CARTAS DE TODOS PARA TODOS, Toon Tellegen
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TOON TELLEGEN, Cartas de todos para todos, Noguer, Barcelona, 2013, 148 páginas.
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Heilette van Ree ilustra esta colección de relatos del reconocido autor holandés.
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LAS CARTAS DEL TOPO
«¡Cartas! ¡Yo! ¡Yo nunca recibo cartas! —pensó el topo—. Nunca.»
Invadido por un sentimiento de injusticia, se puso a abrir una galería subterránea en la tierra oscura.
«Ni un triste saludo —pensó—. Ni una invitación a excavar bajo el desierto. O bajo el hielo. Nada.»
Golpeó la tierra de rabia.
Pero no hubo respuesta.
«Solo hay una persona que quiera escribirme —pensó— Y ese soy yo mismo.»
Y así, en la oscuridad profunda de la tierra,se escribió a sí mismo una carta tras otra.
Apreciado topo:
Muchos abrazos.
El topo
O:
Apreciado topo:
Te echo de menos.
El topo
Cuando acababa de escribir cada carta, la escondía en el barro, se la encontraba mas tarde, como por casualidad, y la leía. A veces se le saltaban las lágrimas.
«Muchas gracias, topo», pensaba entonces. O: «A ti también te echo de menos, topo». Y hasta: «Siempre serás bienvenido, topo. Siempre siempre».
A veces daba fiestas para los remitentes de todas las cartas. Entonces corría de un lado a otro por sus galerías y madrigueras más oscuras.
Y también bailaba.
«Pero feliz, lo que se dice feliz —pensaba mientras bailaba consigo mismo—, no sé si lo soy.»
Al final de una de esas fiestas se sentó en un rincón, y se escribió una carta a sí mismo que decía:
Tienes que irte de viaje, topo.
Asintió con la cabeza y se fue de viaje. Hacia arriba: en dirección al aire misterioso. Contuvo la respiración al ver los primeros rayos de luz que traspasaban la tierra y prosiguió la lenta ascensión.
Aquella noche hizo una visita inesperada a la ardilla. Tomaron un te negro y el topo le habló de sus fiestas en la profundidad de la tierra. Grandes, oscuras fiestas, sin un rayito de luz. La ardilla meneaba la cabeza asombrada. El topo removía el té en la taza y rogaba por que el tiempo se detuviera de una vez para siempre.
«¡Cartas! ¡Yo! ¡Yo nunca recibo cartas! —pensó el topo—. Nunca.»
Invadido por un sentimiento de injusticia, se puso a abrir una galería subterránea en la tierra oscura.
«Ni un triste saludo —pensó—. Ni una invitación a excavar bajo el desierto. O bajo el hielo. Nada.»
Golpeó la tierra de rabia.
Pero no hubo respuesta.
«Solo hay una persona que quiera escribirme —pensó— Y ese soy yo mismo.»
Y así, en la oscuridad profunda de la tierra,se escribió a sí mismo una carta tras otra.
Apreciado topo:
Muchos abrazos.
El topo
O:
Apreciado topo:
Te echo de menos.
El topo
Cuando acababa de escribir cada carta, la escondía en el barro, se la encontraba mas tarde, como por casualidad, y la leía. A veces se le saltaban las lágrimas.
«Muchas gracias, topo», pensaba entonces. O: «A ti también te echo de menos, topo». Y hasta: «Siempre serás bienvenido, topo. Siempre siempre».
A veces daba fiestas para los remitentes de todas las cartas. Entonces corría de un lado a otro por sus galerías y madrigueras más oscuras.
Y también bailaba.
«Pero feliz, lo que se dice feliz —pensaba mientras bailaba consigo mismo—, no sé si lo soy.»
Al final de una de esas fiestas se sentó en un rincón, y se escribió una carta a sí mismo que decía:
Tienes que irte de viaje, topo.
Asintió con la cabeza y se fue de viaje. Hacia arriba: en dirección al aire misterioso. Contuvo la respiración al ver los primeros rayos de luz que traspasaban la tierra y prosiguió la lenta ascensión.
Aquella noche hizo una visita inesperada a la ardilla. Tomaron un te negro y el topo le habló de sus fiestas en la profundidad de la tierra. Grandes, oscuras fiestas, sin un rayito de luz. La ardilla meneaba la cabeza asombrada. El topo removía el té en la taza y rogaba por que el tiempo se detuviera de una vez para siempre.
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