POSTALES, Adriana Azucena Rodríguez
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ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ, Postales (Mini-hiper-ficciones), México, Fósforo-Inba, 2013, 117 páginas.
ELLA, ÉL, YO
Él siempre fue, en lo que podría llamar nuestra relación, la mujer. Yo, el hombre. Estuve ahí cuando me necesitó. ¿Un problema económico? Le deposité dinero esa misma noche. ¿Una operación urgente o dentro de tres meses? Le llamé al otro día y le pedí que me avisara cuándo le iba bien que le hiciera una visita, después de su familia y sus novios —perdón, novias—, de quienes nunca me contaba nada para seguir contando conmigo. Me invitaba a huir juntos para realizar viajes absurdos, aventuras infantiles, fantasías sexuales enternecedoras.
Me trataba mal, pues yo era el hombre. No me dejaba acercarme si notaba que olía a sudor. Yo, entonces, pagaba las cuentas con satisfacción, pues el dinero que gastaba era fruto de ese sudor. Si tardaba en llamar, me contestaba feliz; si le hablaba con regularidad, sus padres me informaban aburridos que no estaba y no sabían a qué hora regresaría.
Eso que podría llamar nuestra relación terminó cuando bailamos por primera vez. Él cree que baila bien, pero lo hace fatal: no sabe llevar. Y me di cuenta porque yo soy la mujer.
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CUENTOS MÍNIMOS A GRANDES RASGOS (NODECÁLOGO)
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Componen el libro catorce secciones: Princesas, Algunos sentidos, Estaciones, Medievalia, Semanario, La otra realidad, Historias de la literatura, Bestiario, Geografías improbables, Crónicos y Crónicas, Amantes, Canciones populares, Cajón de sastre y Finales para un libro. Lo abren Cuentos mínimos a grandes rasgos (nodecálogo) (p. 7) y Carta a una aprendiz de cuentista (p. 8).
********** ELLA, ÉL, YO
Él siempre fue, en lo que podría llamar nuestra relación, la mujer. Yo, el hombre. Estuve ahí cuando me necesitó. ¿Un problema económico? Le deposité dinero esa misma noche. ¿Una operación urgente o dentro de tres meses? Le llamé al otro día y le pedí que me avisara cuándo le iba bien que le hiciera una visita, después de su familia y sus novios —perdón, novias—, de quienes nunca me contaba nada para seguir contando conmigo. Me invitaba a huir juntos para realizar viajes absurdos, aventuras infantiles, fantasías sexuales enternecedoras.
Me trataba mal, pues yo era el hombre. No me dejaba acercarme si notaba que olía a sudor. Yo, entonces, pagaba las cuentas con satisfacción, pues el dinero que gastaba era fruto de ese sudor. Si tardaba en llamar, me contestaba feliz; si le hablaba con regularidad, sus padres me informaban aburridos que no estaba y no sabían a qué hora regresaría.
Eso que podría llamar nuestra relación terminó cuando bailamos por primera vez. Él cree que baila bien, pero lo hace fatal: no sabe llevar. Y me di cuenta porque yo soy la mujer.
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CUENTOS MÍNIMOS A GRANDES RASGOS (NODECÁLOGO)
- Nunca renuncie a ser un Balzac, un Stendhal o un Proust, aunque de su pluma sólo surja una línea al año.
- De los maestros, copie lo que hacen y no haga lo que dicen.
- No sucumba a la tentación de llevar un extenso cuaderno de notas o de sacar mucha punta a su lápiz.
- Recuerde que su nada efímero propósito requiere, sin embargo, de lo efímero: el sentido de la historia, la muerte del individuo, el chiste de moda.
- Ande siempre al acecho de sus propios monstruos: dinosaurios, dioses, fantasmas, vampiros, reflejos en el espejo y entes similares; algunos como la madre, el hijo o el padre son espeluznantes.
- No haga chillar a las pobres palabras, pero tampoco les permita salirse del huacal. Evite el desperdicio: que la situación se comprima en un puño y que lleve sus huellas digitales.
- No olvide, nunca, al lector: su complicidad es imprescindible. Para mejores resultados, invéntese uno.
- Redacte su relato: recorte, añada, hilvane, recorte nuevamente (esta cláusula, por ejemplo, podría ser recortada).
- Si se atreve, ofrézcalo a la publicación, y espere pacientemente a que nadie lo tome en serio.
El tercero de los libros de la escritora Adriana Azucena Rodríguez es un excelente texto construido con una buena cantidad de talento y una base sólida sustentada en un amplio conocimiento y hábil empleo de las teorías literarias más recientes. La prosa se desliza con suavidad y alarde de conocimiento de nuestra lengua y sus recursos exento de petulancia. A lo anterior, deberá agregarse la sensibilidad e inteligencia con la que la autora construye ambientes, personajes, diálogos, y monólogo interior que da como resultado una colección de minificciones que constituyen una rica y original aportación a las letras mexicanas.
Compartimos las valoraciones. Nos han cautivado estas Postales de Adriana Azucena Rodríguez. ¡Como nos gustaría poder leer los dos primeros...!
Muchísimas gracias por su aportación. Un placer leer tan feliz síntesis crítica.
Las Postales de Adriana Azucena además son muestra de otro talento, éste aún más notable, que es el de contar grandes historias en espacios tan pequeños como un cuarto de carta, en donde apenas cabe un apretado mensaje, más ahora en que nuestra época electrónica ha roto la paciencia de antaño y su puño y letra, la dedicación de la caligrafía en hojas leves con su discreta insignificancia de perfume.
Este libro está hecho con una prosa intelectiva, idioma de relato breve, hay analogías entre objetos disímiles, asociaciones que están a la vista pero que sólo al escritor se le ocurre relacionar. Entre mis favoritos está el que relata una clase de papel tan absorbente que desaparece las palabras del que escribe; también “Definición de MAQUINA DEL TIEMPO. Diccionario de términos literarios (ed. 2080)”, “Un encuentro”, “Ars lectora” en el que se hace escarnio de las opiniones, diálogos y observaciones que uno mismo hizo en el pasado; el Bestiario con su Ajolote literario y sus Panteras de Iztapalapa...