CUENTOS ANDALUCES
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Cuentos andaluces, Olañeta, Palma de Mallorca, 1990, 88 páginas.
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Seleccionados por Carmen Bravo-Villasante, estos cuentos originarios de diferentes puntos de Andalucía presentan, al lado de ciertos rasgos de estilo que delatan el pulimento esperable en su paso a la lengua escrita, los elementos propios del "habla andaluza", permitiendo la ilusión, a pesar de que la puerta a los relatos esté construida de papel, de que en realidad "los estemos oyendo".
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LA SIRENA
Eran unos padres que tenían un hijo y el padre era pescador y todos los días iba a pescar. Un día vio que la red pesaba muchísimo y que apenas podía sacarla; cuando lo consiguió, vio en ella un pescado muy grande que le dijo:
—Yo te voy a comer si no me ofreces traerme al primero que encuentres.
El pescador pensó que sería como siempre la perrilla la que se adelantaba a recibirle y ésa le llevaría. Así que el pez se sumergió, se marchó hacia su casa; mas esta vez, en lugar de la perrilla quien salió fue su hijo.
El padre preguntó que por qué se había apresurado a salir a su encuentro, y el hijo le dijo que como tardaba estaba con cuidado. El padre le contó lo que había pasado; que había sacado una Sirena en la red y que le había exigida le llevase al primero que en su casa saliese a recibirlo.
El hijo conoció que su padre tenía que cumplir su palabra; pero, antes de ir, quería marchar a un pueblecito inmediato para despedirse de unos amigos que él tenía; yendo por el camino, se encontró una hormiga, un lobo y un águila; todos tres estaban comiéndose un burro muerto; pero cada uno quería llevarse la mejor parte y no lograban partirlo. Cuando lo vieron pasar lo llamaron y le dijeron les hiciera las particiones del burro. Él lo repartió dándole la carne al águila, los huesos al lobo y la piel a la hormiga; cuando ya se marchaba, volvieron a llamarlo y él temió si querían comérselo también; pero se acercó y le dijeron que querían darles las gracias y su recuerdo por su buena obra. El lobo le dio un pedacito de oreja que tenía la virtud, que en sacándola y diciendo: —¡Ay de mí! ¡el lobo!—, se convertía en lobo. El águila le dio una pluma para que dijese: —¡Ay de mí! ¡el águila!— y se convirtiese en águila; y la hormiga, una patita para que dijera: —¡Ay de mí! ¡Hormiga!—, y se volviese hormiga.
Ya con estos regalos, se volvió a su casa y le dijo al padre que podía entregarlo a la Sirena. Aquél lo llevó y al entregárselo tocó la pluma y después de decir las palabras —¡Ay de mí! ¡Águila!—, se volvió águila y se marchó del primer vuelo al palacio, y la princesa, al ver aquel pájaro tan bonito lo hizo coger y lo colocó atado a los pies de la cama. Por la noche se volvió hombre; la princesa se asustó; pero él la tranquilizó y le contó su historia. El rey quiso se quedase en palacio y todos lo querían mucho; todas las tardes salía en coche con el rey y la princesa, y otras veces a dar paseos en lancha por el mar.
Un día la Sirena lo vio y le echó mano y se lo tragó a vista del rey y la princesa- El rey dijo que aún encontraba medio de sacarlo de la Sirena. Como a las sirenas les gustar mucho el oro y la plata, mandó hacer un remo de plata, y un día salieron en busca de la Sirena, y le dijeron que si les enseñaba el joven aunque no fuese más que medio cuerpo, le regalarían el remo de plata. La Sirena les enseñó la cabeza solamente así que él nada pudo hacer todavía: mas la princesa le dijo que si se lo enseñaba de medio cuerpo, le regalaría un remo de oro. La Sirena dijo que sí y al otro día se lo llevaron y la Sirena sacó el medio cuerpo del joven que, hallándose en esta libertad, pudo tomar la forma del águila y se echó a volar. La Sirena dijo: —¡Ah, pícaros, que me han engañado! Pero yo me vengaré. Y, al irse a volver a palacio la princesa, se abrió la tierra y se la tragó. El águila, que vio lo que pasaba, dijo: —Pues yo habré de sacarla. Y, hecho hombre de nuevo, le dijo a unos albañiles le hicieran un agujero pequeño en aquel sitio. Entonces sacó la patita de la hormiga y dijo: —Vuélvome hormiga, y se entró dentro de un castillo y quiso volverse águila: la reina lo conoció enseguida y cuando salió el gigante que la guardaba, el joven se convirtió en hombre y le dijo a la princesa que se volviese ella también hormiga para salir juntos. Así lo hicieron y llegaron a palacio donde el padre se puso tan contento y permitió al libertador de su hija que se casara con ella. Vivieron muy felices; pero siempre cuidando de no pasear nunca por el mar para no encontrarse con la Sirena.
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