DIARIO DE LOS AÑOS APRESURADOS, Luisa Castro

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LUISA CASTRO, Diario de los días apresurados, Hiperión, Madrid, 1998, 154 páginas.

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MINIFALDAS

   Siempre que aprieta el verano me acuerdo de María la Pantalonera.
   Ya podían caer témpanos de hielo o arder el misterio, que María, la Pantalonera, no se sacaba sus vaqueros. Fue la primera mujer que se los puso. Cuando nosotras estrenábamos nuestro primer novio, los doce años y el primer wrangler, ya estaba María paseando sus cincuenta primaveras y sus levis gastados de subir y bajar escaleras de casa al Supermercado y del supermercado a casa. Su fidelidad a los pantalones le acarreó el sobrenombre y puede que más de una grosería. Aunque María, con su cabeza de pájaro y las manos en los bolsillos, que no tenía rival a la hora de defenderse, por si había que limpiarle con un guantazo los mocos a alguien, pocas veces recurría a la fuerza. Encajaba con una sonrisa el piropo o el improperio y seguía adelante. Una sonrisa seductora o maternal dependiendo de la estatura del admirador o el grosero. Ya se sabe que para la sandez no hay edad. Nuestras madres, regresando de la fábrica en medio del invierno, con la carne de gallina bajo sus combinaciones, la envidiaban en silencio. Algunas se decidieron a imitarla. Enseguida se llenó la fábrica de pantaloneras. Y el pueblo.
   A nadie le sorprende ahora ver a una mujer con pantalones. Y sin echarle la culpa a María la Pantalonera, el mundo está lleno de señoras enfundadas en vaqueros. Tampoco se escandaliza nadie por una minifalda; pero las que caminamos con un pie delante del otro y tenemos dos piernas y mucho calor, cuando llega el verano ya no somos las mismas. Antes que rubias o morenas, altas o bajas, guapas o feas, somos minifalderas.
   Pantaloneras minifalderas me quedo con todas y me gusta ser como ellas. Recuerdo a María ahora que me miran las piernas y me clasifican. Ahora que aprieta el verano e ingreso por mi pie, muy a gusto, en el bando de las minifalderas. Ahora que dejo de ser quien soy para ser sólo mis piernas, para ser una minifalda, me siento más que nunca cómoda dentro de mí, más yo y más ellas. Es mi uniforme y son mi bando. Y ya se sabe que no hay edad para la sandez. Y ya se sabe que, te pongas como te pongas, cualquier cosa que te pongas, te quedará bien.
   Te quedara todo bien, chica. Diles a los de la moda que no estás para sudar de calor ni de vergüenza. A los ricos, que te gustan las telas pobres. A los modernos, que haces todo lo que puedes. A los mojigatos, que sólo son dos meses. A los horteras, que eres la reina de la remolacha. A los viejos, que te saquen una foto y la amplíen en póster. A las exquisitas, que las tienes de todos los colores. A las resentidas, que tienes una hermana monja. A los agentes Sociales, que vas a buscar trabajo. A los violadores y a los jueces, que debajo no llevas nada. Y que te levanten la tapa de los sesos si quieren saber lo que llevas dentro.
   Y acuérdate de María la Pantalonera. Que, te pongas lo que te pongas, te quedará bien, y eso no les hace gracia.
   Minifaldera, hermana.

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