ZETA, Manuel Vilas

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MANUEL VILAS, Zeta, Salto de Página, Madrid, 2014, 160 páginas.

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Doce años después de ser publicado en la desaparecida editorial DVD, Zeta reaparece acompañado por un breve prólogo del propio autor que, con su característico estilo, firma la que casi podría considerarse una pieza narrativa más del volumen, además de una carta de presentación de atractivo difícilmente superable: «Yo quería el caos, la muerte, el dolor inconmensurable, la exaltación de la pobreza, la distorsión, la degeneración, la demencia, la ficción asesina, la fantasmagoría, el humor que quema, yo deseaba que Franz Kafka viviese en Teruel, y todo eso quería que se fundiese con la ciudad en la que estaba viviendo, con Zaragoza. Y eso es Zeta
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PETRARCA Y LA LUNA

   Esto va a ser una fiesta perpetua. He decidido que mi vida va a ser una fiesta, y voy a invitar a todo el mundo. Ya no voy a ser un tipo sombrío. Voy a ser el tipo que no puede faltar en ninguna celebración. Eh, dónde está Petrarca, esto sin Pet no funciona. Sí, me llamo Petrarca, pero puedes llamarme Pet. Soy un tipo formidable para bailar con las mujeres, canciones lentas, mujeres de cuarenta años. Les susurro cosas bonitas al oído. Eh, soy yo, Petrarca, el tipo que no puede faltar en ninguna fiesta. El teléfono no deja de sonar. Todo el mundo me necesita. Todo el mundo quiere quedar conmigo. Me voy a tener que comprar ropa nueva. Esto es demasiado, hasta quieren nombrarme presidente de la comunidad. Hasta Juliette Binoche me telefoneó el otro día. Quedamos a cenar. Se está enamorando de mí, esta Juliette me tiene loco. El teléfono no deja de sonar. Cuando fui a pagar me di cuenta de que estaba cenando solo y que encima no tenía un duro. Cuando salí a la calle, un cortejo de vampiros estaba esperándome. «Eh, Pet, tío positivo, así que tu vida va a ser una fiesta», y se reían y querían morderme. No me quedó más remedio que irme con ellos, de copas por allí.
   —A veces, pasa —dijo uno— pasa que la luna nos devora, parece como si nos diese una segunda oportunidad, pobre Pet. Es muy ridículo el nombre que te has buscado. Pero la luna es una víbora y tú, Petrarca, un inocente. Puede que incluso esté bien ese nombrecito que te has buscado. Se nota que lo tuyo era la literatura. Eres un sinvergüenza. Así que ibas a ser un tipo positivo. Una fiesta perpetua. Deberíamos morderte el cuello todos nosotros hasta desangrarte. Seguro que no nos ibas a echar en falta en esa nueva vida tuya. Mira tu piso, desgraciado, mira tu piso y dime lo que ves. Conque ibas a cenar con Juliette Binoche, joder, qué majara estás. Cómo una mujer así iba a ponerse a cenar con un vampiro, mártir, lagarto, llamado Pet, como tú. Además no sabes francés. En realidad, no sabes ninguna lengua conocida. Sólo sabes indoeuropeo, porque eres una bestia cavernaria. Bah, no sabes ni indoeuropeo, porque nunca lograste aprenderte las declinaciones, eras el último de la clase. Siempre te quedabas sin cenar, y sin dormir, y sin vivir. Así que tu vida iba a ser una fiesta. Así que el teléfono no paraba de sonar, y dime quién coño te llamaba, pobre Pet, si tu número de teléfono hace treinta años que no lo marca nadie. No sé qué hacer contigo, no sé si pegarte o seguir riéndome. Yo fui el último que marqué tu número de teléfono, o es que no te acuerdas.
   Los puentes de Zeta brillaban bajo la luna. Los vampiros cantaban sus canciones. Las rosas se ahogaban bajo el agua. Los ahorcados llamaban por teléfono a sus viudas y les decían suciedades. «Aún me sangra el cuello y es por tu culpa, léeme un poema de Petrarca; aquí, en la noche eterna, me he vuelto un tipo culto», decían los ahorcados a sus viudas, que ya se acostaban con otros hombres, parecidos a los vivos. ¿Tú crees
que ese tipo que duerme a tu lado está vivo? Dime a qué hora se ha puesto el despertador. Es sólo curiosidad. Quiero saber si madruga más de lo que madrugaba yo cuando dormía a tu lado.

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