MARGINALES, Zulma Fraga

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ZULMA FRAGA, Marginales, Piso 12, Buenos Aires, 2004.

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MEDIODÍA

   Era un mediodía caluroso de noviembre y yo dejé que me tocara. El galpón estaba oscuro y olía a polvillo de avena, a cáñamo húmedo, a algo ligeramente ácido, a tiempo detenido. Por los agujeros de la chapa se descolgaba una luz redonda, de una blancura desfachatada que por momentos parecía levantar una neblina apenas azul.
   Estaba sentado contra la pared, sobre un rollo de cuerda. Era un hombre parco, oloroso a humo de leña, con manos sensitivas, delgadas y muy morenas. Yo crucé el galpón como en oleadas, me paré junto a él, de perfil y me saqué el vestido. Estaba transpirada y con una bombacha blanca. Él esperó que el aire me enfriara un poco la piel y luego estiró las manos y me tocó. Una caricia lenta que fue subiendo por las piernas, se sostuvo en mi cintura, me contorneó los pechos y me rozó como un soplido caliente los pezones. Después se metió entre mi bombacha y mi sexo. Se quedó ahí, quieta, sintiéndome latir. Y me tocó. Sabiamente, como si también él tuviera una vagina y supiera con absoluta exactitud dónde hay que rozar, dónde insistir, dónde hurgar. Yo estaba muda y le oía una respiración entrecortada, casi angustiosa.
   Entonces me puse el vestido y salí a la luz del mediodía. En el galpón se escuchaban sollozos, un ahogo, no llegaba a ser llanto.

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