PAUL ESTÁ MUERTO Y OTRAS LEYENDAS URBANAS DEL ROCK, Héctor Sánchez & David Sánchez

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HÉCTOR SÁNCHEZ & DAVID SÁNCHEZ, Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock, Errata Naturae, Madrid, 2014, 224 páginas.
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Héctor Sánchez escribe y David Sánchez ilustra las leyendas que rodean a los grandes mitos del rock: desde el bluesman Robert Johnson a Kurt Cobain pasando por Jim Morrison.
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LED ZEPPELIN Y EL INCIDENTE DEL TIBURÓN

   El hotel Edgewater Inn de Seattle, en el estado de Washington, era un entorno paradisíaco. Lo que lo diferenciaba de cualquier otro hotel era que sus habitaciones daban al mar. Los clientes podían asomarse a la ventana y pescar tranquilamente en las aguas del Pa­cífico. Por ello, era uno de los hoteles preferidos de las estrellas del rock. Aunque a Led Zeppelin la pesca no le parecía un pasatiempo lo suficientemente atractivo.
   Los miembros del grupo habían pescado varios peces y tibu­rones pequeños y los tenían colgados en las perchas de la ropa dentro del armario. Había que darle un uso a semejantes trofeos, y aquí es donde entró en juego una groupie pelirroja de diecisiete años llamada Jackie, la auténtica protagonista del conocido como “incidente del tiburón”.
   Todo resulta confuso y la leyenda tiene múltiples versiones. El caso es que la muchacha acabó atada a la cama con unas cuerdas mientras los Led Zep se divertían masturbándola con una cría de tiburón. Según unas versiones, la chica fue atada contra su vo­luntad; según otras, se dejó atar. Algo parecido sucede con su pe­culiar amante: no queda del todo claro si el tiburón estaba vivo o muerto. También se llegó a rumorear que lo que la banda le hizo a Jackie fue introducirle trozos de pescado por la vagina y el ano.
   Con el boca a boca, la anécdota fue convirtiéndose en algo más depravado de lo que ya era de por sí y comenzaron a extenderse rumores según los cuales la muchacha había sido violada, había llorado y gritado de forma histérica e incluso había temido por su vida en algún momento. Pero todo esto no eran más que adornos para envolver el relato en un halo de sadismo digno de un grupo como Led Zeppelin. Al fin y al cabo, no resultaba tan sorprenden­te, ya que era de sobra conocido que entre las múltiples aficiones de Jimmy Page se encontraba el sadomasoquismo.
   Sin embargo, detrás de esta leyenda urbana más o menos perversa existe una parte de verdad. Aunque la banda se alojó en ese hotel en Julio de 1969, después de actuar en el Seattle Pop Festival, no todos los miembros de Led Zeppelin participaron en Ia orgía entre la groupie y el escualo. De hecho, de los cuatro músicos, so­lamente John Bonham estuvo presente. Pero no estuvo solo, le acompañó Richard Cole, el manager de la gira y principal respon­sable del suceso del tiburón, y Mark Stein, teclista de Vanilla Fudge (quienes también tocaron en el festival), que se encargó de inmor­talizar el espectáculo con una cámara Super-8.
   El propio Cole recordó el momento con cierta nostalgia: “Por aquella época las giras se estaban volviendo más y más indecentes, y podías hacer lo que quisieras con las chicas que se presentaban en el hotel. Para mí, la jodida segunda gira de Led Zeppelin fue el mejor momento de mi puta vida. “Esa” fue Ia gira. Estábamos de moda y en ascenso, pero nadie nos vigilaba demasiado. Así que podías liarla. Y aquellas pibas venían a mi suite con ganas de follar, y Bonzo y yo nos estábamos tomando en serio lo de la pesca”. Cuando se cansaron de pescar por la ventana del hotel, decidieron lanzar la caña hacia otra dirección y Jackie fue la presa que mordió el anzuelo. Como todos estaban bastante borrachos, no se sabe si fue el manager o el batería quien ató a la chica a la cama, o si ella misma solicitó que lo hicieran después de quitarse toda la ropa que llevaba. Una vez que la muchacha estuvo desnuda y no se podía mover, comenzó el juego.
   “No fue Bonzo, fui yo”, reconoció Cole. El manager, principal autor del incidente, negó que fueran trozos de pescado lo que se utilizó para masturbar a la pelirroja e insistió en que el animal es­taba vivo. Pero desmintió que fuera un tiburón: “La verdad es que ni siquiera se trataba de un tiburón, sino de un pargo rojo, y resul­ta que la chavala era una jodida pelirroja con el coño colorado". Al manager le resultó gracioso que el vello púbico de Jackie fuera del mismo color que el pez: “Veamos si a “tu” pargo colorado le gusta “este” pargo colorado".
   Según Richard Cole, a la muchacha no le importó en absoluto, de hecho “le encantó" que le acariciaran el clítoris con el hocico del pez: “Nadie dijo “Ya basta!” o “Dale un respiro a la chica!”. Jackie, ciertamente, no se quejó en ningún momento”. Para qui­tarie hierro al asunto le echó la culpa al alcohol: “No diré que la chica no estaba borracha, de hecho todos estábamos borrachos”. E insistió en que todo se hizo con la mejor intención: “No hubo malicia ninguna, ¡de ningún modo! Nunca se hizo daño a nadie. Puede que le diéramos alguna bofetada con el pez en un par de ocasiones por desobedecer alguna orden, pero no se le hizo daño”.
   Cuando el conjunto de groupies apadrinado por Frank Zappa, conocido como GTO (Girls Together Outrageously), se enteró de esta historia, las chicas corrieron en busca de su patrocinador para relatarle el depravado episodio, y Zappa lo trasladó a su canción “The Mud Shark!” , incluida en el álbum en directo de The Mo­thers, Fillmore East —June 1971.
   No fue éste el único incidente en el que los Led Zep mezclaron mujeres con animales acuáticos. También se dice que Jimmy Page y Richard Cole metieron en una bañera a dos groupies junto con cuatro pulpos vivos y la experiencia para una de ellas fue como te­ner “un vibrador de ocho brazos”. Tuvieran o no los Led Zeppelin una escalera que subía hacia el cielo, lo que parece claro es que tenían otra que bajaba hasta el mar.


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