EL PEQUEÑO GRAN LIBRO DE LA IGNORACIA (ANIMAL), John Lloyd & John Mitchinson
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JOHN LLOYD & JOHN MITCHINSON, El pequeño gran libro de la ignorancia (animal), Paidós, Barcelona, 2009, 224 páginas.
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Los autores en la Introducción (pp. 15-16) anuncian divertidos "un moderno bestiario basado en datos zoológicos".
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ORNITORRINCO [Nutria eléctrica]
Cuando George Shaw realizó la primera descripción escrita del ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus), en 1799, revisó cuidadosamente el espécimen que le habían enviado desde Australia porque pensaba que debía de tener costuras. Muchos de sus colegas naturalistas continuaron creyendo que era un engaño: un pico de pato cosido al cuerpo de un pequeño castor. Tuvieron que pasar 30 años para que se aceptase que se trataba de un mamífero (la falta de pezones dificultó la localización de las glándulas mamarias bajo el pelo del estómago). No obstante, el verdadero bombazo no llegó hasta 1884. Un embriólogo escocés llamado W. H. Caldwell descubrió un nido de ornitorrinco y reveló la sorprendente noticia de que se trataba de un mamífero que ponía huevos (los aborígenes llevaban años diciendo lo mismo, pero nadie les había escuchado). Desde entonces, el ornitorrinco se ridiculiza como una pequeña broma de la evolución.
Una visión popular del siglo XIX (y que todavía se mantiene en determinados círculos) describe al ornitorrinco como un prototipo «sin acabar» del mamífero. Es cierto que junto con las cuatro especies de equidnas que ponen huevos forma parte del orden de los monotremos («con un solo agujero»), el grupo más antiguo de mamíferos que se conserva. Sin embargo, menospreciarlo como un «paso intermedio» primitivo entre los reptiles y los mamíferos tiene tan poco sentido como llamar «más primitivo» a un carpintero que hace muebles de madera con sus propias manos que a alguien que instala unas estanterías de Ikea. El ornitorrinco es un ejemplo perfecto de criatura que, en situación de aislamiento, se ha adaptado a explotar un hábitat rico. Piense en la nutria de Australia, una carnívora oportunista que devora cangrejos de río, gambas, peces y renacuajos sin apenas competencia. El ornitorrinco conserva algunas características «de reptil», como el desove y la forma de caminar parecida a la de un lagarto, porque no se vio sometido a presión para cambiarlas. No obstante, también ha evolucionado a otras adaptaciones de una sofisticación espectacular. La más ingeniosa es la del «pico de pato». El ornitorrinco es una criatura nocturna que come de noche y dormita en su madriguera o «se acopla» bajo una roca o la raíz de un árbol durante el día. Cazar por la noche bajo el agua supone todo un reto, ya que el olfato y la vista resultan inútiles. La solución del ornitorrinco (única entre los mamíferos) consiste en tomar prestado un truco de los peces y convertir su «nariz» en un sensor eléctrico. La nariz está cubierta de 40.000 sensores que pueden captar los campos eléctricos más diminutos generados por los impulsos musculares de la presa. Además, también cuenta con 60.000 sensores de movimiento que le permiten actuar como ojos y como manos, combinando información mecánica y eléctrica para crear una imagen precisa de su oscuro mundo subacuático. También cuenta con su propio sistema de propulsión de doble uso. Como en el caso de los castores, la cola se emplea para almacenar grasa, pero cuando el ornitorrinco nada le sirve como timón, no para impulsarse. Toda la fuerza procede de las grandes extremidades delanteras palmeadas. Por tierra, esas aletas de piel se recogen con el fin de poder utilizar las zarpas para excavar. Aunque en el agua es tan rápido como una nutria, el ornitorrinco rivaliza con el topo por sus dotes de excavador de túneles, razón por la que los primeros colonos le dieron el nombre de «topo de agua». ¿Pato, topo, nutria? Tal vez la marca de una criatura realmente original sea que sólo se puede describir con términos prestados de otros animales.
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