LAS CIUDADES INVISIBLES, Italo Calvino

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ITALO CALVINO, Las ciudades invisibles, Minotauro, Barcelona, 1974 (1983), 176 páginas.

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LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 4

   Al llegar a Fillide, te complaces en observar cuán­tos puentes distintos uno del otro atraviesan los canales: convexos, cubiertos, sobre pilastras, sobre barcas, colgantes, de parapetos calados; cuántas va­riedades de ventanas se asoman a las calles: en ajimez, moriscas, lanceoladas, ojivales, coronadas por lunetas o por rosetones; cuántas especies de pavimentos cubren el suelo: cantos rodados, lastro­nes, grava, baldosas blancas y azules. En cada uno de sus puntos la ciudad ofrece sorpresas a la vista: una mata de alcaparras que asoma por los muros de la fortaleza, las estatuas de tres reinas sobre una ménsula, una cúpula en forma de cebolla con tres cebollitas enhebradas en la aguja. «Feliz el que tiene todos los días a Fillide delante de los ojos y no termina nunca de ver las cosas que contiene», exclamas, con la pesadumbre de tener que dejar la ciudad después de haberla sólo rozado con la mirada.
   Te ocurre a veces que te detienes en Fillide y pasas allí el resto de tus días. Pronto la ciudad se decolora a tus ojos, se borran los rosetones, las estatuas sobre las ménsulas, las cúpulas. Como to­dos los habitantes de Fillide, sigues líneas en zigzag de una calle a la otra, distingues zonas de sol y zonas de sombra, aquí una puerta, allá una esca­lera, un banco donde puedes apoyar el cesto, una cuneta donde el pie tropieza si no te fijas. Todo el resto de la ciudad es invisible. Fillide es un espacio donde se trazan recorridos entre puntos suspendi­dos en el vacío, el camino más corto para llegar a la tienda de aquel comerciante evitando la ventanilla de aquel acreedor. Tus pasos recorren lo que no se encuentra fuera de los ojos sino adentro, sepulto y borrado: si entre dos soportales uno sigue pare­ciéndote más alegre es porque por él pasaba hace treinta años una muchacha de anchas mangas bor­dadas, o bien sólo porque recibe la luz a cierta hora, como aquel soportal que ya no recuerdas dónde estaba.
   Millones de ojos se alzan hasta ventanas puentes alcaparras y es como si recorrieran una página en blanco. Muchas son las ciudades como Fillide que se sustraen a las miradas, salvo si las atrapas por sorpresa.

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