¿DÓNDE VAMOS A BAILAR ESTA NOCHE?, Javier Aznar

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JAVIER AZNAR, ¿Dónde vamos a bailar esta noche?, Círculo de Tiza, Madrid, 2017 (2015), 288 páginas.

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En el prólogo El veraneo del alma (pp. 11-12) David Gistau dice: «Resulta obvio al leer estas estampas suyas vitales, ligeras, sofisticadas, urbanas y bien vestidas» que Javier Aznar «todavía vive en estado de veraneo».
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TOSTADAS

   A veces me acuerdo. Nadando en la piscina. Viendo la vida pasar en un atasco. Mientras espero en algún bar a que un amigo vuelva con la segunda ronda. O en el andén del metro. 
   Es un fogonazo que apenas dura unos segundos. Un flash. Un latigazo. Pero tiene efecto retardado, similar al de esas bombas que llevan enterradas en alguna playa de Normandía desde la Segunda Guerra Mundial. 
   Y me acuerdo. De todo. Nítidamente. De su camiseta. De la silla metálica del jardín pintada de verde. Del tintineo acompasado de sus pulseras y de su napia de tucán. Del olor. Del olor de todo. Del olor a leña y a hierba mojada. Y me acuerdo de su té. Y de mi disco de Enrique Urquijo sonando lejos en la cocina. Y de las revistas sobre la mesa. 
   Pero, sobre todo, me acuerdo de sus tostadas.
   Raspaba ligeramente la superficie quemada con un cuchillo de plata algo gastada. Ras, ras. Luego lo hundía en la mantequilla, que esparcía con mucha delicadeza por la tostada, dejando que se deslizara por encima como haría una patinadora sobre hielo. Y cubría las esquinas. Daba muchísima importancia a las esquinas. Porque «la gente siempre se olvida de las pobres esquinas». Tal era su concentración y su perfeccionismo que, momentos, parecía que me encontrara desayunando con un francotirador de los SEAL que poniendo a punto su rifle de mira telescópica.
   A continuación, abría el frasco de la mermelada —poniendo una cara de sobreesfuerzo propia de una levantadora de peso búlgara— y remataba el proceso con una capa de mermelada de naranja.
   Finalmente, echaba un último vistazo a su creación desde distintas perspectivas. Y solo cuando quedaba satisfecha con su obra, solo cuando era digna de ser presentada a un certamen de miss tostada del año, solo en ese momento, sonreía. Y entonces me daba la tostada. Y continuaba leyendo despreocupada su revista, dando pequeños sorbas a su té.
   Ahora solo desayuno un café con leche. Pero en ocasiones veo tostadas.
   ¿Es grave, doctor?

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