ATLAS DE LOS LUGARES MALDITOS, Olivier Le Carrer

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OLIVIER LE CARRER, Atlas de los lugares malditos, GeoPlaneta, Barcelona, 2015, 136 páginas.

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En Los riesgos del viaje (pp. 6-7) se revela la utilidad de este libro; en él «el inocente turista hallará la información necesaria para evitar quedar atrapado en un lugar imposible». 
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138° 37' E - 35° 28' N

AOKIGAHARA: EL BOSQUE DE LOS SUICIDAS


¿Puede ser una vegetación impenetrable más perjudicial para la salud que una zambullida en agua fría? La cuestión merece meditarse, pero la impresionante mortalidad constatada en el inquietante «océano de árboles» de Aokigahara no tiene nada que envidiar a la del famoso Golden Gate de San Francisco, hasta aquí referencia mundial de los candidatos al suicidio. Las autoridades locales —es decir la prefectura de Yamanashi— estiman en un centenar el número de personas que vienen cada año a poner fin a sus días en este sombrío bosque situado a los pies del fotogénico monte Fuji, y la cifra tal vez se quede corta, ya que, a diferencia del puente californiano, donde el salto fatal pocas veces se hace sin testigos, aquí es imposible llevar una contabilidad de los desgraciados que se internan en la bóveda vegetal y no vuelven a aparecer. Solo los cuerpos hallados durante las batidas anuales organizadas por voluntarios entran en las estadísticas. A los desesperados se añaden por otro lado los infortunados o los imprudentes, que entran para impregnase de la atmósfera de este lugar misterioso... y después: son incapaces de encontrar la salida. Y no es que el bosque tenga unas dimensiones gigantescas: apenas ocupa 3000 hectáreas, es decir, a vuelo de pájaro, una distancia de 2 kilómetros para atravesar su lado más ancho. Pero los caminos son escasos, la luz, tenue debido a la densidad de la vegetación, y el suelo, irregular, cubierto de un musgo espeso que disimula profundos socavones, hacen difícil la progresión. También se dice que las brújulas se vuelven locas, que el GPS no funciona y que ninguna comunicación telefónica pasa bajo los árboles. Se habla de la famosa novela de Seicho Matsumoto, Nami no tou (La torre de las olas), publicada en 1960, que habría hecho famoso el lugar porque dos amantes se suicidan en él, afirmando que no hay mejor lugar para poner fin a sus vidas... Pero la gente de la región sabe muy bien que la muerte merodea por aquí desde hace mucho tiempo, que los jurei —los fantasmas de los desaparecidos que vagan por el mundo a la espera de encontrar el paraíso— son habituales en Aokigahara. ¿Acaso el bosque no conoce desde hace más de un siglo la práctica del ubasute, la tradición consistente en que las personas ancianas se retiren ellas mismas a un lugar aislado para morir, a fin de no ser una carga para sus familias? El ubasute en principio ya no forma parte de los usos y costumbres, pero, a pesar de los carteles disuasorios colocados en las entradas del bosque y de la acción preventiva de los equipos de voluntarios de Yamanashi, la atracción morbosa de Aokigahara sigue siendo muy fuerte.

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