EL MUNDO COMO SUPERMERCADO, Michel Houellebecq

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MICHEL HOUELLEBECQ, El mundo como supermercado, Anagrama, Barcelona, 2005, 144 páginas.
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Libro de carácter misceláneo que recoge textos de distinta forma y origen, pero que comparten un lúcido análisis de la sociedad actual.

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LA REDUCCIÓN DE LA EDAD DE JUBILACIÓN

   Hace tiempo, éramos animadores de los lugares de vacaciones; nos pagaban para entretener a la gente, para intentar entretener a la gente. Después, ya casados (o más a menudo divorciados), volvemos a esos lugares de vacaciones, esta vez como clientes. Los jóvenes, otros jóvenes, intentan divertirnos. Por nuestra parte, intentamos tener relaciones sexuales con algunos miembros del lugar de vacaciones (a veces ex animadores y a veces no). A veces lo conseguimos; la mayoría de las veces fracasamos. No nos divertimos mucho. Nuestra vida ya no tiene sentido, concluyó el ex animador de lugar de vacaciones.
   Construido en 1885, el Holiday Inn Resort de Safaga, en la costa del Mar Rojo, tiene 327 habitaciones y seis suites espaciosas y agradables. Entre los servicios podemos citar el vestíbulo de entrada, el coffee-shop, el restaurante, el restaurante de la playa, la discoteca y la terraza de espectáculos. En la galería comercial hay tiendas diversas, un banco, una peluquería. La diversión está asegurada gracias a un simpático grupo franco-italiano (bailes, juegos). En resumen, para utilizar la expresión de la agencia de viajes, «un paquete estupendo».
   La reducción de la edad de jubilación a cincuenta y cinco anos, continuó el ex animador de lugares de vacaciones, sería una medida acogida favorablemente por los profesionales del turismo. Es difícil rentabilizar una estructura de tal envergadura sobre la base de una temporada corta y discontinua, esencialmente limitada al período estival, v en menor medida a las vacaciones de invierno. Es evidente que la solución pasa por establecer vuelos chárter para jubilados jóvenes, con tarifas preferentes, que permitirían armonizar los flujos. Tras la desaparición del cónyuge, el jubilado se encuentra en una situación parecida a la del niño: viaja en grupo, tiene que hacer amigos. Pero mientras que los niños juegan con los niños y las niñas charlan con las niñas, los jubilados no atienden a distinciones de sexo. De hecho, se ha comprobado que multiplican las alusiones y sobreentendidos de carácter sexual; tienen una lubricidad verbal sencillamente abrumadora. Por penosa que pueda ser mientras dura, hay que reconocer que la sexualidad parece ser algo que uno echa de menos más tarde, un tema que a la gente le gusta adornar con variaciones nostálgicas. Y así se hacen amistades, de dos en dos o de tres en tres. Juntos descubren el valor de cambio de la divisa, programan una excursión en un todo terreno. Un poco encogidos, con el pelo corto, los jubilados parecen gnomos, gruñones o amables según su personalidad. A menudo sorprende lo robustos que son, concluyó el ex animador.
   «Yo digo que allá cada cual con su religión, y que todas las religiones son respetables», intervino sin venir a cuento el responsable del despertar muscular. Ofendido por la interrupción, el ex animador se refugió en un triste silencio. Con cincuenta y dos años, este fin de enero era uno de los clientes más jóvenes. Además ni siquiera estaba jubilado, sino prejubilado, o en un convenio de reconversión, o algo así. Valiéndose con todo el mundo de su calidad de ex procesional del turismo, había sabido ganarse cierto prestigio con el grupo de animación. «Inauguré el primer Club Mediterráneo en Senegal», solía decir. Luego canturreaba, esbozado un paso de baile: «Me voy a alucinar a Seee-ne-gal / con una copilooo-to sin igual.» En fin, que era un tipo estupendo. Pero yo no me sorprendí cuando encontraron su cadáver a la mañana siguiente, flotando entre dos aguas en la piscina que miraba al mar. 

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