FABULACIONES EN PROSA, Gastón Baquero

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GASTÓN BAQUERO, Fabulaciones en prosa, Fundación Banco de Santander, Madrid, 2014, 218 páginas.

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En el Prólogo (pp. 11-17) Alberto Díaz-Díaz sostiene: «Un estudioso en profundidad de la obra de Gastón Baquero no tarda en percatarse de que sus escritos en prosa no son otra cosa que una extensión de sus poemas».
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¿DEBEMOS CELEBRAR EL QUINTO CENTENARIO?

   Sigue en pie —y en aumento de énfasis y de mal humor— la polémica en torno a si fue malo o bueno que Colón y los españoles de su tiempo llegaran a América, al Continente Desconocido, cinco siglos atrás. Como en toda polémica, lo que realmente cuenta en esta es el carácter de cada individuo, su condición de optimista o de pesimista en cuanto a la historia de la humanidad, y su dosis de conocimientos o de desconocimientos sobre la historia verdaderamente producida a partir de aquel ano 92 en el escenario novísimo para los europeos y viejísimo para los hijos de aquellas tierras. El pesimista es una especie de tuerto con un daltonismo oscurecedor de cuanto hecho, persona o paisaje pasa ante su mirada, su incompleta y parcial mirada. Si habla del desembarco, de la conquista y de la colonización del Nuevo Mundo, solo alcanza a ver el lado oscuro de toda la acción humana.
   ¿Cuántos indios murieron como colofón de aquel desembarco? ¿Cuántos y cuáles fueron los padecimientos de aquellos pueblos? ¿Cuántos códices o libros y obras de arte desaparecieron, y cuántos poetas y pintores vieron truncadas sus obras, frustradas sus vocaciones, arruinadas sus facultades? Por este camino, con este modo de razonar, toda la historia del género humano es tan solo una sucesión de desgracias o de destrucciones. ¿Cuántos millones de esclavos y de muertos produjo el imperio romano? ¿Y a qué costo de vidas se erigieron los grandes monumentos de todas las civilizaciones anteriores a la actual? ¿Sabemos cuántos horrores de carácter social y político hay detrás de la cultura del Renacimiento, como detrás de las otras culturas conocidas? Hasta de una obra muy cercana a nosotros, el Canal de Panamá, ¿cabe olvidar todo lo que representó para el comercio y la convivencia internacional, para recordar únicamente que allí perecieron varios millones de seres humanos? Y la enorme acumulación de horrores que conllevaba la esclavitud de los negros para crear la belleza de las ciudades modernas y las riquezas de la industria y la agricultura de nuestro Siglo XIX, ¿nos impide o nos obliga a no apreciar las maravillas de la civilización? Si nos enteramos de que el día en que Mozart concluyo el concierto 9 de piano no había en su casa ni comida ni fuego, ¿dejaremos por eso de disfrutar la belleza del milagro musical, que tiene, como toda belleza, su intima porción de fealdad y de tristeza?
   Frente a la postura negativista del pesimista, que solo ve en el proceso histórico iniciado en 1492 en el Continente Desconocido, los actos de destrucción y crueldad que haya en todo choque entre pueblos (estos que ahora mismo presenciamos en la Guerra del Golfo o en la feroz rivalidad que hay entre judíos y palestinos, entre chiitas y cristianos, entre curdos e iraquíes), está la postura, igualmente simplista e inculta, de los optimistas, que ven solo la bondad de los misioneros, la creación del mestizaje, la fundación de universidades, sociedades y naciones, la adscripción a la vida internacional de aquellos territorios y gentes, las Leyes de Indias, el Padre de Las Casas, Vitoria, Valdivia, Cortes, Ximéenez de Quesada... Todo rosado, todo cristiano, todo bueno. Decir que todo fue bueno es tan infantil como decir que todo fue malo. Aquello fue un episodio más en la larga historia de la humanidad que sigue siendo cada siglo y cada día, en grande o en pequeño, la historia de Caín y Abel. Ráfagas de amor y relámpagos de odio. Alegría y dolor, blanco y negro.
   Santos y demonios. Eso tanto en el Siglo XVI, como en el Siglo X antes de Cristo y en el XX de la que decimos Era Cristiana. Afirmar que no hay que conmemorar el Quinto Centenario del Descubrimiento de América por los españoles, y del Descubrimiento de los europeos por los indios, porque hubo mucho dolor y mucha destrucción (seguidos de muchas construcciones y muchas alegrías, no lo olvidaremos), es algo tan absurdo como decir que no debemos evocar ni festejar al Creador del Cielo, de la Tierra y de los humanos porque una mujer o un hombre, un joven o un anciano, pueden ser arrasados por el cáncer o por el SIDA. El autor es un poeta y escritor cubano. El pesimista es una especie de tuerto con un daltonismo oscurecedor de cuanto hecho, persona o paisaje pasa ante su mirada, su incompleta y parcial mirad.

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