CUENTOS PARA CONTAR EN 1 MINUTO Y 1/2, Victoria Bermejo & Miguel Gallardo

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VICTORIA BERMEJO, & MIGUEL GALLARDO, Cuentos para contar en 1 minuto y 1/2, RBA, Barcelona, 2002, 104 páginas.

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NO SOY UN PRIMO

   En una escuela como las vuestras había un niño, Fidel Cabañas, que era el blanco de todas las risas. El pobre llevaba gafas de culo de vaso, tenía un poco de joroba y estaba gordo como un tonel. Todos le decían: «Gordi, más que gordi, déjanos que te pasemos un billete de la Primitiva por la espalda a ver si nos da suerte, cuatro ojos». Y él les sacaba la lengua y les contestaba: «Pues para que lo sepáis: no soy sólo lo que veis por fuera, atontolinaos...».
   Acabó el curso y nadie le preguntó ni dónde se iba de vacaciones, ni si había aprobado o suspendido, ni nada de nada.
   En septiembre, el día que empezaron las clases, Gordi no apareció y, en su lugar, llegó un niño nuevo al cole que estaba buenísimo, con unos ojos azules increíbles, un tipazo de los de nadador y unos anda­res que tiraban para atrás. Todos le empezaron a preguntar cómo se llamaba, que de qué cole venía, que si le gustaba hacer deporte y él les decía que no les podía contestar.
   Llegaron a clase y la profesora empezó a pasar lista y cuando de repente llamó:
   —¡Fidel Cabañas!
   Se levantó el nuevo y todos se pusieron a murmurar: «¡Es imposible! Éste no puede ser el gordi cuatro ojos...».
   Él se levantó, se volvió hacia todos y les dijo:
   —Para que veáis lo que hace un poco de natación, unas lentillas, dejar de comer hamburguesas, listos, que sois unos lis­tos. Y, además, para que lo sepáis, he venido a despedirme, porque me voy a otro cole donde no se juzgue a la gente por su apariencia.
   Y todos, sobre todo las niñas, le suplicaban: «Hombre, no te vayas, quédate, entiende que éramos pequeños...».
   —No y no, lo siento, jamás me quedaré porque vosotros sois feos por dentro y eso sí que yo no lo podría soportar.
   Y abrió la puerta y se fue.
   Dentro de la clase todo eran murmullos: «¡Cómo nos hemos pasado!». Y en eso estaban cuando se abrió la puerta de golpe y entró el auténtico Fidel, el gordito, y todos se quedaron de piedra: «Pero cómo... ¿eres tú?».
   Y les contó que el otro era su primo y que habían montado esa broma para ver si recapacitaban un poquito y que, si era así, él segui­ría yendo al cole, como siempre.
   Y después de la impresión, todos jugaron con él y le preguntaban si quería ir al cine, o si quedaban para hacer los deberes juntos.
   Y es que a veces las lecciones tienen que ser de impacto.

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