EL CAMINANTE, Hermann Hesse

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HERMANN HESSE, El caminante, Plaza & Janés, Barcelona, 1987, 112 páginas.

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Escrita en 1920, un año después de su reconocida novela Demian, esta miscelánea, que canta a la naturaleza desde una actitud contemplativa, se construye a través de la alternancia de poemas con textos breves marcados por la reflexión.

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CASA ROJA

   Casa roja, desde cuyo pequeño jardín y viñedo me llega el perfume de todo el sur de los Alpes ¡Muchas veces he pasado por delante de ti, y la primera vez mi afición de caminante se acordó estremecida, de su polo opuesto, y ahora juego nuevamente con la vieja y tan conocida melodía: tener una patria, una casita en un jardín verde, quietud alrededor y, algo mas abajo, la aldea. En el cuarto que va a Oriente, mi cama, mi propia cama, en el cuarto orientada hacia el sur, mi mesa, y también allí colgaría mi pequeña y antigua Madonna, en anteriores épocas de viaje.
   Como transcurre el día entre Oriente y Occidente, así transcurre mi vida entre el impulso de viajar y el deseo de la patria. Tal vez un día habré llegado tan lejos que los viajes y la lejanía formarán parte de mi alma, y sus imágenes estarán en mi interior, por lo que ya no tendré necesidad de realizarlas. O tal vez llegaré al punto en que la patria estará dentro de mí, y entonces ya no habrá flechazos con jardines y casitas rojas. ¡Llevar a la patria dentro de sí! 
   ¡Que diferente seria entonces la vida! Tendría un centro, y del centro partirían todas las fuerzas. Pero mi vida carece de centro, y flota, temblorosa, entre muchas hileras de polos y polos opuestos. Nostalgia del hogar de aquí, nostalgia de peregrinar allí. Urgencia de soledad y vida monacal aquí!, ¡Ansia de amor y solidaridad allí! He cultivado la voluptuosidad y el vicio, y los he abandonado para practicar el ascetismo y la mortificación. He respetado la vida como sustancia, y he llegado a no poder reconocerla y amarla más que como función.
   Pero no es asunto mío hacerme diferente de lo que soy. Quien busca el milagro, quien quiere atraerlo y ayudarlo, solo consigue alejarse de él. Mi misión es flotar entre muchas alternativas tensas y estar dispuesto cuando el milagro corre hacia mí. Mi misión es estar insatisfecho y sufrir desasosiego.
   ¡Casa roja entre el verdor! Ya he tenido patria una vez, he construido una casa, he medido las paredes y el tejado, he trazado sendas en el jardín y he colgado mis propios cuadros en las paredes. Todas las personas se sienten impulsadas a ello. Feliz yo que he podido realizarlo! Muchos de mis deseos se han cumplido en mi vida. Quería ser poeta y he sido poeta. Quería tener una casa y me construí una. Quería tener mujer e hijos y los he tenido. Quería influir sobre las personas y lo he hecho. Y cada cumplimiento se convirtió en una saciedad. La saciedad era algo que yo no podía soportar. La poesía me resultó sospechosa. La casa se me antojó estrecha. Ninguna meta alcanzada era una meta, cada camino era un rodeo, cada descanso engendró nuevas nostalgias.
   Recorreré todavía muchos atajos, muchas realizaciones me decepcionarán. Todo acabará mostrándome su sentido. Allí donde terminan los contrastes, se encuentra el nirvana. Pero todavía queda por quemar muchas amadas estrellas de la nostalgia.

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