EL VIENTO DEL SOL, Arthur C. Clarke

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ARTHUR C. CLARKE, El viento del sol, Alianza, Madrid, 1974, 238 páginas.

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REENCUENTRO

   Pueblo de la Tierra, no temáis. Venimos en son de paz... ¿Y por qué no? Nosotros somos primos vuestros; hemos estado aquí antes.
   Nos reconoceréis cuando nos veamos dentro de unas horas. Nos estamos aproximando al sistema solar casi a la velocidad de este radio-mensaje. Vuestro sol domina ya el firmamento que tenemos ante nosotros. Es el sol que nuestros antepasados y los vuestros compartieron hace diez millones de años. Nosotros somos hombres igual que vosotros; pero vosotros habéis olvidado vuestra historia, mientras que nosotros recordamos la nuestra.
   Nosotros colonizamos la Tierra durante el período de los grandes reptiles, que se estaban extinguiendo cuando llegamos, y no pudimos salvarlos. Vuestro mundo era entonces un planeta tropical, y pensamos que sería un hogar perfecto para nuestro pueblo. Nos equivocamos. Aunque éramos los dueños del espacio, sabíamos muy poco sobre el clima, la evolución, la genética...
   Durante millones de veranos —no había inviernos en aquellos tiempos lejanos—, la colonia vivió una vida floreciente. Aunque tenía que estar aislada, en un universo donde se tardaba años en ir de una estrella a otra, mantenía contacto con la civilización de origen. Tres o cuatro veces cada siglo eran visitados por naves estelares que les traían noticia de la galaxia.
Pero hace dos millones de años la Tierra comenzó a cambiar. Durante siglos y siglos había sido un paraíso tropical; luego, descendió la temperatura, y el hielo empezó a bajar de los polos. Al alterarse el clima, lo hicieron también los colonos. Ahora comprendemos que hubo una adaptación natural al final del largo verano, pero aquellos que habían hecho de la Tierra su hogar durante tantas generaciones creyeron que habían sido atacados por una enfermedad extraña y repulsiva. Una enfermedad que no mataba, que no dañaba físicamente... sino únicamente desfiguraba.
   No obstante, algunos fueron inmunes; el cambio les había perdonado a ellos y a sus hijos. Y así, en unos miles de años tan sólo, la colonia se escindió en dos grupos distintos, casi en dos especies distintas, recelosas y celosas la una de la otra.
   Con la división vino la envidia, la discordia y, finalmente, el conflicto. Al desintegrarse la colonia y empeorar gradualmente el clima, aquellos que pudieron abandonaron la Tierra. Los demás se sumieron en la barbarie.
   Podíamos haber seguido en contacto, pero hay muchísimo que hacer en un universo de cien trillones de estrellas. Hasta hace pocos años no supimos que hubiera sobrevivido ninguno de vosotros. Luego, captamos vuestras primeras señales de radio, aprendimos vuestros simples lenguajes y descubrimos que habíais dado el gran salto otra vez desde el estado salvaje. Venimos a saludaros, familia nuestra tanto tiempo perdida... y a ayudaros.
   Hemos descubierto muchas cosas en los evos transcurridos desde que abandonamos la Tierra. Si queréis que os devolvamos el eterno verano que reinaba antes de los períodos glaciares, lo podemos hacer. Sobre todo, tenemos un remedio para la desagradable, aunque inofensiva, plaga genética que afectó a tantos miembros de la colonia.
   Quizá esa enfermedad haya seguido su curso... pero si no, tenemos buenas noticias para vosotros. Pueblo de la Tierra, podéis uniros a la sociedad del universo sin vergüenza, sin embarazo.
   Si alguno de vosotros es blanco todavía, le podemos curar. 

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