SENOS, Ramón Gómez de la Serna
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RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, Senos, Editorial AHR, Barcelona, 1972 (1917), 352 páginas.
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Antes de los relatos de este libro "hecho al desgaire", un "Antecesorio" (pp. 5-20) y dos prólogos de Ramón (pp. 21-34). Intercaladas, las reproducciones de los cuadros de Leonor Fini. Las páginas 253-343 las ocupan "Variedades y observaciones", "Expiación epilogal", "Post Scriptum", "Epílogo" y "(Razonada respuesta a Ramón Gómez de la Serna por lo que dice y deja de decir sobre "Los senos"). Aquí se puede leer una acusación lapidaria: "El Eterno Femenino (que Goethe, Milosz y la ligereza de Laforgue han presentido) se escapa a vuestros sentidos de hombre destetado".
********** LA TEMEROSA
Tenía los senos más bellos del mundo. Había ido a un tasador a que se los tasase y el tasador le había dicho que valían veinte millones. Las mujeres, que son las más entendidas se recreaban con sus senos, y la célebre baronesa —por algo era baronesa en vez de «feminesa»— los había querido para ella.
Ella con gran miedo de que se los robasen los guardaba en un cofre-fort y a veces los llegó a guardar en las cajas subterráneas del Banco.
Sólo en las grandes solemnidades, en las grandes fiestas del gran mundo, rescataba sus senos y se los ponía.
—Irá la de Rosalda —se decían en voz baja los invitados— y llevará sus dos senos, únicos en el mundo...
El salón que elegía para ir se llenaba de gente, desde muy temprano, pues se podía dar una fortuna sólo por verla subir las escalinatas, todos los invitados en la plataforma de museo del alto y ancho balcón del descansillo que daba a las escaleras de mármol.
Ella con gran miedo de que se los robasen los guardaba en un cofre-fort y a veces los llegó a guardar en las cajas subterráneas del Banco.
Sólo en las grandes solemnidades, en las grandes fiestas del gran mundo, rescataba sus senos y se los ponía.
—Irá la de Rosalda —se decían en voz baja los invitados— y llevará sus dos senos, únicos en el mundo...
El salón que elegía para ir se llenaba de gente, desde muy temprano, pues se podía dar una fortuna sólo por verla subir las escalinatas, todos los invitados en la plataforma de museo del alto y ancho balcón del descansillo que daba a las escaleras de mármol.
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