101 COSAS QUE APRENDÍ EN LA ESCUELA DE ARTE, Kit White

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KIT WHITE, 101 cosas que aprendí en la escuela de arte, Gustavo Gili, Barcelona, 2014, 120 páginas. 
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En la Nota de autor el docente y artista Kit White (suyas son las imágenes que acompañan a cada una de estas reflexiones) apunta: "El arte no está separado de la vida, el arte es, precisamente, la descripción de las vidas que vivimos".
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TODA IMAGEN ES UNA ABSTRACCIÓN.

   Incluso las fotografías. Nunca son aquello que representan son la reproducción conceptual o mecánica de algo que ha quedado atrás. Esto puede parecer una obviedad, pero tiene mucho que ver con el modo en el que percibimos y utilizamos las imágenes. En cuanto que composiciones simbólicas de formas, reconocibles o no, las imágenes son siempre metáforas. La metáfora es el medio del lenguaje simbólico y además el lenguaje del arte. El realismo en arte nunca es tal. Cuanto más elevado el arte, mayor la ilusión.


ZOORPRESAS ZOOLÓGICAS, Luisa Valenzuela

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LUISA VALENZUELA, Zoorpresas zoológicas, Macedonia, Morón, 2013, 104 páginas.

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ELEMENTOS DE BOTÁNICA

   En primera instancia eligió la más bella y dorada de las hojas del bosque; pero estaba seca y se le resquebrajó entre los dedos. Con la roja, también muy vistosa, le ocurrió lo contrario: resultó ser blandita y no conservó la forma. Una hoja notable por sus simétricas nervaduras le pareció en exceso transparente.
   Otras hojas elegidas acabaron siendo demasiado grandes, o demasiado pequeñas, o muy brillantes pero hisurtas, ásperas o pinchudas.
   No debemos compadecer a Eva. Pionera en todo, fue la primera mujer en pronunciar la frase que habría de hacerse clásica por los siglos de los siglos: «¡No tengo nada que ponerme!»

PARA VIAJEROS IMPROBABLES, Cecilia Eudave

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CECILIA EUDAVE, Para viajeros improbables, Arlequín, Guadalajara, 2011, 80 páginas.

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KAY: EL PAÍS DE LOS APOSTADORES

   Tenían un país y se lo jugaron. Lo perdieron.., ahora Kay ya no existe. Pero sí los kayanos, a quienes se les puede ver regados por el mundo, aflorando su tierra, con el cubilete en la mano, con la baraja, con las fichas en los bolsillos; lloriqueando frente a una mesa de billar, detrás de una máquina tragamonedas, frente a una ruleta; suspirando de lo más tristes entre galgos y caballos, entre partidos de fútbol y baloncesto, apretando las boletas que equivalen a la libertad.

LA MIRADA EFÍMERA, Herme G. Donis

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HERME G. DONIS, La mirada efímera, Levante Editori, Bari, 2004, 102 páginas.

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Lo sguardo effimero es el título de esta colección de haikus traducidos al italiano por Emilio Coco.  
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Vivo dolor
da ver pasar los días
tan enemigos.

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Vivo dolore
danno i giorni che passano
cosí nemici.

PÁRRAFOS SUELTOS, Doménico Chiappe

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DOMÉNICO CHIAPPE, Párrafos sueltos, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2003, 64 páginas.

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LA VENGANZA

   Durante años, la ancianita no dijo nada de los malos tratos que recibía en la taquilla por su maña de contar los centavos, ni del rechazo de su crédito por poseer como único capital un exceso de años, ni de las llamadas altaneras del departamento de cobranzas que tradujo en deudas los sueños del difunto esposo. Resistía gracias a la esperanza de ganar el sorteo anual que promocionaba la entidad. Cuando ganó y la televisión quiso saber qué haría con tantísimo dinero, ella se irguió y respondió: «Lo depositaré en otro banco».

LA FÁBRICA, Albert Lladó

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ALBERT LLADÓ, La Fábrica. Apuntes, aforismos y estilemas, La Garúa, Santa Coloma de Gramenet, 2014, 256 páginas.

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La resistencia, hoy, no consiste en ir con cuadrigas y espadas de plata. Es sortear el astado callado de la homogeneización.
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El extrovertido ve en el espejo del lavabo una ventana con vistas al mar.
El introvertido, sin embargo, observa el horizonte y cree que es hora de depilarse el entrecejo.
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¿Por qué lo llaman centro comercial si lo construyen siempre en la periferia?
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La equis está cansada de ser tan enigmática.
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El miedo es una palmera. El movimiento de sus cuchillos depende de por dónde sopla el viento. Pero, por muy exótico que parezca da origen, el tronco permanece bajo la misma tierra.
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Le llamamos obra porque los versos son peldaños y las prosas andamios.
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La bandera ha de aspirar a ser ágora. No máscara. La Historia no justifia la Historia. La inteligencia común es el motor y la brújula.

PEQUEÑOS MOMENTOS BREVES, Igor Rodtem

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IGOR RODTEM, Pequeños momentos breves, Lulu, Raleigh, 2011, 152 páginas.

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POCO TIEMPO

   "Por favor, sea breve", dijo el anciano, "me temo que ya no me queda mucho tiempo".
   "Precisamente por eso venía", dijo la alta figura encapuchada, ataviada con una negra y amplia túnica, mientras acariciaba la afilada guadaña que portaba en su mano.

LA CASA CIEGA Y OTRAS FICCIONES, Nana Rodríguez Romero

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NANA RODRÍGUEZ ROMERO, La casa ciega y otras ficciones, Cooperativa Editorial Magisterio,  Bogotá, 2000, 128 páginas.

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CONCEPTO DE IDENTIDAD E INFINITO

   Al filo de la madrugada, rodeado de tratados de astronomía, física cuántica y topología, con las manos sobre la frente, asombrado ante la curvatura e infinitud del espacio, de los millones de soles y de galaxias que pueblan el universo; los agujeros negros, la antimateria, el tiempo, levantó los brazos aterrorizado y gritó a su compañera:
   —¡Eloísa, Eloísa, no somos nada! ¡No somos nada! Ella, entre dormida y despierta le contestó:
   —¡Claro, si usted siempre me ha negado! Y volteó la espalda para continuar durmiendo.

VIDA DE PERRAS, Teresa Calderón

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TERESA CALDERÓN, Vida de perras, Alfaguara, Madrid, 2000, 200 páginas.

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De los veinticuatro relatos de la autora chilena, algunos encajan en la categoría de narraciones breves.
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HORA CERO

   Mi primer intento suicida fue involuntario y lo desbarató en el acto la pericia del médico cuando asistió mi nacimiento y se encontró con que esta hi­ja del Señor traía el cordón umbilical enrollado en el cuello. No pudiendo lograr mis fines, produje un bloqueo en la tráquea, de manera que no era posi­ble alimentarme. Ni agua ni leche ni nada.
   Mi padre me habló en la cuna, me pidió que viviera, que probara. Tal vez valiera la pena.
   No pude resistirme a sus peticiones, pero el deseo de la nada era mayor y a la edad de quince días, desarrollé una alergia generalizada ala piel que se me abría a la menor provocación, hasta que me convertí en una llaga sangrante.
   Así, en carne viva, sangrando y llorando, sin una piel protectora, me llenaron de vitaminas en un tratamiento de schok. Obligada a vivir con el gran argumento de que la vida pide la vida, me ins­talé en el único cuerpo que me dieron, para vivir lo que tenía que ser.
   El segundo intento es éste. Ya no tengo na­da que perder. Grito, lanzo patadas donde caigan; rasguño y muerdo. Sobre todo grito, grito y grito hasta vaciarme. La dignidad se me ha olvidado en un cajón desesperado de la mente. Abro la puerta de mi garganta estragada y dejo salir, por fin el vómito negro acumulado por años y años de humillaciones y dolor. Respondo por mí y por to­das las mujeres humilladas y maltratadas del mun­do; por todas las ofendidas y deshonradas. Ya no soy yo en este momento. Somos todas dejando paso al odio en su estado más puro y absoluto. Plenas la furia y el deseo de venganza saliendo ronco desde las profundidades, desde tiempos remotos, desde las vísceras, el grito, desde lo más antiguo del dolor y del horror. Ya no tengo nada que perder.
   El odio como un río caudaloso y turbulen­to arrastraba consigo todo lo que encontró a su pa­so. El mal giró sobre sus talones y subió a su guari­da de pócimas para ser feliz.
   Me escondí en la cocina, mi refugio de ollas, mi escenario.
   —¡Abreme la puerta, puta de mierda! ¡Te va a salir peor! —chillaba, dándole patadas y golpes de puño a la puerta que retumbaba y llegaba a doblarse, pero no cedía; firme conmigo la puerta, no me iba a entregar así tan fácilmente. Ya no.
   —Te va a salir peor —gritaba.
   Nada podría salirme peor que esto. Nada sería peor que haberme equivocado y haber vivido equivocada. Lo único que podría ocurrir era una muerte. Y no iba a ser la mía. Había descubierto el poder del grito, el dolor esencial, un arma hasta ahora desconocida.
   Pero la puerta cedió y pudo entrar el mal. Me tomó del pelo y me lanzó al piso. Bloqueó mis manos y piernas con su cuerpo contra el mío en el suelo.
   Inmovilizada y en silencio lo miré a los ojos; dos fieras auscultándose, calculando las fuerzas, mi­diéndose en un claro de la selva, porque esta pelea pararía en muerte.
   Afuera golpeaban los ángeles. Intentaban en­trar por la fuerza en la casa. Quedé tendida en el pi­so y el mal se detuvo por un instante. Aprovechando su descuido busqué con qué defenderme. En la coci­na nos enfrentamos. Cuando levantó el puño, lo mi­ré fijamente, sin miedo, sin angustia; lo miré con cal­ma y lo apunté con el cuchillo de cocina.
   —Si te acercas, te lo entierro —le dije. Y se lo hundí en el estómago para darle una pequeña prueba.
   Se echó hacia atrás. Yo estaba dispuesta a to­do. Y leyó en mis ojos, por primera vez, que, en efecto, así sería.

EL LIBRO DE LAS JITANJÁFORAS, Alfonso Reyes

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ALFONSO REYES, El libro de las jitanjáforas, Bonilla Artigas, México, 2011, 196 páginas.

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Adolfo Castañón selecciona y anota El libro de las jitanjáforas y otros papeles seguidos de retruécanos, sonetórpidos y porras deportivas. En Torniquete  (pp. 9-17) traza los vínculos entre todos estos juegos verbales que, carentes de significado, se aproximan, asintóticamente, al estatuto de palabra.
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ÍNDICE

Torniquete   [9]

I. Jitanjáforas: teoría y visión.   [19]    

   1. Las jitanjáforas.   [21]
   2. Alcance de las jitanjáforas.   [60]
   3. Jitanjáforas.   [70]
   4. Jitanjáforas.   [71]
   5. Contribución a las jitanjáforas.   [74]
   6. Rima rica.   [75]
   7. Acertijos.   [76]
   8. El calambur en Joyce.   [78]
   9. Grandeza y miseria de la palabra.   [19]
  10. Travesuras lingüísticas.   [81]
  11. Las pasigrafías.   [83]
  12. Ademanes.   [81]
  13. La "morcila".   [90]
  14. De microbiología literaria.   [92]
  15. De la lengua vulgar.   [94]

II. De la jitanjáfora como acción.   [103]

   1. Canto del Halibut.   [105]
   2. Candombé porteño.   [114]
   3. Jitanjaforeando.   [115]
   4. Disculpa al Bodoque.   [116]
   5. A Miguel Ángel Asturias.   [117]

III. Buzón de jitanjáforas. Correspondencia en torno a las Jitanjáforas.   [119]

   1. Dos cartas de Mariano Brull a Alfonso Reyes.   [121]
   2. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Amado Alonso.   [123]
   3. Correspondencia entre Ignacio B. Anzoátegui y Alfonso Reyes.   [127]
   4. Dos cartas de Xavier Villaurrutia a Alfonso Reyes.   [129]
   5. Una carta de Jaime Torres Bodet y la respuesta de Alfonso Reyes.   [130]
   6. Una carta de Toño Salazar.   [132]

IV. Kiosko. Artículos de periódico.   [135]

   1. Las jitanjáforas de Alfonso Reyes y el valor de las palabras”. Crítica (Buenos Aires, 1929).   [131]
   2. “Por el mundo de las ‘jitanjáforas”. Excelsior-El País (La Habana, 1929).   [137]
   3. “Las ‘Jitanjáforas’ o el Cherr lírico”. Excelsior-El País (La Habana, 1929).   [145]
   4. “Alfonso Reyes y las jitanjáforas”. Les Nouvelles Littéralles (París, 1929).   [149]
   5. “Consideraciones. Jitanjáforas”. Excelsior-El País (La Habana, 1929).   [151]
   6. “Crisis, poesía, libro nuevo”. La Gaceta Literaria (Madrid, 1929).   [153]
   7. “Jitanjáfora de la Reyna Isabel de Francia ausente del Rey Felipe nuestro señor”. Número (Buenos Aires, 1930).   [153]
   8. “Nuevo Código”. Número (Buenos Aires, 1930).   [154]

V. Reino y ubicuidad de la jitanjáfora.   [157]

   1. Tikanjáforas. Alicia Reyes.   [159]
   2. Las fatrasías francesas de la Edad Media. Guido Gómez de Silva.   [160]
   3. Retuécano. Guido Gómez de Silva.   [162]
   4. El Firiquitulique.   [172]
   5. Sonetórpidos. “Dante Aligheri”.   [173]
   6. Del tartamudeo como arte. José de la Colina.   [176]
   7. Tres porras deportivas.   [179]

Índice onomástico.   [183]

Bibliografía.   [189]
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Filiflama alabe cundre
ala olalúnca alífera,
alveola jitanjáfora
liris salumba salífera.

Olivia oleo olorife
alalai cánfora sandra,
milingítara girófora
zumbra ulalindre calandra.

FALSAS ALARMAS, EL SUJETADOR EXPLOSIVO Y EL CANGURO LADRÓN, Jan Harold Brunvand

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JAN HAROLD BRUNVAND, Falsas alarmas, el sujetador explosivo y el canguro ladrón, Alba Editorial, Barcelona, 2009, 144 páginas.

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EL SUJETADOR EXPLOSIVO

   Esto le pasó alrededor de 1960 a mi tía, que en aquel enton­ces en una jovencita muy atractiva. Llevaba un enorme car­dado de color platino, tacones de aguja dorados, pantalones pinta y una prenda de ropa interior que he visto con mis pro­pios ojos: un sujetador hinchable. Esta prenda fue fugazmen­te famosa a principios de los años sesenta y consistía en unos rellenos de plástico que se inflaban por un tubito hasta adqui­rir el volumen deseado y se metían en un sujetador especial.
   Parece ser que mi tía y su marido estaban en un avión cuan­do, por efecto de la descompresión, el sujetador empezó a inflarse de forma alarmante. Mi tía se fue corriendo al lavabo; en algunas versiones llegó a tiempo, pero en otras, estaba en medio del pasillo cuando la delantera le explotó ruidosa­mente.
   Le mostré tu historia del sujetador hinchable a un colega que me había dicho que conocía historias parecidas desde hace veinticinco años, cuando iba al instituto en Colorado. Las que él sabía trataban de chicas que se ponían el sujetador hinchable para ir al baile de promoción y, cuando sus parejas les ponen el prendedor de flores, se lo pinchan y este expIo­ta o se desinfla.

30 CUENTOS Y MEDIO, Emilio Aragón

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EMILIO ARAGÓN, 30 cuentos y medio, Odeón, Málaga, 2014, 160 páginas.

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Esta hermosa edición de los relatos de Emilio Aragón está acompañada de una lleve USB que permite el acceso al audiolibro y a otros extras multimedia.
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AMOR DESESPERADO

   "Cada nota musical guarda en su seno toneladas de poesía y amor", dijo un sordo.

   Me despertó aquella voz que interpretaba una composición mía, muy mía, tan mía que no la había registrado, Y no la había registrado porque no pensaba comercializarla. Posiblemente aquella canción fuese el tema de mi vida. La mejor y más sentida composición que había producido mi cerebro, o mi alma, o mi corazón, que de todo tenía un poco. Esa canción era todo lo que me quedó de la noche más feliz de mi vida. Una inolvidable noche que sólo podía volver a mí en forma de sublimes palabras y una música de inspiración celestial. Yo no la consideraba una canción, sino un recuerdo hecho verso con el alma.
   Salté de la cama, en mi habitación del hotel, y abrí el balcón para ver quién cantaba esa canción con voz de ángel. Cuando quise asomarme ya era farde, la criatura había doblado la esquina y desaparecido de mi vista. Sólo pude captar una visión fugaz de lo que parecía ser una joven preciosa con una pequeña guitarra en sus manos. Me vestí con unos vaqueros y una camiseta de manga corta y, a pesar de que la mañana era fresca, salí a la calle en busca de la dueña de aquella voz.
   Busqué en el entorno del hotel como un demente y pregunté a cuanta persona encontré en mi camino. Me estaba volviendo loco. Era imprescindible que yo encontrase a la dueña de aquella voz que interpretaba mi canción. Aquella canción sólo la improvisé una vez conforme iba construyéndose y lo hice bajito, directamente al oído de la mujer más bella de este mundo. Un ser especial y fuera de lo común que me dio todo cuanto puede ofrecer una mujer desinteresada y enamorada de mi otro yo. Se la dediqué a Minerva la única noche que la conocí, la amé y la perdí. Nadie había escuchado ni de mis labios volvió a salir jamás la melodía y la letra de aquella inspiración espontánea.
   Ella admiró hasta el punto de la adoración mi música. mis letras, las inspiraciones con que el cielo me había dotado y que llenaban de ilusión su alma. Pero creo que en aquellas pocas horas que vivimos el uno para e! otro jamás fue capaz de admirar el aspecto estrictamente material de mi ser: mi cabello rojo, mis orejas de soplillo, mi parodia de nariz, la invasión de pecas que cubría todo mi cuerpo...
   Recuerdo con pasión cómo temblaba en mis brazos mientras escucha la letra de aquel tema único e inolvidable. La pasión duró el tiempo que duró mi inspiración. Pero con el final de la canción despareció de mi vida para siempre jamás.
   Ahora, muchos años después, cuando aquella noche sólo era el mejor de mis recuerdos, alguien cantaba el tema que sólo Minerva y yo conocíamos. Ese milagro merecía una aclaración que debía buscar para tranquilizar mi espíritu.
   Busqué e indagué en todas las estaciones de metro y lugares donde los músicos callejeros ofrecen su arte. Pregunté y hasta ofrecí una compensación a quien me hiciera llegar información. Yo preguntaba por una joven que se acompañaba con una pequeña guitarra e interpretaba baladas y boleros. Nadie la había conocido. Nadie la había visto. Nadie podía ofrecerme información. Los músicos callejeros me recomendaron buscar en otras capitales del país, pues era tanta la competencia que los artistas de calle en Madrid, se mudaban de ciudad.
   Dejé Madrid y busqué en Barcelona, Valencia, Sevilla. Empeñado en dar con aquella voz, visité París y Roma. Buscaba los lugares donde conseguían sobrevivir los músicos callejeros. Pregunté a cuanto policía municipal encontraba de servicio. Nadie me ofrecía información, por el contrario muchos me confundían y me enviaban a escuchar a mujeres mayores que se buscaban la vida de aquella manera.
   Antes de rendirme, y porque me habían comentado que en Praga había mucho artista de calle, viajé a Praga. Allí, y en el puente de Carlos, paso inevitable de todo turista de la ciudad vieja a la ciudad pequeña sobre el Moldava. escuché no la canción, sino el tono de voz que había escuchado aquella mañana en el hotel de Madrid. La intérprete era una joven de aspecto gracioso y dotada de la belleza que imprime la juventud. Se acompañaba con una pequeña guitarra. Inmediatamente pensé que había logrado localizar algo más que a la intérprete de mi canción. Con los nervios alterados y un deseo desbocado por aclarar cómo mi canción había llegado a su conocimiento, tuve la paciencia de escuchar tres interpretaciones de tres preciosas canciones de su cosecha. Entonces me acerqué a ella por un costado y sólo dije: «¿Minerva?».
   «Si». dijo ella dejando de cantar y observándome con curiosidad. Durante más de un minuto no retiró su mirada de mi rostro. Tenia que ser, pensaba yo. Esas orejas. Esa nariz. Ese cabello rojo. Las pecas... Sin embargo, los ojos, la mirada y los labios eran sin duda de Minerva. Aproveché su pausa para preguntarle:
   —¿Tienes diecisiete años?
   —Exactos —dijo ella intrigada.
   —¿Conoces la canción "Amor desesperado"?
   —Es mi favorita —dijo ella.
   —¿Te importaría cantármela?
   —Con mucho gusto —aceptó ella y, como si al cantar estuviese pensando en otra cosa. me interpretó mi obra maestra completa.
   Su voz era preciosa y su manera de cantar, maravillosa. Cuando terminó la canción, todo ser que cruzaba por el puente de Carlos rodeaba a Minerva. El tráfico se había paralizado. Tras unos segundos de pausa. otorgaron un aplauso espontáneo. acompañado de una lluvia impresionante de monedas que Minerva agradeció sin dejar de observarme con aquella mirada curiosa.
   —¿Fue tu madre quién te enseñó esa canción?
   —No. Me la enseñó mi abuela. Mi madre falleció al nacer yo.
   —Ya... Comprendo —dije apesadumbrado—. Ella siempre hizo lo que quiso. Era tanta mujer que no cabía en este mundo.
   —Entonces le sucedía igual que a mí —dijo la joven con una preciosa sonrisa.
   En ese preciso instante se acercó a ella un joven de unos veinte años con un violín y un arco en las manos. Se dieron un beso de saludo y comenzaron a interpretar un tema de moda que ella cantaba con gran personalidad mientras el joven la acompañaba.
   Pensé que no valía la pena inmiscuirse en sus vidas. Saqué una tarjeta de la cartera y. tras escribir en el dorso: «A tu disposición siempre. Y no dejes de cantar "Amor desesperado"», dejé la tarjeta en el gorro que usaba como alcancia y, tras enviarle un beso con el gesto de mi mano, comencé a alejarme de ella. Su mirada me persiguió hasta perderme de vista.
   Varios meses más tarde, mientras tomaba un café en uno de mis bares preferidos, escuché sorprendido por un gran aparato de radio, mi tema "Amor desesperado" interpretado por la joven Minerva. La anunciaban como la canción de más éxito y, por supuesto, la más vendida a nivel mundial. Y curiosamente la presentaban como ‘el tema de un autor desconocido’.
   Nadie jamás podrá calcular la tremenda e indomable fuerza que puede contener una canción en la que el autor se ha vaciado, dejando en ella alma, corazón y vida. representada en una niña preciosa. Los caminos del amor los marca la música. Y la poesía siempre será su fiel compañera de viaje.

EL CINE QUE ME IMPORTA, Javier Tolentino

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JAVIER TOLENTINO, El cine que me importa, Larousse, Barcelona, 2014, 224 páginas.

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 De la vendedora de rosas a La petite vendeuse de soleil es el subtítulo de esta obra en la que se presentan las reflexiones sobre setenta películas de Javier Tolentino, un crítico, cuya originalidad, según Olga Correa, "se encuentra en su habilidad para moverse en la sensibilidad racional, aquella que deja sitio a la pasión sin perder la cabeza".
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COSTA DA MORTE Lois Patiño España, 2013

   Se viene hablando en estos tiempos del nuevo cine español, ese por el que se apuesta en algunos de los festivales más importantes del mundo, como Locarno, Buenos Aires, Turín, Sevilla o San Sebastián, y por supuesto también se habla de él en la muy pequeña Muestra de Cine Eu­ropeo de Lanzarote. ¿Y qué gente está protagonizando esta regeneración del cine español? La verdad es que no es nuevo para nosotros, porque desde Radio 3 hemos repetido hasta la saciedad que si hay algo realmen­te importante en nuestro cine es eso, la creación, las generaciones de cineastas que se van pasando el relevo magníficamente bien mientras algunos no acaban de reconocer la satisfacción internacional y el presti­gio que van atesorando gentes como Mercedes Álvarez, Víctor Moreno, Lois Patiño, Polo Menárguez, Luis López Carrasco o Pela del Alamo.
   Lois Patiño es un joven director de cine español. Véanlo. Su ma­dre no le hubiera dejado subirse a las piedras de la Costa da Morte para colocar el trípode de su cámara. Pero ya ha recibido uno de los gran­des premios de uno de los más antiguos festivales de cine de Europa, Locarno, la bellísima y llena en verano ciudad suiza de Locarno, que disfruta con la pantalla más grande de Europa. Lois Patiño se formó en la Escuela de Cine de Nueva York y en la Pompeu Fabra de Barcelona, y ha estado atento a las enseñanzas de Mercedes Álvarez, con la que colaboró en Mercado de futuros. Antes de este primer largometraje suyo sobre uno de los espacios más legendarios de nuestro país, ese que va desde Finisterre hasta Muros, pasando por Corcubión, dirigió vídeos de creación que han sido exhibidos en centros de arte de la talla del Georges Pompidou, Maxxi de Roma, la Haus der Kulturen der Welt en Berlín o el MoMA de Nueva York, y, por supuesto, en el Reina Sofía y la Casa Encendida de Madrid o en CaixaVigo.
   Pero de lo que yo tengo ganas es de hablar de Costa da Morte, el más bello, intimo e inmenso homenaje que se haya hecho a Galicia des­de el cine. Patiño ha elegido un lugar legendario de las tierras gallegas, conocido pero desconocido desde la aproximación del cineasta, desde un respeto poético, desde una distancia culta y recogiendo el susurro en los pequeños micrófonos para hacer cine (¡cómo es la construcción sonora en el cine, esencial y profunda!). A Lois Patiño no le hace falta recurrir a la música para convocar la emoción; le basta la rica banda sonora de la naturaleza: sus aves, su mar, la gente. A Patiño no le hace falta la reivindicación política de la piedra para transmitir el olvido, la soledad o el infinito. Costa da Morte es cultura poética, es la mirada de un joven cineasta-pensador a las piedras modeladas por el viento y por el silencio. Es la expresión del cine en todo su lenguaje y con la utilización humilde de los recursos para dibujar o pintar un paisaje donde caben las personas. Es un cine de arte y artesano. Prácticamente él solito construye cada encuadre, el color y la textura de una Galicia inmortal y sabia (mi afecto para Carla Andrade). Vayan, vayan a ver es­túpidas comedias de cuernos y cabras (mi respeto para Víctor Moreno), sigan echándole la culpa al cine español de la insoportable levedad del ser, que así se van quedando sin la poesía y sin el arte contemporáneo.


LOIS PATIÑO

Patiño (Vigo, 1983) sigue la estela de los grandes cineastas (desde los norteamericanos más desconocidos a los encuadres de Jia Zhangke) pero, sobre todo, sigue un estilo muy propio, ese que le permite acercarse y distanciarse: esos planos casi abstractos de un diminuto barco entre los gigantes del Atlántico, ese que sabe mostrar que las grandes piedras son el poso de las civilizaciones. Si esta película, Costa da Morte, pasa desapercibida para la exhibición es que la estructura languidece para morir. Lois ha trabajado junto a gente tan especial como José Luis Guerín, Víctor Erice, Daniel Canogar y Joan Jonas. Sus videoinstalaciones se han mostrado en los centros de arte más importantes del mundo. Con su trabajo Montaña en sombra ganó un premio en el Festival de Oberhausen, y en la 66ª edición del Festival de Locarno recibió el pre­mio al mejor director emergente con su largometraje Costa da Morte. Tuve el inmenso placer de compartir con él varios días en la isla de Lanzarote y participar juntos en encuentros cara al público, donde Lois lo pasa bastante mal por su prudencia y profunda timidez. Lois Patiño es —pero aún más se hará— muy grande. Videoinstalaciones como La imagen arde, La muerte trabajando, Montaña en sombra, Recordando los ros­tros de la muerte, El cuerpo vacío y Rostros de arena explican o expresan el impacto que este joven artista nos ha producid


BIBLIOTECA, Gonçalo M. Tavares

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GONÇALO M. TAVARES, Biblioteca, Xordica, Zaragoza, 2007, 128 páginas.

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En la introducción el autor expresa un deseo: "Me gusta la idea de que alguien pueda leer algunos de estos fragmentos hoy, y otros de aquí a algunos años". 
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CELSO EMILIO FERREIRO

   El contraste entre la orina y el alfabeto utilizado por los poetas no es tan grande como hace algunos siglos. De este hecho no deben deducirse ecuaciones que vuelvan parecido el aroma de determinados versos y de determinados excrementos.
   La palabra perro no muerde, de la misma manera que la palabra verso no huele sólo a rosa o a lirio o a niños felices. Porque también en los versos existe la usura de altos intereses y la tortura en las partes bajas del cuerpo del hombre.
   Una vulgar cerilla, sacada del bolsillo de la camisa de un adolescente, puede, cuando prende, quemar una flor —un lirio, por ejemplo, desde el tallo— y este incendio, casi privado, puede incluso, a dos metros de distancia, ser un poema o sólo el discurso filosófico de un adolescente estúpido.
   Pero hay muchos problemas posibles para una única solución correcta.

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E. M. CIORAN
  
   Si el alma es una víscera no quiero pensar lo que será Dios.
   El hombre que quiere destruir tiene las manos pesadas. El hombre que quiere huir tiene los pies ligeros.
   El hombre que quiere luchar no tiene prisa. El hombre que quiere morir encontró el mundo correcto.

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J.D. SALINGER

   Un poeta fue visto limpiando los cristales de los coches por solo una moneda, en una ciudad que tenía dieciocho avisos, cuatro investigaciones criminales en curso, y siete libros rodeados por moscas, como si fuesen miel o algo parecido.
   El escritor con una prosa soportada, debajo, por tres caballos rápidos.

***
KAVAFIS

   Los labios de un hombre besan mejor cuantos más versos sabe él de memoria. Y también en las mujeres se observa algo parecido.
   Un lugar común: un lugar donde todos cuelgan el sombrero (porque es la misma cabeza).
   No hay un párpado perfecto que cierre el cerebro, lo proteja de la luz excesiva; a no ser el amor.
   De los bares viene el sonido del alcohol, éste existe: es el ruido, el discurso emotivo, las broncas que rompen sillas.
***
LEONARD COHEN

   Abandonó la música y entró en el décimo arte llamado tristeza. Pero hacía daño a la tristeza.
   Quiso aprender lenguas y otras tareas. Se volvió el carpintero que hacía discursos largos. Después cogió una silla, se sentó, y repitió alto: es un ejercicio sobre el movimiento de los otros. Cuando se confesaba daba órdenes al confesor.
   Sólo pierdes la capacidad de amenazar cuando te enamoras. Tu amado no tiene miedo de ti.
***
MATSUO BASHO

   Excelentísimo sol, que humillas mi mechero.
   Excelentísima luna, que humillas mi sombra.
   Excelentísimo camino, largo camino, que humillas mi velocidad.
   Excelentísima agua, tranquilo y ancho río, que humilláis mi sed y mi suciedad.
   Excelentísimo pájaro, que humillas mis versos.

FOSA COMÚN, Armando Alanis

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ARMANDO ALANÍS, Fosa común. Ficciones súbitas, Fósforo, México D.F., 2008, 92 páginas.

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EL COLOR DEL DESEO

   –De rojo me gustas más –dijo el hombre todavía con el puñal en la mano.

LA CIUDAD DE LOS AMORES BREVES, Orlando Romano

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ORLANDO ROMANO, La ciudad de los amores breves. Micro-historias de amor sobre mujeresLa Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2011, 168 páginas.

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NADA ES IGUAL

     La gota de lluvia baja raudamente por el vidrio del ventanal, como si desesperara por suicidarse. Cuando él estaba conmigo estas cosas tan tristes no ocurrían.

MICRORRELATOS PARA MACROMOMENTOS, David González

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DAVID GONZÁLEZ (AYE), Microrrelatos para macromomentos, 2014, 272 páginas.

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AMORES IMPOSIBLES II

   Siempre que cruzaba a propósito por delante del cíclope, este, enamorado como estaba de ella, le guiñaba seductoramente el ojo, pero esta pasaba de largo con tristeza creyendo que él fingía no verla.

MENÚ DEL DÍA, Julio Velasco Baena

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JULIO VELASCO BAENA, Menú del día, Universidad de Córdoba, Córdoba, 2011, 168 páginas.

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MI ALMA EN UNA ROSA ROJA

   Me desperté cuando la aurora se despejaba, para vestirse de un dorado radiante, dispuesto a disfrutar de una rosa que me había seducido la tarde anterior. La vi de reojo al pasar por aquel jardín multicolor que se extendía como un bello tapiz entre los monstruos de ladrillo y cemento.
   Había sentido pena al observar una flor tan bella, presa de sus propias raíces, en una cárcel sin muros ni rejas.
   No tardé en llegar. La rosa sobresalía majestuosa sobre todas sus hermanas: unas menos agraciadas y otras que aún no habían cumplido la mayoría de edad. Sus pétalos, de sangre aterciopelada, brillaban como auténticas gemas, derramando un aroma que bañaba todos los rincones de aquel vergel. La tentación me acercó a ella para gozar de su fragancia. Cuando alcanzaba el éxtasis, la flor abrió unas enormes fauces y me engulló, encarcelándome en su interior con una condena perpetua. Pensé que sería el terrible pago que debía hacer por el atrevimiento de aproximarme e intentar disfrutar de su esencia más preciada. Tenía que expiar mi falta.
   Desde mi prisión podía contemplar el jardín, que comenzaha a volverse extraño. Su aspecto iba cambiando a cada instante. En pocos minutos se tomó triste, lúgubre.
   Todo se derrumbó cuando vi pasar, detrás de un furgón funerario, a mi esposa y mis hijos, ocultando sus penas tras unas gafas oscuras. En aquel momento no comprendía lo que había sucedido. Les llamé, pero no me oyeron ¿o sí?
   Mi hija miró hacia el jardín, se apartó de su madre y de su hermano, se dirigió hasta la rosa y la miró fijamente. Sin preocuparse de las espinas de su tallo, la cortó, y a mí dentro de ella. La mantuvo viva con su sangre y sus lágrimas de cariño. Cuando lo consideró oportuno, la depositó sobre aquella caja de madera y mi alma volvió a volar libre entre las flores.

LAS CINCUENTA CABEZAS DE LA HIEDRA, José Manuel Ortiz Soto

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JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO, Las cincuenta cabezas de la hiedra, 2015, 58 páginas.

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REGALO DE CUMPLEAÑOS

   Rasgué la envoltura del regalo y saqué una caja más grande. No dudé en abrirla y salió otra caja todavía más grande que las antenores. "No tengo la intención de jugar a una historia absurda de matrioskas, mejor dame un billete de quinientos pesos y estamos a mano". El rostro de papá se contrajo, como si le retorcieran las tripas. "El amor que yo te tengo no habría cabido en la más grande en esas cajas", me dijo mientras sacaba de su chistera unas monedas.

EL MAGO, Isidoro Blaisten

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ISIDORO BLAISTEN, El mago, Emecé, Buenos Aires, 1991, 192 páginas.

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EL PRINCIPIO ES MEJOR 

   En el principio fue el sustantivo. No había verbos. Nadie decía: "Voy a la casa". Decía simplemente: "casa" y la casa venía a él. Nadie decía: "te amo". Decía simplemente: "amor" y uno simplemente amaba. En el principio fue mejor. 

MUERTE SIN AHÍ, José Carlos Cataño

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JOSÉ CARLOS CATAÑO, Muerte sin ahí, Edicions del Mall, Barcelona, 1986, 58 páginas.

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El sol sutura la mirada
Por cada voz
Que se desploma.

CANCIONES PARA ENMARCAR, Jaime Urrutia

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JAIME URRUTIA, Canciones para enmarcar, Larousse, Barcelona, 2014, 224 páginas.


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En ¡Caray con Jaime! (pp. 5-6) Jesús Ordovás se admira de la "selección de canciones tan atractiva" con la que sorprende el que fuera líder de Gabinete Caligari.
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Esta tarde vi llover  [Armando Manzanero], Del LP A mi amor con amor, 1967.

   Debe de ser una de las canciones más tristes que he escuchado jamás. Una desapacible tarde de domingo del mes de febrero de finales de los 60, salimos la familia Urrutia con nuestra madre a dar un paseo por el barrio, supongo que por sugerencia de don Julio, nuestro padre, que querría poder descansar un rato de tanto niño junto dando la tabarra en casa. Vivíamos en la calle Goya de Madrid, junto al Palacio de los Deportes, donde hacia poco se había inaugurado un nuevo El Corte Inglés. No es mi deseo hacer publicidad de los conocidos grandes almacenes, pero he de hablar de ellos para explicar la impresión que para un niño de ocho años significaba, de repente, tan inmenso edificio al lado de casa. Pues fue allí, observando admirado la esplendidez del nuevo centro comercial, que, de repente y de forma inesperada, comenzó a llover a raudales, como el mismísimo diluvio universal, sobre Madrid. Sin paraguas, los hermanos y mi madre salimos de estampida hacia el portal de casa y llegamos, divertidos y empapados, a ella.
   Impresionado por esa lluvia torrencial que veía por primera vez en mi vida y mientras mi madre preparaba en la cocina un Cola-Cao para hacernos entrar en calor a todos, me puse a mirar la calle por la ventana del salón. Había anochecido y seguía lloviendo, pero ya con menos insistencia. La lluvia golpeaba en el cristal de la ventana cuando alguien puso la televisión y sonó Esta tarde vi llover, cantada por un señor muy bajito llamado Armando Manzanero. Yo, que estaba casi hechizado con la incesante avalancha de gotas que no cesaban de regar la calle, mientras escuchaba la canción empecé a sentir una extraña melancolía; era como si el mundo se hubiera vuelto muy grande y lejano a través de aquella ventana en la que, como en una burbuja, estábamos nosotros. La canción se quedó en mi memoria ilustrando aquella tarde infantil en la que la lluvia tomó un protagonismo como nunca antes.
   Años después, desde un punto de vista más adulto, me parece un pedazo de canción, así como su intérprete y autor, Armando Manzanero, un genio del bolero mexicano y una de las mejores voces del género, clara, limpia y bien timbrada.
   Manzanero, que nació en Yucatán (México) en 1935 y que sigue en activo, es uno de los compositores más prolíficos de su país y del mundo del bolero. Cuenta en su haber con más de cuatrocientas canciones y parte de su repertorio ha sido interpretado por artistas como Frank Sinatra, Luis Miguel, Francisco Céspedes y Pablo Milanés, entre otros muchos artistas. Este pequeño zran hombre, como se le conoce, debido a su escasa estatura y a su enorme talento, logró hacer que sus temas traspasaran fronteras; canciones de amor como Somos novios le supusieron un éxito más allá de lo que él mismo hubiera imaginado.
   Sus composiciones románticas y melancólicas, como Somos novios, Adoro, Cuando estoy contigo, Mientras existas tú y, por supuesto, Esta tarde vi llover, se han convertido en clásicos del bolero, canciones que todos, en mayor o menor medida, hemos cantado, bajito, para nosotros. Y al escucharlas nos llevan irremediablemente a ese estado, el mismo que sentí yo de niño, en el que después, en algún momento de amor o desamor, ¿quién no se ha visto reflejado?
   Manzanero es una persona que irradia una sensibilidad extraordinaria, al igual que sus canciones. Tiene lo que solo los grandes creadores poseen: una fórmula que nace de la intuición y un vocabulario musical, mediante el cual ha elaborado un concepto original del bolero contemporáneo, que él se ha inventado. Forma parte de esa gente que ama la música de la manera más profunda, disfrutando al cantar, tocar el piano y escribir canciones.
   Esta tarde vi llover remite en su letra a una infinita soledad en medio del tumulto, esa sensación tan frecuente que se agudiza ante la ausencia del ser amado y la añoranza, la tristeza en medio de la lluvia.

Esta tarde vi llover,
vi gente correr y no estabas tú.
La otra noche vi brillar
un lucero azul y no estabas tú.

La otra tarde
vi que un ave enamorada
daba besos a su amor, ilusionada, y no estabas.

Esta tarde vi llover,
vi gente correr y no estabas tú.
El otoño vi llegar,
al mar oí cantar y no estabas tú.

Yo no sé cuánto me quieres,
si me extrañas o me engañas,
solo sé que vi llover,
vi gente correr y no estabas tú.

   Cuando uno escucha esta canción, es fácil imaginarse todo tipo de situaciones de lacónico dolor y evocación. Siempre se da por sentado que estas letras tan poéticas vienen de alguna vivencia dolorosa por parte de su autor, y muchas veces así es. Lo curioso es que, en una entrevista reciente, Armando Manzanero relató la historia de cómo nació la canción: en 1966, se dirigía hacia un restaurante llamado La Fuente. De camino, se sentó en un banco pues ya había pasado la temporada de lluvia y hacía una temperatura deliciosa, cuando sucedió algo inesperado, de repente empezó a llover y toda la gente buscó un refugio, y mientras observaba la escena, divertido, se le vino a la mente la primera frase de la canción: «Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú», lo cual le impresionó a él mismo, pues en esa etapa de su vida no tenía a nadie a quien extrañar, y es así como explica que no es cuestión de que la inspiración tampoco tiene que surgir necesariamente de una situación real sino que las canciones simplemente nacen.
   Yo, como compositor, siempre digo que las grandes letras vienen de momentos duros y experiencias dolorosas, pero también puedo suscribir las palabras de Manzanero. Hay ocasiones en que las canciones nacen como sí estuvieran en el aire y son ellas las que vienen a capturarte a través de la lluvia.

EL SEÑOR HENRI, Gonçalo M. Tavares

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GONÇALO M. TAVARES, El señor Henri, Mondadori, Barcelona, 2006, 82 páginas.

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Este libro de la serie Barrio cuenta con los dibujos de Rachel Caiano.
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EL ECLIPSE

   El señor Henri miraba el eclipse anunciado que aún no ha­bía empezado.
   Si los astros se retrasan, qué no harán todos los demás —dijo el señor Henri.
   El señor Henri se había llevado unos prismáticos enormes.
   ...si mis prismáticos tuvieran la longitud que hay desde la tierra al sol, entonces sí que vería las cosas más de cerca —dijo el señor Henri.
   ...en chino existe una sola palabra para «eclipse» y para «comer». El eclipse es una cosa oscura que se come a un astro.
   ...es una imagen hermosa.
   El señor Henri posó los prismáticos y sacó de su mochila una botella de absenta.
   Tras darle unos buenos tragos, el señor Henri dijo: qué hermoso eclipse! Y bebió algunos tragos más.
   Tumbado en el suelo, esperando que algo ocurriera en el cielo, el señor Henri acabó cerrando los ojos y quedándose dormido.
   Cuando se despertó, cogió su mochila y su botella de ab­senta y se fue.
   He tenido un eclipse privado, se dijo a sí mismo, muy sa­tisfecho con los astros que había logrado ver en su cielo particular.
   Un eclipse que solo de mí depende, eso es lo que tengo en esta botella —dijo el señor Henri.

LA VIDA ES UNA PALABRA MUY CORTA, Beatriz Alonso Aranzábal

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BEATRIZ ALONSO ARANZÁBAL, La vida es una palabra muy corta, Editorial Nazarí, Granada, 2015, 202 páginas.

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MI ABUELITO TENÍA UN RELOJ DE PARED

    Cuando tenía seis años me dijeron que el corazón de mi abuelo se había parado. Mi padre me llevó al pueblo, a su casa vacía, donde un enorme reloj de pared estaba detenido a las siete. Se acercó, y dándole a una pequeña manivela, subió lentamente las pesas. Luego me dijo que empujara el péndulo. El reloj se puso en marcha. Pero mi abuelo no.

PARADOJA Y GENIO, Oscar Wilde

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OSCAR WILDE, Paradoja y genio, Edhasa, Barcelona, 1993, 222 páginas.

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En la Introducción (pp. 9-12), Luis Antonio de Villena señala que la fascinación que sigue ejerciendo sobre el lector contemporáneo se debe a que Wilde "asumió la totalidad del Fin de siglo". Olivia de Miguel admite en Criterios de la presente edición (pp. 15-17) que "preparar un libro de aforismos a partir de la obra de un autor que nunca los escribió es siempre [...] una tarea de saqueo y descontextualización".
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La seriedad es el último refugio de los superficiales.
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Odio a la gente que, como tú, habla de sí misma, cuando lo que uno quiere, como yo, es hablar sobre sí mismo.
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La puntualidad es la ladrona del tiempo.
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Vivimos en una época en la que sólo lo superfluo nos es totalmente imprescindible.
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Los libros que el mundo llama obscenos son libros que enseñan al mundo sus propias vergüenzas.
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Una idea que no sea peligrosa no merece llamarse idea.
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La sociedad perdona a menudo al criminal, pero jamás perdona al soñador.
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El mundo es un teatro, pero el reparto de la obra es malo.
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Los niños empiezan amando a sus padres; después les juzgan; rara vez les perdonan.
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En arte, las buenas intenciones no tienen el mínimo valor. Todo el arte malo es el resultado de las buenas intenciones. 




SERES FANTÁSTICOS, Ana Gerhard

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ANA GERHARD & CLAUDIA LEGNAZZI, Seres fantásticos, Océano Travesía, Barcelona, 2013, 58 páginas.

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Esta Introducción a la música de concierto, repara en aquellos obras musicales que, basadas en leyendas, supersticiones o cuentos clásicos, ceden el protagonismo a gnomos, hadas brujas, duendes, elfos...

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   Piotr Ilich Tchaikovskj (1840-1893) Músico ruso, uno de los más importantes compositores del Romanticis­mo, definía sus obras como “la confesión musical del alma". Des­de pequeño fue muy sensible, lo que le valió el sobrenombre de “niño de porceIana". Tenía especial talento para la música y cuan­do aprendió a tocar el piano, se concentraba de tal manera en el instrumento que, según se cuenta, luego quedaba exhausto, ner­vioso e insomne.
   Obligado por su familia, Piotr Ilich estudió la carrera de leyes y se graduó como abogado. Sin embargo, a los 22 años decidió dedicarse de lleno a la música y se matriculó en el conservato­rio de San Petersburgo. Para percibir ingresos económicos, tuvo que dedicarse a dar clases de piano y solfeo. A partir de 1885, la fama de Tchaikovski creció extraordinariamen­te en Rusia y en el resto de Europa y Estados Unidos. En 1890 fue invitado a inaugurar el Carnegie Hall de Nueva York y, en 1893, fue nombrado miembro de honor de la Academia Francesa y doctor honoris causa de la Universidad de Cambridge.

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La bruja Baba Yaga
Pieza para piano

   Baba Yaga es el nombre de la bruja característi­ca de los cuentos rusos. Su aspecto es el de una horrible vieja, arrugada y huesuda, con la nariz larga de un tono azulado y con dientes de hierro que le sirven para comerse a los niños.
   La bruja Baba Yaga es la versión rusa de esa figura amenazadora que los adultos invocan para que los niños se porten bien, por eso resulta tan familiar en todo el mundo.
   Tal vez Tchaikovski, el “niño de porcelana”, la incluyó en el Álbum para la juventud para que los niños le perdieran el miedo mientras apren­dían a tocar el piano.
   Álbum para la juventud es una recopilación de piezas breves con títulos atractivos para los niños) que Tchaikovski compuso para facilitar el aprendizaje del piano. Se inspiró en la obra del mismo nombre de Robert Schumann, uno de los compositores a los que él más admiraba. 


EN AZÚCAR DE SANDÍA, Richard Brautigan

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RICHARD BRAUTIGAN, En azúcar de sandía, Blackie Books, Barcelona, 2014, 168 páginas.

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Esta novela admite la lectura de sus capítulos de forma independiente, por lo que también pueden ser interpretados en clave de relatos cortos.

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MARGARET OTRA VEZ, OTRA VEZ, OTRA VEZ

   Pasé una media hora caminando arriba y abaio por el puente, pero no conseguí encontrar la tabla que Margaret siempre pisaba, esa tabla que no evitaría ni aunque todos los puentes ¿el~ mundo se juntaran y formaran un solo puente. Ella seguiria pisando esa tabla.

ORDEN DEL VÉRTIGO, Giselle Aronson

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GISELLE ARONSON, Orden del vértigoAlto Pogo / El 8vo loco / Milena Caserola, Buenos Aires, 2014, 112 páginas.

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VENGANZA PÓSTUMA

   Fue más fácil de lo que pensaba. Perfecto, ningún contratiempo. 
   Tal como lo supuse, llegó casi drogado, quién sabe con qué. No tuve problema en emborracharlo. 
   Vino a lo de siempre: un polvo y a otra cosa. Siempre lo mismo. Nunca fue capaz de demostrarme el más mínimo sentimiento. Nunca le importé.
   Ahora viene mi venganza.
   No sospechó nada, ni los rasguños que le hice en la piel, ni los golpes. Ni siquiera los que le pedí que me diera. Todo le pareció parte de una sesión de sexo violento. Tampoco notó que, después de agarrarlo fuerte de la cabeza, aparté los cabellos que quedaron en mi mano y los sacudí en mi mesa de luz.
   Tengo que reconocer que fue un buen polvo. Aunque no le di el gusto de demostrárselo, de hecho, tuve un orgasmo pero lo disimulé, no quería seguir alimentando su ego de macho ponedor. Igual, a él siempre le importó muy poco cómo la pasaba yo en la cama.
   Después, lo planeado. Apenas se fue desordené un poco, tiré algunas cosas, como si hubiera ocurrido una pelea. Cosas que él había tocado, claro, para que también quedaran sus huellas marcadas.
   Esparcí los cabellos que le había arrancado, cerca de la ventana asignada, la del balcón interno.
   Debajo de mis uñas ya estaba su carne, como un pasaporte al infierno.
   No sé si alcanzará para incriminarlo pero sí se va a pegar flor de cagazo. No va a tener ganas de acostarse con nadie por un buen tiempo.
   Ahora debe estar en la esquina de Talcahuano y Paraguay, esperando un taxi. La pizzería ya está cerrada.
   Sólo me queda recorrer el camino hacia la ventana, la del balcón interno, así su huida por la puerta principal del edificio es más creíble.
   Ya no me importa vengarme, ya no me importa hacerle daño.
   Yo, ya estoy perdida.