EL MAGO, Ryunosuke Akutagawa

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RYUNOSUKE AKUTAGAWA, El mago. Trece cuentos japoneses, Candaya, Barcelona, 2012, 192 páginas.

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Además de "la fluidez expresiva de su prosa", Ednodio Quintero destaca en Akutagawa "su capacidad de generar emociones, su estilo inconfundible basado en la perfección de la forma y su profundo conocimiento de lo humano"; una suma de logros narrativos cuyo resultado ha llegado a influir en la obra cuentística de autores como Borges, Hemingway o Salinger.


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PANTANO


   Camino a orillas de un pantano.
   No sé si es de día o de noche. Sólo alcanzo a escuchar el canto de una garza azul, oculta en algún sitio, y apenas vislumbro el cielo, a medias iluminado, entre las copas de los árboles cubiertas por la hiedra.
   Cañas que superan mi estatura cubren, como con cautela, la superficie del pantano. El agua, las plantas acuáticas, todo está inmóvil, al igual que los peces que se esconden allá en las profundidades —¿O será acaso que no hay peces en este lugar?
   No sé si es de día o de noche. Durante los últimos cinco o seis días sólo he estado caminando a orillas de este pantano. Una vez, el aroma del agua y las cañas, mezclado con la luz fría del alba, me envolvió por completo. También recuerdo que en otra ocasión el croar de las ranas fue despertando una tras otra las estrellas que se habían quedado dormidas entre las copas cubiertas de hiedra.
   Estoy caminando a orillas de un pantano.
   Cañas que superan mi estatura cubren, como con cautela, la superficie del pantano. Desde hace mucho tiempo yo sabía que existía un mundo fabuloso más allá de esa tupida cortina de cañas. En este instante, desde aquel apartado lugar me llega a los oídos, sin cesar, la melodía Invitación au Voyage. Ahora que la escucho, también creo percibir, en medio del aroma que emana del agua y de las cañas, la dulce fragancia de miel irradiada por la tonada de “La flor de nomeolvides de Sumatra”.
   No sé si es de día o de noche. Durante los últimos cinco o seis días he caminado en estado de ensoñación entre los árboles cubiertos por la hiedra, añorando ese mundo fabuloso. Sin embargo, es hora ya de tomar la decisión de avanzar hacia el fondo del pantano en busca de “la flor de nomeolvides de Sumatra”, pues desde esta orilla sólo se alcanza a vislumbrar la superficie serena del agua entre las cañas. Por fortuna, hay un sauce viejo en medio de las cañas, con la mitad de las ramas a ras del agua. Desde allí me podré lanzar sin dificultad alguna hacia el fondo del pantano, donde me debe aguardar ese mundo fabuloso.
   Al fin, me he lanzado con temeridad desde el sauce hacia el fondo del pantano.
   He escuchado los susurros de las altas cañas en el aire, los murmullos del agua, el temblor de las plantas acuáticas. Los árboles cubiertos de hiedra, que cobijan a las ranas que no cesan de croar, parecieran estremecerse en estado de alerta. Mientras me voy hundiendo como una pesada roca hacia el fondo, tengo la sensación de que un enjambre de llamas azules revolotea vertiginosamente a mi alrededor.
   No sé si es de día o de noche.
   Mi cadáver yace sobre el lodo viscoso que se extiende en el fondo del pantano. A su alrededor y hasta donde alcanza la vista sólo se ve agua azul. ¿Me he equivocado al suponer que existía un mundo fabuloso bajo la superficie del agua? Quizá la melodía Invitación au Voyage la emitían las hadas ocultas en el pantano con el único propósito de atraparme con sus artimañas. Sin darme tiempo para extraer alguna conclusión, un tallo fino comienza a crecer, con asombrosa rapidez, desde la boca de mi cadáver. Tan pronto como alcanza la superficie, un capullo fresco se abre y deja ver una hermosa flor de nenúfar en medio de las cañas que cubrían el pantano impregnado por el aroma de las plantas acuáticas.
   Así que éste es el mundo fabuloso que tanto he añorado —con esta reflexión, mi cadáver permite boca arriba con la mirada fija en la flor de nenúfar, que semeja una joya flotante allá en la superficie.

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