por un bosque, junto a un inspector de policía y a un experto —ignoro cuál es su especialidad— que encabeza la comitiva. Se han dado varios casos de estrangulamiento en la zona. Divisamos una tienda de campaña iluminada y vemos, al trasluz, al asesino que buscábamos: está ahogando a una nueva víctima. A1guien dispara y lo hiere en las manos; luego, sigue disparando hasta matarlo. De pronto, aparecemos en unos urinarios. F. G. (un compañero de facultad) se halla junto al estrangulador, a quien acaba de resucitar mediante unas píldoras de color amarillo. Descubro que el inspector que nos acompaña toma también esas píldoras, y empiezo a sospechar que es un muerto viviente. F. G., el estrangulador y el propio inspector empiezan a perseguirnos a través del bosque y, más tarde, por las calles de una ciudad deshabitada. Al llegar a una discoteca, nos escondemos dentro del lavabo. Cuando veo que el pomo de 1a puerta empieza a girar, descubro por fin que estoy soñando.

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La ironía es el humor de los tristes.         [De Equipaje de sombras]
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Fotografía de Cioran en la solapa de uno de sus libros: pulcramente afeitado, con corbata, elegantemente vestido, el cabello peinado hacia atrás... ¿ Cómo armonizar ese cuidado aspecto con el contenido de sus escritos, que invita a no volver a afeitarse jamás?
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Tratando de exorcizar sus terrores, Cioran nos ha ayudado a ahuyentar los nuestros: nos ha enseñado a ironizar sobre el abismo.
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Calificativos empleados por la prensa en la muerte de Cioran: aristócrata de la duda, dandi de la nada, amargo apóstol del pesimismo... Un hombre tan preocupado por la muerte, sobre la que en buena parte había versado toda su obra, se vio finalmente privado de observarla de cerca. Enfermo de Alzheimer, ya no reconocía a nadie, ni siquiera a sí mismo.
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Una parte de mí vive fuera del tiempo. La otra parte hace proyectos, va al cine, trabaja, escribe, viaja con su familia, sale con los amigos, incurre en enfados, cede a la tentación de la vanidad, se abandona a sus manías... Pero esa otra parte, la ajena al devenir, se pasea ya por un planeta devastado del que ha sido abolida la especie humana.
Para esa parte de mí, todos estamos ya muertos o ni siquiera hemos nacido aún: la diferencia es irrelevante.
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Abandonamos el mundo con el consuelo de que nuestro entorno nos sobrevive, de que los asuntos humanos siguen su curso. Pero algún día habrá un hombre que será el último. Con él se extinguirá la memoria de la especie. ¿Cómo imaginar lo que sentirá en el momento de su muerte?

HASTA (CASI) 100 BICHOS, Daniel Nesquens

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DANIEL NESQUENS, Hasta (casi) 100 bichos, Anaya, Madrid, 2001, 240 páginas. Ilustraciones de Elisa Arguilé.

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HALCÓN

   El Halcón es un ave rapaz de tamaño mediano, de alas puntiagudas y cola larga. Y es capaz de todo, incluso de pasarse un día entero sin hablar por un teléfono móvil. Da igual la marca.
   Existe un tipo de halcón al que le encanta ir a Santiago de Compostela, y más concretamente a la plaza del Obradoiro (¿obra de oro?). Ya saben: donde está la catedral. Ya habrán adivinado que se trata del halcón peregrino. Pero qué tipo de halcón has long pointed wings?
   Answer: Falcon.
   No conviene ofrecer la mano al halcón ya que, en seguida, se toma confianzas y se posa en ella, y luego es imposible quitárselo de encima. Con el consiguiente riesgo de accidente, silo que estamos haciendo, en ese momento, es conducir un vehículo.
   Halcón viene del latín tardío, a no ser que venga de un concurso de cetrería en que haya quedado segundo.
   Al halcón lo que más le gusta es pintar nubes. Nubes de increíbles formas fantásticas. También le encanta volar por encima de las ciudades, en noches de luna llena, cuando duermen, y contar las luces que están encendidas Cuando llega a noventa le entra el sueño y se queda dormido.
   Cetrería: Arte de criar halcones y cazar sin la necesidad de tener que llevar ningún perro. Si acaso un guante.

EL LIBRO DE LAS QUIMERAS, E. M. Cioran

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E. M. CIORAN, El libro de las quimeras, Tusquets, Barcelona, 1996 (1936), 256 páginas.

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El miedo a encontrarnos con nosotros mismos... (La fuente de todos los miedos.)
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Sólo mueren los pensamientos que brotan ocasionalmente. Los otros los llevamos con nosotros sin saberlo. Se abandonaron al olvido para acompañarnos siempre.
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La sexualidad no tiene otro sentido que vencer lo infinito desde el Eros.
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Sentir la muerte de forma retrospectiva significa tener miedo del propio pasado. Un día estuviste muerto a tus ojos, aunque no lo estuvieras para los demás. En la encrucijada de tu vida no has sido, te has coronado de nada. Los hombres te han visto y te han palpado, sin saber que sólo eras un fantasma.
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He aquí lo que me diferencia de los demás: que yo he muerto innumerables veces, mientras ellos no han muerto nunca.
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Epígrafe a una autobiografía: Soy un Raskólnikov sin la excusa del crimen.
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Que nadie olvide:
Que el Eros solo puede colmar una vida; el conocimiento nunca. Únicamente el Eros le da un contenido; el conocimiento es infinitud hueca; para pensar siempre hay tiempo; la vida tiene su tiempo; ningún pensamiento viene demasiado tarde; todo anhelo puede convertirse en pesar.
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¿Qué soy yo sino una ocasión en medio de las infinitas probabilidades de no haber sido?

CAPACHO, Leandro Hidalgo

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LEANDRO HIDALGO, Capacho, Macedonia, Morón, 2010, 182 páginas.

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DISNEYLANDIA

Confiado el alemán sorbe un mate uruguayo, alegre la francesa compra un pullover en el Bolsón, multiplica el argentino en un restaurante chileno, caipirinhia bebe un italiano y se embriaga en el quinto mundo, una foto en La Habana se saca un español con bermudas y riñonera, un australiano asombrado baila tango en San Telmo, un niño boliviano comparte con sus hermanos las orejas de Mickey que su padre compró para los tres.

RECUERDO, Andrés Barba

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ANDRÉS BARBA, Recuerdo, Santiago de Compostela, Madrid & Nueva York, 2011, 76 páginas.

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De la magia incierta de las Polaroids aferrada a la estela de Joe Brainard, Georges Perec o Juan Bonilla surge Recuerdo, un proyecto que ensarta fotografía y literatura y que, tras ser expuesto durante un mes en el King Juan Carlos I of Spain Center de Nueva York, sólo pervive trasladado al papel en esta edición limitada de 100 ejemplares. El prólogo del autor (pp. 5-15), además de reflejar el progresivo deslumbramiento que recorre su infancia ante esas fotografías de nombre de "constelación estelar", plasma su deseo de que este libro no vuelva a editarse, convirtiéndose de este modo "en uno de esos álbumes en los que los negativos se han perdido «otra vez»", así como en metáfora misma de la fugacidad del recuerdo al subrayar la inequívoca esencia de la vida, compuesta a base de retazos tan frágiles como imposibles, tan bellos como irrecuperables.

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Recuerdo que con ocho años estaba convencido de que llegaría un diluvio que inundaría Madrid hasta el tercer piso. Yo vivía en el cuarto.
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Recuerdo haberme sentido adivinado por Bárbara cientos de veces.

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Recuerdo haber sabido mucho después que, aquel día que nos hizo reír a todos, Eduardo estaba triste en realidad.

DESGARRADURA, E. M. Cioran

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E. M. CIORAN, Desgarradura, Montesinos, Barcelona, 1983 (1979), 200 páginas.

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Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas incluso. Un libro debe ser un peligro.
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Sólo la flor que cae es una flor total, ha dicho un japonés.
Casi podría decirse lo mismo de una civilización.
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Somos y seguiremos siendo esclavos mientras no estemos curados de la manía de esperar.
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Un muchacho y una muchacha, ambos mudos, se hablaban por gestos: qué felices parecían.
A todas luces la palabra no es, no puede ser, el vehículo de la plenitud.
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Durante las horas que pasamos en vela cada instante está tan lleno y tan vacío que se erige en rival del Tiempo.
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Todo cuanto ocurre es a la vez natural e inconcebible.
Conclusión que se impone tanto si consideramos tanto los grandes acontecimientos como los pequeños.
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Si las olas reflexionaran, creerían que avanzan, que tienen un objetivo, que progresan, que trabajan para el bien del Mar, y llegarían a elaborar una filosofía tan necia como su obstinación.
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Proverbio chino: "Cuando un solo perro ladra a una sombra, diez mil perros hacen de ella una realidad".
A colocar en epígrafe de cualquier comentario sobre las ideologías.
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Según Novalis, de nosotros depende que el mundo sea conforme a nuestra voluntad.
Eso es exactamente lo contrario de lo que se puede pensar y sentir al final de una vida y, con mayor razón, al final de la historia...

HELARTE DE AMAR, Fernando Iwasaki

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FERNANDO IWASAKI, Helarte de amar, Páginas de Espuma, Madrid, 2006, 152 páginas.

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En este volumen de cuentos eróticos, subtitulado Y otras historias de ciencia-fricción, los microrrelatos se presentan agrupados en el bloque Fantasías textuales (pp. 83-88).

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En las películas basta una mirada o una tenue insinuación, para que dos desconocidos terminen haciendo el amor en un elevador o en cualquier pensión de mala muerte. Por eso elegí una mesa de esta cafetería de señoras cursis, para mirar con lánguida insistencia a las desconocidas que más me gustan. Al principio no me hacían caso y más de una se marchó ofendida, pero después de tantos años de venir todas las tardes, ahora son ellas las que me devoran con los ojos.  Especialmente desde que corrió el rumor de que sólo soy un casto anciano que enloqueció de amor, cuando su novia murió atropellada antes de entrar a la cafetería. No sé cómo empezó todo, pero he terminado convertido en una leyenda urbana y sentimental. Mejor, porque en realidad me excita que me rebañen con la mirada, que fantaseen con mi vida y que me regalen sus poemas guarros. De joven me hubiera gustado acostarme con cualquiera de esas desconocidas, y ya de viejo me basta con saber que podría tirármelas a todas.

ESE MALDITO YO, E. M. Cioran

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E. M. CIORAN, Ese maldito yo, Tusquets, Barcelona, 2008 (1987), 208 páginas.

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Para neutralizar a los envidiosos, deberíamos salir a la calle con muletas. Únicamente el espectáculo de nuestra degradación humaniza algo a nuestros amigos y a nuestros enemigos.
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Kandinsky afirma que el amarillo es el color de la vida.
... Se comprende ahora por qué ese color hace tanto daño a los ojos.
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No se habita un país, se habita una lengua. Una patria es eso y nada más.
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Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos.
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Cuanto más se ha sufrido, menos se reivindica. Protestar es una prueba de que no se ha atravesado ningún infierno.
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Todo sucede demasiado tarde, todo es demasiado tarde.
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Lo propio del dolor es no tener vergüenza de repetirse.
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Puesto que no se recuerdan más que las humillaciones y las derrotas, ¿para qué habrá servido el resto?
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Decepcionados por todos, es inevitable que acabemos siéndolo por nosotros mismos; a no ser que hayamos comenzado por ahí.
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No puede haber sentimientos puros entre quienes recorren caminos semejantes. Basta recordar las miradas que se echan entre sí quienes comparten la misma acera.
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Morir es probar que sabemos defendernos.

99 PULGAS, Pablo Albo, Pep Bruno, y Félix Albo

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PABLO ALBO, PEP BRUNO, & FÉLIX ALBO, 99 pulgas, Palabras del candil, Guadalajara, 2006, 120 páginas.

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DURMIENTE Y BELLA
      
   Comieron perdices y fueron felices. Luego se casaron y justo después estaban solteros. Ella se puso a dormir cien años en un castillo rodeado de espinos y bosques salvajes. Él desapareció del cuento y no contó nada de nada. Ella se pinchó con una rueca un día mientras no cosía. Una bruja malvada la maldijo. Ella nació. Había una vez.

PEP BRUNO

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   El pez grande se comió al chico y el resto de los escolares salieron del agua despavoridos.

PABLO ALBO

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ENCANTAMIENTO

   Cuando besé a mi novia por primera vez quedé encantado. Desde entonces vivo saltando de charca en charca.
       
FÉLIX ALBO

EL ELEFANTE, Slawomir Mrozek

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SLAWOMIR MROZEK, El elefante, Acantilado, Barcelona, 2010, 176 páginas.

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REALMENTE
       
   —Ave María Purísima. .., me confieso de... Ay, no sé si podré... A lo mejor usted, padre... Tengo marido
   —¿...?
   —¿Diga? Ah, no, nada de eso. Claro que nos casamos. Sonaba el órgano y yo llevaba un largo velo blanco. Muy largo. Hubo incienso y lirios. Dije «sí», todo el mundo se puso contento, mi madre se deshizo en lágrimas y...
   —¿...? 
   —Ya, ya, enseguida. Yo era una muchacha joven y pobre. Tenía unos ojos enormes y unas trenzas muy largas. Él venía en coche. Era alto y fuerte. Me llevaba a la colina y me hablaba del futuro con su voz sonora y potente. ¡Hacía tantos planes...! Y yo me pegaba a los brillantes botones de metal de su americana. Me gustaba rozarlos con la mejilla, podía mirarme en ellos como en un espejo...
   —¿...?
   —Sí, sí, padre, naturalmente. Lo sé. Era vanidosa. Me arrepiento mucho. Luego nos casamos.
   —¿...?
   —¡Ay, no! Después de la boda no cambió. Siempre ha sido decidido, pero también delicado. Naturalmente, tuvimos nuestras diferencias, pero nada importante. No nos separábamos casi nunca por mucho tiempo...
   —¿...?      
   —¡Qué ocurrencias tiene usted, padre! Sí, he oído hablar de estas cosas, aunque él no, bueno... Nunca. Nada de eso. Ni hablar.
   —¿...?
   —Tal vez. No se lo sabría decir. Pero soy yo quien se confiesa y no él. Yo... Soy yo la que he venido... Soy yo la que necesita ayuda..., un consejo..., consue... No, no estoy llorando. Cójame de la mano, padre.
   —¿...?
   —¡Claro queme casé por amor! ¿Qué culpa tengo? Puede usted preguntárselo a cualquiera, todos lo respetaban, era tan listo, tan brillante.
   —¿...?
   —¡Qué dice?!
   —¿...?
   —¡Yo? ¡Jamás! Se lo prometo. No lo engañé nunca. Ni siquiera de pensamiento. Siempre le fui fiel. ¿Me cree, padre?
   —¿...?
   —No.
   —¿...?
   —No.
   —¿...?       
   —Tampoco.
   —¿...?
   —¿Que qué problema hay? Estoy aquí, porque... Parece increíble. Después de siete años de casados... Este verano hemos ido de vacaciones. Lo había convencido para que se tomara un descanso. Tiene un cargo importante: el trabajo, el país, las responsabilidades. Una mañana estábamos desayunando sentados uno delante del otro. Detrás de él había una ventana abierta que daba al jardín, a los árboles. El empapelado de la habitación tenía pequeñas flores de color rosa, decenas de miles de minúsculas flores rosadas. Cuando levantaba su taza de café, lo miré. Una de esas miradas sin ninguna intención. Y entonces, vi...
   —¿...?
   —Buena pregunta, ¿qué vi? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Por qué no antes, si ya hacía siete años que compartíamos lecho y mesa? Aconséjeme, padre, porque si esto es un pecado...
   —¿...?
   —Por primera vez vi que él era de plastilina.
   —¿...?
    —Sí. Enterito. Artificial. Me incliné sobre él. Debió de ver mis ojos muy abiertos, porque dejó la taza sobre la mesa y me preguntó con voz queda: «¿Ocurre algo?». Pero ahora estoy completamente segura de no haberme equivocado. Él siempre ha sido y sigue siendo de plastilina. ¡De ios pies a la cabeza! ¡De haberlo sabido antes! Y ahora, ¿qué hago?
   —¿...?
   —¿Anular el matrimonio? ¡Eso se dice pronto! ¡Pero si tenemos hijos!

CUENTOS DE MUERTE Y DE SANGRE, Ricardo Güiraldes

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RICARDO GÜIRALDES, Cuentos de muerte y de sangre, Artemisa, Santa Cruz de Tenerife, 2004 (1915), 144 páginas.

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En El hombre sin generación (pp. 7-28), Mateo de Paz repasa la vida y obra del escritor argentino, subrayando tanto sus aciertos formales (la "musicalidad modernista del poema en prosa, la imagen y la metáfora elaboradas" aderezan una narrativa "naturalista de ambientación fantástica") como su compromiso social, con la contribución "a la salvación literaria del gaucho aferrado a unos valores telúricos y nómadas no siempre entendidos por una sociedad subida al tren del capitalismo". Como cierre a este prólogo, Paz aboga por la reivindicación de Güiraldes como "maestro del cuento breve", precursor de un género en alza en la actualidad como el microrrelato.

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DE UN CUENTO CONOCIDO

   Panchito el tartamudo era en la estancia objeto de continuas bromas. Su padre, don Ambrosio Lara, viejo ya y casi inútil para el trabajo, arrastraba sus últimos años a lomos de un lobuno zarco, de huesos sólidos y sobrepaso.
   Hacían la recorrida juntos, pues eran, en caso de necesidad, más útiles los doce años del muchacho que la experiencia del viejo: fuera para un tiro de lazo, la operación de un enfermo o, cosa más frecuente en esa época, para la cueriada de algún encardao que, hinchado hasta la exageración, levantaba dos patas al cielo en un esfuerzo póstumo.
   Natividad, la segunda mujer de don Ambrosio (que sabe Dios si lo era), manejaba estos dos semihombres sin que su mulata obesidad le impidiera estar alerta a todo.
   Ambrosio —gritaba, riñendo al viejo, no has desatado la mula 'e la noria, y dejuro se estará redamando el agua.
   —Güeno, güeno —contestaba el anciano meneando la cabeza con vaga sonrisa de bondad—. ¡Ave María!, ni que se hubiera distraído el cura en misa. —Y se alejaba lentamente: la lonja del rebenque barriendo el suelo, las piernas zambas, el tirador zarandeado por un movimiento de caderas que se comunicaba al enorme facón en balanceo desigual.
   La silueta del viejo paisano desaparecía entre los paraísos, y en breve el muchacho, rastreando sus pasos, tomaba la misma ruta.
   Así se iban por muchas horas.
   Doña Natividad pasaba el tiempo en soltar la majada, alimentar las gallinas, preparar la comida y dar patadas a los perros, siempre metidos en la cocina.
   Se comía en silencio, y sólo las largas mateadas traían, tiempo a tiempo, sus conversaciones. Motivo eran los sucesos recientes del pueblo que algún charlatán contara a su manera. Casamientos, carreras y, sobre todo, peleas traían sus extensos comentarios de parte de los viejos ante la presencia invariablemente muda del muchacho, huraño hasta con los padres.
   Algunas veces, cuando la ocasión lo hacía inevitable, empezaba a trastabillar sobre una letra. "Cantá, cantá", decía la madre; y sobre melodía plañidera, sin sentido, se arrastraban las palabras con un lloriqueo nasal, mientras el semblante conservaba su habitual expresión de empaque.
   Un día, a hora inesperada, el estrépito de una carrera llamó a doña Natividad en dirección al palenque. El semblante de Panchito traía una expresión de dolor.
Hizo señales desesperadas. "¡Cantá, muchacho!", gritó la madre, ansiosa; pero fue inútil.
   Obedeciendo a los signos repetidos, y recobrando en un momento de angustia la agilidad de sus jóvenes años, la anciana trepó en ancas de su hijo.
   Era cerca de la bebida.
   Caballo y jinete yacían en grupo de vieja flacura. El lobuno tentó levantarse, pero fue vano su deseo. Sentía en el lomo un vacío que le pesaba, y todo su esfuerzo alcanzó a esbozar una mirada hacia su amo, tirado unos pasos más lejos, la cabeza sobre el borde del abrevadero, una herida incolora ceñida en la frente, a flor de hueso.
   Una espuela desaparecía enterrada en el suelo, y el negro chiripá, volcado en pliegues desordenados, envolvía el cadáver como un crespón de luto.
   Así había muerto don Ambrosio —de viejo quizá—, arrastrando en su caída al caballo impotente, cuyo ojo zarco no reflejaría más, en claro brillo, su alma de esclavo bondadoso.
   El hijo miraba todo aquello, sacudido el torso por pequeños estremecimientos nerviosos, como si el llanto hubiera tartamudeado en su garganta.
   Y a pesar de los ruegos de su madre, que exigía detalles, Panchito no cantó ese día.

SABIDURÍAS, Daniela & Olivier Föllmi

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DANIELA & OLIVIER FÖLLMI, Sabidurías. 365 pensamientos de maestros de la India, Lunwerg, Barcelona, 2004, 644 páginas.
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Cada uno de estos 365 pensamientos de maestros de la India se acompaña de evocadoras fotografías de Olivier Föllmi que alumbran el viaje propuesto hacia la reflexión. Antes de partir en barcas tan sabias como la de Gandhi, Buda o Tagore, el Prólogo de Guiliano Boccali apunta a una idílica simbiosis entre la cultura y la naturaleza de este país: si los paisajes "contienen todo lo que la tierra puede ofrecer", su cultura "es una reserva inextinguible" de los yacimientos de la humanidad. Un sucinto contexto histórico aparece esbozado por Jean Sellier en su Introducción.

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Cuando el agua se junta con el agua no es un encuentro sino una unificación. [Svami Prajnanpad]










Aunque sigan sendas diferentes, todos los hombres están en camino. [Swami Vivekananda]








Debemos negarnos a dejarnos llevar por la corriente. Un ser humano que se ahoga no puede salvar a los otros. [Gandhi]











A cada paso accedemos a ese infinito y a cada segundo encontramos lo eterno. [Rabidranath Tagore]

LOS 400 GOLPES, Federico Fuertes Guzmán

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FEDERICO FUERTES GUZMÁN, Los 400 golpes, e.d.a., Benalmádena, 2008, 172 páginas.

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CAFÉ CON PARAÍSO

   Adán y Eva se citan en una céntrica cafetería para hablar de los pormenores del divorcio. Hace frío y todos los demás clientes van bien abrigados. Adán se pide un café muy caliente. Está aterido y sigue con sus reproches a Eva. Si hubiera mordido la manzana que le ofrecieron podrían ir bien vestidos como todo el mundo y vivir en un confortable apartamento del centro de la ciudad.

ME ACUERDO BEIRUT, Zeina Abirached

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ZEINA ABIRACHED, Me acuerdo Beirut, Sins entido, Madrid, 2009, 96 páginas.

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Me acuerdo de que en aquella época, me daba por dejar la mochila cerca de la cama por la noche.
En aquella mochila tenía preparado todo lo que quería llevarme conmigo si teníamos que huir.  

EL IMITADOR DE VOCES, Thomas Bernhard

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THOMAS BERNHARD, El imitador de voces, Alfaguara, Madrid, 1984 (1978), 153 páginas.

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EN SERIO

   Un actor cómico, que durante decenios vivió sólo de ser cómico y que había llenado siempre, hasta la última butaca, todas las salas en que había actuado, fue de pronto, para un grupo de excursionistas bávaros que lo descubrieron en el saliente que domina el llamado Abrevadero de Salzburgo, la sensación largo tiempo esperada. El actor cómico aseguró ante el grupo de excursionistas que, tal como estaba, con pantalones de cuero y un sombrero tirolés en la cabeza, se precipitaría al vacío, lo que hizo que el grupo de excursionistas, como de costumbre, se riera a carcajadas. El actor cómico, sin embargo, dijo al parecer que hablaba en serio, y real e instantáneamente se precipitó en el vacío.

CASA DE GEISHAS, Ana María Shua

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ANA MARÍA SHUA, Casa de geishas, Thule, Barcelona, 2007, 232 páginas.

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MIRONES

   A los mirones se les hace creer que miran sin ser vistos. Se les dice que la pared transparente junto a la que se ubican simula ser, del otro lado, un espejo. En realidad, sólo un vidrio corriente los separa de los felices exhibicionistas. En estas combinaciones se destaca la madama, hábil en reducir costos.

EL PESO DEL MUNDO, Peter Handke

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PETER HANDKE, El peso del mundo, Laia, Barcelona, 1984 (1981), 350 páginas.

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En (de una carta del traductor al editor) (pp. 5-7), Víctor Canicio advierte: "traducir una enrevesada frase hankiana de 17 líneas y media es como cañonear al aire". Subtitulado Un diario (noviembre 1975—marzo 1977), este volumen, compuesto mayoritariamente por apuntes que pueden ser considerados aforismos y microrrelatos, lo cierra Una conciencia sin velo alguno (pp.341-349): un breve ensayo sobre Handke firmado por Isabel García Manzano. 

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La huida: una mujer persigue a un hombre. La perseguidora se arranca la peluca y resulta ser un hombre; el fugitivo pierde el sombrero y resulta ser una mujer; y ambos se funden en un abrazo
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Desenvolver algo y, en vez del papel, arrojar el contenido a la basura
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Alguien que hace ruido incluso andando de puntillas
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La muchacha explicaba: "Seguí a un hombre en el metro y a cada estación me iba sintiendo más hermosa —cuando él me habló, yo ya erra inaccesible de tan guapa"
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Un vecino recibía frecuentes visitas de sus amigos que solían anunciarse tocando la bocina del coche que imitaba el mugido de una vaca. El día en que murió el hijo del vecino los amigos vinieron por la tarde a dar el pésame, anunciando su llegada como de costumbre con un mugido, esta vez más suave 
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"Esperé dos días a que alguien me dijera una palabra amable. Luego me fui al extranjero"
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El entrevistador le dijo al "solitario": "¡Hábleme de la soledad!" El entrevistado guardó silencio
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Me enfadé con ella porque no era ella
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Envejecer, sin el transcurso del tiempo

FÁBULAS DE AHORA, Magdalena Lasala

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MAGDALENA LASALA, Fábulas de ahora, Emecé, Barcelona, 2000, 112 páginas.

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Cada fábula se acompaña de una ilustración de Akiko Kudo.

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LA ROSA

   La rosa se erguía hacia el sol, procurando no temblar.
   El lirio le dijo:
   —Te quiero por tu color.
   La hierba le dijo:
   —Te quiero porque me proteges de los rayos abrasadores del sol.
   El aire le dijo:
   —Te quiero porque no te doblas a mi paso.
   Las amapolas dijeron:
   —Te queremos por la gran estatura de tu tallo.
   Aunque orgullosa, la rosa sentía resquebrajarse su corazón de melancolía.
   Llegó la lluvia y en la tormenta se empobreció su color, se debilitaron sus pétalos, se dobló su tallo y hubo de apoyarse en el suelo.
   —¿Quién habrá de quererme ahora, que no tengo nada que ofrecer? —se dijo ella.
   Un pajarillo que bebía gotas de rocío le dijo:
   —Te quiero porque eres Rosa.

TEMPORADA DE FANTASMAS, Ana María Shua

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ANA MARÍA SHUA, Temporada de fantasmas, Páginas de Espuma, Madrid, 2004, 135 páginas.

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Temporada de fantasmas contiene cien microrrelatos, veintidós de los cuales ya habían sido publicados en Botánica del caos, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2000.

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ACTUAR LA MUERTE

   Un hombre se tiró por el balcón delante de un grupo de amigos. Uno de ellos alcanzó a sujetarlo de una mano. Haciendo un esfuerzo descomunal, el suicida se izó lo suficiente como para morder la mano que lo sos­tenía y deslizarse definitivamente hacia el vacío. Esto no es un cuento. Este hombre, que era actor, tuvo el valor de luchar por su propia muerte, pero no el de matarse sin espectadores.

UNA MAGIA MODESTA, Adolfo Bioy Casares

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ADOLFO BIOY CASARES, Una magia modesta, Tusquets, Barcelona, 1998, 168 páginas.

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RESCATE

   Dormía en la cama donde siempre había dormido con su mujer. Seguía ocupando el lado izquierdo del colchón, como si la mujer ocupara el derecho. La verdad es que, a pesar de estar muerta, de alguna manera todavía lo ocupaba, porque todas las noches, quizás en sueños, lloraba a su lado, lo acariciaba, le decía que era desdichada sin él y que lo esperaba ansiosamente.
   O si no, decía:
   —No olvides que tu mujer te espera. Abro los brazos para recibirte.
   Y también:
   —Morir no es horrible; lo horrible es estar separados. No tardes.
   Después de mucho tiempo llegó el día en que el viudo conoció en un club a una muchacha. Ésta lo acompañó a su casa y se quedó a vivir con él. La primera medida que tomó la muchacha fue cambiar el viejo colchón por uno nuevo. La muerta no persistió en sus visitas.

HISTORIAS BREVES DE ESTE MUNDO, Alberto Tugues

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ALBERTO TUGUES, Historias breves de este mundo, Debols!llo, Barcelona, 2002, 175 páginas.

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TODOS LOS EXCESOS SON MALOS

   Se entretenía más de la cuenta en ordenar, de menos a más, las penurias de su vida (en el trabajo, en el amor, incluso en la propia comunidad de vecinos), porque alguien le había persuadido de las ventajas a largo plazo de tal dedicación. Y se aplicaba a ello con verdadero afán, con la consiguiente sorpresa e indignación de su familia que, lenta pero inexorablemente, lo fueron dejando abandonado entre tantas penurias clasificadas por años y días y primeros apellidos.
   Aunque resulte dificil de creer, nadie le había hablado nunca de los inconvenientes de su tarea, de lo peligroso que podía ser aplicarse a ella con tan posesiva determinación. En primer lugar, y ya al poco tiempo de haber ordenado las primeras penurias de su vida (por supuesto, las amorosas), empezaron a correr rumores sobre sus inclinaciones naturales más íntimas. Los vivos y los muertos del barrio se reían sin parar de los comentarios que oían, haciendo cuantiosas versiones de aquella manifiesta incapacidad para casi todo. En segundo lugar, cada vez salía menos de su casa, no respetaba los horarios ni las convocatorias de la comunidad de vecinos; sin contar, además, la escasez de palabras que decía por teléfono a su ultimo amigo, un lejano y misterioso amigo según los rumores.
   Así pues, no es extraño que las buenas oportunidades pasaran indiferentes por su lado, o que la única novia pasara de largo ante su casa, con el beneplácito y la sonrisa cómplice de aquellos que tan bien le habían aconsejado; mientras él, de codos en la mesa, continuaba atareado entre fichas, pasando su vida en un alboroto de fracasos y penurias por clasificar.
   A decir verdad, últimamente tenía un lado del cuerpo menos aseado que el otro. Todo no puede ser, Indicaba a veces por teléfono al amigo ausente, todo no puede ser, decía, entre silencios, mirando de reojo al cielo y a las penurias que aún quedaban mal ordenadas.

CONTENTO DEL MUNDO, José Sánchez Pedrosa

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JOSÉ SÁNCHEZ PEDROSA, Contento del mundo, Ediciones del Viento, La Coruña, 2008, 112 páginas.
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CATARATAS

   Tras quince años de ceguera, la señora Marcela Pazos accedió, con la promesa de ser llevada del hospital a casa el mismo día de la intervención, a operarse de cataratas. En la sala de espera de los quirófanos aguardan noticias del resultado sus tres hijos y su único nieto, Rafael Bello. Tiene trece años y desde que guarda memoria, ha sido el lazarillo de su abuela.
   Por las tardes le acompaña a misa si hace malo y al parque, si hace bueno. Allí, sentados en un banco, le lee el ABC. A cambio, la abuela le hace en navidades y por su cumpleaños unos regalos espléndidos. Rafael, sin embargo, hace de destrón con agrado. No necesita regalos. Le gusta salir todas las tardes con su abuela. Es, según él, una señora elegante, educada y, sin duda, bella. Además, cuando canta en misa, demuestra una gran sensibilidad artística.
   La señora Marcela Pazos sale por su propio pie del quirófano. Lleva los dos ojos vendados y pregunta por Rafael. Su nieto le da la mano y la guía por los pasillos del hospital hacia la salida. Su abuela lo ha llamado a él, no a sus padres o a alguno de sus tíos. Rafael lo siente como una victoria. Mientras camina por los corredores, su abuela le informa de que al día siguiente, por la tarde, ya no va a necesitarlo porque podrá quitarse las vendas a mediodía.
   Al otro día, Rafael va de todas formas a casa de su abuela por si necesita algo. A las cinco de la tarde, como todos estos años pasados, llama al timbre. Sale ella misma a la puerta.
   —¿Quién eres? —pregunta.
   —Soy Rafael —responde él sonriendo y mostrando sus asquerosos dientes amarillentos, desiguales y mal encajados en una mandíbula prognática.
   —¿Rafael? —duda ella. Se fija sin disimulo en esos ridículos ojos de batracio y no oculta una mueca de asco ante la visión de un resto de saliva que le ha quedado al niño en la comisura de los labios.
   —¡Jesús, chico! ¿Pero a quién has salido tú, tan feo?
   Rafael se da la vuelta y entra de nuevo en el ascensor. Sale a la calle y se pregunta, ahora que su abuela se comporta como sus compañeros de colegio, dónde podrá refugiarse por las tardes.

NÚMEROS PARES, IMPARES E IDIOTAS, Juan José Millás & Antonio Fraguas "Forges"

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JUAN JOSÉ MILLÁS & ANTONIO FRAGUAS "FORGES", Números pares, impares e idiotas, Alba Editorial, Barcelona, 2001, 241 páginas.

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EL 2 IGNORANTE  

   Un 2 algo ignorante se enteró un día de que era la mitad de 4 y le pareció mal. No soportaba ser la mitad de nada.  
   —No pienses que eres la mitad de 4, sino que eres el doble de 1—le aconsejó su padres.
   Como tenia un carácter pesimista, se fijaba más en lo malo que en lo bueno, y se puso a luchar y a luchar por ser un 4.
   Una vez que logró ser un 4, alguien le dijo con mala intención que el 4 era la mitad de 8, lo que le pareció fatal. No soportaba ser la mitad de nada ni de nadie.
   —Piensa que ahora eres el doble de le dijo su padre.
   Como tenía un carácter pesimista, se fijaba más en lo malo que en lo bueno y luchó y luchó por ser un 8.
   Una vez que logró ser un 8, alguien le dijo con mala intención que el 8 era la mitad de 16, lo que le pareció fatal. No soportaba ser la mitad de nada ni de nadie.
   —Piensa que ahora eres el doble de 4 —le dijo su padre.
   Esta historia comenzó hace mil años y aquel 2 ignorante todavía sigue duplicándose porque siempre en la vida se es la mitad de algo.
   Y el doble de otra cosa.

AFORISMOS DEL SOLITARIO, José Camón Aznar

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JOSÉ CAMÓN AZNAR, Aforismos del solitario, Espasa-Calpe, Madrid, 1982, 144 páginas.

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En el Prólogo de Francisco José León Tello (pp. 7-22), que repasa la trayectoria bibliográfica del escritor, se destaca de estos aforismos su "concisión expresiva de las ideas: son como relámpagos esclarecedores e instantáneos que dejan tras de sí una cola de meditación. Ninguno de ellos termina en sí mismo. Y es esta trascendencia la mayor muestra de su espléndida significación".

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Un prejuicio es un pequeño atasco que impide que corra el agua de la verdad.
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¿Cuándo una obra es perfecta? Cuando la comienza el hombre y la termina el tiempo.
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La curiosidad, como la mariposa, se posa sobre instantes.
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La admiración es el amor desde la base de una montaña.
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La felicidad está a la vuelta de la esquina que no doblamos nunca.
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Lo terrible de la mentira no es que sea una falsedad. Es que es la verdad del mentiroso.
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El sol, cuando ya no calienta, deslumbra.
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La eternidad es la idea platónica del tiempo.
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No hay espada corta con un paso adelante.

CUENTOS COMPLETOS, Lydia Davis

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LYDIA DAVIS, Cuentos completos, Seix Barral, Barcelona, 2011, 752 páginas.

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En traducción de Justo Navarro, el volumen contiene: Desglose (1986), Sin apenas memoria (1997), Samuel Johnson se indigna (2001) y Variedades de perturbación (2007).

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VENTOSEAR
  
   No sabía si había sido él o el perro. Ella no había sido. El perro estaba entre los dos, echado en la alfombra del cuarto de estar; ella estaba en el sofá, y el visitante, un poco tenso, se hundía profundamente en un sillón bajo, y el olor, moderado, flotaba en el aire. Al principio pensó que había sido él, y le sorprendió, porque la gente no suele ventosear cuando está acompañada, o por lo menos nunca de modo perceptible. Seguían hablando y seguía pensando que había sido él. Sintió un poco de lástima, porque lo veía incómodo, violento por estar con ella, y pensaba que por eso se le había escapado una ventosidad. Entonces se le ocurrió, de pronto, que quizá no había sido él, que podría haber sido el perro y, mucho peor, que, si había sido el perro, él podría pensar que había sido ella. Era verdad que el perro había robado aquella mañana una barra de pan y se la había comido entera, y ahora podría estar ventoseando, algo que, por otra parte, no solía hacer. Necesitaba hacerle saber de inmediato al visitante, como fuera, que por lo menos ella no había sido. Era imposible que él no lo hubiera notado, pues era inteligente y perspicaz, y, dado que ella lo había notado, él lo habría notado también, a menos que estuviera demasiado nervioso para notarlo. El problema era cómo decírselo. Podría comentar algo a propósito del perro, para excusarlo. Pero podría no haber sido el perro, sino él. Podría hablar de un modo indirecto y decir simplemente: «Mira, si se te ha escapado un pedo, perfecto; lo único que quiero que quede claro es que yo no he sido.» Podría decir: «El perro se ha comido una barra entera de pan está mañana y creo que está soltando pedos.» Pero, si había sido él y no el perro, esto le haría morirse de vergüenza. O a lo mejor no. Quizá ya estaba avergonzado, si había sido él, y esas palabras le quitaran la vergüenza. Pero el olor ya se había ido. Quizá el perro volviera a soltar un pedo, si era el perro. Era lo único que pensaba: que el perro volviera a soltar un pedo, si era el perro, y entonces ella se limitaría a pedir disculpas por el perro, fuera o no fuera el perro, y así podría aliviar la vergüenza del visitante, si había sido él.

VENIDOS DEL MIEDO, Julián Sánchez Caramazana

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JULIÁN SÁNCHEZ CARAMAZANA, Venidos del miedo, Páginas de Espuma, Madrid, 2007, 112 páginas.

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DESINFORMADA

A la vecina le han sorprendido los trasquilones en mi pelo. No sabe todavía que el peluquero tiene una oreja menos. A él le tembló el pulso y a mí me ha sobrado la habilidad.

CUENTOS DE UN MINUTO, István Örkény

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ISTVÁN ÖRKÉNY, Cuentos de un minuto, Thule Ediciones, Barcelona, 2006, 224 páginas.

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¡ADIÓS, PARÍS!

   Aunque mi maleta era pesada, la arrastré hasta la Rue des Écoles. Allí tomé un taxi.
   —A la Gare de L’Est—le dije al chofer.
   Todavía tenía tiempo. No era agradable esperar junto al ferrocarril.
   —Yo ahora me voy a mi país le dije al chofer ¿No se toma conmigo un trago de despedida?
   —Yo sólo tengo medio estómago —dijo el chofer.
   —Un vaso de vino blanco no puede hacerle daño.
   —Conozco un sitio ~dijo el chofer.
   Brindamos y nos tomamos el vino de un trago. Luego también él ordenó una ronda. Mientras esperamos, me preguntó:
   —¿A dónde va?
   —A Budapest.
   —¿Qué país es ése?
   —Hungría.
   —¿Con los alemanes o en contra de los alemanes?
   —Con los alemanes.
   —No es lo ideal dijo.
   — Ni un poquito dije.
   El propietario trajo el vino.
   —Es a los ministros a quienes habría que mandar al frente —dijo el chofer, luego de reflexionar un rato.
   —Así es —dije . Entonces se lo pensarían dos veces.
   Pagamos y nos pusimos en marcha. Por las escaleras de la Grand de l'Est fue él quien subió mi maleta. Después me tendió la mano.
   —Yo me estoy salvando a causa de mi estómago —dijo.
   —Es mucha suerte dije.
   —¿Usted no tiene ninguna enfermedad?
   —No tengo.
   —No importa—me consoló—. En dos meses derrotamos a los alemanes.
   —Ojalá.
   —Quizás nos volvamos a ver alguna vez—dijo.
   —Me cuesta creerlo— dije.
   —Entonces nos tomaremos otra copa— dijo.
   —Eso ya lo creo—dije.
   —Hasta la vista—dijo.
   —Hasta la vista.

BOCAS DEL TIEMPO, Eduardo Galeano

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EDUARDO GALEANO, Bocas del tiempo, Siglo XXI, Madrid, 2004, 360 páginas.

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EL SASTRE

   Juró que iba a volar. Lo juró por todos los ojales que había abierto y los botones que había colocado y por los incontables y trajes y vestidos y abrigos que había medido, recortado, hilvanado y cosido. Puntada tras puntada, a lo largo de los días de su vida.
   Y desde entonces, el sastre Reichelt consagró todo su tiempo a la confección de unas enormes alas de murciélago. Las alas eran plegables, para que pudieran entrar en la covacha donde él tenía taller y vivienda.
   Por fin, al cabo de mucho trabajo, quedó lista esa complicada armazón de tubos y varillas de metal, toda recubierta de tela.
   El sastre pasó la noche sin dormir, rogando a Dios que le regalara un día de viento. Y a la mañana siguiente, una mañana de aire fuerte del año 1912, subió a lo más alto de la torre Eiffel, desplegó sus alas y voló su muerte.

CUENTOS DE ENCANTAMIENTO Y ADIVINANZAS POPULARES, Fernán Caballero

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FERNÁN CABALLERO, Cuentos de encantamiento y adivinanzas populares, Alfar, Sevilla, 2010 (1911), 148 páginas.
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LA GALLINA DUENDE

   Una mujer vio entrar en su corral una hermosa gallina negra, la que a poco puso un huevo que parecía de pava, y más blanco que la cal. Estaba la mujer loca con su gallina, que todos los días ponía su hermosísimo huevo. Pero hubo de acabársele la overa, y la gallina dejó de poner, y su ama se incomodó tanto, que dejó de darla trigo, diciendo:
   –Gallina que no pone, trigo no come.
   A lo que la gallina, abriendo horrorosamente el pico, contestó:
   –Poner huevo y no comer trigo, eso no es conmigo.
   Y abriendo las alas, dio un volteo, se salió por la ventana y desapareció, por lo que la mujer se cercioró de que la tal gallina era un duende, que se fue sentido por la avaricia de la dueña.

1080 RECETAS LITERARIAS PARA MEJORAR TU VIDA

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1080 recetas literarias para mejorar tu vida, FNAC, Madrid, 1998, 120 páginas. Edición de Teodoro Izquierdo. 
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Incluye un prólogo de Manuel Vázquez Montalbán y un epílogo firmado por Jesús Ferrero. Las recetas, para facilitar su degustación, se presentan siguiendo una estructuración temática.
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Mientras tenga alguna necesidad, me queda una razón para vivir. La satisfacción es muerte. [Georges Bernard Shaw]
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Si los dioses supieran amar, no nos habrían creado. [Josep Capel]
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La ambición no es más que la sombra de un sueño. [William Shakespeare]
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El verdadero paraíso no está en el cielo, sino sobre la boca de una persona amada. [Theophile Gautier]
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Se ahoga más gente en los vasos que en los ríos. [Georg Christoph Lichtenberg]
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Saber olvidar, más es dicha que arte. [Baltasar Gracián]
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Es peligroso el hombre que no tiene nada que perder. [Johann Wolfgang Goethe]
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Creo que el porvenir es simplemente el pasado entrando por otra puerta. [Sir A. W. Pinero]
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Con los años, incluso la desesperación devora y devora hasta hartarse. Luego pierde su nombre. [Elias Canetti]
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La vida nos enseña que no podemos ser felices sino al precio de cierta ignorancia. [Anatole France]
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Después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás. [Julio Cortázar]