69 / MODELO PARA AMAR, Julián López-Carrillo

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JULIÁN LÓPEZ-CARRILLO, 69 / Modelo para amar, DVD / Actual Eterno, Barcelona, 2001, 224 páginas.

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Eduardo Moga anota en el Prólogo (pp. 7-11): «La creación poética exige un uso cristalino del lenguaje, ya sea éste hermético o figurativo; es decir, un nombrar que purifique, que devuelva las cosas —sublimes o intestinales— a su centro y desollado ser. Los poemas de López-Carrillo logran este objetivo». López-Carrillo compone con estos poemas visuales un ejercicio de permutaciones.
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HEROÍNAS SECRETAS DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, El Fisgón Histórico

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EL FISGÓN HISTÓRICO, Heroínas secretas de la historia de España, Plan B, Barcelona, 2018, 144 páginas.
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Juan de Aragón es El Fisgón Histórico. Dividido en cinco capítulos (Mujeres en la conquista de América, Mujeres guerreras y aventureras, Mujeres intelectuales e ilustradas, Mujeres artistas y Mujeres poderosas), ofrecen pequeñas semblanzas biográficas que despertarán la curioridad del lector.
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REMEDIOS VARO (1908-1963): LA ARTISTA DEL SURREALISMO

   María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga fue una de las artistas más destacadas de su momento. Tras terminar los estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y vivir en París y Barcelona, comenzó a interesarse por ei movimiento surrealista. Pero debido a la Guerra Civil, se exilió a Paris, donde entabló amistad con los artistas de la vanguardia. A pesar de la situación bélica, para Remedios Varo esta fue una época de experimentación y creatividad.
   Por segunda vez, la artista tuvo que exiliarse cuando los nazis ocuparon París. En esta ocasión terminó en Ciudad de México, tras un duro viaje, aunque no se instaló de forma definitiva: durante aquellos anos no tuvo un lugar de residencia fijo, mientras se desempeñaba en distintos trabajos como decoradora y diseñadora.
   No fue hasta el año 1949 cuando se mudó de nuevo a la capital de México para vivir allí de forma permanente. Años después, en 1952, encontramos su mayor actividad artística. Participó en exposiciones de gran éxito y exploró distintos campos artísticos como la pintura, la fotografía, la escultura o la escritura, combinándolos en algunas ocasiones. 

ÉL MIDE LAS PALABRAS Y ME TIENDE LA MANO, Luis García Montero

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LUIS GARCÍA MONTERO, Él mide las palabras y me tiende la mano. Aforismos en la obra de Luis García Montero, Valparaíso, Granada, 2017, 118 páginas.
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Carmen Canet, responsable de la selección de estos aforismos encontrados, destaca el mecanismo certero por el cual García Montero da, a lo largo de su obra, en el blanco: "sus libros son un espacio de conocimiento, de búsqueda. En ellos se nos muestra como un escritor reflexivo de palabra contenida, intimista y comprometida, que con un lenguaje medido nos toca y da en la diana".
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Cada soledad depende de las condiciones de su mundo.
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Hay preguntas que se parecen a los desfiladeros.
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A veces hasta la felicidad resulta una amenaza.
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Cada palabra es una elección.
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La imaginación es una amiga insolente.
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Hasta la gente más neutra tiene retranca.
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Detrás de un cursi hay siempre un impostor.
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La memoria no es
un animal doméstico.
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Una bailarina se parece a una lágrima 
rodando en la mejilla de los sueños
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Del verano se sale igual que de un recuerdo.

COMO ONDAS EN EL AGUA, Julián Contreras

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JULIÁN CONTRERAS, Como ondas en el agua, Tahiel Ediciones, Buenos Aires, 2018, 192 páginas.

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BUENAS MIGAS

   El tipo me caía mal. Luego, lo metí al horno y le puse sal. Tenía buen gusto.

COSAS QUE ESCRIBÍ MIENTRAS SE ME ENFRIABA EL CAFÉ, Isaac Pachón

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ISAAC PACHÓN, Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café, 2015, 200 páginas.

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CRUDA IRREALIDAD

   Cuentan que en el cielo, las nubes se tumban bocabajo y observan ensimismadas las formas y movimientos de los hombres. También cuentan que en los bosques de personas, los árboles marcan, a cuchillo, espaldas y barrigas con algún que otro corazón de enamorado. O que desde el mar, los peces lanzan mensajes embotellados que naufragan en la desesperanza de la arena de las playas. Y aún a sabiendas de que todo es mentira, hundo mi mano en la orilla hasta notar con mis uñas la cruda irrealidad de la arena mojada.

LA PIEL INTRUSA, Yanina Rosenberg

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YANINA ROSENBERG, La piel intrusa, Páginas de Espuma, Madrid, 2019, 152 páginas.
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SEPTIEMBRE EN LA PIEL

   Un aire a pasto mojado inundaba la habitación. Me di vuelta, estiré las piernas en busca del calor de Guapi, su piel suave, sus tetas acampanadas y calientes, pero encontré la punta filosa ¿de una astilla? que se clavó en mi abdomen, cerca del calzoncillo. Corrí las sábanas para destaparme, extendí un brazo para encender el velador: una espina, del largo de una aguja hipodérmica, estaba dolorosamente incrustada en mí. La sostuve con la pinza del índice y el pulgar, y después, con cuidado, tiré hacia afuera. Un punto de sangre engordó hasta reventar y extenderse por mi piel. Me limpié con los dedos y por un momento mantuve la mano sobre la herida, apretando con fuerza. Guapi, mi amor, dije, y para destaparla sacudí las sábanas con las piernas. Me quedé con la vista fija en ella, los ojos achinados para ver mejor, las palabras estancadas en la garganta: por la cara, el cuello, los brazos, el pecho, a Guapi le bajaba una sombra verdosa que, en las piernas, tenía la consistencia de una alfombra de pelo recortado. Me incliné hacia ella y la toqué con un dedo: áspera, esponjosa, húmeda. La toqué con la mano entera. Guapi, dije, pero ella seguía sin despertar; los brotes ¿de pasto? se erguían en su pecho con cada respiración. Guapi, Guapi, la sacudí hasta que al fin entreabrió los ojos. ¿Estás bien? Ella, los párpados todavía tironeados por el sueño, no conseguía volver a la realidad. Mirate, mira cómo estás, le dije, pero ella me gruñó con cara de rottweiler y volvió a cerrar los ojos, las manos tanteando en busca de las sábanas. No, mirate, dije y le llevé un brazo a la altura de su cara; le palmeé una mejilla con su mano inerte, y recién entonces volvió a abrir los ojos, de malhumor pero ya despierta. Se miró. Se miraba y parpadeaba en un esfuerzo por hacer foco, por desempañar la vista, por sacarse de encima los restos de sueño. Giraba la mano con una fascinación algo infantil hasta que de un envión, esforzado pero ágil, se incorporó, como quien de pronto entiende algo. Sentada y con ojos de animé no dejaba de mirarse. Con la yema de los dedos se acariciaba, peinaba las hojitas en una y otra dirección. Mantenía los labios entreabiertos en una mueca ¿asombrada, divertida? que, de un momento a otro, al darse cuenta de mi desconcierto, empujó hacia la vergüenza. No, mi amor, si estás hermosa, le dije sin saber bien qué decir mientras ella se rascaba el pasto alrededor del ombligo. Por cómo se rascaba, estaba claro que no me creía una sola palabra. 
   La familia de Guapi, al enterarse, nos trajo toda clase de regalos: regaderas, aireadores, palas, tijeras suizas, rastrillos graduables y hasta dos pares de guantes de algodón y puntilla, uno con estampado de lirios celestes y el otro de rositas rococó. La madre parecía especialmente encantada con la noticia: una bendición del cielo, decía mientras apoyaba con cuidado sus pies descalzos en las piernas de su hija, una bendición que, sin duda, esperaba desde hacía tiempo. Y con la excusa de cuidarla, poco menos que se instaló en casa. La bañaba cuatro o cinco veces al día, una ducha tibia y suave, y no la dejaba hacer sus tareas de siempre, como baldear la cocina, colgar la ropa o levantar cosas pesadas. Además, pasaba horas emparejándole el pasto debajo de las axilas y alrededor de los pezones, y con paciencia infinita le sacaba una por una las malas hierbas que se le encarnaban en la ingle. 
   Mi mamá, en cambio… Desde un principio dejó en claro que no estaba contenta con lo de Guapi. Apenas venía a visitarnos, y cuando venía, porque yo la llamaba y le ponía alguna excusa como que tenía ganas de comer sus varenikes, apenas se dignaba a hablar. Sentada en el sillón, respondía a todo con monosílabos. ¿Hace frío afuera? Sí. ¿Papá se siente mejor? Sí. ¿Preferís café o cortado? Sí. Estaba clarísimo que Guapi nunca le había caído bien, un caramelo ácido de esos que no 
pueden chuparse sin cara de asco. 
   Todavía no puedo identificar el momento exacto en que empezamos a hacer las cosas mal, si es que hicimos, o hice, algo mal. Tampoco entiendo qué pudo haber pasado. Porque después del shock, de la sorpresa, todo había vuelto a la normalidad, y hasta parecía mejor que antes. Con Guapi habíamos empezado a buscar una casa más grande para mudarnos, con jardín o patio andaluz, y aunque ninguna de las que nos gustaban se acercaba a nuestro presupuesto, ella todavía se mostraba radiante, feliz, de buen humor las veinticuatro horas, orgullosa de su nueva condición, como si hubiera sido alguna clase de elegida, el punto de inflexión hacia el progreso de una nueva humanidad o algo así. Incluso le habían brotado en los hombros unas margaritas que tenían un brillo especial. 
   Lo cierto es que no sé cómo, de un día para el otro, Guapi empezó a pudrirse. Sus hojas se pusieron primero amarillas y después pasaron a un marrón irreversible. Empezó a llenarse de parásitos y a largar un olor insoportable, que nos hizo olvidar cómo era el olor a pasto húmedo de sus primeros brotes. Probamos regarla cada cinco minutos, y también no regarla durante semanas; probamos con urea y con distintas proporciones de fósforo, nitrógeno y potasio; probamos con fertilizantes líquidos y sólidos, de liberación controlada y con Weed and Feed; compramos mezclas orgánicas e inorgánicas traídas de Tánger y de Moscú, y también distintas marcas de anticonceptivos orales que ella se negaba a tomar, pero que su madre le disolvía en el agua o le aplastaba entre la resaca. También probamos con ácido acético y jugo de limón, pero nada. Guapi seguía empeorando, y ya no sabíamos qué más hacer. 
   Una tarde llegué a casa y la encontré sola, sentada en el balcón. Estaba cubierta por una pelusa blanca, ¿de hongos, de moho?, que parecía la tela de una araña gigante; mantenía la cabeza inclinada entre los barrotes de la reja, la vista perdida en alguna expectativa lejana. Mi amor, llegué, le dije, pero ella ni se levantó ni giró para saludarme. ¿Cómo habíamos llegado a eso? ¿Cómo fue que, de un día para el otro, Guapi y yo habíamos dejado hasta de saludarnos? Me acerqué y la besé en la frente. Estaba húmeda y pegajosa, pero rígida. Inclinó apenas la cabeza hacia atrás, y me pareció que pretendía esquivarme, que su boca se torcía en un gesto de reproche y desprecio a la vez. Las hojas resecas de sus margaritas se desprendieron cansadas, vencidas. 
   No fue fácil cargarla por la calle en medio de la noche, caminar en el frío las dos cuadras hacia la plaza, sentir sus ojos negros que brillaban en la oscuridad mientras veían cavar. Tampoco fue fácil hundir la pala en la tierra, remover las durezas, doblarle las piernas y juntarle los brazos para que no tuviera frío, para que estuviera cómoda, para que volviera a ser quien era, para que al fin pudiera ser feliz. No sé si lo habré hecho bien o mal. Quizás no la cubrí lo suficiente, o quizás la cubrí demasiado y ya nunca florezca. Quizás ya no quiera, o no esté destinada a florecer. Yo, que la sigo queriendo tanto, me siento a esperar en el banco de la plaza, frente a ella. Le tiro los pellets de fertilizante, camuflados en migas de pan que simulo arrojar a las palomas, y espero, tan solo espero. 

LA GAYA CIENCIA, Friedrich Nietzsche

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FRIEDRICH NIETZSCHE, La gaya ciencia, Edaf, Madrid, 2002, 260 páginas.
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Amor-. El amor perdona al amado incluso el deseo.
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Explicaciones místicas-. A las explicaciones místicas se las considera profundas; pero la verdad es que no son ni siquiera superficiales.
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Una decisión peligrosa-. La decisión cristiana de encontrar el mundo feo y malo ha hecho el mundo feo y malo.
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Característica incómoda-. Encontrar profundas todas las cosas; esta es una característica incómoda: hace que uno fuerce constantemente la vista y que al final encuentre siempre más de lo que deseaba.
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Elogio en la elección-. El artista selecciona sus asuntos: esa es su manera de elogiar.
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Tras una gran victoria-. Lo mejor de una gran victoria es que le quita al vencedor el miedo a una derrota. «¿Por qué no salir derrotado alguna vez?», se dice, «pues ahora soy lo bastante rico para ello».
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Siempre en compañía de nosotros mismos-. Cuanto es como yo, en la naturaleza y en la historia, me habla, me elogia, me impulsa hacia delante, me consuela: lo demás no lo oigo o lo olvido enseguida. Nunca estamos en otra compañía que la de nosotros mismos.
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Ideas-. Las ideas son las sombras de nuestras sensaciones, siempre más oscuras, vacías y sencillas que estas.
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Los negadores del azar-. Ningún vencedor cree en el azar.
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En el aplauso-. En el aplauso hay siempre una especie de ruido: incluso en el aplauso que nos tributamos a nosotros mismos.

LA LECCIÓN DE PULGARCITO, Felix Trull

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FELIX TRULL, La lección de Pulgarcito (Aforismos), Karima Editora, Puzol, 2019, 86 páginas.
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La felicidad es la forma más refinada de gratitud.
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La lectura genuina nos obliga a descender al pozo de nosotros mismos. El libro es la cuerda.
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Solo los valientes elogian por la espalda.
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No hay apariencias engañosas, sino intérpretes apresurados.
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Nuestros miedos lo saben todo de nosotros. Por eso nos asustan tanto.
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Dicen que, pronto, la muerte será opcional. Auguro una plaga de suicidios sin razón aparente.
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Prefiero condenarme como lobo solitario que salvarme formando parte de un rebaño.
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Desde que he renunciado a entender a las personas, me resulta mucho más fácil amarlas.
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No hay nada más duradero que un aforismo incomprendido.

SALVAJES Y SENTIMENTALES, Javier Marías

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JAVIER MARÍAS, Salvajes y sentimentales: Letras de fútbol, Alfaguara, Madrid, 2011, 320 páginas.

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LA RECUPERACIÓN SEMANAL DE LA INFANCIA

   El escritor Guillermo Cabrera Infante detesta el fútbol. La escasa tradición cubana en este deporte podría justificarlo, pero sus más de veinticinco años en Inglaterra anulan tal explicación. Recuerdo su cólera y sus denuestos cuando ocurrió la tragedia de Heysel. Apartándose por una vez de Nabokov, que fue guardameta en su exilio de Cambridge y hasta el final de su vida gustó de ver partidos por televisión, no culpaba a los hinchas del Liverpool, sino al propio deporte: “Ese juego nefasto”, decía, “incita a la violencia porque es violento en sí mismo: se juega con los pies, y pocos movimientos hay tan feroces como el que supone dar una patada”. Es curioso que, en cambio, en Estados Unidos el fútbol no haya prosperado porque allí se lo considera demasiado lento y blando, una práctica propia de señoritas. Y en efecto, cuando estuve unos meses en la Universidad exclusivamente femenina de Wellesley College, el deporte preferido de las alumnas no era otro que el arte de Di Stéfano, para mi gran sorpresa. Claro que allí podía deberse a la influencia del propio Nabokov, que pasó por el lugar en los años cincuenta y quizá instauró la tradición.
   Lo que sí sé es que no hay deporte que más angustie, cuando es angustioso. Es más, en mi caso particular confesaré que es de las pocas cosas que me hacen reaccionar hoy en día de la misma manera –exacta- en que reaccionaba cuando tenía diez años y era un salvaje, la verdadera recuperación semanal de la infancia. Hace un mes llegué a asustarme: al carecer de descodificador en mi televisión, hube de seguir la última jornada de la Liga española por radio, como en la postguerra y aun después. Tal vez fue eso lo que me retrotrajo con demasiada vehemencia a los años más indómitos de mi niñez, pero lo cierto es que cuando, acabados los partidos, mi editor culé me llamó con el himno del Barça como música de fondo y dispuesto a hacer bromas de las que –siempre entre risas y sin asomo de ceño- nos gastamos doscientas a lo largo del mes, le anuncié muy serio que ya no podría publicar nunca más con él; y no sólo eso, sino que dudaba que volviera a pisar Barcelona (ciudad que me encanta y en la que viví) y desde luego no pondría jamás pie en Tenerife. Me salió el hooligan que todos los aficionados llevamos dentro.
   Por suerte todo se me pasó al cabo de unas horas –pero no menos-, porque el fútbol soporta una maldición que a la vez es la salvación de jugadores, entrenadores y forofos compungidos por una derrota. Se trata de una actividad en la que no basta con ganar, sino que hay que ganar siempre, en cada temporada, en cada torneo, en cada partido. Un escritor, un arquitecto, un músico pueden sestear un poco tras haber hecho una gran novela, un maravilloso edificio, un disco inolvidable. Pueden no hacer nada durante un tiempo o hacer algo menor. Entre los primeros, que son los que más conozco, los hay que han pasado a ser buenos por decreto y hasta el fin de sus días gracias a una sola obra estimable escrita cincuenta años atrás. En el fútbol, por el contrario, no caben el descanso ni el divertimento, de poco sirve tener un extraordinario palmarés histórico o haber conquistado un título el año anterior. No se considera nunca que ya se ha cumplido, sino que se exige (y los propios jugadores se lo exigen a sí mismos) ganar el siguiente encuentro también, como si se empezara desde cero siempre, analogía del resultado inicial de todo partido. A diferencia de otras actividades de la vida, en el deporte (pero sobre todo en el fútbol) no se acumula ni atesora nada, pese a las salas de trofeos y a las estadísticas cada vez más apreciadas. Haber sido ayer el mejor no cuenta ya hoy, no digamos mañana. La alegría pasada no puede hacer nada contra la angustia presente, aquí no existe la compensación del recuerdo, ni la satisfacción por lo ya alcanzado, ni por supuesto el agradecimiento del público por el contento procurado hace dos semanas. Tampoco, por tanto, existen durante mucho tiempo la pena ni la indignación, que de un día para otro pueden verse sustituidas por la euforia y la santificación. Quizá por eso el fútbol sea un deporte que incita a la violencia, como decía Cabrera: pero no por las patadas, sino por la angustia. A cambio hay que reconocer que tiene algo inapreciable y que no suele darse en los demás órdenes de la vida: incita al olvido, lo que equivale a decir que a lo que no incita nunca es al rencor, algo que se aprende sólo en la edad adulta.

CON (TEXTOS) FUGACES, Aminta del Rosario Buenaño Rugel

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AMINTA DEL ROSARIO BUENAÑO RUGEL, Con (textos) fugaces: Microrrelatos y cuentos breves, ArteArte Producciones, 2018, 246 páginas.
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LA OLVIDADIZA

   A la señora Teresa se le perdían las cosas, las llaves, el marido, las bolsas. Hacía mil cosas a la vez y no se acordaba de ninguna; preguntaba por el lápiz y no recordaba que lo traía tras la oreja. Abría la puerta y no sabía si entraba o salía. La acusaban de distraída, despistada, olvidadiza, desatenta. Sus amigas la llamaban muchas veces recordándole cosas. Sus hijos se enojaban por sus frecuentes olvidos, le pedían que fuera al médico, pero ella respondía que si Albert Einstein era tan despistado como ella y era un genio, ¿por qué carajos tenía que preocuparse? Cierto día en que su mejor amiga le narraba con detalle la última infidelidad de su marido, respondió cuasi indiferente: "Ya lo sabía, pero se me había olvidado. Que... ¿qué me dijiste?". 

MICRORRELATOS DEL NOROESTE ARGENTINO, Varios Autores

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ANA MARÍA MOPTY DE KIORCHEFF (ed.), Microrrelatos del Noroeste Argentino. AntologíaFondo Editorial Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta, Salta, 2013.
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Ana María Mopty de Kiorcheff es la coordinadora de un trabajo que reúne textos de veinticuatro autores que, tal como apunta el título, son originarios del Noroeste Argentino, una región integrada principalmente por las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero.
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SECRETO

   En la capilla de Santa Ana los ángeles de Soldi llevan vestiduras de una conmovedora transparencia. Los he visto pasear su albura por las calles del pueblo. Algunos se atreven a más y dejan su aura colgada de los árboles para ponerse a jugar entre los niños. A la hora del ángelus recuperan el aura y regresan presurosos a sus sitios, en los muros del templo, para continuar con el relato. En el pueblo todos sabemos de estos escapes furtivos, pero guardamos el secreto.

Nélida Cañas 

UN HERMOSO LUGAR LA FELICIDAD, Ana Urkiza

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ANA URKIZA, Un hermoso lugar la felicidad, Trea, Gijón, 2019, 104 páginas.

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Qué somos: ¿lo que decimos o lo que no decimos?
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Mañana, de nuevo, el futuro se alejará un día más.
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A menudo, preferimos no ver a no entender lo que vemos.
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Necesito parar de prisa.
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En vida, somos una sombra; al morir, un lugar.
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Se escribe para comprender el mundo, ¿por qué no se lee?
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Días para olvidar: esos que volverán a repetirse.
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Puede que nos honren en el futuro las acciones que nos avergonzaron en el pasado.
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No merece la pena acumular experiencias; de hecho, no se recuerda más que la primera.
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La belleza no tiene remedio.

WEIWEI-ISMOS, Ai Weiwei

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AI WEIWEI, Weiwei-ismos, Tusquets, Ciudad de México, 2014, 168 páginas. Edición de Larry Warsh.

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Todo es arte. Todo es política.
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“¿Por qué usted se preocupa tanto por la sociedad?” La pregunta siempre es esa. Y mi respuesta es sencilla: “Porque como artista tienes que asociarte con la libertad de expresión”.
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Si no hay libertad de expresión se pierde la belleza de la vida. Participar en la sociedad no es una elección artística, es una necesidad humana.
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Yo pienso que todos los juicios estéticos —que todas las decisiones estéticas que hacemos— son elecciones morales. No se escapan de la dimensión moral en el sentido más amplio. Se tiene que relacionar el entendimiento filosófico de quiénes somos y cómo las llamadas “arte y cultura” funcionan en el mundo actual.
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Ser artista es más una mentalidad, una manera de ver las cosas; ya no se trata tanto de producir algo.
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Me interesa muchísimo el llamado objeto inútil. Me refiero a que requiere un oficio cabal, un material hermoso medido y trabajado cuidadosamente, pero al mismo tiempo es verdaderamente inútil.
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Soy un artista siempre en busca de lo que es posible. Todo el tiempo procuro ampliar las fronteras.
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Yo creo que el arte es ciertamente nuestro vehículo para desarrollar cualquier idea nueva, para ser creativos, para ampliar nuestra imaginación, para cambiar nuestras actuales condiciones.
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El arte siempre se trata de la superación de los obstáculos entre la condición interna y la destreza expresiva.
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El arte siempre gana. A mí me puede pasar lo que sea, pero el arte permanecerá.

OBRA NARRATIVA, César Antonio Alurralde

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CÉSAR ANTONIO ALURRALDE, Obra narrativa, Fondo Editorial Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta, Salta, 2013, 393 páginas.

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LIBERTAD

   Su celda está vacía. Anoche soñó que se encontraba en un pueblo muy lejano, donde nadie lo conocía.
   Y allí se quedó.

UN SILENCIO PROPIO, Francisco Ferrero

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FRANCISCO FERRERO, Un silencio propio, Cuadernos del Vigía, Granada, 2019, 72 páginas.
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A los extremos se van quienes no saben a donde ir.
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El bosque devuelve la paz que nos arrebata la calle.
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Si se lo pides susurrando, la belleza se entrega a ti por entero.
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Cada vez sentimos más la soledad, la soledad de no estar solos.
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Cuando ríes no tienes pasado.
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Si traicionas tu decisión, traicionas lo que decidiste y lo que no decidiste.
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Hay quien sacrifica el sentido común para tener razón.
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Uno siempre se está mudando, el accidente es quedarse.

RÍO MEKONG, Verónica Aranda

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VERÓNICA ARANDA, Río Mekong. Haikus, Cartonera Island, La Laguna, 2018, 40 páginas.

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El día entero
esperando tu carta.
Patos salvajes.

TRISTES JUGUETES, Ishikawa Takuboku

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ISHIKAWA TAKUBOKU, Tristes juguetes, Hiperión, Madrid, 2019, 218 páginas. Traducción de Masateru Ito y Elena Gallego. 

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もうお前の心底をよく見届けたど、
夢に母来て
泣いてゆきしかな。

Moo omae no shintei wo yoku mitodoketa to
yume ni haha kite
naite yukishi kana

"¡Ya veo el fondo de tu corazón!"
¡Con estas palabras se fue llorando mi madre
en aquel sueño!

SERENDIPIA, Royston M. Roberts

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ROYSTON M. ROBERTS, Serendipia, Alianza Editorial, Madrid, 2018 (2013), 448 páginas.

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Subtitulado Descubrimientos accidentales de la ciencia, fue publicado por primera vez en Alianza en el año 1992. En la Introducción leemos: «La palabra serendipia (serendipity) fue acuñada por Horace Walpole en [...] 1754». El libro lo componen amenos artículos que relatan las historias de estos inesperados y fecundos descubrimientos.
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LAS MOSTAZAS NITROGENADAS Y LA QUIMIOTERAPIA DEL CÁNCER

    Fue la exposición de las tropas al gas mostaza durante la Segunda Guerra Mundial lo que marcó un punto decisivo en la aproximación a la quimioterapia del cáncer. El gas mostaza es realmente un líquido. Los combatientes nunca lo utilizaron intencionadamente en la Segunda Guerra Mundial, aunque ambos bandos lo mantuvieron cerca de los frentes de guerra en previsión de que el otro lado lo utilizaba primero. Era llamado «gas» porque, si fuese usado, sería dispersado por casquetes explosivos, los cuales lo vaporizarían y propagarían por el entorno circundante, incluidos los humanos.
   Un barco aliado que llevaba gas mostaza fue bombardeado en un puerto italiano, y una vez que el agente venenoso se esparció por el agua, algunos soldados cayeron al agua. Cuando fueron rescatados, tuvieron que ser tratados debido a los efectos del gas mostaza. Muchos de estos pacientes desarrollaron un discrasia sanguínea manifestada por una peligrosa reducción de los glóbulos blancos de la sangre. Debido a que una disminución de la cantidad de globulos blancos indicaría una mejora en el caso de algunas leucemias en las que los leucocitos son sobreproducidos en la neoplasia de la médula ósea, el gas mostaza fue consiguientemente probado en pacientes leucémicos. La alta toxicidad del agente era prohibitiva, pero debido a la similitud en la estructura molecular de las «mostazas nitrogenadas» con las mostazas de azufre lo probaron contra las leucemias. Una mostaza nitrogenada es un compuesto similar al gas mostaza (de azufre) más común, pero en la mostaza nitrogenada un átomo de nitrógeno ocupa el lugar del átomo de azufre en la molécula de la mostaza de azufre.
   Muchas variantes de las mostazas nitrogenadas y de azufre fueron preparadas como potenciales gases de guerra. Tras el bombardeo que dio lugar al envenenamiento accidental de los soldados aliados, varios cientos de mostazas nitrogenadas análogas y otros compuestos estructuralmente relacionados fueron probados como agentes anticancerígenos. Aunque ninguno curó ningún tipo de cáncer humano, los efectos de retardo del tumor dieron la esperanza de que a la larga se podrían encontrar compuestos curativos.

INVENTORAS Y SUS INVENTOS, Aitziber Lopez & Luciano Lozano

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AITZIBER LÓPEZ & LUCIANO LOZANO, Inventoras y sus inventos, Flamboyant, Barcelona, 2018, 40 páginas.


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Luciano Lozano ilustra catorce biografías escritas por Aitziber López. Mayores y pequeños, conociendo los hallazgos de Margaret A. Wilcox, Elizabeth Magie Phillips, Marion O'Brien Donovan, Josephine Garis Cochrane, Stephanie Kwolek, Martha Coston o Hedy Lamarr, sabrán quién está detrás de las bengalas marinas, los pañales de celusosas, el GPS o el primitivo e-book.
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Ángela Ruiz Robles
   
   Fue una entusiasta e innovadora inventora nacida en Villamanín, España, en 1895. Estudió Magísterio y durante años impartió clases y fue directora de varias escuelase institutos, además de escritora. Ánngela fue la creadora del abuelo del e-book actual, llamado «enciclopedia mecánica». El invento consistía en un soporte donde se podían leer distintos libros, gracias a unos carretes que los contenían y se podían intercambiar, según la obra que se deseara leer. ¡Tenía luz e incluso podía incorporar sonido!
   A pesar de ser un ingenio realmente moderno para su época (que permitía a los alumnos llevarlo de casa a la escuela, y a los profesores añadir sus propios materiales), nadie apostó por él, por lo que su invento cayó en el olvido.
   Años más tarde, otros aprovecharían sus ideas para diseñar los libros electrónicos que usamos hoy en día.
   

SUMA BREVE, Miguel Catalán

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MIGUEL CATALÁN, Suma breve. Pensamiento breve reunido (2001-2018), Trea, Gijón, 2018, 256 páginas.
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Además de los tres libros de aforismos que Catalán ya había publicados (El sol de medianoche, 2011; La nada griega, 2013, y La ventana invertida, 2014), en este volumen es posible disfrutar de los inéditos Así es imposible, El altar del olvido y Paréntesis vacío.
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Al tocar el hueso, duele. Si lo atraviesas, el dolor se hace insoportable. Ir al fondo de las cosas es ir a veces demasiado lejos.
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Cuando era pequeño creía que la Guerra Civil española había tenido lugar en tiempos lejanos, casi remotos. Fue mientras iba cumpliendo años cuando comprendí que estaba cada vez más cerca.
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Siempre fue una mujer coqueta. Se estuvo quitando años hasta llegar a los ochenta; a partir de entonces, empezó a añadírselos.
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Cuando ella lo vio por primera vez tuvo la impresión de que lo conocía de toda la vida. A los dos años de convivencia esa impresión ya se había confirmado lamentablemente.
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Hace poco acepté esa creencia tan extendida de que no conviene hacerse demasiadas ilusiones. Ahora solo me falta acertar con la dosis.
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El aforismo es un fulgurito, ese pequeño fragmento de tierra fundida por un rayo en milésimas de segundo.
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Hay escritores tan famosos que ya no escriben libros por falta de tiempo.
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Este amigo prevé que llegará un día en que cada persona en edad de escribir será autor, editor y único lector de su libro.
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Toda la poesía escrita en el pasado, hasta la más frívola, perdería su sentido el día en que los científicos descubrieran su antídoto contra la muerte. Habría que empezar a escribir desde la nada; a ciegas, sin clásicos.
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Ya está todo escrito, pero de otra manera.

LAS LEYENDAS TRADICIONALES GALLEGAS, Leandro Carré Alvarellos

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LEANDRO CARRÉ ALVARELLOS, Las leyendas tradicionales gallegas, Espasa-Calpe, Madrid, 1977, 304 páginas.

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Carré Alvarellos señala en el amplio estudio que precede a la colección: «La tradición de Merlín, el milagro del Cebreiro, la leyenda de la torre de Breogán y el descubrimiento de Irlanda por los gallegos, que allí llevaron la piedra de los reyes, sobre la que todavía son coronados los soberanos de Inglaterra siguiendo antiquísima tradición, prueban evidentemente que la cultura de Galicia era de tipo céltico».
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EL SANTO GRIAL DEL CEBREIRO

   En las altas cumbres de la sierra, en el Cebreiro, provincia de Lugo, frontera con León, hay una aldea, Pedrafita, compuesta por un pequeño grupo de pallozas: casas de planta baja, muy primitivas, de paredes de cachotería (o sea, piedras sin labrar, unidas con barro), de forma redondeada, y cubiertas de colmo, junco o paja gruesa cosida en fajas superpuestas. Por allí pasaba el camino francés de las peregrinaciones a Santiago; y como aquel lugar era muy difícil de subir por lo abrupto y costanero y más fatigoso por el frío de las nieves que lo cubren buena parte del año, dícese que San Giraldo, conde de Aurillac, hizo construir allí un hospital y una iglesia para que pudieran reposar y confortarse, corporal y espiritualmente, los peregrinos que de ello hubieran menester.
   Aconteció, allá por el año 1300, que un cura de la parroquia empezó a pensar en cómo era posible que la santísima hostia, pequeña hoja redonda de pan, y el vino de misar pudieran convertirse en carne y sangre de Jesús Dios al tiempo de la consagración, cumplida simplemente por un hombre mortal y pecador como era él.
   La duda mordía con frecuencia el corazón del sacerdote: la duda amargaba las horas solitarias de sus noches de insomnio.
   —Oh, Dios! —murmuraba el cura afligido—. La fe se debilita en mí. Mi ser enflaquece y mi cerebro estalla, pero no veo claro este misterio. ¿Unas leves cruces trazadas en el aire por mi mano y unas pocas palabras murmuradas por mi boca, no siempre limpia y pura, cómo pueden hacer tal milagro?
   Había un vecino de la parroquia que vivía a una media legua de Pedrafita y era tan devoto de la santa misa, que por ninguna cosa, ni aun por las tormentas o nevadas más fuertes, dejaba de acercarse allí para oír su misa.
   Un domingo estaba el cura celebrando el santo sacrificio. Nadie más estaba en la iglesia, porque la turbulenta cellista de aquel día era tal, que causaba pavor. Tenía ya consagrada la hostia y el cáliz, cuando oyó el ruido de alguien que entró apresuradamente en la iglesia.
   El sacerdote lo miró con sorpresa y, asombrado, murmuró: «¡Pobre hombre, venir con este tiempo de tan lejos, fatigosamente y exponiéndose a morir en el camino, sólo para postrarse ante un poco de pan y vino!»
   Pero entonces sintió un estremecimiento extraño. Miró para la patena y vio, horrorizado, cómo la blanca rodajita de blanco pan enrojecía, convirtiéndose en sangrante carne que parecía recién cortada de un cuerpo vivo; y el vino del cáliz se espesaba, adquiriendo un tono más bermejo, a sangre.
   El mísero cura cayó de rodillas al pie del altar y luego se desplomó sobre las gradas, desvanecido. El hombre que había llegado en aquel momento corrió el altar y trató de incorporar al sacerdote. Estaba muerto.
   Las reliquias de este milagro se conservan en dos ampollas de vidrio y plata en la iglesia de Pedrafita del Cebreiro.

CÓMO CAZA UN DROMEDARIO, Víctor Nubla

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VÍCTOR NUBLA, Cómo caza un dromedario, Blackie Books, Barcelona, 2012, 230 páginas.

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ME PREGUNTO

a Francesc Sans 

   ¿Por qué sonríe la gente en las fotografías? ¿A qué o a quién sonríen? No tengo la menor idea. Al fotógrafo, supongo. Los fotógrafos parecen ser gente a la que se sonríe a menudo. Sobre todo, el fotógrafo de retrato. Aquel a quien el fotografiado encomienda la inmortalidad de su sonrisa. No el que fotografía a los demás cuando no lo pueden ver. O cuando les da absolutamente igual. También hay gente que les llora a los fotógrafos. Algunos mueren o agonizan para ellos, pues tienen en sus manos la herramienta que permite fijar lo que se ve. Extraña gente los fotógrafos, a través de cuyos ojos los demás vemos.

LA VIDA AMOROSA DE LOS ANIMALES, Fleur Daugey

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FLEUR DAUGEY, La vida amorosa de los animales, Océano, Madrid,  2016, 52 páginas.

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Nathalie Desforges ilustra este álbum dividido en las siguientes partes: ¿Ser macho, hembra o los dos?, Manual de seducción del mundo animal, La feria de los solteros, Los enamorados más raros, Besos y apapachos, Amor apache, Relaciones íntimas, Celos y Vidas de familia.
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TODO O NADA

   La mayor parte de los pájaros carecen de pene. Machos y hembras frotan sus cloacas para que el semen pase de unos a otras. Comparados con los gallos y los pinzones, que carecen de órganos para copular, los patos y los gansos desarrollaron unos órganos increíbles. El del pato zambullidor argentino mide 42 centímetros, ¡dos veces y medio el tamaño de su cuerpo! Además, el pene está enroscado como un sacacorchos. No se sabe bien por qué es tan desmesurado. Parece que el pene está provisto de un cepillo que permite limpiar el esperma de sus rivales, pero hay que considerar otra explicación. Los patos suelen ser capaces de violar a las hembras y las obligan a copular aunque no estén de acuerdo. La vagina de las patas es muy tortuosa y de difícil acceso, como para impedirle a los machos que obtengan lo que quieren. Tal vez por eso los machos han desarrollado un sexo capaz de penetrar a la fuerza, ¡Algunos órganos se extienden a 120 kilómetros por hora! Los patos que nadan en los lagos tienen un aire apacible. Sin embargo, ¡su vida sexual es bastante complicada!


100 LIBROS QUE CAMBIARON EL MUNDO, Scott Christianson & Colin Salter

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SCOTT CRISTIANSON & COLIN SALTER, 100 libros que cambiaron el mundo, Blume, Barcelona. 2019, 224 páginas.

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«Todos los libros, sean de ficción o de divulgación, pueden cambiar el mundo», leemos en la Introducción de este libro ilustrado que se abre con reseñas de libros como I Ching o La epopeya de Gilgamesh, La Torá, La Ilíada o La Odisea, y se cierra con Maus de Art Spiegelman o Esto lo cambiatodo: el capitalismo contra el clima de Naomi Klein.
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JOHN BERGER, Modos de ver, 1972.

   Artista, profesor y crítico de arte, novelista, dramaturgo, ensayista y poeta, John Berger [1926-2017], fue un hombre con una visión global que mostró casi todo su potencial al mundo en 1972, el año en que presentó en el Reino Unido una serie de televisión de la BBC en el mes de enero y en que recibió el segundo de dos premios de primer nivel por su novela experimental G. en diciembre. En medio, encontró tiempo para escribir siete ensayos que contenían las ideas expresadas en los programas de televisión, los cuales fueron publicados en un libro homónimo.
   El modo que tenía Berger de ver el arte, desde una perspectiva sociopolítica, logró transformar nuestra percepción del mismo. Modos de ver sintonizaba con el pensamiento progresista y radical de finales de la década de 1960 y principios de 1970. El mismo autor era un marxista comprometido: el título escogido para una temprana colección de sus ensayos fue Rojo permanente y la cubierta de su novela G. de 1972 era roja con la letra del título. Por otra parte, donó la mitad de los fondos del Premio Booker con el que fue galardonado por G. al movimiento de las Panteras Negras británico. 
   Modos de ver consiste en una serie de discusiones filosóficas sobre nuestra manera de ver el arte. Con «ver» Berger se refiere tanto a la forma que tiene el artista de acercarse al tema como a la forma que tiene el espectador de considerar la obra de arte producida. Se trata de un libro relativamente corto, que se aproxima a diversas teorías además de a la suya propia, presentándolas de una manera simplificada y muy clara. Sigue tratándose de una lectura esencial tanto para los estudiantes de arte como para los de ciencias sociales.
   Berger sostiene que la percepción de un artista se basa en las creencias y valores de su tiempo; de este modo, los artistas medievales representaban el infierno como un lugar en llamas porque así es como la gente pensaba que era y otras escenas se representan de maneras concretas en función de los valores culturales de la época. Los bodegones no eran meros objetos, sino ostentosos símbolos del lujo, la riqueza y la propiedad.
   Los retratos que a menudo se pintaban con la intención de agradar a los patriarcas que los encargaban, pretendían asimismo representar la propiedad, en este caso de un título, de una posición social o de una familia. Esto sucede asimismo con las figuras de las pinturas bíblicas alegóricas que, si bien con cierra piedad aparente, se representan del mismo modo. Berger presta especial atención a los desnudos pictóricos, en particular a los femeninos. El autor observa la diferencia semántica entre las palabras inglesas naked, que significa «sin ropa», y nude, que se aplica al arte y que significa «sin vestir», ampliando así el alcance al hecho de ser percibido sin ropa; lo cual en cierto modo expresa una contraposición entre el hecho de no llevar ropa y aquel de convertirse en la propia vestimenta.
   La mayor parte de los pintores clásicos representan formas idealizadas del desnudo femenino en mujeres que a menudo no miran hada el resto de las figuras de la composición, sino hacia fuera de la pintura, al espectador, el cual vendría a ser ante todo el hombre que encargó la pintura, su propietario. Berger sugiere que las mujeres han aprendido a mirarse a sí mismas del mismo modo que las miraba el propietario de la pintura, desde el punto de vista masculino en lugar de desde el femenino, y afirma: «Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí mismas mientras son miradas. Esto determina no solo la mayoría de las relaciones entre hombres y mujeres, sino también la relación de las mujeres consigo mismas».
   La publicidad moderna, concluye, funciona del mismo modo, imponiendo un ideal masculino en imágenes de mujeres y objetos, algo relacionado con la propiedad y no con la realidad. Si la belleza está en el ojo del espectador, Berger nos anima a que miremos más allá para comprender el contexto de esa belleza para el artista, el mecenas y el espectador moderno.

MAS FUTVOL POR FABOR, Leandro Barea

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LEANDRO BAREA, Mas futvol por fabor, Demo Editorial, A Coruña, 2018, 278 páginas.

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DIECISIETE ALFILES, María Ángeles Pérez López

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MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ, Diecisiete alfiles, Abada, Madrid, 2019, 88 páginas.
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El prólogo de Erika Martínez señala con bella elocuencia el propósito de esta colección de haikus: "Dicen que el alma es el cuerpo mirándose desde fuera. La diagonal que traza esa mirada es la que recorren estos Diecisiete alfiles, señalando el camino por donde el alma vuelve a caer hacia su materia asombrada."
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Belleza intacta 
que ha olvidado su nombre 
y es solo escarcha.

LOS PESCADORES DE PERLAS, Varios Autores

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GINÉS S. CUTILLAS (ed.), Los pescadores de perlas. Los microrrelatos de QuimeraMontesinos, Barcelona, 2019, 322 páginas.
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Ginés S. Cutillas recoge en esta antología los textos de ochenta microrrelatistas, publicados en la sección "Los pescadores de perlas" de la revista Quimera durante los últimos años.
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LUNAS

   Tras la noche, el amanecer pinta de nuevo a nuestro alrededor el camino sin asfalto, los maizales a punto de cosechar y los dos olmos secos del ribazo. Mi coche del siglo veinte rompe con una pincelada de plomo la armonía de este cuadro impresionista. Todo ahora es silencio, incluso el canto del gallo y los ladridos de los perros a la mañana. Tú permaneces inmóvil en tu asiento, medio desnuda. En el parabrisas, la mentira y el alcohol de la noche se condensan y se deslizan en un llanto callado, sin sollozos, que humedece la pintura y emborrona el margen inferior del lienzo de cristal. No hace falta decir que es la hora de regresar. La guantera me vomita de una sola arcada mis gafas de sol y se queda boquiabierta. Escondo mi mirada bajo una escala de grises antes de dar el contacto y preguntarte dónde vives. Aunque bien podría haberte preguntado quién eres. O quién soy.

RESPLANDORES Y PARPADEOS, David Slodky

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DAVID SLODKY, Resplandores y parpadeos, Macedonia Ediciones, Morón, 2019.

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Patricia Nasello subraya en su texto de contracubierta el compromiso ético y social que acompaña a la solvente microliteratura de Slodky: "Ninguna herida se pasa por alto, ninguna violencia. [...] Resplandores y parpadeos, certero como una flecha disparada por un buen arquero, dice que los adultos no pueden ofender a un niño. [...] Que cualquier ofensa nos daña a todos."
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 RESPLANDOR

   Sin darse cuenta, obnubiló su raciocinio a lo que no podía o no quería entender. Y fue todo tan umbrío, durante tanto tiempo, que sus ojos y su alma se acostumbraron. Y caminó por la noche como si fuera el día, por la agonía como si fuera la vida, por el dejamiento como si fuera el amor, por la flema como si fuera la pasión… Pero cuando ese resplandor iluminó sus tinieblas durante escasos segundos, pudo verlo todo.
   Intentó entonces el día.
   Pero ya era el atardecer...

EL SABOR DEL SILENCIO, Arturo Antonio Torres Muñoz

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ARTURO ANTONIO TORRES MUÑOZ, El sabor del silencio. Colección de 150 haikú, 2019, 58 páginas.

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Corren libres
las gotas de rocío
sobre las flores.

LUNA DE ARENA, Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala

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FERNANDO RODRÍGUEZ-IZQUIERDO Y GAVALA, Luna de arena, Satori, Gijón, 2019, 80 páginas.
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Susana Benet destaca en su prólogo el universo poético del contrastado traductor y especialista en literatura japonesa Rodríguez-Izquierdo, "donde lo sublime convive con lo mundano en armonioso contraste, impregnado siempre del auténtico sabor a haiku".

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Se desmorona 
la noche, alumbra el día: 
luna de arena.