NO HAY ESCAPATORIA Y OTROS CUENTOS MARAVILLOSOS, Tim Bowley
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TIM BOWLEY, No hay escapatoria y otros cuentos maravillosos, Kalandraka, Sevilla, 2009, 82 páginas.
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Diez relatos de Tim Bowley bellamente ilustrados por Óscar Villán.
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NO HAY ESCAPATORIA
Un famoso criador de caballos envió a su sirviente al mercado a comprar frutas. El sirviente estaba terminando sus compras, cuando un terrible escalofrío le recorrió la espalda. Se dio media vuelta y vio una figura encapuchada, alta y delgada, vestida de negro. Supo a ciencia cierta que esa figura era la Muerte y que había litado su hora. El sirviente se quedó petrificado un momento al ver la expresión de enorme sorpresa que cruzaba la cara de la Muerte. Entonces, soltó la compra y salió corriendo del mercado.
Aterrorizado, corrió hasta llegar a la casa de su amo, a quien le habló de su encuentro, de la expresión que vio en la cara de la Muerte y de su certeza de que pronto moriría. Cayó de rodillas ante su amo y le pidió que le ayudase a escapar de las garras de la Muerte. El amo reflexionó un momento y le dijo:
—Es obvio que la Muerte espera encontrarte aquí. Llévate el más veloz de mis caballos. Deberías poder llegar a casas de mi hermano al anochecer; allí estarás a salvo.
El sirviente ensilló el caballo y se alejó galopando lo más rápido que pudo. Cuando vio que su sirviente se alejaba, tranquilizado se fue a su despacho. De repente sintió un dolor agudo en el pecho y cayó de rodillas. Levantó la cabeza y vio la inconfundible figura de la Muerte de pie ante él.
—Ah, Muerte —le dijo—, así que era yo el que venías a buscar y no mi sirviente. Bueno, estoy listo para irme contigo, pero antes ¿podrías decirme una cosa?
—Lo que quieras —contestó amablemente la Muerte.
—¿Por qué te sorprendiste tanto al ver a mi sirviente en el mercado esta tarde si era a mí a quien habías venido a buscar?
La Muerte se rió.
—Porque tengo cita con él esta noche en casa de tu hermano. Cuando lo vi en el mercado pensé que era imposible que llegase allí a la hora y eso me dejó confuso un rato. Pero luego recordé que tú tienes el caballo más rápido de todo el país, el único capaz de llegar allí a tiempo para la cita.
Un famoso criador de caballos envió a su sirviente al mercado a comprar frutas. El sirviente estaba terminando sus compras, cuando un terrible escalofrío le recorrió la espalda. Se dio media vuelta y vio una figura encapuchada, alta y delgada, vestida de negro. Supo a ciencia cierta que esa figura era la Muerte y que había litado su hora. El sirviente se quedó petrificado un momento al ver la expresión de enorme sorpresa que cruzaba la cara de la Muerte. Entonces, soltó la compra y salió corriendo del mercado.
Aterrorizado, corrió hasta llegar a la casa de su amo, a quien le habló de su encuentro, de la expresión que vio en la cara de la Muerte y de su certeza de que pronto moriría. Cayó de rodillas ante su amo y le pidió que le ayudase a escapar de las garras de la Muerte. El amo reflexionó un momento y le dijo:
—Es obvio que la Muerte espera encontrarte aquí. Llévate el más veloz de mis caballos. Deberías poder llegar a casas de mi hermano al anochecer; allí estarás a salvo.
El sirviente ensilló el caballo y se alejó galopando lo más rápido que pudo. Cuando vio que su sirviente se alejaba, tranquilizado se fue a su despacho. De repente sintió un dolor agudo en el pecho y cayó de rodillas. Levantó la cabeza y vio la inconfundible figura de la Muerte de pie ante él.
—Ah, Muerte —le dijo—, así que era yo el que venías a buscar y no mi sirviente. Bueno, estoy listo para irme contigo, pero antes ¿podrías decirme una cosa?
—Lo que quieras —contestó amablemente la Muerte.
—¿Por qué te sorprendiste tanto al ver a mi sirviente en el mercado esta tarde si era a mí a quien habías venido a buscar?
La Muerte se rió.
—Porque tengo cita con él esta noche en casa de tu hermano. Cuando lo vi en el mercado pensé que era imposible que llegase allí a la hora y eso me dejó confuso un rato. Pero luego recordé que tú tienes el caballo más rápido de todo el país, el único capaz de llegar allí a tiempo para la cita.