LOS 101 MEJORES CUENTOS CLÁSICOS DE LA CHINA, Ramiro Calle & Chang Shiru

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RAMIRO CALLE & CHANG SHIRU, Los 101 mejores cuentos clásicos de las China, Edaf, Madrid, 1996, 220 páginas.

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En la Introducción (pp. 13-14) Sebastián Vázquez escribe: "Los maestros chinos comparaban a estos cuentos con cierto tipo de miniaturas: una primera visión permitía, por ejemplo, percibir un hermoso paisaje, pero un acercamiento más cuidadoso dejaba ver detalles hasta entonces invisibles".
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SUICIDIO EN EL RÍO

   Ji Jun era miembro de la Academia Imperial y estaba dotado de una aguda inteligencia y gran hori­zonte de conocimientos. Un día, el emperador Qian Long le preguntó:
   —Dime, sabio erudito, ¿qué se entiende por la fidelidad y por el amor filial?
  —La fidelidad —contestó rápidamente—Ji se ma­nifiesta en la obediencia total e incondicional al so­berano. Aunque éste le mandase a uno suicidarse, tendría que cumplir su voluntad. Por amor filial se entiende el cumplimiento cabal de la voluntad pater­na. Si el padre quiere que se suicide el hijo, así se cumplirá su deseo.
   El emperador pensó que como Ji era muy inteli­gente, aunque le ordenase poner fin a su vida, no lo cumpliría de ningún modo. Por lo tanto, con el áni­mo de tomarle el pelo y ver cómo se las arreglaría en una circunstancia extrema, le dijo:
   —Entonces, ordeno que te suicides.
   Ji no se sorprendió ni un ápice, contestando sin vacilación:
   —Sí, Majestad, cumpliré su orden.
   —¿Se puede saber cómo te vas a suicidar? —pre­guntó el monarca.
   —Me voy a tirar al río —le contestó Ji.
   El emperador sabía perfectamente que no se iba a suicidar y que podría salir airosamente de la situa­ción, pero quería seguir con la broma:
   —Bueno, concedido el derecho a la muerte.
   Dicho esto, se puso a leer un libro que tenía a mano, sin prestar más atención al intelectual. El sen­tenciado salió del palacio, dio una vuelta y volvió de nuevo. El emperador aparentó sorprerderse de la sú­bita aparición del que iba a pasar al otro mundo.
   —¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has vuelto?
   —Majestad, —empezó a explicar el intelectual con un tono intrigante—, cuando llegué al río y me iba a lanzar, de repente vi que había salido del agua el antiguo poeta Qu Yuan. Me agarró fuertemente impidiéndome ejecutar la suprema voluntad imperial. Me rogó que volviera a preguntar a Su Majestad.
    —¿Qué quería que me preguntaras?
   —Me dijo que él se había lanzado al río para sui­cidarse porque el soberano de su época era despótico e imbécil. Sin embargo, ahora que estamos glorifica­dos con la lucidez y sabiduría de nuestro ilustre rei­nado, merece la pena preguntarle si realmente desea mi muerte. No sería demasiado tarda en cualquier caso suicidarme después de la confirmación de su voluntad.

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