DESAPRENDIZAJES, José Manuel Caballero Bonald
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JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD, Desaprendizajes, Seix Barral, Barcelona, 2015, 128 páginas.
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TODAS LAS BELLEZAS
Labra la luz sus orlas en el reverso germinal del aire. No existe una armonía capaz de suplantar esa armonía. Hacia adentro está el mundo, hacia fuera ¿qué queda?, un pobre cerco terroso alrededor de una luminaria estética universal. Todo lo sensitivo se suma y yuxtapone en los espacios primordiales del placer. Ver las aguas, oírlas, tocar las poéticas caligrafías palatinas, gustar de los alcázares que en la secreta penumbra comparecen, oler la prodigiosa nutrición de las incandescencias florales. El reino vegetal se asocia al mineral para contribuir ya juntos a las barakas sucesivas. La arquitectura es el jardín; el patio, el paisaje; el columnario, la floresta; la fuente, el concertado esplendor. De ese modo el poder del estuco se incorpora al poder soberano de lo pétreo, entrelazando para siempre sus hermosísimos emblemas iluminantes. Y con esa presunción llegas al recinto sacral, te integras en lo absoluto, asumes lo plenario, computas las distancias que separan tu vida de la vida. Los ríos del paraíso pavimentan el derredor de esos palacios. Todas las bellezas posibles están implícitas en la suya.
Labra la luz sus orlas en el reverso germinal del aire. No existe una armonía capaz de suplantar esa armonía. Hacia adentro está el mundo, hacia fuera ¿qué queda?, un pobre cerco terroso alrededor de una luminaria estética universal. Todo lo sensitivo se suma y yuxtapone en los espacios primordiales del placer. Ver las aguas, oírlas, tocar las poéticas caligrafías palatinas, gustar de los alcázares que en la secreta penumbra comparecen, oler la prodigiosa nutrición de las incandescencias florales. El reino vegetal se asocia al mineral para contribuir ya juntos a las barakas sucesivas. La arquitectura es el jardín; el patio, el paisaje; el columnario, la floresta; la fuente, el concertado esplendor. De ese modo el poder del estuco se incorpora al poder soberano de lo pétreo, entrelazando para siempre sus hermosísimos emblemas iluminantes. Y con esa presunción llegas al recinto sacral, te integras en lo absoluto, asumes lo plenario, computas las distancias que separan tu vida de la vida. Los ríos del paraíso pavimentan el derredor de esos palacios. Todas las bellezas posibles están implícitas en la suya.
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