EL DOMADOR, Rafael Pérez Estrada
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RAFAEL PÉREZ ESTRADA, El domador, Paréntesis, Alcalá de Guadaíra, 2009, 172 páginas.
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Quiso decir una palabra que fuera diferente, una palabra para expresar aquellos estados a los que ni siquiera el pensamiento llega. Una palabra como un instrumento musical único. Dúctil. Capaz de contener todos los registros de la emoción y la melancolía. Una voz útil para representar a los contrarios; así, agua y fuego podrían decirse con sólo pronunciarlas; y vuelo y caída, o lejos y cerca también se significarían en ella. Será -deseó- una expresión con tacto; y deseada, la hizo aún más amplia, con olas, lluvia y brisa: Entonces, tal si fuera a parirla, la mujer realizó un esfuerzo, abrió la boca, y suave y rítmica surgió la palabra que era un tallo muy frágil y decidido. Un tallo ascendiendo, ajeno a todo cuanto no fuera ascender; un eje acariciado por un sol extraño a este esfuerzo, a esta mística de engendrar la palabra. Sorprendida, la mujer la vió alzarse más allá incluso de los cipreses. La sintió indefensa, mecida por el viento, y sólo su alma se sosegó cuando los primeros pájaros vinieron a habitarla.
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