CLÁSICOS PARA LA VIDA, Nuccio Ordine
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NUCCIO ORDINE, Clásicos para la vida, Acantilado, Barcelona, 2017, 192 páginas.
Si supiera de alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si supiera de alguna cosa útil para mi familia, pero que no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si supiera de alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa y para el género humano, la consideraría un crimen.
PARA SEGUIR VIVIENDO, APOSTEMOS POR LA SOLIDARIDAD
En sus Pensamientos, Montesquieu nos recuerda que en la escala de las prioridades —nosotros mismos, la familia, la patria, Europa— la más importante es sin duda la pertenencia al género humano: «Si supiera de una cosa útil para mi patria pero perjudicial para otra, no la propondría a mi príncipe, pues, antes que francés, soy un ser humano, o mejor, porque soy un ser humano por necesidad mientras que soy francés sólo por azar». En un momento tan difícil para la vida política de Europa, estas máximas ponen de relieve la mezquindad de un Parlamento Europeo en el cual la solidaridad es pisoteada cada día por los intereses particulares de esta o de aquella nación. Han sido precisos miles de muertos en el Mediterráneo para hacer comprender que el dramático problema de los inmigrantes en busca de la dignidad humana no es un asunto exclusivamente italiano. De igual modo, la delicada cuestión de la reestructuración de la deuda griega no sólo concierne a Grecia: ¿es posible imaginar la recuperación de países arruinados—por culpa de la «crisis», pero sobre todo de una clase política corrupta—que con el dinero que les presta Europa apenas pueden pagar los intereses a la banca, y que no pueden destinar más que migajas al relanzamiento de las actividades productivas? La política basada en el interés exclusivo de un Estado no produce buenos resultados. Ni en el plano económico ni en el social. Y proliferan viejos y nuevos partidos que, aprovechándose del sufrimiento generalizado, fomentan intolerables formas de egoísmo y de racismo para satisfacer momentáneas ambiciones electoralistas. Europa no avanza por el camino de la solidaridad, en nombre del interés común, será difícil imaginar un futuro para el viejo continente.
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Es Si no salvamos los Clásicos y la Escuela, los Clásicos y la escuela no podrán salvarnos (pp. 7-48) una magnífica reflexión sobre la importancia de la Escuela (negada por una hedonista sociedad contemporánea que promueve el simple existir), en la trasmisión de la cultura humanística para enseñar a las nuevas generaciones el arte de vivir que deviene de la lectura de Ciudadela de Saint-Exupéry, Mendel el de los libros de Zweig o Ítaca de Cavafis.
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PENSAMIENTOS
MONTESQUIEU [1689-1755]
Si supiera de alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si supiera de alguna cosa útil para mi familia, pero que no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si supiera de alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa y para el género humano, la consideraría un crimen.
PARA SEGUIR VIVIENDO, APOSTEMOS POR LA SOLIDARIDAD
En sus Pensamientos, Montesquieu nos recuerda que en la escala de las prioridades —nosotros mismos, la familia, la patria, Europa— la más importante es sin duda la pertenencia al género humano: «Si supiera de una cosa útil para mi patria pero perjudicial para otra, no la propondría a mi príncipe, pues, antes que francés, soy un ser humano, o mejor, porque soy un ser humano por necesidad mientras que soy francés sólo por azar». En un momento tan difícil para la vida política de Europa, estas máximas ponen de relieve la mezquindad de un Parlamento Europeo en el cual la solidaridad es pisoteada cada día por los intereses particulares de esta o de aquella nación. Han sido precisos miles de muertos en el Mediterráneo para hacer comprender que el dramático problema de los inmigrantes en busca de la dignidad humana no es un asunto exclusivamente italiano. De igual modo, la delicada cuestión de la reestructuración de la deuda griega no sólo concierne a Grecia: ¿es posible imaginar la recuperación de países arruinados—por culpa de la «crisis», pero sobre todo de una clase política corrupta—que con el dinero que les presta Europa apenas pueden pagar los intereses a la banca, y que no pueden destinar más que migajas al relanzamiento de las actividades productivas? La política basada en el interés exclusivo de un Estado no produce buenos resultados. Ni en el plano económico ni en el social. Y proliferan viejos y nuevos partidos que, aprovechándose del sufrimiento generalizado, fomentan intolerables formas de egoísmo y de racismo para satisfacer momentáneas ambiciones electoralistas. Europa no avanza por el camino de la solidaridad, en nombre del interés común, será difícil imaginar un futuro para el viejo continente.
31 de julio de 2015
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