EL CINE QUE ME IMPORTA, Javier Tolentino
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JAVIER TOLENTINO, El cine que me importa, Larousse, Barcelona, 2014, 224 páginas.
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De la vendedora de rosas a La petite vendeuse de soleil es el subtítulo de esta obra en la que se presentan las reflexiones sobre setenta películas de Javier Tolentino, un crítico, cuya originalidad, según Olga Correa, "se encuentra en su habilidad para moverse en la sensibilidad racional, aquella que deja sitio a la pasión sin perder la cabeza".
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COSTA DA MORTE Lois Patiño España, 2013
Se viene hablando en estos tiempos del nuevo cine español, ese por el que se apuesta en algunos de los festivales más importantes del mundo, como Locarno, Buenos Aires, Turín, Sevilla o San Sebastián, y por supuesto también se habla de él en la muy pequeña Muestra de Cine Europeo de Lanzarote. ¿Y qué gente está protagonizando esta regeneración del cine español? La verdad es que no es nuevo para nosotros, porque desde Radio 3 hemos repetido hasta la saciedad que si hay algo realmente importante en nuestro cine es eso, la creación, las generaciones de cineastas que se van pasando el relevo magníficamente bien mientras algunos no acaban de reconocer la satisfacción internacional y el prestigio que van atesorando gentes como Mercedes Álvarez, Víctor Moreno, Lois Patiño, Polo Menárguez, Luis López Carrasco o Pela del Alamo.
Lois Patiño es un joven director de cine español. Véanlo. Su madre no le hubiera dejado subirse a las piedras de la Costa da Morte para colocar el trípode de su cámara. Pero ya ha recibido uno de los grandes premios de uno de los más antiguos festivales de cine de Europa, Locarno, la bellísima y llena en verano ciudad suiza de Locarno, que disfruta con la pantalla más grande de Europa. Lois Patiño se formó en la Escuela de Cine de Nueva York y en la Pompeu Fabra de Barcelona, y ha estado atento a las enseñanzas de Mercedes Álvarez, con la que colaboró en Mercado de futuros. Antes de este primer largometraje suyo sobre uno de los espacios más legendarios de nuestro país, ese que va desde Finisterre hasta Muros, pasando por Corcubión, dirigió vídeos de creación que han sido exhibidos en centros de arte de la talla del Georges Pompidou, Maxxi de Roma, la Haus der Kulturen der Welt en Berlín o el MoMA de Nueva York, y, por supuesto, en el Reina Sofía y la Casa Encendida de Madrid o en CaixaVigo.
Pero de lo que yo tengo ganas es de hablar de Costa da Morte, el más bello, intimo e inmenso homenaje que se haya hecho a Galicia desde el cine. Patiño ha elegido un lugar legendario de las tierras gallegas, conocido pero desconocido desde la aproximación del cineasta, desde un respeto poético, desde una distancia culta y recogiendo el susurro en los pequeños micrófonos para hacer cine (¡cómo es la construcción sonora en el cine, esencial y profunda!). A Lois Patiño no le hace falta recurrir a la música para convocar la emoción; le basta la rica banda sonora de la naturaleza: sus aves, su mar, la gente. A Patiño no le hace falta la reivindicación política de la piedra para transmitir el olvido, la soledad o el infinito. Costa da Morte es cultura poética, es la mirada de un joven cineasta-pensador a las piedras modeladas por el viento y por el silencio. Es la expresión del cine en todo su lenguaje y con la utilización humilde de los recursos para dibujar o pintar un paisaje donde caben las personas. Es un cine de arte y artesano. Prácticamente él solito construye cada encuadre, el color y la textura de una Galicia inmortal y sabia (mi afecto para Carla Andrade). Vayan, vayan a ver estúpidas comedias de cuernos y cabras (mi respeto para Víctor Moreno), sigan echándole la culpa al cine español de la insoportable levedad del ser, que así se van quedando sin la poesía y sin el arte contemporáneo.
LOIS PATIÑO
Patiño (Vigo, 1983) sigue la estela de los grandes cineastas (desde los norteamericanos más desconocidos a los encuadres de Jia Zhangke) pero, sobre todo, sigue un estilo muy propio, ese que le permite acercarse y distanciarse: esos planos casi abstractos de un diminuto barco entre los gigantes del Atlántico, ese que sabe mostrar que las grandes piedras son el poso de las civilizaciones. Si esta película, Costa da Morte, pasa desapercibida para la exhibición es que la estructura languidece para morir. Lois ha trabajado junto a gente tan especial como José Luis Guerín, Víctor Erice, Daniel Canogar y Joan Jonas. Sus videoinstalaciones se han mostrado en los centros de arte más importantes del mundo. Con su trabajo Montaña en sombra ganó un premio en el Festival de Oberhausen, y en la 66ª edición del Festival de Locarno recibió el premio al mejor director emergente con su largometraje Costa da Morte. Tuve el inmenso placer de compartir con él varios días en la isla de Lanzarote y participar juntos en encuentros cara al público, donde Lois lo pasa bastante mal por su prudencia y profunda timidez. Lois Patiño es —pero aún más se hará— muy grande. Videoinstalaciones como La imagen arde, La muerte trabajando, Montaña en sombra, Recordando los rostros de la muerte, El cuerpo vacío y Rostros de arena explican o expresan el impacto que este joven artista nos ha producid
Se viene hablando en estos tiempos del nuevo cine español, ese por el que se apuesta en algunos de los festivales más importantes del mundo, como Locarno, Buenos Aires, Turín, Sevilla o San Sebastián, y por supuesto también se habla de él en la muy pequeña Muestra de Cine Europeo de Lanzarote. ¿Y qué gente está protagonizando esta regeneración del cine español? La verdad es que no es nuevo para nosotros, porque desde Radio 3 hemos repetido hasta la saciedad que si hay algo realmente importante en nuestro cine es eso, la creación, las generaciones de cineastas que se van pasando el relevo magníficamente bien mientras algunos no acaban de reconocer la satisfacción internacional y el prestigio que van atesorando gentes como Mercedes Álvarez, Víctor Moreno, Lois Patiño, Polo Menárguez, Luis López Carrasco o Pela del Alamo.
Lois Patiño es un joven director de cine español. Véanlo. Su madre no le hubiera dejado subirse a las piedras de la Costa da Morte para colocar el trípode de su cámara. Pero ya ha recibido uno de los grandes premios de uno de los más antiguos festivales de cine de Europa, Locarno, la bellísima y llena en verano ciudad suiza de Locarno, que disfruta con la pantalla más grande de Europa. Lois Patiño se formó en la Escuela de Cine de Nueva York y en la Pompeu Fabra de Barcelona, y ha estado atento a las enseñanzas de Mercedes Álvarez, con la que colaboró en Mercado de futuros. Antes de este primer largometraje suyo sobre uno de los espacios más legendarios de nuestro país, ese que va desde Finisterre hasta Muros, pasando por Corcubión, dirigió vídeos de creación que han sido exhibidos en centros de arte de la talla del Georges Pompidou, Maxxi de Roma, la Haus der Kulturen der Welt en Berlín o el MoMA de Nueva York, y, por supuesto, en el Reina Sofía y la Casa Encendida de Madrid o en CaixaVigo.
Pero de lo que yo tengo ganas es de hablar de Costa da Morte, el más bello, intimo e inmenso homenaje que se haya hecho a Galicia desde el cine. Patiño ha elegido un lugar legendario de las tierras gallegas, conocido pero desconocido desde la aproximación del cineasta, desde un respeto poético, desde una distancia culta y recogiendo el susurro en los pequeños micrófonos para hacer cine (¡cómo es la construcción sonora en el cine, esencial y profunda!). A Lois Patiño no le hace falta recurrir a la música para convocar la emoción; le basta la rica banda sonora de la naturaleza: sus aves, su mar, la gente. A Patiño no le hace falta la reivindicación política de la piedra para transmitir el olvido, la soledad o el infinito. Costa da Morte es cultura poética, es la mirada de un joven cineasta-pensador a las piedras modeladas por el viento y por el silencio. Es la expresión del cine en todo su lenguaje y con la utilización humilde de los recursos para dibujar o pintar un paisaje donde caben las personas. Es un cine de arte y artesano. Prácticamente él solito construye cada encuadre, el color y la textura de una Galicia inmortal y sabia (mi afecto para Carla Andrade). Vayan, vayan a ver estúpidas comedias de cuernos y cabras (mi respeto para Víctor Moreno), sigan echándole la culpa al cine español de la insoportable levedad del ser, que así se van quedando sin la poesía y sin el arte contemporáneo.
LOIS PATIÑO
Patiño (Vigo, 1983) sigue la estela de los grandes cineastas (desde los norteamericanos más desconocidos a los encuadres de Jia Zhangke) pero, sobre todo, sigue un estilo muy propio, ese que le permite acercarse y distanciarse: esos planos casi abstractos de un diminuto barco entre los gigantes del Atlántico, ese que sabe mostrar que las grandes piedras son el poso de las civilizaciones. Si esta película, Costa da Morte, pasa desapercibida para la exhibición es que la estructura languidece para morir. Lois ha trabajado junto a gente tan especial como José Luis Guerín, Víctor Erice, Daniel Canogar y Joan Jonas. Sus videoinstalaciones se han mostrado en los centros de arte más importantes del mundo. Con su trabajo Montaña en sombra ganó un premio en el Festival de Oberhausen, y en la 66ª edición del Festival de Locarno recibió el premio al mejor director emergente con su largometraje Costa da Morte. Tuve el inmenso placer de compartir con él varios días en la isla de Lanzarote y participar juntos en encuentros cara al público, donde Lois lo pasa bastante mal por su prudencia y profunda timidez. Lois Patiño es —pero aún más se hará— muy grande. Videoinstalaciones como La imagen arde, La muerte trabajando, Montaña en sombra, Recordando los rostros de la muerte, El cuerpo vacío y Rostros de arena explican o expresan el impacto que este joven artista nos ha producid
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