CUENTOS DEL OLIVO, Catherine Gendrin

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CATHERINE GENDRIN, Cuentos del olivo, Vicens Vives, Barcelona, 2019, 126 páginas.

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Acompañan a estos Relatos de la tradición judía y musulmana las ilustraciones de Judith Gueyfier.
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SOPA DE CUCARACHAS


Cuento de Túnez

     El joven Jeha vivía en el barrio de La Goleta, a las afueras de Túnez. Un hermoso día de primavera se levantó con ganas de ver el mar, así que echó a andar por la carretera y, en cuanto pasó un carro, se subió a él de un salto.
   Gracias a esta treta, Jeha llegó en un periquete a Sidi Bou Said, el barrio en el que vivía la gente más rica de la región. Las puertas y ventanas de las casas estaban pintadas de un azul intenso, y las buganvillas trepaban por las paredes blancas de los edificios creando formas caprichosas.
   A Jeha aquel barrio se le antojó un lugar de ensueño. Mientras recorría sus pintorescas calles, soñaba con los frescos patios que sin duda escondían en su interior todas aquellas casas tan hermosas. La imaginación de Jeha echó a volar y el joven se vio a si mismo recostado en un mullido cojín de seda, paladeando el delicioso té con menta que le acababa de servir un criado.
   De repente, a Jeha le llegó un suculento olor a pimientos rellenos y carne a la brasa. El aroma procedía de un bonito restaurante cuya terraza con azulejos dominaba la inmensidad del mar. A Jeha se le había abierto el apetito, pero, por desgracia, no tenía ni un céntimo.
   Después de reflexionar durante unos instantes, el joven se metió en una oscura callejuela. De vez en cuando se agachaba para recoger algo de los adoquines polvorientos. Al cabo de un rato, salió del callejón, se dirigió al restaurante y se sentó en una mesa.
   Jeha pidió cuscús con verduras, cordero asado, zanahorias y calabacines, además de berenjenas y pimientos fritos, unos pasteles de miel y almendra, y un vaso de té con menta. Cuando terminó de comer, el amo del restaurante se le acercó con la cuenta, pero Jeha lo detuvo con un gesto.
   —Todavía no he terminado —dijo—. Tráigame un cuenco de sopa.
   Al amo le extrañó la exigencia, pero, como el cliente siempre tiene la razón, le sirvió sin rechistar un cuenco de sopa humeante. En cuanto el amo se dio la vuelta, Jeha se sacó un puñado de cucarachas del bolsillo y las echó en la sopa con disimulo. Entonces se puso a gritar:
   —¿Se puede saber qué significa esto? ¡Es intolerable!
   El jefe del restaurante acudió muy alarmado.
   —¿Qué ocurre, señor? —preguntó, presa del nerviosismo.
   —Mire: ¡hay cucarachas en la sopa! —exclamo' Jeha—. Yo Pensaba que este era un restaurante decente.
   El amo se dio cuenta de que el resto de clientes empezaba a prestar atención a las quejas y aspavientos del joven. Y como no quería escándalos, le dijo a Jeha:
   —Señor, lo siento mucho, no entiendo qué ha podido pasar. Para compensarle, invita la casa, pero hágame el favor de marcharse.
   Y Jeha se marchó del restaurante como un rey, sin pagar. Con la panza llena y el corazón alegre, fue a dar una vuelta por la playa. Allí se encontró con un amigo de su barrio que era tan pobre como él.
   —Jeha, pareces contento —le dijo el muchacho.
   Y él le explicó cómo se había dado un verdadero festín sin gastar ni un céntimo.
   El amigo escuchó con atención y se acercó al mismo callejón en el que había estado Jeha. Luego se dirigió al restaurante. Encargó cuscús con verduras, cordero asado, zanahorias y calabacines, además de berenjenas y pimientos fritos, unos pasteles de miel y almendra, y un vaso de té con menta.
   Cuando llegó el momento de pagar, pidió un cuenco de sopa. Pero, para su sorpresa, el patrón le dijo:
   —Lo siento muchísimo, señor, hoy no servimos sopa.
   El muchacho se levantó furioso, se sacó un puñado de cucarachas del bolsillo y gritó:
   —¿Y se puede saber qué hago ahora con todos estos bichos?
   En La Goleta, la gente todavía cuenta esta historia para reírse... ¡y para no pensar en las cucarachas que corretean por las calles! 


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