CONTENTO DEL MUNDO, José Sánchez Pedrosa

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JOSÉ SÁNCHEZ PEDROSA, Contento del mundo, Ediciones del Viento, La Coruña, 2008, 112 páginas.
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CATARATAS

   Tras quince años de ceguera, la señora Marcela Pazos accedió, con la promesa de ser llevada del hospital a casa el mismo día de la intervención, a operarse de cataratas. En la sala de espera de los quirófanos aguardan noticias del resultado sus tres hijos y su único nieto, Rafael Bello. Tiene trece años y desde que guarda memoria, ha sido el lazarillo de su abuela.
   Por las tardes le acompaña a misa si hace malo y al parque, si hace bueno. Allí, sentados en un banco, le lee el ABC. A cambio, la abuela le hace en navidades y por su cumpleaños unos regalos espléndidos. Rafael, sin embargo, hace de destrón con agrado. No necesita regalos. Le gusta salir todas las tardes con su abuela. Es, según él, una señora elegante, educada y, sin duda, bella. Además, cuando canta en misa, demuestra una gran sensibilidad artística.
   La señora Marcela Pazos sale por su propio pie del quirófano. Lleva los dos ojos vendados y pregunta por Rafael. Su nieto le da la mano y la guía por los pasillos del hospital hacia la salida. Su abuela lo ha llamado a él, no a sus padres o a alguno de sus tíos. Rafael lo siente como una victoria. Mientras camina por los corredores, su abuela le informa de que al día siguiente, por la tarde, ya no va a necesitarlo porque podrá quitarse las vendas a mediodía.
   Al otro día, Rafael va de todas formas a casa de su abuela por si necesita algo. A las cinco de la tarde, como todos estos años pasados, llama al timbre. Sale ella misma a la puerta.
   —¿Quién eres? —pregunta.
   —Soy Rafael —responde él sonriendo y mostrando sus asquerosos dientes amarillentos, desiguales y mal encajados en una mandíbula prognática.
   —¿Rafael? —duda ella. Se fija sin disimulo en esos ridículos ojos de batracio y no oculta una mueca de asco ante la visión de un resto de saliva que le ha quedado al niño en la comisura de los labios.
   —¡Jesús, chico! ¿Pero a quién has salido tú, tan feo?
   Rafael se da la vuelta y entra de nuevo en el ascensor. Sale a la calle y se pregunta, ahora que su abuela se comporta como sus compañeros de colegio, dónde podrá refugiarse por las tardes.

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