CUENTOS COMPLETOS, Lydia Davis
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LYDIA DAVIS, Cuentos completos, Seix Barral, Barcelona, 2011, 752 páginas.
VENTOSEAR
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En traducción de Justo Navarro, el volumen contiene: Desglose (1986), Sin apenas memoria (1997), Samuel Johnson se indigna (2001) y Variedades de perturbación (2007).
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VENTOSEAR
No sabía si había sido él o el perro. Ella no había sido. El perro estaba entre los dos, echado en la alfombra del cuarto de estar; ella estaba en el sofá, y el visitante, un poco tenso, se hundía profundamente en un sillón bajo, y el olor, moderado, flotaba en el aire. Al principio pensó que había sido él, y le sorprendió, porque la gente no suele ventosear cuando está acompañada, o por lo menos nunca de modo perceptible. Seguían hablando y seguía pensando que había sido él. Sintió un poco de lástima, porque lo veía incómodo, violento por estar con ella, y pensaba que por eso se le había escapado una ventosidad. Entonces se le ocurrió, de pronto, que quizá no había sido él, que podría haber sido el perro y, mucho peor, que, si había sido el perro, él podría pensar que había sido ella. Era verdad que el perro había robado aquella mañana una barra de pan y se la había comido entera, y ahora podría estar ventoseando, algo que, por otra parte, no solía hacer. Necesitaba hacerle saber de inmediato al visitante, como fuera, que por lo menos ella no había sido. Era imposible que él no lo hubiera notado, pues era inteligente y perspicaz, y, dado que ella lo había notado, él lo habría notado también, a menos que estuviera demasiado nervioso para notarlo. El problema era cómo decírselo. Podría comentar algo a propósito del perro, para excusarlo. Pero podría no haber sido el perro, sino él. Podría hablar de un modo indirecto y decir simplemente: «Mira, si se te ha escapado un pedo, perfecto; lo único que quiero que quede claro es que yo no he sido.» Podría decir: «El perro se ha comido una barra entera de pan está mañana y creo que está soltando pedos.» Pero, si había sido él y no el perro, esto le haría morirse de vergüenza. O a lo mejor no. Quizá ya estaba avergonzado, si había sido él, y esas palabras le quitaran la vergüenza. Pero el olor ya se había ido. Quizá el perro volviera a soltar un pedo, si era el perro. Era lo único que pensaba: que el perro volviera a soltar un pedo, si era el perro, y entonces ella se limitaría a pedir disculpas por el perro, fuera o no fuera el perro, y así podría aliviar la vergüenza del visitante, si había sido él.
Reconozco que no había leído a Lydia Davis, aunque tenía referencias de esta publicación de sus cuentos.
Con este me he reído mucho.
Lo primero que leí de Lydia Davis fue un cuento incluido en la excelente antología Ficción súbita.
Después apareció Samuel Johnson está indignado.
Además del microrrelato, también cultiva el cuento.
Buena lectura.