Documenta minima

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   Clavó su mirada en aquel cinturón tirado en el suelo. Era demasiado el dolor que había supuesto para él. Luego, se fijó en los detalles del cuerpo yacente. No supo llorar; al contrario, sintió una paz y una relajación interior sublimes. En ese momento no sentía ni el menor atisbo de remordimiento. Aguardaba, ansioso, el momento en que su madre entrase por la puerta y le sonriera, recompensándole con un gran abrazo y un beso. 

   Arrojó el martillo a sus pies. No más golpes. Quietud sobre el charco de sangre. Madurez forzosa. 

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Ofuscación suave

Del sosiego locuaz

Que relaja mis raíces. 

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Absorta, contemplo el techo

Que desaparece

 Disipando angustia, acorralando miedos.