ALGUIEN TENDRÍA QUE PROHIBIR LOS DOMINGOS POR LA TARDE, Isabel Coixet
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ISABEL COIXET, Alguien tendría que prohibir los domingos por la tarde, El Aleph, Barcelona, 2011, 124 páginas.
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Recoge este libro una selección de los artículos publicados entre 2010 y 2011 en el suplemento dominical de El Periódico. En todos está presente "ese estado que condujo a Proust a meterse en la cama y a no querer salir por más magdalenas y té que Celeste le trajera".
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UN MOMENTO DE PLACER
Esperaba con impaciencia el nuevo libro de Antonio Orejudo. Desde Fabulosas narraciones por historias, las novelas de este escritor me fascinan y nunca me decepcionan. Antonio Orejudo evita con maestría todas las trampas que la torva realidad española contemporánea tiende a sus narradores y consigue conservar un punto de vista irónico, tierno, fantástico y crítico al mismo tiempo sobre las cosas esas que nos rodean sin que la acritud, la amargura, la mala baba, los fantasmas del pasado y el aburrimiento hagan mella en él. Un momento de descanso, su nueva novela, es un libro buenísimo, de esos que se devoran en una tarde absurda de domingo y hacen que el domingo por la tarde casi parezca un viernes, lo que para mí es quizás uno de los grandes elogios que se le puede hacer a un libro. ¿De qué va? Va de un escritor que se llama Antonio que encuentra a su viejo amigo Arturo Cifuentes de la facultad en un puesto de la feria del libro donde está firmando su última novela. Y, a partir de ahí, nos embarcamos en una aventura hilarante, triste y formidable, donde lo políticamente correcto (esa alumna negra que ronca en una clase de Cifuentes en la Universidad de Misuri) es puesto en entredicho y donde la vida académica, tanto en Estados Unidos como en España, es vapuleada con toda la razón. Porque el mundo universitario americano que retrata Orejudo es así: lugares donde los textos sobre los textos son más importantes que los textos, hasta el punto que cuando uno va a escuchar lo que dicen de lo que uno hace, tiene la sensación de que la persona que se ha pasado años analizando su, ejem, llamémosle obra, en el fondo desearía que estuviese muerto o al menos con una enfermedad grave que le impidiera poner cara de susto cuando escucha las aburridas barbaridades que suelta. La universidad española no sale mejor parada en la novela: medrar, conspirar, matar cualquier amago de excelencia, de curiosidad, de ganas de superación es la tónica general. Espero que la lectura de este libro haga pupa en los ambientes universitarios. Aunque bien pudiera pasar que algún especialista en Baudrillard diseque el libro hasta extraerle su esencia original y lo deje pal arrastre. Me gusta el aire de pesadilla que tienen algunos fragmentos del libro, me gustan los momentos musicales, me gusta esa alucinante reunión para decidir quién gana unas oposiciones: si un profesor con un brillante historial y decenas de publicaciones o uno que ni tiene historial ni nada, pero los miembros del consejo son chantajeados para que gane el peor candidato. Es una escena que no dejo de recrearla en mi cabeza como una secuencia de una película a caballo entre Buñuel y Chabrol. También me gusta que tenga 241 páginas y no 600. Un momento de descanso es una prueba más de que necesitamos más escritores (y, ya puestos, más seres humanos) como Antonio Orejudo.
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