EL PESO DE LA HISTORIA, Michael Leventhal

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MICHAEL LEVENTHAL, El peso de la historia, Crítica, Barcelona, 2012, 260 páginas.  

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El subtítulo del libro explica el proyecto de Leventhal: Las frases célebres comentadas por grandes historiadores. Chris Riddell aporta las ilustraciones.
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Permanece en el pasado y perderás un ojo; olvida el pasado y perderás los dos.

Antiguo proverbio ruso citado por ALEXANDR SOLZHENITSYN en Árchipiélago Gulag.

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   A los paracaidistas con los que serví en el ejército se les enseñó la historia de los regimientos siguiendo la máxima de que «nunca sabrás adónde vas a menos que sepas de dónde vienes». Vivíamos en un mundo de cambios acelerados donde, en nuestra profesión, las nuevas tecnologías y los nuevos métodos tenían que ser asimilados para así seguir consevando la posición de Superioridad que permitía ganar batallas. El pasado era un punto de anclaje que proporcionaba un marco estable de referencia mientras seguíamos innovando para diversificamos y poder abordar nuevas cuestiones y problemas. Es un crimen derramar sangre cuando, como suele ser el caso, se tiende a reinventar la rueda entre generación y generación.
   Sin embargo, como sugiere Solzhenitsyn se necesita un cierto grado de equilibrio para ver el pasado, y si no lo ves, se pierde.
   Mientras estuve destinado en operaciones, escribí un diario en el que anotaba todo lo que veía, oía o percibía, observaciones francas y honestas, haciendo caso omiso deliberada y metódicamente de las posibles consecuencias en materia de seguridad, puesto que no tenía intención de publicar nada en toda mi vida. Las percepciones, descubrí, a menudo alimentadas por los rumores, tienen el mismo impacto que los hechos sobre los cambios de comportamiento. Más tarde, cuando investigaba crónicas de guerra, personajes e históricas, cartas y diarios, me resultó de gran valor haber escrito aquellos diarios, puesto que ese trabajo me permitió identificar rápidamente lo auténtico. Lo significativo saltaba a la vista, reflejando comportamientos que supe reconocer de forma instintiva como auténticos. En consecuencia, cuando escribo historia militar busco fuentes lo más cercanas posibles al acontecimiento que estoy examinando, reconstruyo escenas, alimentadas solo por lo que los protagonistas pueden haber oído o sabido de ellas, lo combino todo con visitas al lugar, utilizando los mapas disponibles en la época de los acontecimientos, y con los testimonios presenciales, para recrear la escena. Estos son los dos ojos que el proverbio ruso nos anima a usar, en lugar de la perspectiva con un ojo tapado que tendríamos si aceptáramos las fuentes secundarias sin cuestionarlas.


Robert J. Kershaw


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