BESTIARIO DEL CIRCO, Pepe Viyuela
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PEPE VIYUELA, Bestiario del circo, Medusa, Madrid, 2003, 229 páginas.
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En el Prólogo (pp. 9-11) Andrés Aberasturi elogia al polifacético autor: "Bendita sea tu humildad de torpe equilibrista en esta cuerda floja de la vida, porque nos enseñas que tropezarse y caer puede ser maravilloso". Hermosamente Ilustrado por Miguel Cubero.
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EL TRAPECIO
El trapecio ha resultado ser hijo de Ariadna. Fue tejido con el hilo que otorga al hombre la posibilidad de escapar del laberinto de lo terreno y aproximarse a lo divino, una colosal tela repleta de ilusiones esbeltas, que dibuja en el espacio la constelación de la fantasía.
A quien osa trepar hasta, él le brotan alas, aquellas que le permiten escapar, con precisión felina, del ansia aparentemente inexorable de la araña letal, inmensa e invisible, que pugna por tragarlos y los persigue hasta en los sueños.
Combinación geométrica viva, sin libro ni manual que recoja el vasto cúmulo de trayectorias impensadas, pero descritas por la poesía de la magia, el riesgo y lo temerario.
Sistema nervioso que transmite a nuestra espalda el vértigo del otro, del que se juega la vida a una pirueta, a un triple giro o a un volteo con ojos vendados.
Fue columpio en el Olimpo, donde las divinidades acunaron su deseo de humanidad, y donde se amaron con los mortales y se engendraron los ángeles.
Es la duda trigonométrica y latiente que se debate entre escaleno e isósceles, espejo de paralelos e hipotenusas enamoradas del ángulo recto y del agudo, de sirgas trastocadas, ahogadas en la cintura frágil de la bella trapecista, sirena que se burla del infierno en manos del portor.
Es la cábala del aire dictando melodías a los ojos, es el éter en cuerdas enojadas y siempre en lucha con lo grave, es un ovillo ordenado de canciones contra el polvo de la muerte.
El trapecio ha resultado ser hijo de Ariadna. Fue tejido con el hilo que otorga al hombre la posibilidad de escapar del laberinto de lo terreno y aproximarse a lo divino, una colosal tela repleta de ilusiones esbeltas, que dibuja en el espacio la constelación de la fantasía.
A quien osa trepar hasta, él le brotan alas, aquellas que le permiten escapar, con precisión felina, del ansia aparentemente inexorable de la araña letal, inmensa e invisible, que pugna por tragarlos y los persigue hasta en los sueños.
Combinación geométrica viva, sin libro ni manual que recoja el vasto cúmulo de trayectorias impensadas, pero descritas por la poesía de la magia, el riesgo y lo temerario.
Sistema nervioso que transmite a nuestra espalda el vértigo del otro, del que se juega la vida a una pirueta, a un triple giro o a un volteo con ojos vendados.
Fue columpio en el Olimpo, donde las divinidades acunaron su deseo de humanidad, y donde se amaron con los mortales y se engendraron los ángeles.
Es la cábala del aire dictando melodías a los ojos, es el éter en cuerdas enojadas y siempre en lucha con lo grave, es un ovillo ordenado de canciones contra el polvo de la muerte.
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