SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA EN GENERAL Y DEL TRABAJO EN PARTICULAR, Yun Sun Limet

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YUN SUN LIMET, Sobre el sentido de la vida en general y del trabajo en particular, Errata naturae, Madrid, 2016, 136 páginas.

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Escritos desde la convalencia de una grave enfermedad, estos correos electrónicos enviados a Rose, Grégoire y Madelaine no sólo comparten reflexiones sobre la fragilidad del ser humano, sino también sobre la historia de la consideración social e individual del trabajo: entre la tortura (trepalium) y el ocio (otium).

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CARTA VI

Para: madeleine@swift.eu

   Querida Madeleine:

   Me he enterado de lo que le ha pasado a tu hermana, y lo siento mucho. La información me ha llegado hace poco, porque tal vez ya sabes que estoy gravemente enferma. Me habían dicho que la empresa renqueaba. Pero eso es brutal, lo reconozco. Ya ves, el gran drama es que nos hemos convertido en «recursos humanos». Recurso significa medios, dinero, capital. Material. No individuos únicos. Como en los grandes mítines fascistas, todos con el mismo traje, el mismo movimiento, y entre el tercero de la segunda fila o el quinto de la vigésimo tercera, ninguna diferencia, somos intercambiables, nadie se inmuta. Estamos nivelados, neutralizados en la masa en pos del beneficio. Porque es ése el único objetivo. Y si el recurso A cuesta más barato que el B, intercambiémoslo. Él, ella, tú o yo, es igual. André Gorz escribió textos realmente esclarecedores sobre aquello que somos a través del trabajo. Un momento de cambio importante se produjo cuando el trabajo del artesano, en su relación única con el objeto fabricado, con un saber hacer ligado a su persona, se transformó en capital, cuando se convirtió en «trabajador», lo que produce una suma cuantificable, verificable de trabajo, ella misma ajustable a merced de la coyuntura económica. Somos intercambiables, eyectables. Y cuando vemos en la televisión a los obreros de la industria luchando desesperadamente por conservar su empleo, en un combate perdido de antemano, sé que muchos piensan: «Es normal, es la crisis, ya no se vende suficiente metal, coches, electrodomésticos, etc., se equivocan al persistir». Ellos. ¿Quiénes son ellos? Anónimos estandarizados en cifras, barritas de colores de abacos que brillan en los powerpoints de reuniones estratégicas, inversamente proporcionales a las tasas de rentabilidad que hay que hacer crecer. No existen tantas variables de ajuste. Lo último que sigue siendo lo suficientemente maleable son los recursos humanos. Ellos. Tu hermana Élise, cuarenta y ocho años, nacida en Langres, casada, después divorciada en 2007, un hijo Julien, en primero de Bachillerato de Ciencias Sociales en el Instituto Michelet, propietaria de un pisito de tres habitaciones en Vanves, letras que durarán hasta 2021 de 720,12 euros al mes más el seguro, le gusta la música barroca, canta en el coro del barrio, tiene una mancha de nacimiento rosácea en el muslo izquierdo, se enamoró hace dos años de un hombre más joven que ella, lo dejó antes de que la dejara él, todavía discute con vuestra madre por teléfono, no irá de vacaciones este año, tiene previsto revender su piso, se pregunta ciertamente cómo va a hacer con un cuarenta por ciento menos de su salario todos los meses durante un año, las salidas que no hará, las clases de tenis de Julien que tendrá que pagar la abuelita, hasta que sea posible, toda la ropa que deberá comprar de segunda mano, rezar para que la nevera aguante, y desde luego privarse de algunos productos biológicos que ha integrado en su alimentación, todo ello para ayudar a enderezar la curva de rentabilidad que hay que presentar a los accionistas. ¿Lo saben, ellos, lo que le pasa a Élise, una verdadera Élise, con su cuerpo, su alma, y no un trazo, un elemento de una estadística?

   Pienso en ti y en Élise.
   Recuerdos,
                               ysl

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