EL GRAN LIBRO DE LAS EMOCIONES, Esteve Pujol y Pons & Rafael Bisquerra

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ESTEVE PUJOL & RAFAEL BISQUERRA, El gran libro de las emociones, Parramón, Barcelona, 2013, 112 páginas. Ilustraciones de Carles Arbat.


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Organizado en tres bloques temáticos (Desde mi... / Quiero ir.../ Hacia los otros...) presenta relatos con los que ilustrar las emociones analizadas.
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EL RACIMO DE UVAS

   En Rusia había una familia de labradores que tenían una viña que les daba para su consumo e incluso para producir vino para la familia y los vecinos.
   El padre era Iván Páulovich; barba y pelo canosos, calmoso en el andar. La madre, de piel sonrosada, diligente y serena, se llamaba Lisabeta Prokofievna. Cinco hijos rodeaban la mesa: Viadimiro, con 20 años; Hipólito tenía 18; Nastasia, la mayor de las muchachas, había cumplido 14; después venía Aglaya, la más juguetona, con 11 recién cumplidos; y el benjamín de la familia, Fiodoro, con 7 años y medio.
   Un día de septiembre, el padre fue a la viña y allí vio un racimo que parecía decir: “córtame”. Y lo cortó. Cuando lo tuvo entre sus dedos pensó:
   —Mi buena Lisabeta bien se merece que le guarde este racimo de uvas, y al llegar a casa se lo dejó encima de la mesa sin decirle nada.
   Lisabeta sabía que se lo dejó Iván. Cuando estaba a punto de arrancar la primera uva, se le ocurrió:
   —A Vladimiro le gustará comer este racimo cuando vuelva al mediodía. Se lo pondré sobre su cama.
   Vladimiro sonrió al ver las uvas, y ya dispuesto a comérselas, reflexionó:
   —¡Qué buena es mi madre! Yo trabajo mucho, pero Hipólito además tiene que aguantar a la malhumorada dueña del comercio. Se lo dejaré a él.
   Cuando Hipólito vio el racimo, supuso enseguida que era un regalo de Vladimiro. Se lo habría zampado, pero pensó:
   —Nastasia me hace rabiar porque en casa de la modista se lo pasa fatal. Le gustará este racimo. Se lo dejaré en su cuarto.
   Nastasia pegó un salto y dio una vuelta entera sobre sus pies, de lo contenta que se puso.
  —¡Esto es de Hipólito! —se dijo—. En realidad en mi trabajo me distraigo con las clientas. Pero Aglaya se pasa todo el día con una “profesora avinagrada”. Le dejaré el racimo en su mesita de noche.
   Cuando Aglaya vio el racimo, exclamó: ¡Ay, esta Nastasia! Pero se lo daré a Fiodoro, el pequeñín de la casa.
   Y Fiodoro supuso que era Aglaya quien se lo había dejado, pero se dijo:
   —Mi padre pasa todo el día trabajando la tierra. El se merece estas uvas.
   Cuando Iván Páulovich tuvo en sus manos aquel racimo se conmovió; levantó en brazos a Fiodoro y lo besó.
   Antes de cenar, el padre hizo un discurso muy corto, pero lleno de emoción:
  —Lisabeta Prokofievna querida, hijos de mi corazón, ¡qué suerte tenemos!: somos capaces de pensar en lo que hace felices a los demás y hacerlos felices de veras.

Leon Tolstói
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LA EMPATÍA

   La empatía es la capacidad de ponerse en la piel del otro, conectar con la emoción que está experimentando el otro, Si te riñen, te gritan o te pegan, ¿cómo te sientes? Si tú riñes, gritas o pegas a otro ¿cómo se sentirá?
   La comprensión empática requiere inteligencia emocional. Implica un pensamiento de perspectiva: ponerse en el lugar del otro, no sólo de lo que piensa, sino también de lo que siente.
   La empatía es un factor de prevención de conflictos y de violencia, y al mismo tiempo ayuda al bienestar. Es un componente fundamental de la inteligencia emocional. Es la comprensión de las emociones y los sentimientos de los demás.
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   Quien tiene empatía hace a los demás lo que le gustaría que le hicieran. Sabé cómo se sentirán, lo mismo que si lo experimentara. Y no maltrata. Prefiere que los demás se sientan bien, porque así también se sentirá bien. A los padres y a los hijos de la familía del cuento les apetecía el racimo de uvas; pero tuvieron en cuenta que, si a ellos les hubiera gustado comerlo, también a cada uno de los otros les gustaría. Y actuaron en consecuencia.

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