QUINCEMUNDOS, Teresa Durán

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TERESA DURÁN, Quincemundos, Grao, Barcelona, 2007 (2002), 100 páginas.

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Subtitulado Cuentos interculaturales para la escuela recoge quince relatos de diversas culturas (masai, hindú, china...) acompañados de certeros comentarios de Teresa Durán, también adaptadora de los relatos de los que se señala cumplidamente su origen.
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EL GUSANO Y LOS ANIMALES SALVAJES

   Érase una vez una liebre que salió de casa para ir de paseo.
   Aprovechando su ausencia, un gusano se coló en casa de la liebre.
   Cuando la liebre regresó y vio unas huellas en el suelo, desconfió y gritó:
   —¡Eh! ¿Quién se ha metido en mi casa?
   El gusano proclamó a gritos con la voz más potente que pudo:
   —¡Soy el gran guerre­ro, hijo del gigante que perdió los grilletes de los tobillos en la batalla de Kurtiale! ¡Yo tiro por los suelos al rinoceronte y hago del ele­fante caca de vaca! ¡Soy invencible!
   La liebre huyó a toda prisa, pensando:
   —¿Cómo voy a enfrentarme yo, que soy tan pequeñita, a un ani­malote que usa al rinoceronte de alfombra para limpiarse los pies de la caca de vaca en que ha convertido al elefante?
   Por el camino encontró al chacal y le pidió que fuera con ella a parla­mentar con aquel tipejo que se había instalado en su casa. El chacal acce­dió y cuando llegaron a casa de la liebre, ladró con fuerza y preguntó:
   —¿Quién se ha metido en casa de mi amiga la liebre?
   El gusano respondió con un gran vozarrón:
   —¡Soy el gran guerrero, hijo del gigante que perdió los grilletes de los tobillos en la batalla de Kurtiale! ¡Yo tiro por los suelos al rinoceron­te y convierto al elefante en caca de vaca! ¡Soy invencible!
   Al oír estas palabras, el chacal dijo con las orejas gachas:
   —No tengo nada que hacer con un tipo así... —y se largó con el rabo entre las piernas.
   Entonces la liebre fue a buscar al leopardo, y le pidió que fuera a parlamentar con el gigante que tenía metido en casa.
   Al llegar a casa de la liebre, el leopardo rugió:
   —¿Quién se ha metido en casa de mi amiga la liebre? El gusano volvió a responder a gritos:
   —¡Soy el gran guerrero, hijo del gigante que perdió los grilletes de los tobillos en la batalla de Kurtiale! ¡Yo tiro por los suelos al rinoceron­te y convierto al elefante en caca de yaca! ¡Soy invencible!
   El leopardo se asustó:
   —¡Si hace picadillo al rinoceronte y al elefante, imagínate qué hará conmigo! —y huyó muerto de miedo.
   Había que empezar de nuevo. Esta vez la liebre fue a pedir ayuda al rinoceronte.
   Cuando el rinoceronte llegó ante la casa de la liebre y preguntó quién estaba ahí adentro, oyó un vozarrón que decía:
   —¡Soy el gran guerrero, hijo del gigante que perdió los grilletes de los tobillos en la batalla de Kurtiale! ¡Yo tiro por los suelos al rinoceron­te y convierto al elefante en caca de vaca! ¡Soy invencible!
   Uy, lo que pensó el rinoceronte de verdad cuando oyó estas palabras!
   —¿Quéééé? ¿Dices que me puedes tirar por los suelos de un soplido? Ay, no, yo prefiero seguir vivito y coleando.
   Y puso pies en polvorosa.
   Y así fue como a la liebre no le quedó más remedio que ir a buscar al elefante y pedirle ayuda.
   El elefante la acompañó, preguntó quién estaba dentro de la casa, escuchó la respuesta y finalmente dijo que no tenía ni pizca de ganas de que le convirtieran en caca de vaca.
   ¡Pobre liebre! ¿Qué podía hacer? Ni siquiera los animales más fuer­tes y grandes de la selva se atrevían a echar a aquel huésped indeseable que se le había metido en casa... Lloraba y suspiraba por su desgracia, cuando pasó por allí una rana.
   La rana le preguntó por qué lloraba, y la liebre se lo contó todo. Entonces la rana se acercó al portal de la casa de la liebre y preguntó quién estaba dentro. Obtuvo la misma respuesta que los demás animales:
   —¡Soy el gran guerrero, hijo del gigante que perdió los grilletes de los tobillos en la batalla de Kurtiale! ¡Yo tiro por los suelos al rinoceron­te y hago del elefante caca de vaca! ¡Soy invencible!
   Pero la rana, en vez de huir, se acercó más a la puerta y gritó:
   —¡Pues prepárate porque ahora vengo yo! ¡Puedo saltar como una catapulta y además tengo un aspecto monstruoso!
   —Cuando el gusano lo oyó, se puso a temblar como una hoja. ¡A saber quién estaba en la entrada! Y a saber si de un brinco saltaría sobre el tejado y lo dejaría hecho polvo! Prefirió asomar la nariz y confesar:
   No soy más que un gusano...
   Todos los animales del lugar, que se habían acercado a la cabaña de la liebre para ver qué tipo de gigante gigantón gigantazo se había colado allí, y para saber cómo acababa todo, no pudieron evitarlo y soltaron la gran carcajada. Y mientras la liebre y la rana saltaban y bailaban de alegría, el chacal, el leopardo, el rinoceronte y el elefante querían morirse de vergüenza. Mira que tener miedo de un gusanillo ridículo!

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