DUELOS Y QUEBRANTOS, Germán Coppini & Jorge San Román
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GERMÁN COPPINI & JORGE SAN ROMÁN, Duelos y quebrantos, Vision Net, Madrid, 2007, 104 páginas.
HUÉSPEDES Y VECINOS
«Lo primero que hicieron nuestros soberanos al tornar Granada, fue expulsar de nuestra tierra a todos los enemigos de la cristiandad», relataba Carnicerito.
«Los judíos siempre han acusado de fanáticos e intolerantes a nuestros señores por el decreto, pero ¿acaso no eran verdaderos conspiradores políticos, primas hermanos de los árabes, al servicio de los turcos?
Era sumamente peligroso, tener tan cerca de unos vecinos tan inquietos y poderosos como los árabes, que venían desde muy lejos ganando tierras y este peligro aumentaba el odio hacia los judíos, que paraban en nuestras tierras.
Estos hijos de Satanás, podían convertirse fácilmente en aliados suyos para ayudarles un día a cruzar el estrecho. ¿Qué habría pasado entonces? ¿Es que hay algún país en guerra, que consienta dentro de sus tierras a los aliados del enemigo?
Los judiotes, estaban organizados en verdaderas sociedades secretas. En sus misas negras, se preparaban crímenes horribles, monstruosos y sacrílegos; como el asesinato de un santo Obispo de Zaragoza y el martirio en La Guardia de un querubín, en el que se había reproducido la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, azotándole y enculándole, coronándolo de espinas y crucificándolo ¡Raza tan vil, no se ha visto jamás, señores!
Robaban hostias consagradas de las iglesias, para luego utilizarlas en sus rituales demoníacos. Por todo ello, nuestras Católicas Majestades, echaron a estos deicidas de nuestros reinos para asegurar la unidad.
De no haber sido así, España habría sido un conjunto de razas y pueblos mezclados y desunidos.
Los echamos, sí señores, y los volveríamos a echar: como se echa de nuestra casa a un huésped que supiéramos que era más amigo del vecino que de nosotros mismos, sabiendo además, que ese vecino tenía la intención de asaltar nuestra casa para robarnos las pertenencias, violar a nuestras mujeres y degollar nuestro ganado.
Se imponía ser precavido, además, ustedes han sido testigos de dónde han ido a sentar el culo ¡Al norte de Marruecos, tierra de moriscos! Y los que se han quedado en la Península, han recibido el bautismo sin creer en él, ¡con razón los llamábamos marranos!
Desde entonces, existía una verdadera organización de espionaje al servicio de los futuros invasores y la libertad peligrosísima que se les había concedido, mantenían vivas estas redes.
Los judíos son ingratos, inquietos y ladrones; queriendo siempre dominar y vivir a costa de los demás, como zánganos en una colmena.
Desgraciado el pueblo que cometa la imprudencia de darles asilo, pues no tardará en descubrir que en vez de humanos y respetuosos amigos, abrió las puertas a gente de la peor calaña.
Ningún país del mundo, puede entregarse a la ilusión de suponerse libre de sus influencias, su perfidia, se infiltra a través de todas las necesidades de la vida».
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Paul Naschy destaca en el Pórtico (p. 5) a este libro subtitulado Cuentos escabrosos del Gran Miracoloso el carácter innovador, personalísimo e irreverente de Germán Coppini, Jorge San Román y el ilustrador, Miracoloso.
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HUÉSPEDES Y VECINOS
«Lo primero que hicieron nuestros soberanos al tornar Granada, fue expulsar de nuestra tierra a todos los enemigos de la cristiandad», relataba Carnicerito.
«Los judíos siempre han acusado de fanáticos e intolerantes a nuestros señores por el decreto, pero ¿acaso no eran verdaderos conspiradores políticos, primas hermanos de los árabes, al servicio de los turcos?
Era sumamente peligroso, tener tan cerca de unos vecinos tan inquietos y poderosos como los árabes, que venían desde muy lejos ganando tierras y este peligro aumentaba el odio hacia los judíos, que paraban en nuestras tierras.
Estos hijos de Satanás, podían convertirse fácilmente en aliados suyos para ayudarles un día a cruzar el estrecho. ¿Qué habría pasado entonces? ¿Es que hay algún país en guerra, que consienta dentro de sus tierras a los aliados del enemigo?
Los judiotes, estaban organizados en verdaderas sociedades secretas. En sus misas negras, se preparaban crímenes horribles, monstruosos y sacrílegos; como el asesinato de un santo Obispo de Zaragoza y el martirio en La Guardia de un querubín, en el que se había reproducido la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, azotándole y enculándole, coronándolo de espinas y crucificándolo ¡Raza tan vil, no se ha visto jamás, señores!
Robaban hostias consagradas de las iglesias, para luego utilizarlas en sus rituales demoníacos. Por todo ello, nuestras Católicas Majestades, echaron a estos deicidas de nuestros reinos para asegurar la unidad.
De no haber sido así, España habría sido un conjunto de razas y pueblos mezclados y desunidos.
Los echamos, sí señores, y los volveríamos a echar: como se echa de nuestra casa a un huésped que supiéramos que era más amigo del vecino que de nosotros mismos, sabiendo además, que ese vecino tenía la intención de asaltar nuestra casa para robarnos las pertenencias, violar a nuestras mujeres y degollar nuestro ganado.
Se imponía ser precavido, además, ustedes han sido testigos de dónde han ido a sentar el culo ¡Al norte de Marruecos, tierra de moriscos! Y los que se han quedado en la Península, han recibido el bautismo sin creer en él, ¡con razón los llamábamos marranos!
Desde entonces, existía una verdadera organización de espionaje al servicio de los futuros invasores y la libertad peligrosísima que se les había concedido, mantenían vivas estas redes.
Los judíos son ingratos, inquietos y ladrones; queriendo siempre dominar y vivir a costa de los demás, como zánganos en una colmena.
Desgraciado el pueblo que cometa la imprudencia de darles asilo, pues no tardará en descubrir que en vez de humanos y respetuosos amigos, abrió las puertas a gente de la peor calaña.
Ningún país del mundo, puede entregarse a la ilusión de suponerse libre de sus influencias, su perfidia, se infiltra a través de todas las necesidades de la vida».
Germán Coppini
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