KWAIDAN, Lafcadio Hearn
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LAFCADIO HEARN, Kwaidan (Cuentos fantásticos del Japón), Espasa-Calpe, Madrid, 1962 (1941), 166 páginas.
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A través de estos cuentos populares, el estudioso orientalista Lafcadio Hearn nos lleva a asomarnos al "mundo japonés, haciéndonos conocer sus hermosas leyendas e interpretándolas con palabras y conceptos de emotividad occidental, único medio de que pudiéramos admirar tan grandes bellezas". Frente a otras ediciones más recientes, esta traducción de Pablo Inesta destaca por incluir también los "Estudios de los insectos", centrados en mariposas, mosquitos y hormigas desde una perspectiva tanto biológica como literaria.
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UBAZAKURA
Trescientos años atrás, en la villa de Asamimura, del distrito Onsengōri, provincia de Iyō, vivió un gran hombre llamado Tokubei. Era la persona más rica del pueblo, y ejercía de muraosa (autoridad mayor). En casi todos los asuntos fue bastante afortunado; pero llegó a los cuarenta años de edad y aún no había conocido la dicha de ser padre. Tanto él como su esposa, en su inmensa aflicción por la falta de hijos que los heredasen, dirigieron muchas plegarias a la divinidad Fudō Myō O, que tenía un famoso templo, llamado Saihōji, en Asamimura.
Hasta que, al fin, el dios escuchó sus ruegos, y la esposa de Tokubei dio a luz una hermosa niña. Le pusieron de nombre O-Tsuyu. Los senos de la madre no producían la leche necesaria para criar a la niña, y además no era de buena calidad. Y hubieron de tomar una nodriza, llamada O-Sodé.
O-Tsuyu llegó a ser de una belleza extraordinaria. A los quince años cayó enferma. Y los médicos dijeron que no tenía salvación. Aquel mismo día, O-Sodé, que amaba a O-Tsuyu con verdadero cariño maternal, fue al templo Saihōji y rogó con gran fervor a Fudō-Sama para que devolviera la salud a la niña. Durante veintiún días suplicó por ella sin cesar. Al cabo de este tiempo O-Tsuyu recobró instantáneamente la salud.
Con tan fausto motivo hubo grandes fiestas en casa de Tokubei, quien, para celebrar el suceso, dio un espléndido banquete a todos sus amigos. Pero en la noche del banquete cayó enferma O-Sodé. Avisaron al doctor, y éste, a la mañana siguiente, dijo que la nodriza se moría sin remedio.
Entonces, la familia de O-Tsuyu se reunió en torno a la enferma, para recibir su última despedida. A todos los dominaba una gran angustia. Pero ella habló con mucha serenidad y les dijo:
—Ya es tiempo de que les diga algo que ustedes ignoran. Mis plegarias fueron oídas. Yo supliqué a Fudō-Sama que me permitiera morir en lugar de O-Tsuyu, y este gran favor va a serme concedido. Por esta causa no deben apenarse ni llorar mi muerte... Mas he de hacerles un ruego: yo prometí a Fudō-Sama que plantaría un cerezo en el jardín del Saihōji en acción de gracias y para conmemorar el hecho. Como ahora yo no podré llevar acabo el ofrecimiento, les suplico que lo hagan por mí para que el voto no quede incumplido... Adiós, ¡queridos amigos, adiós!..., y no olviden que soy muy feliz muriendo por O-Tsuyu...
Después de los funerales de O-Sodé, los padres de O-Tsuyu plantaron en el jardín de Saihōji el cerezo más hermoso que pudo encontrarse. El árbol crecía y crecía. Y cuando llegó el día 16 del segundo mes del año siguiente (aniversario de la muerte de O-Sodé) floreció de una manera asombrosa. Y así continuó floreciendo por espacio de doscientos cincuenta y cuatro años, siempre en el mismo mes y en aquel día. Y sus flores, blancas y rosas, eran lo mismo que los pezones de los senos femeninos cuando están rociados de leche.
La gente bautizó al árbol con el nombre de Ubazakura: “el cerezo de la nodriza”.
Me gustó mucho y me atrevo a acompañarte en su recomendación.
Gracias por cuanto ofreces en este blog.