NEUTRAL CORNER, Ignacio Aldecoa
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IGNACIO ALDECOA, Neutral corner, Alfaguara, Madrid, 1996, 104 páginas. Fotografías de Ramón Masats.
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Publicado por primera vez en 1962 (Editorial Lumen, Barcelona), Neutral corner resurge en esta reedición de Alfaguara que permite acceder a la simbiosis entre los textos del autor y las fotografías de Ramón Masats. Estas historias, escritas con una coreografía de golpes que derriban los límites entre poema y relato (una "crónica lírica", determina Miguel García-Posada en el prólogo), aproximan al "ambiente que rodeó a los boxeadores españoles de la posguerra, cuando las cuatro cuerdas fueron una metáfora de las aspiraciones de las clases populares derrotadas en la guerra civil".
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LA LEY DEL PÉNDULO
Bajaban los sacos con un cabrestante. La escotilla portalaba un cielo azul de verano, inhóspito como una gran sala vacía. En la bodega los estibadores, formando corro, abrían cancha al redón descendente. Urgidos por el capataz se abalanzaban sobre los sacos y los apilaban ordenada y rápidamente.
—Saco... estribor... arriba... Iuú...
Sentían el polvillo del trigo en los pulmones y carraspeaban de vez en cuando. Las manos se endurecían en la faena, se musculaban y tomaban fuerza.
—Saco... babor... arriba... Iuú...
Al ocaso entraba el segundo turno. En el ocaso, antes de que las luces del barco feriaran el trabajo, los estibadores miraban al cielo acuario como si fueran a emerger hacia el infinito.
Los estibadores se prestaban los chalecos de cuero y andrajos. Se despedían.
—¿Te entrenas?
—¿Te parece poco entrenamiento éste?
—A ver lo que haces en el próximo...
—Lo que se pueda.
—A ver cuando empiezas a ganar dinero y dejas esto.
—En seguida.
En el gimnasio penduleaba el saco de entrenamiento. El boxeador obedecía la voz del capataz.
—Saco... izquierda... derecha... arriba... abajo... Sigue... Para...
En los barcos y en los gimnasios se iba aprendiendo a vivir: fuerza, velocidad, pegada... Un poco más lejos el dinero... y entretanto de saco a saco como única esperanza.
—Saco... estribor... arriba... Iuú...
Sentían el polvillo del trigo en los pulmones y carraspeaban de vez en cuando. Las manos se endurecían en la faena, se musculaban y tomaban fuerza.
—Saco... babor... arriba... Iuú...
Al ocaso entraba el segundo turno. En el ocaso, antes de que las luces del barco feriaran el trabajo, los estibadores miraban al cielo acuario como si fueran a emerger hacia el infinito.
Los estibadores se prestaban los chalecos de cuero y andrajos. Se despedían.
—¿Te entrenas?
—¿Te parece poco entrenamiento éste?
—A ver lo que haces en el próximo...
—Lo que se pueda.
—A ver cuando empiezas a ganar dinero y dejas esto.
—En seguida.
En el gimnasio penduleaba el saco de entrenamiento. El boxeador obedecía la voz del capataz.
—Saco... izquierda... derecha... arriba... abajo... Sigue... Para...
En los barcos y en los gimnasios se iba aprendiendo a vivir: fuerza, velocidad, pegada... Un poco más lejos el dinero... y entretanto de saco a saco como única esperanza.
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