LA ÚLTIMA POSADA, Imre Kertész

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IMRE KERTÉSZ, La última posada, Acantilado, Barcelona, 2016, 296 páginas.

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Toda relación humana es una ilusión. La familia: herencia, asuntos relativos a los bienes muebles e inmuebles. La amistad: palabras amables, impotencia, inacción. A veces, alguna alegría por el mal ajeno. El amor: en un instante se esfuma sin dejar huella. Y aun así algo existe, a pesar de todo florece una acción. Pero siempre de manera inopinada y en general no allí donde la esperamos ni por parte de la persona en la que hemos depositado nuestra confianza.
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La vida es un error que la muerte tampoco arregla. Vida y muerte: todo error.
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No existe nada más estúpido que preguntarse por qué nos ha tocado este destino, aunque no entendamos por qué nos ha tocado. Pero el destino es precisamente eso, y todo el mundo paga por haber osado nacer. Esta noche he calculado la distancia que separa el balcón del asfalto y me he echado atrás. Pero tarde o temprano habré de actuar. 
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El mundo sin una escala de valores es el mundo de la ironía. Pero, dime, ¿quién puede existir por libre en este mundo amplio, pero sumamente peligroso? El espíritu liberal, que en un principio deseaba lo mejor, con su posmoderna falta de principios ha llevado a la intelectualidad al nihilismo y a las masas a la desorientación. El mundo de la ironía es el de Mefisto, pero a él le espera la derrota y a sus favorecidos la redención. Los últimos acontecimientos dan la razón a Goethe. Las masas necesitan una escala de valores, porque de lo contrario son ellas las que crean sus valores y ¡ay entonces de este mundo!
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Soñé con Kafka. Hablaba con él por teléfono. Quedamos a una hora, y vino. Su cara no se asemejaba a la de las fotografías conocidas. Era un rostro más bien gris, con una barba espesa. Si no era mi padre, preguntó M. cuando se lo conté. Una pregunta interesante, que no puedo pensar hasta las últimas consecuencias. Tal vez la barba espesa, la cara levantina... Pero entonces queda la pregunta: ¿mi padre en el papel de Kafka o Kafka en el papel de mi padre? Se mostró amable conmigo, fluía una corriente de simpatía entre nosotros. No recuerdo ya de qué hablamos. Fue un sueño grande, consolador, pálido reflejo de grandes sueños de antaño.

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