EL USO DE LAS RUINAS. RETRATOS OBSIODIONALES, Jean-Yves Jouannais

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JEAN-YVES JOUANNAIS, El uso de las ruinas. Retratos obsidionales, Acantilado, Barcelona, 2017, 144 páginas.
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En Donde se comienza, naturalmente, por saber más acerca del verdadero autor de esta obra... (pp. 9-15) Jouannais recuerda: «Sitiar es obsesionar. Obsidere ha producido estos dos verbos, los cuales describen la misma acción. Ser, en tanto que individuo, el objeto de una obsesión es estar sitiado igual que una ciudad puede estar sometida a un cerco. Los artistas no tienen ideas, es más bien una obsesión lo que los posee». En Donde se termina, tal vez un poco tarde, por comprender de forma más precisa lo que quiere decir «obsidional» (pp. 133-136) Vila-Matas se sirve de la historia del USS New York, el navío construido a partir de los escombros de las Torres Gemelas, para recordarnos que ningún principio escapa a la «fiebre obsidional». 
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BERNARDO BELLOTTO

   El pintor Bernardo Belotto regresa a Dresde en 1762. Ese regreso es de una gran tristeza. Bellotto está arruinado; la ciudad también. Se asemejan. Se asemejaban ya, en la opulencia y en la prosperidad, cuando se instaló allí por primera vez con su familia quince años antes. Estaba entonces en el apogeo de su gloria cuando Federico Augusto II de Sajonia le había llamado como pintor de cámara. Durante sus diez años de estancia pintó catorce Vistas de Dresde. Retratos de una ciudad llena de un frenesí que parecía que no se acabaría nunca, recorrida por coches de alquiler, enamorada de sí misma, capaz de coquetería hasta en lo grandioso. A su regreso la encuentra ultrajada, aún ennegrecida por los incendios. Los edificios que pintara están hundidos. La tierra estaba abrasada tan por completo, en todos los sentidos, que no quedaba allí una piedra sobre otra. La guerra de los Siete Años había precipitado a Sajonia en un calvario de calamidades. Vuelve a encontrar la iglesia gótica de Santa Cruz en la plaza del Mercado Nuevo. Reventada por los bombardeos prusianos, abierta a todos los vientos, no es más que un hacinamiento desagradable. La pinta. El cuadro se llama Ruinas de la Krezkirche de Dresde.
   En 1767, Estanislao Augusto Poniatowski le llama a Varsovia. Ejecuta su serie de las Veinticuatro vistas de la ciudad. Las vistas de Varsovia están hoy en día, en su mayoría, reagrupadas en el castillo real de la ciudad. Debido a su precisión, las telas de Bernardo Bellotto servirán de modelo para la reconstrucción de los edificios de Varsovia destruidos durante la Segunda Guerra Mundial, Constituirán una de las fuentes principales para el nuevo trazado arquitectónico y de ornamentación urbana de la vieja Varsovia. Lo real será copiado de nuevo de acuerdo con una obra de arte, reconstituido según la mirada de un artista que vivió dos siglos antes. Es lo que la Historia tendrá a bien retener de Bellotto, memoriógrafo de una ciudad destinada a desaparecer, cuyas telas serán como los planos de su resurrección. Que las pinturas de Bellotto hayan podido servir para reconstruir una ciudad borrada del mapa por la guerra casa perfectamente con lo que eran las concepciones estéticas de un tal artista. Bellotto aprende y practica su arte en Venecia a mediados del siglo XVIII, en una época en que se desarrolla allí la escuela vedutista. La veduta italiana quiere mantener la promesa, inherente a su etimología, de ofrecer un retrato de las ciudades tal como ellas se presentan, en el respeto puntilloso de los menores matices, en la expresión irreprochable de sus detalles. Eso es lo que se retendrá, porque la idea que nos hacemos de la veduta no se acerca nunca a la hipótesis de lo imaginario. Bernardo Bellotto no soñó jamás, y si lo hizo, no lo proyectó nunca en su pintura. Sin embargo, en Italia, en vida de este pintor, se desarrollaban variantes del género llamado veduta. Giovanni Pannini, por ejemplo, que fue el primer vedutista en interesarse por la pintura de las ruinas, vio cómo su gusto le llevó hacia unas escenas totalmente imaginarias. Estas representaciones no tardaron en responder al nombre de vedute ideate. Piranesi fue el más importante grabador de este tipo de visiones. Entonces resultaban posibles retratos de ciudades inverosímiles sin dejar por ello de ser realistas. Vistas del espíritu confundidas con planos de urbanismo, sueños trasplantados a la piedra de las capitales.
   Se ha querido recordar a Bellotto como un pintor escrupuloso, cuya manera realista permitió recuperar los muros de Varsovia, reproducir el trazado de los barrios humillados y hacer de ellos un retrato idéntico a su recuerdo. Pero existe una hipótesis más incómoda: Bellotto habría sido un artista mediúmnico, un pintor de vedute ideate que habría tenido una visión de la ciudad de Dresde tal como aparecería de nuevo, dos siglos más tarde, en la mañana del 15 de febrero de 1945. Los Aliados, que habían buscado todas las fuentes de información posibles sobre los centros urbanos que deseaban bombardear, consultando todo tipo de archivas, solicitando todos los testimonios posibles, ¿no habrían consultado los panoramas de Bernardo Bellotto para saber más sobre lo que deseaban hacer en Dresde? Si se pudo «recopiar» Varsovia a partir de lo que había pintado Bernardo Bellotto de ella, los Aliados también pudieron inspirarse en el cuadro que representa las Ruinas de la Kreuzkirche de Dresde para transformar la ciudad tal como ellos deseaban verla.

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