SENDERBAR O LIBRO DE LOS ENGAÑOS DE LAS MUJERES

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Sendebar o Libro de los engaños de las mujeres, Castalia, Madrid, 1990, 160 páginas.

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 José Fradejas Lebrero ofrece en la Introducción (pp. 7-39) un completo estudio sobre el origen de la cuentística medieval. Los 26 cuentos (llegados desde Persia e India, a través de la literatura árabe), traducidos en 1253 por iniciativa de don Fadrique, hermano de Alfonso X el Sabio, están vinculados por un relato marco en el que el relato es el ejemplo del que mandatario obtendrá enseñanza.
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EJEMPLO DEL HOMBRE, LA MUJER, EL PAPAGAYO Y LA CRIADA

   —Señor: oí decir que un hombre era celoso de su mujer. Compró un papagayo, metiólo en una jaula y lo puso en su casa mandándole que le contase todo cuanto viese hacer a su mujer, y que no le encubriese nada. Después marchó a sus quehaceres e inmediatamente entró el amigo de ella. El papagayo vio cuanto ellos hicieron y cuando el hombre bueno vino de su trabajo, se sentó —sin que lo supiera su mujer—, mandó traer al papagayo y le preguntó lo que había visto y le contó todo lo que viera hacer a la mujer con su amigo. El hombre se ensañó contra ella y no volvió a hablarle ni a tener contacto con ella.
   La mujer creyó que la había descubierto la criada, la llamó y le dijo:
   —Tú contaste a mí marido todo cuanto hice.
   La moza juró que no había dicho nada: —Sino, sabed que fue el papagayo.
  Cuando anocheció, la mujer cogió la jaula, la bajó en tierra y comenzó a echarle agua con una regadera, como si fuera lluvia; tomó un espejo en una mano y lo puso sobre la jaula, con la otra mano tomó una candela y hacía guiños de forma que parecían relámpagos; la mujer, además, comenzó a mover un molino casero y el papagayo pensó que eran truenos. Ella estuvo haciendo este juego durante toda la noche, hasta que amaneció.
   Cuando por la mañana vino el marido, inmediatamente le preguntó al papagayo:
   —¿Viste esta noche alguna cosa?
   —No pude ver ninguna cosa con la lluvia, truenos y relámpagos que hubo esta noche.
   —Si todo cuanto me has dicho de mi mujer es tan verdad como esto, no hay ser más mentiroso que tú. Y lo mandó matar.
   Envió a buscar a su mujer, perdonóla e hicieron las paces.
   Y yo, señor, no te di este ejemplo sino para que sepas los engaños de las mujeres, que son muchos, y muy fuertes en artes y no tienen ni cabo ni fin.
   Mandó, pues, el rey que no matasen a su hijo.

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