CÓMO NACIERON LAS ESTRELLAS, Clarice Lispector

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CLARICE LISPECTOR, Cómo nacieron las estrellas, Sabina, Madrid, 2009, 64 páginas.


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Estas Doce leyendas brasileñas, dedicadas a los meses del año, están ilustradas por Inés Burgos.
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ENERO


CÓMO NACIERON LAS ESTRELLAS        
        
Pues sí, todo el mundo cree que siempre han existido estrellas resplandecientes. Pero es un error. Antes los indios miraban de noche el cielo oscuro y bien oscuro que era ese cielo. Todo negro. Voy a contar la sencilla historia del nacimiento de las estrellas. Érase una vez, en el mes de enero, muchos indios. Y activos: cazaban, pescaban, guerreaban. Pero en el poblado no hacían nada: se acostaban en las hamacas y dormían roncando. ¿Y la comida? Solo las mujeres cuidaban de su preparación para que todos tuviesen que comer. Una vez ellas notaron que en el cesto faltaba maíz para moler. ¿Qué hicieron las valientes mujeres7 Lo siguiente: se internaron en la selva, sin miedo, bajo un agradable sol amarillo. Los árboles brillaban verdes y bajo ellos había sombra y agua fresca. Cuando salían de debajo de las copas encontraban el calor, bebían en el reino de las aguas de los arroyos bulliciosos. Pero siempre buscando maíz, porque el hambre era tal que les hacia comerse las hojas de los arboles. Mas solo encontraban  mazorcas mustias y sin gracia.
—Vamos a volver y traeremos con nosotras unos curumines (así llamaban a las criaturas). Las criaturas dan suerte.
Y realmente se la dieron. Las chicas y los chicos parecían adivinar las cosas: fueron recto de frente y en un claro de la selva encontraron un maizal lozano que crecía alto. Las indias maravilladas dijeron: hay que coger todas estas mazorcas. Pero los chiquillos y chiquillas también cogieron muchas y se escaparon de sus madres, volviendo al poblado y pidiendo a la abuela que les hiciera un pastel de maíz. La abuela así lo hizo y los curumines comieron tanto pastel que enseguida se acabó. Solo entonces tuvieron miedo de las madres, que iban a reñirles por haber comido tanto. Podían esconder en una cueva a la abuela y al papagayo porque los dos lo contarían todo. Pero ¿y si las madres echaban en falta a la abuela y al papagayo parlanchín? Entonces llamaron a los colibríes para que atasen una liana arriba en el cielo. Cuando las indias volvieron se asustaron al ver a sus hijos e hijas subiendo por los aires. Decidieron esas madres, nerviosas, subir tras las chicas y chicos y cortar la liana que tenían debajo.  Sucedió una cosa que solo sucede cuando la gente cree: las madres se cayeron al suelo y se transformaron en onzas (una especie de panteras que hay en América del Sur). En cuanto a los niños y niñas, como ya no podían volver a la tierra, se quedaron en el cielo hasta hoy, transformadas en grandes estrellas brillantes.
Pero, en mi opinión, debo deciros que las estrellas son algo más que curumines. Las estrellas son los ojos de Dios que vigilan para que todo vaya bien. Para siempre. Y, como se sabe, «siempre» no acaba nunca.

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