TRAMPANTOJOS, Ramón Gómez de la Serna

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RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, Trampantojos, Clan Editorial, Madrid, 2002 (1947), 207 páginas.
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Un tercio de este original libro, profusamente ilustrado por el autor, lo componen Greguerías ilustradas (pp. 157-206). Los editores incluyen también la Nota biográfica a la primera edición de R.G.S. (pp. 207-208) y la Advertencia preliminar del autor a la primera edición (página 8).

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LA ÚLTIMA MOSCA
        
Estoy convencido de que hay lo menos mil millones de últimas moscas, sin contar las muchas que son penúltimas y antepenúltimas.
Las últimas moscas se ríen del tópico de la última mosca.
Lo vienen leyendo en los periódicos hace muchos años; pero como creen que eso las hace compadecidas y perdonadas, no se han ocupado de rectificar nunca el motivo de las crónicas anuales cuando ya llega la época del frío.
Las ultimas moscas se permiten todos los atrevimientos de las que saben la inagotable condescendencia que se suele tener con una última mosca.
—¡Si somos la última mosca! rezongan lagrimeantes al Ver que ya hemos fabricado el arma de papel con que matarlas.
Numerosos escritores, en distintas mesas, bajo distintas lámparas, con plumas de marca diferente y en muy separados pueblos, escriben en esa noche friolenta en que, como siempre, se hace raro ver una mosca más, un título común a sus crónicas, a sus sonetos, a sus dramas: La última mosca.
Después la observan, sin comprender la ironía con que se esta quieta y se deja mirar.

Esa última mosca
que en el hogar pernocta,
deja de ser la tosca
y se convierte en docta.
        
Comienza a escribir el poeta chirle que se deja inspirar por lo que es más chabacano entre las cosas inspiratrices.
Los hombres prosaicos la buscan más las vueltas, y pintan su miedo a morir, su viaje al fogón, siempre con algún rescoldo, y su amor por las perchas en que buscan los pliegues de las bufandas.
«Siempre hay un cuadro escribe el prosista número dos mil de los que concursan en la misma divagación acerca de la última mosca en que la mosca que quiere salvarse encuentra el paisaje primaveral que tiene por fondo, y allí se queda, poniendo su huevo en el lienzo, de cuyos árboles saldrán el año que viene moscas sin cuento como bandadas de pardales en la proporción.»
Entresacaré algunas ideas mosquiles tomadas del ejercicio escrito de todos los hombres livianos que escriben acerca de la última mosca.
«La última mosca ha leído todos los libros, y sabe la hora que es.»
«La última mosca ha agotado todo el repertorio de la cocina burguesa.»
«La última mosca pone ya los puntos sobre las íes.
«La última mosca es golosa como una mujer.»
«La última mosca llega a conocer los chorizos de cuelga, y las uvas de invierno, atracándose de jamón.»
«La última mosca sabe escuchar en las calvas el eco y el rumor de los pensamientos.»
«La última mosca llega a saber dos y tres idiomas, y ya pone sus nuevos con h.»
«La última mosca ha catalogado toda la casa, con paciente labor muy meritoria, y se ha explicado ya lo que son los espejos. »
«La última mosca siempre se ahoga.»
Y después de escribir esos pensamientos los sagaces escritores «mosquinómanos» se hacen los distraídos cuando ven revolotear numerosas moscas más a su alrededor, y consideran que se trata del plagio telepático cuando contemplan en la columna de la «crónica» en diferentes diarios las huellas inconfundibles, sui generis, dactilográficas y auténticas de otras últimas moscas, tan últimas moscas como las suyas.

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Hay unas calvas que parecen papel de música, pues sus cuatro pelos pentagramizan la pelada y sólo esperan que el maestro escriba las notas.
El gaitero es un músico que lleva la tráquea y los pulmones fuera y los va tocando al exterior y los llena de aire y de música.
He inventado el sofá eléctrico para facilitar la ejecución de los criminales, sobre todo cuando los autores, coautores y cómplices del asesinato han sido varios.

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